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Por Guillermo Pulido Pulido

El efecto de las armas nucleares en las relaciones internacionales, debido al gran poder destructivo que implica su uso, han sido desde su aparición objeto de constante debate. Una corriente de opinión, aduce que las armas nucleares generan un efecto moderador en la política exterior y de defensa de los estados, haciendo un sistema internacional más pacífico por el miedo a los estragos apocalípticos que implica una guerra nuclear.

Sin embargo, otra corriente de opinión sostiene que el miedo y ansiedad que genera la destrucción apocalíptica, a lo que induce es a que el sistema internacional sea más inseguro y más proclive a los enfrentamientos y las guerras; ya sea porque 1) las armas nucleares dan cobertura al aventurismo militar y agresiones indirectas, o 2) porque el miedo a sufrir un ataque nuclear genera carreras de armamentos que terminan desembocando en crisis prebélicas con ataques preventivos o un ataque por sorpresa.

En este artículo nos centraremos en la primera corriente de opinión, dejando la segunda corriente para un artículo posterior.

La hipótesis de que las armas nucleares tienen un efecto pacífico en el sistema internacional recibe varias denominaciones, como las de "paz nuclear", "optimismo nuclear" o "revolución nuclear".

La Revolución Nuclear y la Destrucción Mutua Asegurada

El concepto de revolución nuclear fue acuñado por Robert Jervis, en su libro "The Meaning of the Nuclear Revolution" (1989). Según Jervis, el gran poder destructor de las armas nucleares han tenido el efecto de cambiar de forma revolucionaria la naturaleza de la política internacional. Antes de la aparición de las armas nucleares, los estados vivían en contexto de disuasión y poder militar inestable, en el que una ventaja militar temporal podía llevar a que un país iniciara una guerra, o a que el país en inferioridad iniciara un primer ataque por sorpresa para compensar esa inferioridad.

Ese dilema de seguridad, que permea la historia de las relaciones internacionales desde sus inicios (como describe Tucídides en la Historia de la Guerra del Peloponeso), es resuelto una vez los estados que entran en conflicto tienen arsenales nucleares con capacidad de segundo ataque. Segundo ataque implica que siempre quedará un remanente de armas nucleares disponibles para ejecutar un ataque de represalia, contra las ciudades y la infraestructura económica del estado que realizó un primer ataque.

Por lo tanto, segundo ataque significa que ninguno de los estados enfrentados podrá ser desarmado nuclearmente, y que un enfrentamiento bélico entre dos potencias nucleares siempre podrá escalar un conflicto nuclear mutuamente catastrófico, que hace irracional y de un coste desorbitado cualquier guerra; por lo que inducirá a que las estados se comporten de forma más comedida.

Jervis explica cómo los arsenales de segundo ataque, generan un contexto de destrucción mutua asegurada en el que los problemas del dilema de la seguridad son resueltos en sus aspectos más básicos (al hacer irracional y primer ataque adversario), eliminando las ansiedades y temores de seguridad militar que subyacían en las crisis entre grandes potencias que terminaban degenerando en guerras.

Cabe resaltar que el término de destrucción mutua asegurada (MAD) es un estado de cosas (en el que los países no pueden ganar una guerra, sino que todos acabarán destruidos entre sí), no una estrategia deliberada por ninguna potencia. La MAD jamás ha sido la política de ningún país nuclear y solo fue el resultado en el que la URSS y los EE.UU. terminaron desembocando involuntariamente.

Estructuralismo y Neorrealismo

Kenneth Waltz es otro autor que ha defendido la tesis de la paz nuclear (por ejemplo, ver "Nuclear Myths and Political Realities" 1990), argumentando que cuanta más potencias nucleares existan, mejor será para mantener la paz y la estabilidad del sistema internacional, dando cobertura intelectual a la proliferación nuclear. Aunque Waltz y Jervis compartan la tesis de la paz nuclear, difieren en que Waltz argumenta desde el estructuralismo de relaciones internacionales (neorrealismo), mientras que Jervis basa su argumento en la psicología de los decisores políticos (dilema de la seguridad).

Por estructuralismo se entiende que diferentes distribuciones de poder inducen a diferentes comportamientos de los actores, del mismo modo que el comportamiento de las empresas difiere radicalmente en si están en mercados de competencias imperfecta, monopolios o competencia perfecta (Waltz dedujo su teoría de relaciones internacionales de la microeconomía). Las armas nucleares tienen un efecto en el que hay pocos o nulos beneficios de iniciar una guerra, por el gran coste que implicaría que se escalase a un conflicto nuclear.

Teniendo esto presente, Waltz postuló que la proliferación nuclear entre estados que tuvieran conflictos entre sí (no a todos los estados), sería un factor que tendrían un gran impacto en pacificar la política internacional. Como su argumento no es psicológico sino materialista-militar y estructuralista, la base de su argumento es que las armas nucleares son pequeñas y fáciles de ocultar, por lo que un primer ataque no podría destruirlas todas; el dilema de la seguridad y la derivada psicológica del miedo que induce a carreras de armamentos y crisis de seguridad, tiene una importancia secundaria.

Debe mencionarse que la línea argumental de Waltz y de toda la hipótesis de la revolución nuclear y paz nuclear, se retrotrae a los estudios clásicos sobre el efecto de las armas nucleares que comenzara Brodie, "War in the Atomic Age" (1946) (en The Absolute Weapon: Atomic Power and World Order);  "Strategy in the Missile Age" (1959). Si bien este autor no seguía un método racional y científico en sus argumentos, como el método económico de Waltz, los estudios de teoría de juegos, o los de metodología y estadística que se citarán al final de este artículo.

Por su parte, John Mearsheimer es otro autor estructuralista (neorrelista) que defiende la tesis de la paz nuclear, aunque difiere de Waltz (realismo defensivo) en que sostiene una perspectiva de realismo ofensivo, en el que el miedo y la ansiedad por conseguir el máximo grado de seguridad induce a las potencias a tener una conducta más asertiva y agresiva maximizando su cuota de poder militar intentando lograr la supremacía; mientras que en Waltz la conducta de la potencias está dictado por conseguir un poder militar suficiente.

Ambos comparten que las armas nucleares tienen un efecto moderador y pacificador a igualdad del resto de condiciones, Mearsheimer, en su libro "The Tragedy of Great Power Politics" (2001), tiene una perspectiva menos optimista que la de Waltz. Dado que las potencias siguen una política de tratar de maximizar su poder relativo respecto a las otras potencias, las armas nucleares terminan aumentando la inseguridad y aumentando la competividad. Aunque las armas nucleares tienden a disuadir de un ataque directo a gran escala en las fases iniciales de un conflicto (tal y como comenzaron la Primera y Segunda Guerra Mundial), sí fomenta agresiones indirectas y de menor escala.

En este caso, el temor a la destrucción mutua induce a que uno de los actores pueda hacer una agresión militar limitada, sin temor a que eso conlleve a una represalia de guerra a gran escala que podría escalar luego a la guerra nuclear. Por lo que se da la paradoja de que aunque las armas nucleares disuadan de entrada a un estallido de grandes guerras, incremente la inseguridad en los niveles inferiores del conflicto. Este efecto es denominado Paradoja de la Estabilidad/Inestabilidad, descrita por Glenn Snyder en "The balance of power and the balance of terror" (1965).

Por tanto, aunque los efectos de las armas nucleares puedan ser pacificadores en unos aspectos del conflicto y la competición entre potencias, puede tener el efecto contrario en otros aspectos. De hecho, durante la Guerra Fría aunque las armas nucleares probablemente disuadieron de enfrentamientos directos entre la URSS y los EE.UU., espoleó y fomento conflictos de manera interpuesta, como en Vietnam, Corea o Afganistán.

En este sentido, la posición de Mearsheimer respecto a las armas nucleares es más ambigua y matizada que las opiniones en la línea de Waltz o Jervis; para que los arsenales nucleares tengan un efecto realmente pacificador y estabilizador requiere de condiciones estructurales adicionales además de la simple posesión de armas nucleares.

Estas condiciones adicionales en la estructura del sistema internacional lo encontramos en la obra de John Gaddis "The long peace: Elements of Stability in the Postwar International System" (1987), por el que se da una explicación acorde al estructuralismo de las causas por las que desde la Segunda Guerra Mundial (Guerra Fría) no ha vuelto a suceder una gran guerra entre grandes potencias. Gaddis argumenta que la bipolaridad fue un factor estabilizador, ya que los sistemas bipolares tienden a hacer más estables que los multipolares, ya que el equilibrio de poder relativamente igual entre dos grandes potencias conduce a una situación de punto muerto y estancamiento, mientras que en la multipolaridad se pueden crear coaliciones que dejen en inferioridad manifiesta a un estado, fomentando la agresión.

Junto al argumento estructural de la bipolaridad, Gaddis añadió factores conductuales-psicológicos y normativos. El arma nuclear es uno de esos factores conductuales y psicológicos, al hacer lograr la disuasión por medio del terror nuclear. También mencionó la "revolución en el reconocimiento", por el que los satélites y otros instrumentos de información e inteligencia permiten detectar una gran concentración de fuerza armada enemiga, impidiendo ataques por sorpresa a gran escala, por lo que el dilema de la seguridad queda parcialmente resuelto. En los aspectos normativos, Gaddis detalla las reglas informales de la Guerra Fría, que básicamente consisten en evitar los enfrentamientos directos y en respetar las esferas de influencia ajenas.

Es decir, las armas nucleares sí tienen un efecto moderador y pacificador, pero solo un factor de varios. De hecho, si cambia la estructura del sistema internacional o hubiera cambios desestabilizadores en la tecnología militar, los efectos de las armas nucleares no podrían compensar los incentivos a iniciar guerras; incluso podría darse el caso que las armas nucleares fomentaran los ataques directos a escala estratégica, tal y como proponen los autores que hablan de una Segunda Era Nuclear (ver mi artículo "La Segunda Era Nuclear").

El respaldo empírico de la tesis de la paz nuclear fue muy contestado durante los años de la Guerra Fría, en el que aparecieron varios estudios que rechazaban la relevancia de las armas nucleares para mantener en la vía pacífica las disputas y conflictos entre países.

La evidencia empírica

Sin embargo, en los últimos años han ido apareciendo contundentes estudios empíricos y metodológicos que respaldan la tesis de la paz nuclear. Por ejemplo, Asal y Beardsley en "Proliferation and International Crisis Behavior" (2007), explican que las armas nucleares tienen un efecto considerable en la reducción del nivel de violencia en las crisis entre estados. Los autores usan datos del conjunto de datos del ICB (international crisis behavior project) para probar si las crisis que involucran a estados nucleares tienen más probabilidades de escalar a niveles más altos de violencia. Los autores hacen control con un número relativamente pequeño de variables adicionales (el equilibrio de las capacidad militar convencional, la relevancia de la crisis y la presencia de regímenes democráticos), y terminan observando que es más probable que las crisis que involucran a potencias nucleares se resuelvan de manera no violenta y es menos probable que se conviertan en una guerra.

Por su parte, Rauchhaus en "Evaluating the Nuclear Peace Hypotesis" (2009), analiza la probabilidad de que los estados con armas nucleares se involucren en conflictos interestatales violentos, operacionalizando en el estudio el término conflcito de múltiples formas: MID o disputas militarizadas, MID donde se utilizó la fuerza sin muertes, MID con muertes y guerra interestatal. Utilizando los conjuntos de datos COW (Correlates of War) y MID (base de datos de Militarized Interstate Dispute) que cubren los años 1885 a 2000, Rauchhaus utiliza un conjunto sólido de variables de control, incluido el equilibrio de capacidades convencionales, alianzas, democracia e interdependencia económica.

El autor encuentra que en díadas con asimetría nuclear (un estado tiene armas nucleares y el otro no) es más probable que ocurra un conflicto, mientras que en casos de simetría nuclear (ambos estados tienen armas nucleares), la guerra interestatal es significativamente menos probable, aunque en las disputas en los niveles bajos del conflicto la probabilidad no es menor (acorde la Paradoja de la Estabilidad/Inestabilidad). Destacar que encuentran que en situaciones de asimetría, los estados nucleares tienden a generar más conflictos y aprovecharse de la superioridad que otorga el arma nuclear.

La evidencia empírica de ese estudio y el de Asal y Beardsleym reafirman la hipótesis de que la posesión de armas nucleares mejora la seguridad de los estados, al reducir la intensidad general de los conflictos en los que los estados se ven involucrados. Algo que en otros estudios aún más recientes también se respalda: Sobek, Foster y Robinson en "Conventional wisdom? The effect of nuclear proliferation on armed conflict, 1945–2001" (2012) y Suzuki "Is more better or worse? New empirics on nuclear proliferation and interstate conflict by Random Forests" (2015).

La No Proliferación como ideología

Dando por cierta la hipótesis de la paz nuclear y la revolución nuclear, así como el hecho que los estados nucleares hacen un uso predatorio de su supremacía nuclear podría argumentarse que la ideología que subyace a la no proliferación nuclear, como el Tratado de No Proliferación Nuclear o TNP (entrada en vigor en 1968), en realidad no sirve al interés de todos los estados del sistema internacional, sino que es un apartheid nuclear que mantiene una desigualdad a favor de las grandes potencias del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (las únicas que pueden tener armas nucleares según el TNP). Entre varios autores, este es el argumento de base de Shane Maddock en "Nuclear Apartheid: The Quest for American Atomic Supremacy from World War II to the Present" (2010).

Hay que recordar que a comienzos de los años de la década de 1960 se creía que que de las cuatro potencias nucleares de entonces (EE.UU., URSS, Reino Unido y Francia), en veinte años habrían varias docenas de potencias nucleares en el mundo. Por ello, los Estados Unidos junto a la Unión Soviética fomentaron el TNP y presionaron a los diferentes países con programas nucleares para que no desarrollaran armamento atómico, quedando varios de esos países en situación de latencia nuclear (como Japón o Corea del Sur) o eliminando cualquier ruta del ciclo de combustible para obtener material fisible para armamento de fisión.

La No Proliferación, si las teorías de la paz nuclear son ciertas, no es un instrumento para la paz y estabilidad internacional, sino un instrumento que maximiza el poder de grandes potencias creando un apartheid nuclear. No obstante, la clave está en que no todas las tesis de paz nuclear son iguales, sino que argumentan que la paz nuclear se logra por unos u otros aspectos y requisitos además de la simple posesión de armas nucleares. Además de los diferentes autores y estudios que he mencionado, explicaciones más profundas de cómo funciona la disuasión y la coerción estratégica y nuclear (para lograr paz nuclear, ventajas en la coerción, etc) lo pueden encontrar en mi escritos "Estabilidad Estratégica" y "Supremacía Nuclear".

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