Ajedrez libio: un ciclo de dinero y tropas para conquistar el poder
Vamos a diseccionar ctualidad, el conflicto de Libia. Nuestro objetivo es contarte en pocas palabras, pero con cierta profundidad lo sucedido entre 2011-2020 y los interesantes mecanismos de esta guerra.
Todos sabemos lo que ocurrió en la Primavera Árabe de Libia, y como Ghadafi terminó linchado por una muchedumbre.
El magnicidio marcó el fin de la Primera Guerra Civil Libia, y el comienzo del tema que va a dominar los artículos de Political Room durante los próximos días: el estado y las causas del conflicto de Libia.
Al luchar contra Ghadafi se sucedió una serie de preocupantes hechos. La toma de los arsenales del ejército libio, con el consiguiente torrente de armamento y la aparición de numerosas milicias locales.

Los grupos guerrilleros habían nacido de forma natural como una forma de defensa frente a un dictador, que en caso de resultar vencedor impondría un duro castigo, a ello se unía el incentivo de las armas suministradas desde el extranjero, que al fin y al cabo permitían tener cierto poder.
Con este simple caldo de cultivo se rompieron todas las costuras de un estado libio que solo podía mantenerse unido mediante un poder central fuerte.
Al fin y al cabo, Libia no era más que una creación de la Italia colonial, en la que se agrupaban tribus y regiones que no formaban una nación. De esta forma, no había estado-nación; si acaso una semilla de este. Lo que hacía de Libia un estado era la dictadura de Ghadafi.
La muerte del tirano hizo desaparecer el pegamento que mantenía unido al país, así que este tendió a lo que era por naturaleza: un revuelto de actores e intereses.
Muchas de las milicias que lucharon contra Ghadafi habían capturado armamento, tenían la simpatía de parte de sus vecinos, y contaban con apoyo económico.
Lo último existía gracias a las donaciones de personas acaudaladas, a sus propias actividades, como la compraventa de botín, o incluso a los negocios con los traficantes de personas y mercancías.
Desde 2012 el poder se había fragmentado hasta el punto de que ningún actor nacional era capaz de unificar el país.
Cuando aparecía un grupo particularmente fuerte tendía a provocar que las milicias se unieran en su contra, lo que daba lugar a una suerte de equilibrio de fuerzas que amenazaba con mantener a Libia en un estado perpetuo de división.

En este estado de las cosas, las tribus, y en particular los tuareg dominarían los yermos territorios del sur y el suroeste, cubiertos por el desierto.
El grueso de la lucha se produciría en la franja norte del país, que no en vano es la más poblada, rica y desarrollada.
En el norte se puede decir que había tres grandes facciones:
- «Liberales.»
- Gobierno de Tobruk, cuyo brazo armado es el LNA de Haftar.
- Gobierno de Trípoli, oficialmente reconocido por la ONU y que constituye el GNA.
- Islamistas.
- Originalmente parte del movimiento «Amanecer Libio» ha sido absorbido, aparentemente, por el GNA.
- Yihadistas.
- Abanderados por el Dáesh y Al-Qaeda, que llegaron a controlar localidades como Sirte, la cuna de Ghadafi, o Derna.
Entre 2012 y 2016 se dio una suerte de pugna entre los más «liberales», con Alí Zeidan a la cabeza, y los islamistas. Estos últimos estaban logrando obtener la legitimidad por medio de las urnas, y gracias al apoyo de grupos tan radicales como los Hermanos Musulmanes .
Mientras la partida política se jugaba en Trípoli, el general Haftar empezó a construir su poder a rebufo del gobierno de Tobruk, otro de tantos actores en liza, que sin embargo contaba con especial legitimidad debido a que esa ciudad había sido de las primeras en rebelarse contra Ghadafi.
De esta forma nació el «Ejército Nacional Libio», más conocido como LNA, dirigido por Haftar y elevado a la categoría de principal brazo armado de Tobruk.

El general Haftar, tenía una historia personal llamativa. Fue uno de los lugartenientes más importantes de Ghadafi en los años 80, cuando le capturaron durante la guerra entre Libia y Chad, que acabó con una sonora derrota libia.
Dicen las malas lenguas que Ghadafi, temeroso de golpes de estado envió a su general al Chad. Cuando le capturaron, fue la CIA, nada más y nada menos, quien abonó su rescate para que se exiliara a Estados Unidos. El dictador libio no tuvo mucho interés en recuperar a su general.
El caso es que este personaje forjado a si mismo comenzó a construir su poder con base en el LNA, aprovechando las oportunidades que le ofrecía el este de Libia y su prestigio personal.
Una hábil diplomacia en la Cirenaica, aprovechando el regionalismo local, y el deseo de seguridad permitió a Haftar recibir el apoyo financiero de diversos acaudalados personajes de esa zona del país. También le financió el gobierno de Tobruk e incluso sucursales en el este que pertenecen al Banco Central de Libia (BCL en adelante).
Pero la cosa no se quedó ahí, Haftar también consiguió un importante apoyo de potencias extranjeras, como Rusia.
Pensemos que el BCL había restringido las letras de crédito de los grandes bancos del este de Libia, como Wahda, Commerce and Development Bank e Ijmaa al-Arabi provocando una crisis de liquidez que directa o indirectamente afectaba a los «mecenas» de Haftar.
En aquel momento crítico de falta de ingresos, Haftar pudo recurrir al Kremlin para que le entregara al menos 4.000 millones de dinares recién imprimidos en Rusia.
Los billetes rusos son distintos a los dinares producidos en Reino Unido, así que se han devaluado, sin embargo han caído como lluvia en el desierto para Haftar.

Se cree que en 2019 los rusos habrían imprimido al menos 1.900 millones de dinares para Haftar, a fin de lidiar con los problemas de liquidez.
Sea como fuere, militarmente Haftar fue acopiando fuerzas. En 2014 dio comienzo la Segunda Guerra Civil Libia, y la principal actividad del LNA consistió en realizar pequeñas y rápidas expediciones en el sureste del país para expulsar a las milicias enemigas, grupos yihadistas y asegurar ciertos recursos.
Mientras, una intensa actividad diplomática le permitió obtener el apoyo de Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Rusia, Arabia Saudita, y a la vez evitar que la ONU, la UE y ciertas potencias europeas, así como otros aliados teóricos del GNA se involucraran realmente en la guerra.
Todo lo anterior proporcionó diversas ventajas: el apoyo de El Cairo junto a la frontera Libia, y muy cerca de Tobruk guardaba las espaldas de Haftar, y le garantizaba la continuidad de los suministros por toda la Autovía Costera que recorre el norte de Libia.
El apoyo emiratí incluyó el despliegue de agrupaciones de aviación para prestar apoyo, incluyendo helicópteros, drones de observación y ataque y aviones de hélice para apoyo a tierra.
El apoyo ruso permitió la contratación de mercenarios que llevaban a cabo misiones en la retaguardia, esencialmente guardando instalaciones logísticas, bases u otros elementos clave.
Como vemos es todo un juego de aliados internos y externos, obtención de recursos económicos, y crecimiento de la potencia militar para obtener la victoria final.
En el otro lado del tablero, en 2016 la ONU y la UE reconocieron como gobierno de Libia al GNA, logrando conseguir que diversas importantes milicias lo apoyaran militarmente, si bien en cualquier otro aspecto mantenían su autonomía, por no decir que hacían y hacen lo que les viene en gana.
A pesar de todo, y con los pies de barro, el GNA ha logrado sobrevivir al Amanecer Libio, al GNC y convertirse, al menos oficiosamente, en la alternativa a Haftar.

En realidad, las bases del poder del GNA son mucho más endebles que las del LNA, que aunque no son para tirar cohetes, al menos ha conseguido un grado de cohesión militar que ningún otro actor posee.
Pero el GNA también ha conseguido recabar apoyos, agrupar a diversos grupos islamistas y obtener el favor de Turquía y Qatar, como veremos en futuros artículos.
Y llegó 2018, el año de la eclosión del LNA. Todo comenzó por una durísima operación de asedio contra Derna, por entonces en manos de Al-Qaeda.
Derna cortaba la carretera que une Bengasi con Tobruk, dos de las principales ciudades del este, cuyos destinos en la guerra civil parecen unidos.
Expulsar a los yihadistas exigió un notable despliegue de tropas, incluyendo varios miles de hombres agrupados en brigadas. Tras casi un año de duros combates el LNA conquistó la ciudad.
Mientras los últimos combates se libraban en Derna, a principios de 2019, Haftar lanzaba una nueva ofensiva, esta vez para avanzar en todo el sur, centro y oeste del país. Su objetivo era dominar la práctica totalidad de los principales yacimientos, y ductos de gas y petróleo, muchos de ellos sitos entre Cirenaica y Fazzan.

De hecho, la campaña por conquistar la región de Fazzan, que domina el centro y centro-oeste de Libia fue similar a la que efectuaron los rebeldes contra Ghadafi en 2011.
Estas operaciones, más allá de asegurar los yacimientos que nutren a Libia, tenían otra utilidad fundamental: controlar la escasa red de rutas que atraviesan el desierto libio. Las mismas permiten articular los ejércitos, sus operaciones, abastecerlos y maniobrar contra los centros del poder enemigo.
Y en este plan hemos llegado a 2020.
El GNA se ha atrincherado en Trípoli y otras urbes importantes del norte, mientras le apoya una creciente intervención turca y sobrevive gracias a milicias que no son de fiar.
Haftar tiene la iniciativa estratégica en la guerra, pero el gobierno de Tobruk no está reconocido internacionalmente, y sobre todo, más allá del mercado negro es imposible exportar los recursos de lo yacimientos en manos del LNA.
Para poder exportar legalmente el petróleo y el gas libio hay que controlar al BCL, cuya sede está en Trípoli.
Así las cosas, el GNA necesita el producto de los yacimientos controlados por el LNA, y el LNA necesita a las instituciones financieras controladas por el GNA.
En los próximos días nos centraremos en la situación actual del conflicto, la intervención foránea, el aspecto puramente militar, el económico-financiero etcétera.
Si quieres ir profundizando en el tema te dejamos este artículo que sintetiza la situación actual, y este vídeo que se centra en lo militar.
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