Afganistán: una reflexión
Desde Occidente se percibe a Afganistán como la tumba de los imperios, pero ¿hasta qué punto es cierta esta afirmación?
En 1714 Afganistán se constituyó como un país con identidad e instituciones propias, pero durante los siglos XVIII y XIX el país fue utilizado como estado tapón. El imperio ruso y británico intentaron dominar la región sin éxito.

Afganistán es un país clave a nivel geoestratégico. Tiene frontera con Irán, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán, China y Pakistán. Además, es una zona de paso, no solo a nivel comercial sino también para todo tipo de tráficos. Según los especialistas, es un enclave que controla toda Asia Central y quién lo domine dominará la región.
Como consecuencia de estas múltiples fronteras, el país está compuesto por distintas etnias que generan divisiones internas. Los hazaras, pashtunes durrani, los pashtunes ghilzai, taikos y ubzekos son los grupos mayoritarios. Mientras los pashtunes son el grupo dominante, los hazaras son los más infravalorados especialmente por su condición de chiitas. A la división por etnias, se tiene que sumar las divisiones religiosas. Los sunnitas representan el 80% de la población.
En 1978, a través de un golpe de Estado, se instauró un gobierno socialista pro soviético que no gustó a todos los sectores de la población y motivó focos de agitación y de rebelión. A finales de 1979 el gobierno de Kabul recibió el apoyo de la Unión Soviética (URSS) con el envío de tropas. Este hecho fue percibido como una invasión imperialista y además fue aprovechado por los sectores islamistas para realizar un llamamiento a sus hermanos musulmanes, para que fueran a combatir con el objetivo de expulsar a los infieles su tierra es decir, llamaron a la yihad.
En medio de la Guerra Fría, Afganistán se convirtió en una guerra proxy entre Estados Unidos y la URSS. Estados Unidos juntamente con Arabia Saudí, Pakistán y China respaldaron a los rebeldes afganos. Estos, a pesar de ser una amalgama de organizaciones, señores de la guerra y milicias, se denominaron muyahidín. Mientras que la URSS respaldó al gobierno de Kabul.

En 1989 las tropas soviéticas se retiraron después de 10 años de conflicto, dejando un Afganistán aún más divido y destruido. En este clima, la guerra civil era inevitable. Primero contra el gobierno comunista de Kabul y luego entre los líderes muyahidín. Los refugiados afganos se instalaron en Pakistán, especialmente en la zona de frontera con este país y empezaron a estudiar en las madrazas de la zona pagadas con dinero saudí. Esto implicó que toda una generación de jóvenes fuera “adoctrinados” en una mezcla entre los principios del islam deobandí, predominante en la zona del subcontinente indio, y el wahabismo saudí.
En este momento de división es cuando surge una organización religiosa integrada por los hijos de los refugiados que habían estudiado en las madrazas pakistaníes. Esta organización utilizaba tácticas de guerrilla y su líder era el mulá Mohammed Omar. En 1994 se constituyeron como fuerza independiente en Kandahar, su bastión, y fueron expandiéndose por todo el país hasta conquistar Kabul en la primavera de 1996. Esta organización fue llamada los Talibán, haciendo referencia a las madrazas dónde habían estudiado y enseñado.
Los Talibán proclamaron al mulá Omar Emir de Todos los Creyentes e instauraron un emirato islámico donde la sharía era la base para toda legislación. Además, el territorio se convirtió en santuario para otros grupos terroristas, como es el caso de Al Qaeda. Los Talibán acogieron y protegieron a Osama Bin Laden hasta momentos después del 11-S de 2001.
En otoño de 2001 el emirato cayó con la intervención de los Estados Unidos y la OTAN, pero el mulá Omar, Osama Bin Laden y otros líderes tanto de los Talibán como de Al Qaeda pudieron escapar a Pakistán, a la espera de una nueva oportunidad para poder hacerse con el poder.

La intervención estadounidense de 2001 comportó la instauración de un nuevo régimen que creó nuevas instituciones que permitieron construir escuelas, carreteras y recuperar algunas libertades, especialmente para las mujeres. El nuevo régimen afgano no pudo hacer frente a los insurgentes, especialmente a los Talibán que con la permisividad de Pakistán pudieron realizar incursiones hostiles hacía territorio afgano situado en la frontera. Año tras año la insurgencia talibán fue ganando fuerza, significativamente a partir del 2014, momento en que Estados Unidos y sus aliados anunciaron el inicio de retirada de las tropas.
Dicha retirada y el mayor control por parte de los Talibán trajo consigo, en primer lugar, el establecimiento de algunos campos de entrenamiento por parte de la filial de Al Qaeda en el subcontinente indio y, en segundo lugar, debido a la debilidad del gobierno, la instauración de Wilayat Jorasán,la filial de Estado Islámico para Afganistán y Pakistán, quién ha protagonizado algunos choques con los propios talibanes en las últimas fechas.
A principios de 2018, los talibán ya controlaban un 70% del territorio. Paralelamente Rusia a partir del 2015 y previendo la desaparición de Estados Unidos como poder hegemónico en la región, comenzó a entablar conversaciones independientes con los talibán y a colaborar con el gobierno afgano. Es por este motivo que no es de sorprender que, a día de hoy, 2021, Rusia siga teniendo a todo su personal en la embajada a diferencia de las demás embajadas que han sido evacuadas.
En febrero de 2020 se firmó el Acuerdo de Doha entre Estados Unidos y los Talibán. En este acuerdo se pactaba el fin de la presencia militar estadounidense y la retirada de las tropas antes de septiembre del 2021, así como el cese de las sanciones hacía Afganistán, la liberación de 5.000 presos y el inicio de conversaciones entre los Talibán y el gobierno afgano para un acuerdo de paz.

A cambio, los Talibán prometían no dañar a Estados Unidos ni a sus aliados y la no utilización de suelo afgano como santuario para otras organizaciones terroristas que pudieran atacar a Estados Unidos. Este Acuerdo de Doha promocionado y publicitado por el expresidente Donald Trump comportó la legitimación de los Talibán como interlocutores y como socios de la potencia estadounidense. Les dio legitimidad y les colocaba en una posición de fuerza para una posible gobernanza, mientras que el gobierno afgano quedó deslegitimado y relegado a una posición de inferioridad debido a su no participación.
Según cifras del Banco Mundial de 2018, el PIB afgano era de 19.363 miles de millones de dólares, siendo totalmente dependiente de la ayuda económica internacional e institucionalmente frágil. En 2019 estaba situado en el noveno puesto del índice de Estados Frágiles. El Banco Mundial estimaba que las subvenciones internacionales financiaban el 75% del gasto público. Además, es uno de los países más corruptos e inseguros del mundo. En 2019 según el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional ocupaba el puesto173 de 180.
En junio, los servicios de inteligencia afirmaban que en seis meses el gobierno afgano caería. Pero se equivocaron, el gobierno solamente aguantó hasta agosto. En apenas una semana los Talibán se hicieron con el control de seis capitales de provincia. Como consecuencia de la inacción de Occidente que reiteraba su compromiso de sacar a todos sus efectivos del país antes de septiembre, la organización prosiguió su avance. El ejército no fue capaz de oponer resistencia. Muchos de sus cuadros abandonaron sus puestos de control ante la falta de refuerzos y suministros del Gobierno.
Afganistán bajo el mando de los Talibán implica un cambio a nivel geopolítico y de intereses no solo para los actores regionales.
Actores implicados
Los Talibán se han esforzado por mostrar una nueva imagen al mundo. En los primeros días de la toma de Kabul intentaron presentarse como un nuevo grupo, una nueva fuerza política a tener cuenta, dejando de lado su faceta más oscura y más extrema, demostrando que no querían un país en una guerra civil, sino conseguir apoyos por parte de la comunidad internacional.

Con este objetivo, a los dos días de tomar Kabul organizaron una rueda de prensa donde afirmaron que estaban trabajando para formar un gobierno fuerte, islámico e inclusivo en el Emirato Islámico de Afganistán. También afirmaron que habría una amnistía general, que las misiones extranjeras y sus representantes obtendrían total seguridad para trabajar; que el suelo afgano no se utilizaría para dañar a otros países; que las mujeres tendrían derecho a la educación y a trabajar. Adicionalmente afirmaron que el tráfico de opio se acabaría. Hecho sorprendente, ya que durante los últimos años había sido la principal fuente de beneficios del país.
Dentro de Afganistán, también hay Wilayat Jorasan (IS-K). Este grupo terrorista fue el responsable del atentado contra el aeropuerto de Kabul mientras se llevaba a cabo la evacuación del personal occidental y sus colaboradores. Además, sus amenazas y sus ataques han provocado el final anticipado de las evacuaciones. El pasado 8 de octubre de2021 se produjo la segunda matanza por parte de esta organización terrorista. Un suicida se inmoló en una mezquita chií durante los rezos del viernes dejando un saldo de más de 300 víctimas. Por el momento, es posible afirmar que el IS-K y los Talibán seguirán siendo enemigos, propiciando una alianza entre Estados Unidos y los Talibán.
Por otra parte, Turquía ha admitido contactos oficiales con los Talibán y ha anunciado que seguirá invirtiendo en Afganistán. El triunfo de los Talibán a nivel ideológico es un triunfo para Arabia Saudí. Qatar se ha erigido como país negociador de la región, auspiciando primero el Acuerdo de Doha y posteriormente las conversaciones de paz afganas. Además, en el país se encuentra la oficina del Emirato Islámico. Los Talibán han interrumpido el intercambio con India, deteniendo el tráfico de mercancías a través de Pakistán y dejando en el aire proyectos de infraestructuras de unos 3mil millones de dólares.
Asimismo, Irán ha reanudado el suministro de petróleo, pero a la vez está nueva situación le supone una frontera porosa donde se desplazan migrantes, drogas y grupos armados. Además, no hay que olvidar la presencia chiita en el país afgano, no bien tolerados por los Talibán y que podría originar focos de tensión entre ambos países.

En cuanto a Rusia, ha llevado a cabo un acercamiento a los actores regionales y se ha presentado como garante en el ámbito de la seguridad. Su preocupación está centrada en el estado Islámico y en la posible entrada de combatientes, quienes ahora mismo son enemigos de los Talibán. Como dice el dicho: el enemigo de mi enemigo es mi amigo.
Igualmente, Pakistán mantiene una posición ambigua. Por un lado, tienen 3 millones de refugiados y afirma que no desean acoger a más, pero por otro lado ha brindado todo tipo de apoyos a los Talibán, convirtiéndose en un aliado. A la vez, el hecho de que los Talibán tengan el control de Afganistán le permite a Pakistán tener un control indirecto sobre suelo afgano.
Ya por último, China ve en Afganistán una oportunidad económica en el desarrollo de infraestructuras para conectar con Asia Centra la nivel comercial y en la extracción de minerales. En 2017 se estimaba que la reserva de minerales de Afganistán estaba valorada en más de 3 billones de dólares. Por ello, el gigante asiático se propone utilizar sus empresas de construcción para la creación de autopistas, ferrocarriles y oleoductos, y sus empresas mineras estatales para ayudar a extraer los minerales. De esta manera, invierte dinero en el país, pero utilizando sus empresas y sus trabajadores para evitar la corrupción.
Además, ha prometido la construcción de una autopista entre Peshawar y Kabul. Asimismo, está construyendo una carretera a través del corredor de Wakhan, provincia China de Xinjiang, con Afganistán. Pero esta ayuda e inversión para la reconstrucción no está exenta de condiciones, esencialmente la no intromisión con los uigures, la política de China debe quedarse en China. Además, Pekín se apoyará en gran medida en Pakistán para comprometerse de forma productiva con los Talibán, y quién sabe si para controlarlos también.

En 2001 Estados Unidos entró en una guerra con Afganistán para combatir el régimen talibán y el terrorismo y, 20 años después, los Talibán se han hecho con el control del país y se ha firmado un tratado con ellos, convirtiéndolos en socios de facto. En relación con el terrorismo, una nueva organización está implantada y sigue activa en la región. No sería extraño que Afganistán se convirtiera en un santuario para grupos terroristas e insurgentes.
En los primeros momentos de la toma del poder, los Talibán mostraron su cara amable ante el mundo, pero los miembros que conforman el nuevo gobierno del Emirato no dejaron indiferente a nadie. Ahora que el foco mediático ya no está puesto en Afganistán y la comunidad internacional no presta atención, los Talibán están volviendo a sembrar el terror, cometiendo todo tipo de violaciones de los derechos humanos. En adición, hay que sumarle la inestabilidad que está generando IS-K en el país. No parece que Afganistán pueda llegar a tener un futuro prometedor. Más bien, estamos siendo testigos de su retroceso.