Amador Guallar: “La clave de la paz en Afganistán pasa también por comprender y proteger a las minorías étnicas”

Amador Guallar es un periodista, fotógrafo y escritor. Ha cubierto más de doce guerras por todo el mundo: desde las ofensivas en Gaza, a la guerra de Irak o el conflicto en Ucrania, entre otros. Amador ha pasado casi una década de su vida en Afganistán. Ha trabajado para organismos internacionales como la OTAN y la UNESCO y con varias ONG. Es miembro de la agencia francesa Studio Hans Lucas y ha colaborado con el periódico El Mundo.
Como parte de su experiencia en Afganistán, ha publicado recientemente el libro En la tierra de Caín (Planeta/Península), una magistral crónica periodística en la que revela los entresijos de este país.
–Mientras estaba preparando esta entrevista, y casi de manera casual, me fijé en un detalle importante: ahora eres un freelance retirado ¿Vas a dejar de informar desde el terreno? ¿Qué te llevó a tomar esa decisión?
Es una pregunta complicada. Fui un freelance durante los últimos 15 años más o menos. Desde el año 2015 trabajaba con El Mundo, me fui a la India hace unas semanas pero hoy en día y a mi edad, desgraciadamente, el reporterismo independiente como freelance es casi imposible. Los medios españoles ya no pagan como antes y no me lo puedo permitir.
Tenía planeado volver a Afganistán para cubrir las elecciones, volver a la línea de frente, hacer más investigación sobre los niños bailarines, conocer la situación de las mujeres con el tema de la supuesta negociación de paz…Pero no va a ser posible, porque no hay ningún medio que quiera pagar por cubrir Afganistán, al menos que quiera pagarme a mí. Somos muchos freelance los que estamos en esta situación. Hoy en día, los medios de comunicación pagan más por otras cosas que al reportero sobre el terreno que lo arriesga todo, y yo creo que mi libro es una gran demostración de eso. En la parte final del mismo cuento lo que ocurrió cuando un incendio, presuntamente provocado y que iba dirigido a mí, acabó con todo mi equipo y todo mi archivo. Desde entonces no me he podido recuperar.
A partir de ese momento, económicamente hablando fue un desastre. Fui a Marruecos con El Mundo, pero el volumen de trabajo no era el suficiente, y por lo tanto no me lo podía permitir; soy freelance, a mí no me pagan los desplazamientos, ni los fixer. Un fixer en la zona de combate te cobra entre 300 y 500 euros al día.
Después me fui a la India, empecé a trabajar allí, estaba haciendo buenas piezas e iban bien las cosas. Además, estaba siguiendo muy de cerca el tema de Cachemira y tenía la forma de entrar, de momento no hay ningún periodista que lo haya conseguido, y no va a poder ser también por un tema monetario.
<<Tenía la forma de entrar en Cachemira, de momento no hay ningún periodista que lo haya conseguido, no va a poder ser por un tema monetario>>
A mí me duele porque esto quizá signifique el fin de mi carrera como reportero sobre el terreno, aunque yo voy a luchar para que no sea así. No es de recibo cómo se está tratando a los reporteros freelance españoles que hay por el mundo. Los colegios y asociaciones de periodistas no hacen nada para evitarlo, no es como en Francia, que hay un sindicato, unos mínimos por ley de lo que se debe cobrar. En España es un “sálvese quien pueda”, y eso pasa en un momento en el que nunca ha habido en este país tantos buenos periodistas como ahora. El volumen de grandes periodistas, fotógrafos y analistas que tenemos en increíble, es un momento muy dulce. Hay gente muy formada, pero no hay cabida y la mayoría se tienen que marchar al extranjero. Es una pena.
–¿Por qué ese incendio iba dirigido hacia ti?
Para averiguar esto debería volver allí. No me metí mucho en el tema porque las fuerzas de seguridad afganas tienen su propia visión de las cosas. La casa en la que yo estaba era una casa de periodistas desde 2012. Era una casa muy conocida, de hecho hay varios periodistas que vivían conmigo y que todavía están allí.
Cuando se quemó la casa, los vecinos dijeron que era un lugar donde había prostitución. Básicamente, una prostituta para ellos es una mujer periodista que trabaja independientemente, y en la casa había varias periodistas. Eso no les gustó a los vecinos. Se montó un gran jaleo y se nos acusó de proxenetas, lo que equivale casi a una condena de muerte allí. Tuve que refugiarme en la embajada. Gracias al embajador y a los fantásticos GEO, nunca podré agradecerlo suficiente, todo fue bien y pude salir del país.
–¿Cuál es la diferencia entre ser un freelance y trabajar como periodista para organismos internacionales como la OTAN? ¿Qué papel juega la propaganda en las instituciones internacionales?
Hay muchos tipos de freelance. Algunos tienen un número de artículos apalabrados, otros non son realmente freelance ya que los medios no les quiere hacer contrato pero los tienen como colaboradores fijos, hay freelance independientes…Yo siempre he sido un freelance completamente independiente, cobraba por lo que escribía y por lo que fotografiaba. Eso en cuanto a los medios españoles. Cuando trabajaba para agencias de fotografía era completamente diferente. Entre los freelance hay muchas diferencias.
A la hora de trabajar con la OTAN, la OTAN entiende y valora lo que aporta un trabajador que tenga una serie de aptitudes que requieren cierta formación en una situación conflictiva y peligrosa, y te pagan de acuerdo a eso. Cuando trabajas para la OTAN eres lo que se denomina un ICC (International CivilianConsultant), no eres militar pero formas parte de la OTAN, así que es como si estuvieses alistado. Estás en un organismo que tiene un ejército. Cuando entras en la OTAN tienes que comprometerte a respetar la organización, las reglas, tienes que firmar todo lo referente a la confidencialidad…Es todo un proceso. Así que independencia con la OTAN, ninguna.
Yo trabajé para la OTAN directamente contratado durante todo el año 2013. Allí formaba parte de un departamento que hacía guerra asimétrica, que es propaganda. Tenía a algunos oficiales por encima de mí y hacía lo que me ordenaban. Empecé con un General Español, Carlos Aparicio, que fue un gran líder. Esa fue la mejor etapa que yo pasé en la OTAN. Este general era un hombre que sabía lo que tenía que hacer y cómo dirigir a militares y civiles, porque mi unidad era una mezcla de personal civil y militar de muchos países. Luego pasamos a mando norteamericano, que no estuvo mal. Después, con el mando rumano, empezaron los problemas, ya que este mando se dedicaba a otras cosas.
<<Hoy en día es que vivimos bajo la dictadura del click, y esto está acabando con el buen periodismo, ya que el buen periodismo requiere tiempo>>
Por otra parte, la independencia cuando trabajé para El Mundo era total, a mí desde ese periódico jamás se me ha dicho como escribir algo. Muchos creen que en los periódicos hay muchas conspiraciones y ciertos objetivos; yo puedo decir, sin lugar a dudas, que como freelance colaborador de la sección internacional de El Mundo jamás he perdido mi independencia. En la sección de Internacional de El Mundo hay grandes profesionales. Son gente que me respetó muchísimo, que nunca me ha cambiado los textos.
Lo que pasa hoy en día es que vivimos bajo la dictadura del click, y esto está acabando con el buen periodismo, ya que el buen periodismo requiere tiempo. La calidad de un buen artículo requiere viajes e investigación, y hoy en día todo depende de la velocidad. La velocidad está matando a la veracidad del medio.
–En uno de los capítulos de tu libro “De espía talibán a signo del dólar” hablas de tu detención por parte de la policía secreta afgana, el NDS, en la ciudad de Jalalabad. ¿Cómo consigues no “romperte”?
No lo sé, si pudiese explicar lógicamente como soporté todo eso me haría psicólogo para tratar el estrés postraumático de los compañeros, algo que también he sufrido. Yo sabía que no había hecho nada mal, cometí un error. A mí me metieron en esa prisión porque había fotografiado unas instalaciones del NDS, la policía secreta afgana, en Kandahar, que es una de las bases más azotadas. Pero claro, como todas las casas son parecidas, no me di cuenta, sabía que en algún momento esto se iba a resolver favorablemente, sobre todo cuando viesen mis cámaras con el material sobre los niños y las escuelas, que era de un trabajo que yo estaba haciendo para la UNESCO.

Lo que pasa es que la situación se empezó a alargar. Me acusaron primero de espía talibán, después de espía norteamericano, después de espía español, era todo muy absurdo.
–¿Qué fue lo peor de estar allí recluido?
Yo nunca pensé que iba a morir, pero sí pensaba que me iban a torturar. Pensaba en la violencia física, la violencia psicológica…. El hecho de que te pongan una capucha en la cabeza y un arma en la sien, o que te saquen a un patio para hacerte unas fotos de perfil…Ves cubo con agua y un trapo, y piensas en el waterboarding…
Estás en una prisión en la que todos son talibanes excepto tú y el fíxer de la UNESCO, escuchas los gritos y las torturas cada noche. Llegó un momento en el que yo ya no podía más. A los casi tres días la situación era complicada, era agosto en Jalalabad y la temperatura superaba los 40 grados afuera, imagina dentro en una celda de cemento pequeñísima. Estaba deshidratado, delirante. Entonces me llamaron a la oficina del director de la prisión y el tío me dijo que me iba a mandar a Pul-e-Charkhi, y ahí se me cayó el mundo. Pul e-Charkhi está en Kabul, es la gran prisión de Afganistán y allí está lo peor de lo peor. Incluido uno de los hermanos de los Haqqani, traficantes de heroína, talibanes de todos los tipos, criminales, asesinos…todos juntos, aunque los extranjeros estén en otra ala. Finalmente, el director de la prisión me dijo que le firmase un papel en el que afirmaba que no iba a volver nunca más a esa zona y me dejaron marchar. Eso me pareció increíble ¿Cómo puede ser que haya cambiado de opinión tan rápido?
<<Yo nunca he podido comprobar si es verdad que se pagó o no, pero salí>>
Casi un año después, estaba en una reunión en el centro de Kabul, una barbacoa en la que había varios españoles. Allí se me acercó una persona y me dijo que trabajaba para el CNI. No es el primero que he conocido por allí, y me contó que se había pagado bastante, que había tenido mucha suerte. Según me indicó esta persona, a cambio de sacarme de la prisión habían pedido dinero, y que por eso había permanecido tanto tiempo en la cárcel. Yo nunca he podido comprobar si es verdad que se pagó o no, pero salí.
A raíz de eso, todo el mundo me aconsejó que dejase el país ya que era muy probable que el NDS me siguiese. Pero yo decidí que no; llevaba años en Afganistán y quería seguir informando desde allí y trabajando. En aquella época yo trabajaba para la ONU. Me quedé dos semanas en casa.
A través de un amigo de la embajada norteamericana me puse en contacto con el director del NDS, y, aunque yo no pude reunirme personalmente con él, conseguí que, a través de otro amigo que trabaja para una compañía de seguridad, se le dijese a aquel hombre que yo era un periodista que no había hecho nada. Entonces me dejaron de acosar y todo volvió a la normalidad. Fue uno de los peores momentos que yo he pasado allí.
–La guerra de Afganistán está siendo muy larga. A día de hoy ¿qué cuentas pendientes deja la actuación de la comunidad internacional en este país?
Todas. En 2002 fue la invasión terrestre. En 2004 se apoyó la constitución, que estaba bastante bien, muy moderna, muy igualitaria y muy democrática. Los afganos quisieron esa constitución, pero no se ha cumplido nada.
Se puede ir punto por punto: los miles de millones que se han puesto para infraestructuras, con la excepción de Kabul, no se han reflejado, va a peor la cosa. Los hospitales dependen de Cruz Roja y de otros organismos internacionales para poder llevarlos bien. En los derechos de las mujeres también hay una regresión. De hecho, los últimos datos indican que hay menos mujeres que estudien que antes. Las libertades que yo veía en las mujeres afganas cuando llegué en 2008 se han evaporado, y, si se llega a un acuerdo con los talibanes ¿qué va a pasar con eso? Porque las primeras sacrificadas van a ser ellas. Los talibanes afirman haber cambiado, pero hace unos días ejecutaron a un activista por los derechos humanos en la ciudad de Ghor y no ha salido en los medios. Le cortaron la cabeza. Esta es la gente que dice que ha cambiado.
<<Las libertades que yo veía en las mujeres afganas cuando yo llegué en 2008 se han evaporado, y si se llega a un acuerdo con los talibanes ¿Qué va a pasar con eso? Porque las primeras sacrificadas van a ser ellas>>
Todas las cosas prometidas, como la seguridad, las infraestructuras, la economía o el desarrollo no se han llevado a buen puerto. Por lo tanto, ¿cuentas pendientes? Muchísimas.
Esto ocurre porque se ha apostado por señores de la guerra y por políticos corruptos, ese es el gran problema de Afganistán, no solo es el terrorismo y la falta de derechos para las mujeres. El principal problema es la corrupción institucional y endémica, que lo controla todo y que no deja que el país avance. Oponerse a esta corrupción puede costarte la vida. La ley depende de lo que tengas en el bolsillo.
Lo que ocurre ahora, es que muchos de los ciudadanos afganos en las provincias prefieren la justicia talibán, que, si quitas el tema de las mujeres, aunque nunca se puede quitar, no es tan mala: se habla con las partes, se toman testimonios…Esto está volviendo a pasar.
Ahora mismo hay un blanqueamiento del movimiento talibán. Lo que pasa es que en las últimas dos semanas se han pasado y han mostrado que son una panda de asesinos. Pero muchos afganos están empezando a creer que los talibanes son la única solución para llegar a la estabilidad que la comunidad internacional les prometió pero nunca llegó.
Un gran ejemplo de buen hacer fue la presencia española en el oeste del país, en Herat y en Badghis. Cuando España estuvo allí hasta finales de 2013, era una de las provincias más estables y con menos actividad yihadista, y además registró un declive de la producción de opio.

Los españoles eran unos soldados muy queridos, tienen otro planteamiento de hacer las cosas, y también tiene que ver la cultura española y como es nuestro carácter. Hasta 2013 allí las cosas no pintaban mal. El equipo de reconstrucción provincial español e italiano estaba ayudando a desarrollar muchas cosas.
Después de la retirada española de Badghis todo cambió. Esta zona fue, durante el año pasado, la provincia afgana donde más ha aumentado la producción de opio, y hay dos grupos talibán compitiendo, uno que está adscrito al tema iraní, porque ahora los talibanes son amigos de los iranís también, y otro más vinculado con Dáesh.
En definitiva, con la situación actual te das cuenta de que los hemos dejado colgados. Hay quien ya habla de guerra civil, yo no creo que se haya llegado a ese punto, aunque no está lejos.
–Ahora que Donald Trump ha paralizado las conversaciones de paz,¿cuál es el posible escenario que se plantea en Afganistán?
Mucha gente lo llama negociaciones de paz, yo lo llamaría negociaciones de retirada. Creo que ese sería un término mucho más adecuado y más descriptivo de lo que está sucediendo. Una negociación de paz implica que las dos partes se sienten, discutan y lleguen a un acuerdo. Aquí estamos hablando de una parte, los talibanes, que no es una parte contratante de todas las personas que se oponen al gobierno de Kabul y al de Estados Unidos. Los talibanes liderados por Hibatullah Akhundzada, no representan a todos los talibanes.

El movimiento político liderado por Akhundzada (líder de los talibanes de Afganistán) es una parte, y los Estados Unidos se están presentando como la otra parte. Pero la otra parte no es Estados Unidos, es en realidad el gobierno afgano, que representa a los 34 millones de habitantes del país. Y es un gobierno que ha sido elegido democráticamente, aunque el fraude electoral está muy presente, pero son unas elecciones. Los talibán se niegan a hablar con Kabul, aunque haya habido acercamientos.
Trump se quiere marchar de Afganistán y está buscando una salida rápida para sus tropas. Quiere dejar algunos efectivos especializados en inteligencia y contrainteligencia por la importancia geopolítica y los recursos afganos, que se los están llevando los chinos casi todos.
Con esta retirada, muchos frentes afganos se pueden desmoronar. Si los americanos se marchan de muchas provincias, el ejército afgano, aunque ha mejorado muchísimo, no podrá sostener la embestida talibán. Los talibanes han descubierto que no pueden combatir abiertamente contra los estadounidenses, pero sí pueden combatir abiertamente contra las fuerzas afganas si no hay tropas norteamericanas alrededor. Muchas unidades afganas han sido diezmadas en varias provincias. Esto no sale en los medios, pero se puede ver en informes y estadísticas.
Aunque hay cierta presencia de Dáesh en el país, el gobierno afgano trata de sobredimensionar la presencia de este grupo en Afganistán para que los Estados Unidos sigan allí, y lo mismo sucede con Al Qaeda, cuya presencia no es muy extensa.
Si Estados Unidos se va, será un desastre. Aunque esto parezca una visión colonialista, que no lo es porque yo no lo soy, la presencia internacional en Afganistán es el pegamento que está manteniendo ahora mismo la idea de la democracia afgana. Si Estados Unidos se marcha y se doblega a las ciertas peticiones talibanes, como que es que el país pase a denominarse Emirato Islámico de Afganistán, esto ya lo dice todo.
<<La presencia internacional en Afganistán es el pegamento que está manteniendo ahora mismo la idea de la democracia afgana>>
La retirada significará poner en cuestión la propia existencia de la República de Afganistán, su democracia y la constitución de 2004. Esta negociación de retirada puede desembocar en una nueva guerra civil -ya hay quien habla de ello- que vuelva a mostrarnos el Afganistán de los años noventa, que fue un auténtico horror.
El futuro de Afganistán está en entredicho, y yo creo que es una buena noticia que Trump haya cancelado esa presunta visita de los líderes talibán a Camp David.
–¿Cómo es posible que los talibán comenzasen siendo un grupo terrorista al que había combatir y ahora hagan giras internacionales como representantes afganos legítimos?
Yo eso tampoco lo comprendo. He estado en los frentes como periodista y miembro de la OTAN, como parte activa del conflicto, y también en prisión con ellos, he visto lo que hacen los talibanes, las barbaridades, las ejecuciones, todo ese tipo de cosas. Esta es la gente que ahora se nos presenta como representantes legítimos, y yo no lo comprendo. A mí y a algunos amigos de la comunidad de inteligencia esto nos huele a blanqueamiento. Es un blanqueamiento que está haciendo la Casa Blanca de los talibanes para que puedan formar un país como Arabia Saudí para negociar por los recursos.
<<No hay una diferencia tan abismal entre Arabia Saudí y los talibanes>>
De hecho, sí nos fijamos en Arabia Saudí y en sus leyes, lo cierto es que no están tan alejados; no hay una diferencia tan abismal entre Arabia Saudí y los talibán. La única razón por la que el mundo político internacional tolera el régimen saudí es porque tiene petróleo y lo vende. Creo que, con Afganistán, el planteamiento de Trump es el mismo: vamos a dejar que los talibán y el gobierno afgano discutan quién va a ocupar el poder para poder establecer una relación comercial con ellos después.
— Más allá del estereotipo de los hombres con turbantes que viven en las montañas ¿Cómo son los talibán? ¿Ha llegado a comprender porque muchos afganos se unen a ellos?
Talibanes hay muchos y de muchos tipos. La imagen del hombre del turbante negro con barba y pelo largo muy cuidado no es siempre así. Es cierto que los talibán son muy presumidos; se cuidan mucho la barba y se pintan los ojos.
Ese talibán que vive en las montañas existe, pero no es un troglodita que vive en una cueva y que solo piensa en la yihad y en matar a infieles. Por ejemplo, si hablamos de la Unidad Roja, son tipos muy preparados, algunos con estudios universitarios, y se alejan bastante del estereotipo que tenemos del talibán. Después hay talibanes que son chavales de quince o dieciséis años que no saben ni leer ni escribir, pero les han metido eso en la cabeza y los han enviado a combatir. Hay de todo.
<<Ese talibán que vive en las montañas existe, pero no es un troglodita que vive en una cueva y que solo piensa en la yihad y en matar a infieles>>
La idea del talibán como un troglodita en la montaña hay que quitársela de la cabeza, porque es un grupo que sabe muy bien lo que hace. Llevan muchísimos años combatiendo y entienden mucho de política.
A la hora de comprenderles, bueno, eso tiene que ver también con el tipo de talibán. Yo he conocido a talibanes que han dejado de serlo, y luego terminaron volviendo a unirse a ellos en las provincias.
Hay dos temas de los que no se habla en los medios, pero son muy importantes para entender la guerra. El primero es el gasoducto de la línea TAPI. Este gasoducto que pasa por Turkmenistán, Afganistán, Pakistán e India, es el futuro energético de la región. Los talibán están muy ligados, en ciertos lugares, a la protección de esta línea.

Hay muchos que tienen la denominación de talibán pero en realidad son grupos con un comandante independiente, un señor de la guerra que se adscribe al movimiento talibán porque le conviene más, pero en realidad lo que él quiere es ganar dinero. Por ejemplo, si le dan una parte de esa línea para proteger a cambio de dinero, él deja las armas. Eso ya ha pasado.
Por otro lado, también es preciso que tener en cuenta que hay muchos talibanes que eran granjeros o agricultores a los que se la quitado la tierras, o se las han robado, y lo han perdido todo debido a la corrupción gubernamental. De esta manera no pueden prosperar. Los talibán no hacen eso. Entonces, cuando a este granjero le han devuelto la tierra, se ha unido a ellos para defender su distrito. Los talibanes no son un grupo como el Vietcong, que tenía una idea común de lucha y un objetivo común. En el movimiento talibán, los grupos siguen las órdenes de sus comandantes.
Los talibanes pagan un sueldo más alto que el del ejército. Nunca he podido certificarlo, se trata de una especulación, pero creo que ese salario estaría entre los 500 y los 1000 dólares. Un soldado regular afgano en el frente cobra 250 dólares, que en realidad no los cobra, porque de ese sueldo su comandante se quedará un tanto por ciento por alojamiento, comida y uniforme, y al final se queda en nada.
A parte, los talibanes también ofrecen una especie de seguridad social: si tú vas a combatir y tu casa se destruye, ellos envían a la gente a arreglarla. El talibán no es un guerrillero, es alguien que forma parte de una forma de ver el mundo y de una organización que se ocupa de muchas cosas: justicia, infraestructura…
<<El talibán no es un guerrillero, es alguien que forma parte de una manera de ver el mundo y de una organización que se ocupa de muchas cosas: justicia, infraestructura…>>
Yo a veces entiendo que algunos se hayan pasado a los talibán porque se sentían agraviados o porque la corrupción les ha obligado a ello. Otros, en cambio, son puros fanáticos; algunos creen realmente en lo que combaten y son los más peligrosos.
En alguna ocasión les he planteado la cuestión de los derechos humanos, los derechos de las mujeres, los derechos de educación… Ahí sí que he visto el fanatismo. Al fin y al cabo, el yihadismo es un tipo de fanatismo, y a veces ese fanatismo te lleva a combatir porque te han quitado la tierra, pero en el interior sigue representando las ideas de una gente que cree que la mitad de la población no debería tener derechos, o que en las librerías debería haber un millón de libros, pero solo con un título: el Corán. Jamás he podido comprender que alguien que tiene una madre o una hermana pueda considerar que la mujer es poco más que un recipiente para hacer bebés. Nunca los he comprendido, pero sí entiendo las razones de algunos de ellos para unirse a los talibanes, aunque no las comparto.
–¿Qué factor juega la diversidad étnica en la gobernabilidad de Afganistán?
Esa es otra de las claves: la proporción étnica en el gobierno y en el ejército. Por ejemplo, en el ejército la mayoría son pastunes, y los tayikos y los hazara no están contentos con eso. El mapa étnico de Afganistán es una de las claves del conflicto.

Pero no solamente es una cuestión étnica; también es religiosa, porque los hazara, que son unas de las grandes minorías étnicas del país, son chiitas. La mayor parte del gobierno y el propio presidente, Ashraf Ghani, provienen de Kandahar y son sunitas, los talibanes son sunitas también. La etnia, muchas veces, está ligada a la religión.
Si a la propia dificultad que tienen los conflictos étnicos le añades el factor religioso, y en este caso tenemos en cuenta que tanto sunnitas y chiitas llevan muchos siglos en un conflicto abierto, la situación se vuelve mucho más compleja.
La clave de la paz en Afganistán también pasa por comprender y proteger a las minorías étnicas. Estas minorías son parte de la idiosincrasia del país, de la cultura. Si las minorías étnicas del país no son respetadas en el proceso de retirada de Trump, puede haber una escabechina que sea el detonante de una guerra civil, sobre todo con los hazara. De hecho, los atentados en Kabul, a parte de los atentados a la comunidad internacional, son en el barrio de Dasht e Barchi que es el barrio de los hazara.
–En su libro, En la tierra de Caín, afirma que Afganistán es como el Nautilus, el submarino de la novela de Julio Verne. Esto lo escribió en 2008.¿Hoy en día, sigue teniendo la misma percepción?
Peor, yo creo que peor. A la vez que los talibanes están hablando de paz, siguen cometiendo atentados. El Nautilus es el Kursk ahora mismo, el submarino soviético que se hundió y en el que se murieron todos. El Nautilus está casi con el agua al cuello.
La mayoría de los jóvenes que yo he conocido en 2008 se han marchado, la esperanza de futuro que yo veía en 2008 ya no está. Hace una década había una percepción de que solo se necesitaba un poco de ayuda del mundo y las cosas cambiarían. Las generaciones jóvenes son las que deberían transformar el país, pero esa es la generación que se está viniendo a Europa. El 14% de la emigración que viene a Europa es afgana.
El Nautilus está mucho peor, y en Afganistán se van a vivir cosas terribles en los próximos meses.