Medio de comunicación independiente

Por Iván López Miralles

Hace unos pocos días veía en Twitter una imagen que se había hecho viral en relación con el porcentaje de votos que había obtenido cada candidato en las elecciones norteamericanas de este último año. En ella se asociaba a cada condado el color rojo o azul en función de si la victoria había sido para Donald Trump o Joe Biden. El mapa político que se configuraba como resultado de esta asociación ofrecía una sorpresa acerca de la supremacía del color rojo en todo el país.

Evidentemente se trataba de un problema de interpretación, puesto que el gráfico no tiene en cuenta la demografía y la consecuente densidad de población en cada condado. Votan las personas, no los territorios geográficos. Esta pequeña anécdota sin embargo fue utilizada por profesionales y analistas, perfectamente conscientes de la natural interpretación de los datos, con el único fin de generar desinformación y manipular a la opinión pública, ampliando la brecha de polarización que se está gestando en nuestra situación actual.

Foto: Mapa político tras los resultados de las elecciones norteamericanas

La desinformación se ha convertido en un auténtico disruptor de la neutralidad informativa. Con el boom de las redes sociales, nunca había sido tan fácil el proceso: manipular, difundir, viralizar y esperar. La retroalimentación de este proceso no hace más que aumentar la confrontación y los extremos ideológicos, dificulta el cuestionamiento de los hechos, así como la veracidad de la información. Nos hemos convertido en fanáticos al más puro estilo de hinchas que vela más por defender a su equipo que por el afianzamiento del juego limpio.

Cuando empezamos a no saber dónde se encuentra la frontera entre propaganda e información ¿qué podemos esperar? y, sobre todo, cuando la desinformación viene articulada por el presidente de la mayor potencia del mundo: Houston, tenemos un problema. Los acontecimientos de ayer, 6 de Enero, con la irrupción de numerosos seguidores pro-Trump en el Capitolio no es más que el resultado de la combinación entre desinformación y manipulación.

Donald Trump no utiliza Twitter por casualidad. Sabe perfectamente el impacto que puede llegar a tener un mensaje por redes sociales. Durante estas últimas semanas ha llevado a cabo un bombardeo constante de información haciendo alusión a un fraude en los resultados electorales y a la necesidad de tomar acción en el asunto. Es como cuando decimos que una mentira contada mil veces se convierte en verdad, pues bien, las redes sociales han permitido que esta mentira pueda transmitirse a millones de personas generando una cadena de desinformación. Con una audiencia cada vez más agobiada por el exceso de información, sólo se necesita un mensaje apelando a la emoción, en este caso el patriotismo e identidad nacional, para romper la balanza entre realidad y ficción.

No obstante, la desinformación no sólo proviene de Presidentes y de altas esferas. Volvamos por un momento a las redes sociales y en especial a WhatsApp. Una de las armas de desinformación más potentes que hay son los memes. Sí, eso que nos hace tanta gracia y que compartimos con amigos y familiares. Pensemos por un momento. Los memes tienen dos componentes que le confieren un gran potencial de desinformación, por un lado apelan a nuestras emociones y, por otra, tienen una gran gestión de la imagen. Estas dos características desactivan nuestro pensamiento racional y únicamente nos movemos por un componente emocional. Cuando se reenvía un mensaje se puede generar una cadena de desinformación y la aparición de las llamadas fake news.

Partidarios del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ocupan el edificio del Capitolio de Estados Unidos en Washington el 6 de enero. Autor: Reuters

Este hilo me sirve para introducir otro elemento muy interesante acuñado por Eli Pariser que es el de la burbuja de filtros. La burbuja de filtros no es más que la información sesgada que se nos presenta a cada uno de nosotros en Internet. Estamos en un mundo de clicks, donde lo que más importa son las visitas y tener más audiencia retenida que nuestro vecino. Le hemos otorgado a los algoritmos la capacidad de programar la información que más nos interese en función de nuestras interacciones y búsquedas más frecuentes.

El propio algoritmo elimina toda la información que se salga fuera de la línea de información que nosotros mismos hemos ido estableciendo con interacciones en Facebook o Twitter. El propio Eli Pariser en una de sus charlas TED pone un ejemplo muy sencillo para entender lo que está ocurriendo.

Planteaba una situación en la que en diferentes interacciones con personas de ideología tanto demócrata como republicana en diversos posts de Facebook, el algoritmo entendía que como Eli estaba más apegado a la ideología demócrata, sería buena idea eliminar todos los comentarios que estuvieran relacionados con la ideología contraria. ¿Qué fácil, verdad? Evidentemente el ser humano siempre busca la confirmación de sus propias convicciones, pero la consecuencia de esto lo hemos estado viendo durante los últimos años: el aumento de la polarización política.

Volvamos de nuevo a los acontecimientos del 6 de enero. Trump ha conseguido estirar la brecha de polarización hasta límites realmente peligrosos. El votante base se ha convertido en un hincha de fútbol. Compra el pack ideológico, apela a la emoción y se olvida cuestionarse de la imparcialidad de los hechos, tomando el discurso del presidente o líder de turno y enfrentando cualquier opinión disidente. Pero esto no sólo ocurre en Estados Unidos. Hemos estado viendo durante estos últimos años como, especialmente en Europa, se estaba formando el caldo de cultivo perfecto para la irrupción de pensamientos extremos dada la gran facilidad de generar desinformación.

Ampliando la visión al ámbito político, los acontecimientos en el capitolio dejan en una posición debilitada la hegemonía estadounidense en el mundo. Recordemos que una de las reglas de la geopolítica es que todo vacío de poder será inmediatamente reemplazado por otros actores con aspiraciones de recoger el hegemón mundial.

China fundamentalmente, pero también Rusia, Turquía o Irán llevarán a cabo movimientos estratégicos con el fin de desestabilizar aún más el status quo norteamericano. Con la certificación de Joe Biden como nuevo presidente, se abrirá una etapa clave si EEUU no quiere perder su posición de privilegio en el mundo y eso pasa, en primera instancia, por cerrar las heridas internas y unir a una población cada vez más polarizada.

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