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La histórica y tranquila ciudad de Sidón se encuentra 40km al sur de Beirut. Sus calles estrechas llenas de tiendas se llenaban de turistas en los años previos a la pandemia. Ahora, y debido a que es el mes del Ramadán, el ajetreo es menor y la calma se instaura en las calles. Todo parece en orden y armonía, sin embargo, a las afueras de la localidad se encuentra una de las muestras más tristes de la cruel política libanesa.

Los militares nos comprueban minuciosamente los pasaportes en dos puntos de control antes de entrar en el campo. Una vez dan el visto bueno, nos dan el paso a una zona sin autoridad, una brecha legal en el territorio libanés. Estamos oficialmente en Ain al-Hilweh, el campo de refugiados palestinos más grande del Líbano, el verdadero patio trasero del país.

Minarete de una de las mezquitas de Ain al-Hilweh, lleno de agujeros de balas (Manuel Campos)

El Líbano logró su independencia de Francia durante la Segunda Guerra Mundial. La gran diversidad de su gente forzó al país a crear un sistema político a medida en el que todas las religiones y grupos tuvieran representación. Se acordó constituir una nación basada en el sectarismo, en el cual las posiciones de poder están representadas dependiendo directamente de porcentajes demográficos, normalmente basados en la religión de los ciudadanos. Es por esto que las dos posiciones de más poder —el presidente de la república y el primer ministro—, corresponden respectivamente a los cristianos y musulmanes sunitas.

Najib Mikati, actual presidente del Líbano (rtve.es)

El país ha tenido una historia convulsa, desde guerras civiles que enfrentaron, entre otros, a palestinos sunitas contra otros grupos chiítas y cristianos, hasta la corta invasión del estado de Israel al final del siglo pasado en la cual los israelíes devastaron el país, incluyendo a Ain al-Hilweh.

Ahora el Líbano lleva unos años atravesando una situación económica peligrosa, que ha amenazado varias veces con la bancarrota, y en la que la inflación destruye los ahorros de sus habitantes. A esto se le añade una crisis en el abastecimiento de medicamentos que ha hecho saltar las alarmas de varias organizaciones internacionales, tildando la situación de “crisis humanitaria”.

Por si eso no fuera poco, la gigantesca explosión que tuvo lugar en el puerto de Beirut en el pasado agosto de 2020 provocó un daño profundo a la infraestructura de la capital y sus alrededores. Dicho daño tardará tiempo en ser reparado debido a la pésima situación económica. Asimismo, cada día son más los recortes en servicios públicos esenciales. En tan sólo unos años, el Líbano pasó de ser de los países más prometedores del mundo a estar en caída libre en todos los indicadores.

Vista del Puerto de Beirut tras la explosión del 4 de agosto (BBC)

En mayo tendrán lugar las elecciones a la presidencia de la república. Éstas estarán marcadas por la creciente presencia de Hezbollah en todos los ámbitos de la política libanesa. Este partido islamista chiíta, el cual está considerado como grupo terrorista por varios países, tiene como principal objetivo “defender” el Líbano de los ataques de Israel en el sur. En uno de sus bastiones, Baalbek, se pueden ver banderas del partido por la calle y vendedores ambulantes vendiendo su “merchandising”.

A raíz del éxodo palestino tras la ocupación de Israel, muchos refugiados llegaron al Líbano. La naturaleza de estos refugiados los ha dejado en una auténtica encrucijada dentro del estado libanés, y es que los palestinos tienen un triple problema. El más evidente es la ocupación de su tierra de origen por parte de Israel. A día de hoy son casi cinco millones los refugiados palestinos en países de la zona como Jordania, Siria o Líbano.

Milicias de Hezbollah (European Eye on Radicalization)

Sin embargo, el problema se agudiza en territorio libanés. Como ya ha sido mencionado, la política de la república libanesa está fuertemente asentada en la orientación religiosa de su población.

Actualmente hay más de 500,000 refugiados palestinos en el Líbano, los cuales son en su mayoría musulmanes sunitas. Si estos refugiados pudiesen optar a la nacionalidad libanesa cambiarían drásticamente la demografía del país y consecuentemente influirían en el sistema político. Es por eso que los dos grupos principales, los cristianos y los musulmanes chiítas, tienen un pacto que se sobreentiende para no permitir a los palestinos acceder a la vida política del país.

Los refugiados palestinos no tienen un documento de identidad libanés sino tan solo un simple cartón azul que los cataloga como refugiados y que deben usar para entrar y salir del campo. No pueden votar ni trabajar de manera legal en el Líbano, la mayoría ocupa trabajos de mano de obra barata y les pagan “en negro”. No tienen ningún derecho como ciudadanos. Su subsistencia se sostiene en las actividades comerciales dentro del campo y en las ayudas de diferentes organizaciones.

Parte del muro que separa Ain el-Hilweh de la ciudad de Sidón (Manuel Campos)

Por si eso fuera poco, su tercer problema se centra alrededor de su retorno a Palestina. Por simplificarlo de alguna manera, la Autoridad Palestina defiende la alternativa de los “dos estados” como solución viable al conflicto y es el argumento que usan en las negociaciones.

La mayoría de refugiados en Ain al-Hilweh vienen del norte de Palestina, territorio que bajo el pacto de los dos estados quedaría bajo el dominio de Israel. Consecuentemente, los refugiados en Ain al-Hilweh reclaman el estado único palestino como solución, lo que provoca el rechazo por parte de la Autoridad Palestina, complicando su retorno.

Cuando pensamos en un campo de refugiados suelen venir a la cabeza imágenes de un descampado con cientos de tiendas de campaña. Ain al-Hilweh es diferente, es como una pequeña ciudad dentro de Sidón. Debido al rápido flujo de refugiados al campo, la construcción tuvo que ser rápida y vertiginosa, sin mucho tiempo para la planificación urbanística. Como resultado, el campo se asemeja más a una favela que a un barrio dentro de Sidón.

Los edificios se construyen donde hay espacio, sin ningún tipo de planificación (Manuel Campos)

En el campo no existe ningún tipo de legislación. Una vez dentro reina la ley de la jungla y las disputas se suelen resolver a tiros. Los 80,000 - 120,000 refugiados que residen en la zona se reparten a la vez en diferentes facciones políticas que componen la propia Palestina y su diáspora.

Youssef, uno de los trabajadores de una asociación dentro del campo, nos explica que a día de hoy hay dos grupos enfrentados. En la frontera entre ambos territorios se encuentra el hospital principal, el cual muestra múltiples agujeros de bala en sus paredes fruto de los enfrentamientos.

Agujeros de bala en un edificio cercano al hospital (Manuel Campos)

En los últimos años ha habido intentos de mediar entre las disputas y encontrar alguna solución pacífica a los conflictos internos. La Asamblea Popular está formada por 100 de los 80,000 refugiados que viven en el campo. Allí se representa a diferentes sectores de la población y se trasladan preocupaciones y quejas, así como propuestas de futuro.

En el Consejo de Seguridad, institución creada recientemente, se intentan resolver los problemas entre clanes que pueden llegar a ser violentos, así como otros incidentes más pequeños.

El “Political Leadership Council” (PLC) es una especie de “gobierno” que controla una serie de comités y secciones que se encargan del desarrollo del campo y otros aspectos como educación, recogida de basura…etc. El problema del PLC es que su composición no es elegida de forma democrática, según sus líderes, para hacerla más efectiva. Esto ha generado problemas de legitimación y una carrera por el poder en la institución, la cual ya es frágil de por sí.

Propaganda política colgando de los edificios de Ain el-Hilweh

En el territorio del campo no hay regulación de armas. Por la calle se puede ver a muchos jóvenes y hasta niños con diferentes rifles como si de juguetes se tratase. La mayoría son miembros de las diferentes facciones políticas que están vigilantes ante cualquier amenaza. No hay pared sin agujero de bala e incluso hay carteles que recuerdan que no se debe entrar con fusiles al hospital.

Cartel que recuerda la prohibición del uso de armas dentro del hospital (Manuel Campos)

Supuestamente en Ain Hilaweh la ley del Líbano es la que rige, pero no es respetada “de facto”. Además, no hay forma de poder aplicarla debido a que tanto el ejército como la policía libanesa tienen terminantemente prohibida la entrada. A su vez, la única cooperación entre las milicias del campo y las autoridades libanesas es en temas muy puntuales seguridad.

Un gran muro de cemento separa Ain al-Hilweh del resto de Sidón. En el pasado el campo fue objeto de violentas incursiones por parte de otros grupos en el Líbano. Ahora y a pesar del muro, los refugiados siguen siendo atacados desde fuera. El objetivo de todos los refugiados es volver algún día a Palestina y dejar de vivir entre muros, pero a pesar de la esperanza, todos saben que todavía queda mucho para que llegue ese día.

El muro de cemento que separa Ain al-Hilweh del resto de Sidón (Manuel Campos)

A la hora del Iftar tuve una conversación con Adel Abou Salem, un alto cargo dentro de una sección del campo. Dada la buena relación entre Palestina y la URSS, Adel fue uno de los premiados con una beca de la Unión Soviética para poder estudiar en Cuba.

Allí cursó una ingeniería mecánica durante seis años, mientras la URSS se disolvía y el mundo comunista se tambaleaba. Su estancia en Cuba le permitió aprender español y, lo que es más importante, aportar conocimiento fundamental al campo de refugiados donde nació y donde tan crucial es la ayuda de expertos.

A pesar de la dramática situación que se lleva viviendo en Ain al-Hilweh durante casi la mitad de un siglo, sus habitantes no han perdido la esperanza. Todos son conscientes de su situación pero están de acuerdo en que la esperanza es lo último que se pierde. Aunque pase el tiempo, Ain al-Hilweh seguirá soñando con el regreso a Palestina. Mientras tanto, el Líbano callará y mirará de reojo a su secreto más oscuro.

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