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El pasado miércoles día 10 de mayo tuvo lugar el 50º aniversario del Frente Polisario, el movimiento nacionalista que lucha por la independencia del Sáhara Occidental.

El hito histórico fue fundamentalmente saludado desde diferentes países africanos e hispanoamericanos. En Madrid, la celebración incluyó la presentación del libro El Frente Polisario: desde sus orígenes hasta la actualidad, del que es autor Carlos Ruiz Miguel, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Santiago de Compostela.

Tras la presentación del libro tomó la palabra Abdulah Arabi, delegado del Frente Polisario para España, además de tener lugar una recepción donde estuvieron representadas varias embajadas, partidos políticos españoles y medios de comunicación.

El hito de cumplir los 50 años nos lleva a que el conflicto del Sáhara Occidental, como descolonización pendiente, es un vestigio de la Guerra Fría, encerrando un montón de paradojas y dilemas que encapsulan todos los problemas de España para relacionarse con Marruecos.

La última chapuza del Franquismo

El conflicto del Sáhara Occidental surge por un fallido proceso de descolonización. El plan de las autoridades españolas fue copiar la estrategia francesa de mantener vínculos neocoloniales con el África Subsahariana. Para ello se impulsó un partido político de las élites tradicionales del norte de la colonia, la provincia de Saguía el Hamra.

El plan español era permitir la independencia del país en un proceso tutelado en el que España mantuviera un vínculo privilegiado con la región, incluyendo derechos de explotación de los importantes yacimientos de fosfatos del Sáhara Occidental.

El fallo del plan español es que el desarrollo económico experimentado por el Sáhara Occidental, gracias a la explotación de sus recursos naturales y el consiguiente proceso de modernización, había transformado la sociedad saharaui. Aquellas élites tradicionales del norte del país no representaban ya las fuerzas vivas de la sociedad saharaui, que contaba con sus primeros cuadros formados en universidades y que aspiraban a superar las diferencias tribales.

En ese contexto de aparición de nuevos liderazgos sociales, surgió en 1973 el Frente Popular de Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro como vanguardia revolucionaria dispuesta a luchar contra España para obtener la independencia.

El desenlace ideal para ambas partes hubiera sido preparar el terreno para una salida negociada de España, referéndum de independencia mediante. El vínculo posterior entre España y su antigua colonia posiblemente no habría tenido la naturaleza que las autoridades españolas habían inicialmente imaginado, pero la salida española habría sido pacífica y ordenada.

En esto entraron en juego las ambiciones de Marruecos. Tal como explica el profesor José Luis Rodríguez Jiménez en su libro Agonía, traición, huida: El final del Sahara español, Marruecos logró convencer al gobierno de Estados Unidos de que un Sahara Occidental marroquí sería mucho accesible a los intereses de las empresas estadounidenses.

La estrategia marroquí hacia el Sáhara Occidental no sólo pasó por la labor diplomática. Apoyó la acción de un grupo terrorista en el interior de la colonia española e incluyó la presión militar, generando en España la convicción de que se avecinaba un choque armado. España compró apresuradamente armamento, destinó carros de combate y helicópteros al Sáhara Occidental y se preparó para una guerra con Marruecos.

En junio de 1975 una patrulla militar marroquí fue capturada cerca de Mahbes. Comprobado que España mantenía su control firme sobre el Sáhara Occidental, Marruecos cambió de estrategia y lanzó entre el 6 y el 9 de noviembre a masas de población civil en la llamada Marcha Verde, más allá de sus fronteras al interior del Sáhara Occidental.

La firmeza mostrada por España hasta el momento se esfumó tras la crisis de salud final del dictador Francisco Franco, que generó una enorme incertidumbre sobre el futuro de España y volcó las energías del país a sus asuntos internos. La coyuntura fue aprovecha por Marruecos para mover hilos en España y lograr que ciertas autoridades aceptaran entregar el Sáhara Occidental en un acuerdo a tres bandas con Marruecos y Mauritania, firmado el 14 de noviembre de 1975. El dictador murió seis días después.

La apresurada marcha de España abrió la puerta a Marruecos, que entró a sangre y fuego en un territorio con la población local en contra. Comenzó así la primera fase de un conflicto armado que duró desde 1975 a 1991.  

Un exceso de Geopolítica

Que Carlos Ruiz Miguel, el autor del libro presentado el pasado día 10 en Madrid sea catedrático de Derecho, no es casual. La lucha saharaui tiene la particularidad de que es respalda por la legalidad internacional y las resoluciones de Naciones Unidas.

Así, encontramos entre los simpatizantes del Frente Polisario en España a un selecto número de expertos en derecho internacional público. Pero como bien sabemos, las relaciones internacionales son relaciones de poder. Y aunque haya un proceso de descolonización inacabado, con un referéndum de autodeterminación eternamente aplazado, en el conflicto del Sáhara ha primado la relación privilegiada de Marruecos con Estados Unidos. La causa fundamental es que Marruecos ha logrado convencer a Estados Unidos de que ambos comparten intereses en el Sáhara Occidental.

Marruecos ha ido adaptando su narrativa sobre el conflicto del Sáhara Occidental acorde con el contexto internacional del momento y los imperativos geoestratégicos de Estados Unidos en cada época. Así, en la Guerra Fría el conflicto fue enmarcado en la pugna entre Occidente y el bloque soviético. Una victoria del Frente Polisario y la independencia del Sáhara Occidental, se dijo, hubiera supuesto la salida de Argelia al Océano Atlántico y hubiera abierto la posibilidad de que la flota soviética tuviera una base en el Atlántico Norte.

En realidad, el Frente Polisario fue más tolerado que controlado por Argelia, ya que sus principales apoyos fueron Cuba y Libia. Y las conexiones del Frente Polisario con la Unión Soviética fueron tardías y para nada esenciales.

El Sáhara Occidental según la cartografía de Naciones Unidas (2023). En la propia imagen se aclara que los topónimos y fronteras mostradas no implican reconocimiento alguno por parte de Naciones Unidas.

Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la intervención de Estados Unidos en conflictos del Sahel y al sur de Filipinas en la llamada Guerra Global contra el Terror (GWOT por sus siglas en inglés), la narrativa marroquí cambió para transformar al Frente Polisario en un potencial aliado de Al Qaeda. Sin embargo, dado que era un movimiento de liberación nacional aliado de regímenes socialistas durante la Guerra Fría, el supuesto salto ideológico al salafismo-yihadista no terminaba de convencer.

Con todo, dos cooperantes españoles y una italiana fueron secuestrados en los campamentos de Tinduf en octubre de 2011. Y ciertamente se sospechó de la necesaria colaboración de refugiados saharauis, con casos particulares de voluntarios en las filas de organizaciones yihadistas.

Pero como reveló un cable diplomático estadounidense del año 2009 filtrado por la organización Wikileaks, las autoridades saharauis “combaten el tráfico de personas y armas que pueda beneficiar a las organizaciones terroristas”. A su vez, destacaba la contrariedad de dichas organizaciones por la laxa religiosidad de los saharauis, cuyos líderes religiosos promovían el diálogo interreligioso y los derechos de la mujer.

Ante la expansión de los grupos yihadistas en el Sáhara y el Sahel, y con franquicias locales de Al Qaeda y el Estado Islámico que habían llegado a apoderarse de grandes porciones de países de África Occidental, la narrativa marroquí también presentó su dominio sobre el Sáhara como una barrera a la expansión de esos grupos.

Un posible Sáhara Occidental independiente es presentado desde entonces como un país potencialmente vulnerable a los grupos salafistas yihadistas y candidato a convertirse en Estado fallido, concepto tradicionalmente asociado a países africanos.

El general Langley, jefe del mando regional AFRICOM, de visita en Marruecos el pasado mes de octubre de 2022. Foto vía AFRICOM.

El último giro de tuerca de las narrativas marroquíes sobre el Sáhara Occidental ha llegado con el incipiente cambio del orden internacional en el que el "momento unipolar" de Estados Unidos da paso a un orden multipolar donde potencias revisionistas como Rusia, Irán y China disputan la hegemonía de Estados Unidos y sus aliados. En ese contexto, desde Marruecos se afirma ahora que el Frente Polisario es aliado de Irán y recibe ayuda miltiar de la organización libanesa chií Hezbolá. De tal vínculo, tampoco hemos visto la más mínima prueba.

El éxito de Marruecos en difundir sus narrativas puede atribuirse a la eficacia de su lobby en Washington D.C., pero también de su lobby en España. Pero el apoyo de Estados Unidos a las pretensiones de Marruecos sobre el Sáhara Occidental tiene también otras razones. La monarquía marroquí se apropió de la causa nacionalista para asentar su legitimidad política y convirtió a la expansión de sus fronteras en una misión histórica.

El fracaso en esa misión tendría consecuencias catastróficas para la continuidad de la monarquía. Y ya desde finales de los años 70, la caída del sha de Persia y su sustitución por un régimen islámico hostil a Occidente, sirvió a Estados Unidos de preocupante precedente del destino de una monarquía de un país musulmán arrollada por los vientos revolucionarios.

Los retos de la causa saharaui

El Sáhara Occidental vive un conflicto armado desde que el Frente Polisario rompió en 2020 el alto fuego vigente desde 1991. La atención mediática volcada con Ucrania ahora y ocasionalmente con Oriente Medio lo ha convertido en un "conflicto olvidado", reducido a partes de guerra que rara vez transcienden a los medios. Ocasionalmente vemos algún material gráfico que muestra a lo lejos los efectos del acoso saharaui sobre el muro marroquí.

Al contrario que en la anterior fase del conflicto (1975-1991), el Frente Polisario no parece tener el respaldo decidido de ningún país aliado que le aporte ayuda militar decisiva. La situación económica de Cuba es de profunda crisis y el régimen libio del coronel Gadafi es historia.

Mantener la presión sobre las fuerzas marroquíes en el Sáhara Occidental y lograr la relevancia mediática con los recursos disponibles requerirá imaginación y nuevas estrategias, con el reto del relevo generacional de fondo. La última sucesión en la cúpula del Frente Polisario en 2016 fue lateral, de cofundador a cofundador.

La estrategia del Frente Polisario parece ser esperar un cambio de la correlación de fuerzas con Marruecos, no por acumulación de las propias sino por debilitamiento del otro bando. La Primavera Árabe nos mostró lo súbito e imprevisto que pueden cambiar las cosas en la región del Medio Oriente y Norte de África. Pero es una estrategia que pone sus esperanzas en el tiempo. El Frente Polisario ha cumplido 50 años. ¿Cuánto más podrá esperar el pueblo saharaui?

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