América del Sur y la situación ucraniana
Los tambores de la guerra resuenan en el continente europeo, tal vez dicho así, la memoria nos lleve a septiembre de 1939 o algún conflicto de esas proporciones, pero no, no debemos apresurarnos. Está claro que la situación de tensión que atraviesan Rusia y Ucrania podría terminar en una escalada militar, que los expertos en esta área creen que podría ser en la segunda quincena de enero. Ya se ha vertido tinta al respecto, en las implicancias de las relaciones de Rusia con Europa y Estados Unidos.

Nord Stream 2, los posibles ataques de las sanciones americanas a las fortunas rusas, las sanciones económicas de Estados Unidos, las restricciones en importaciones y exportaciones europeas, entre otras clavijas que se manejan para desincentivar las movilizaciones rusas, pero ¿funcionan? Y, ¿hasta que punto empujan al sancionado a la campaña militar? ¿Están dispuestos los rusos a no obtener nada de esta escalada? ¿Están dispuestos a sacrificar su credibilidad y prestigio si no cede la OTAN a algunas de sus pretensiones? Son preguntas que el tiempo y sus actores principales responderán. Ahora bien, ¿dónde pareciera que estamos parados los países de Sudamérica ante esta situación?
La presencia rusa en América latina siempre fue un intento de ser un contra peso a la relación de Estados Unidos y su influencia en la región. Un claro ejemplo es la situación Venezuela, Rusia está allí, sostiene en algún punto al gobierno de Maduro a través de convenios en el ámbito petrolero (alrededor del 13% de las exportaciones de petróleo venezolanas se realizan a través de empresas rusas), además de los prestamos y refinanciaciones que viene realizando el país americano con el gigante euroasiático.
Es posible que esta relación sea la que menos mute ante un escenario bélico en Ucrania. Venezuela seguramente se exprese a favor de la posición rusa, que desde lo discursivo apoye o abale las acciones de Putin, en principio porque no les queda otra opción dado el rol que juega Rusia tanto en términos económicos como de asesoramiento en política y seguridad.
Desde el punto de vista militar es prácticamente imposible que Venezuela se pueda involucrar de algún modo, no está de más aclarar, porque en su momento cuando la administración Trump dejo deslizar que podía intervenir militarmente en Venezuela, si bien Rusia tuvo su reacción, claro estaba que no se iba a involucrar en un conflicto militar tan lejos de su territorio, incluso cuando tiene cierta capacidad de hacerlo. En definitiva, Rusia está presente en Venezuela y va seguir presente como contra partida a la presencia de Estados Unidos en Ucrania y Siria, lugares de intereses recíprocos.
Por otro lado, en el resto de los países latinoamericanos si bien tienen fuertes relaciones con Estados Unidos, China y Europa, la Federación Rusa no se queda atrás habiendo intervenido en los asuntos de varios Estados, pero no lo suficientemente fuerte como para obtener un apoyo de algún tipo en una contienda que pareciera inminente. Por lo pronto podemos ver las reacciones de Rusia después de las sanciones por la anexión de Crimea. Ante esta situación y en la búsqueda de sustituir algunos negocios europeos intensificó las relaciones en Latinoamérica, sin que esto signifique un impacto sustancial como si lo ha tenido China en la región.
Argentina la puerta de entrada
El Kirchnerismo desde su discursiva épica siempre ha intentado tener un relato antiestadounidense y en ese proceso ha intensificado relaciones con países como China, Rusia, Irán, Cuba y Venezuela. Esta dinámica sumada a la desprofesionalización de algunos sectores de la diplomacia argentina así como la crónica falta de criterios estratégicos, ha hecho el país permeable a los intereses extranjeros, en particular los chinos.
Pero en este último tiempo la diplomacia rusa se ha movido en orden de obtener contratos de obra pública, en la industria ferroviaria, en energía (en particular la nuclear) y defensa con el objeto de mejorar su economía doméstica, pero claro está que Argentina no es un estado que actualmente pueda obtener inversiones fácilmente, que pueda afrontar grandes gastos de manera autónoma y que para hacer cualquier cosa necesita financiamiento y, es en este último punto, donde se hacen fuerte las ofertas rusas, así es el caso de las actuales negociaciones por los MIG 35. Esto no significa que Argentina este decididamente entregada a las intenciones Rusas o Chinas, dado que Estados Unidos dispone de muchos botones que presionar para ajustar el escenario con el gobierno argentino.
Entonces si Rusia fracasa con la presión que está ejerciendo y no obtiene algunos de los objeticos que se plantea, dejando solo la opción militar, las sanciones se incrementarán y se intentará por todos los medios que dispone Europa y Estados Unidos ahogar la economía rusa. En ese escenario el Kremlin va a intensificar sus acciones para vender a clientes del pasado (Perú y Ecuador), mejorar la posición venezolana y obtener contratos con Argentina. En ese ámbito surgen ciertos equilibrios que todos deberán tener.

Rusia deberá cuidar que sus intereses no interfieran con los chinos, el gobierno argentino debería no jugar ninguna carta definitiva en apoyo en este conflicto dado que tiene muy poco margen de maniobra. Perú y Ecuador se verán tentados por las ofertas que provengan de Moscú, deberán ser cuidadosos de no ser arrastrados a una cadena de malas decisiones (pueden realizar acuerdos con Rusia, la clave será como los refrendan y su contenido). Por último pero no menos importante está Chile, un país que acaba de celebrar elecciones ¿llevará a cabo Gabriel Boris una nueva política exterior prorusa o prochina? Solo el tiempo nos lo dirá.
La cuestión es que sea cual sea el escenario de los próximos meses, una intensa agenda diplomática, ofertas y negociaciones en orden de preservar y promover intereses en los países de América latina y el Caribe no está fuera del juego.