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La llegada al poder de los talibanes ha traído de vuelta varios debates de geopolítica en el corazón de Eurasia. China y Rusia, y el papel que han de jugar en este nuevo Afganistán, acaparan gran parte de los análisis. Sin embargo, hay una serie de países a quienes el cambio de régimen en Kabul toca más de cerca, no sólo en términos geográficos sino de seguridad, sociales y económicos. Se trata de Tayikistán, Uzbekistán y Turkmenistán, tres de las exrepúblicas soviéticas de Asia Central.

Autor: Cacahuate

Pese a compartir cerca 2.300 kilómetros con Afganistán, estas tres repúblicas centroasiáticas son en muchos casos pasadas por alto a la hora de analizar lo sucedido en Afganistán. Lejos de ser un bloque homogéneo, cada uno de estos países está reaccionando y se ve afectado de una forma diferente siguiendo sus propios intereses nacionales.

Pese a que a ninguna de las repúblicas se siente cómoda con los acontecimientos, hemos visto diferentes enfoques: desde la confrontación tayika con los talibanes al pragmatismo turkmeno y uzbeko. ¿Qué papel han jugado estos países durante la crisis afgana? ¿Cómo les afecta la situación en el país vecino? ¿Cuál es su nuevo rol en relación a Afganistán?

Un Tayikistán hostil

Si hay un país en la región que se ha opuesto abiertamente al régimen talibán, ese ha sido Tayikistán. Una de las naciones con menos recursos del continente asiático, Tayikistán comparte cerca de 1.400 kilómetros de frontera con Afganistán. Una línea divisoria porosa que en su mayor parte atraviesa el terreno montañoso del Pamir.

La principal preocupación de las autoridades tayikas está relacionada con la seguridad y la posibilidad de que militantes tayikos estacionados en Afganistán lleven a cabo incursiones y atenten en Tayikistán. Conviene recordar que durante la guerra civil tayika (1992-97), Afganistán se convirtió en un refugio para los combatientes de la oposición, que además contaron con el apoyo de los muyahidines y las autoridades afganas.

En la actualidad, militantes de nacionalidad tayika siguen presentes en el norte de Afganistán divididos entre los diferentes grupos de la zona. El asalto de un puesto fronterizo en el 2019[1]y el asesinato en el 2018 de cuatro turistas extranjeros, cometidos por supuestos miembros del Daesh que cruzaron desde el país vecino[2], ponen de manifiesto que es un problema real. Más recientemente, el hecho de que los talibanes hayan puesto al frente de parte del sector afgano de la frontera al grupo militante tayiko, Jamaat Ansarulá, no hace sino reafirmar a Dusambé en su posicionamiento.[3]

En respuesta a una posible amenaza, Tayikistán movilizó a 20.000 reservistas y pidió ayuda a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), es decir, a Rusia, para vigilar la frontera afgana.

El papel del gobierno tayiko durante los meses anteriores a la caída de Kabul es un claro ejemplo de su hostilidad hacia los talibanes. A medida que el norte de Afganistán iba cayendo en manos de los talibanes, Tayikistán fue dando cobijo a cerca de dos mil efectivos del ejército afgano, que después fueron desplegados de nuevo por las autoridades afganas. Algo parecido puede decirse de las aeronaves del gobierno que encontraron refugio en territorio tayiko a finales de agosto.

Una vez que los talibanes tomaron el poder, el presidente tayiko, Emomali Rahmon, hizo un llamamiento a la formación de “un gobierno inclusivo con la participación de todas las minorías étnicas, especialmente los tayikos de Afganistán”.[4]Por si las preferencias no estaban lo suficientemente claras, en un claro guiño a la oposición afgana, a principios de septiembre condecoró con la Orden de Ismail Samaní, la más alta condecoración del país, a los tayikos Burhanuddin Rabbani y a Ahamd Shah Masud (a este último a título póstumo).[5]Lejos de establecer conversaciones con los talibanes y negociar con ellos, como hacen turkmenos y uzbekos, Rahmon se muestra contrario al con el nuevo régimen de Kabul.

A los problemas de seguridad se añaden otros de índole social en términos de refugiados. Asia Central no es el destino predilecto de los desplazados afganos, quienes prefieren huir a Pakistán o Irán. Esto se debe tanto a la negativa histórica de las repúblicas centroasiáticas de acogerlos, así como a la falta de oportunidades en dichos países. Por ello sorprendió el anuncio en julio de que Tayikistán podría acoger hasta a 100.000 refugiados.[6]Sin embargo, en septiembre parece haber reculado aduciendo la falta de fondos de donantes internacionales.[7]Por su parte, tanto Uzbekistán como Turkmenistán se cerraron en banda desde el primer momento a recibir refugiados.

Uzbekistán y el pragmatismo

En contraste con la política tayika, Uzbekistán está mostrando una faceta negociadora con Afganistán. Desde la llegada al poder del presidente Shavkat Mirziyoyev hace un lustro, el país está desarrollando una política exterior que apuesta por la cooperación y la apertura de nuevas oportunidades.[8]Afganistán no es una excepción.

Como consecuencia de este enfoque, y posiblemente anticipando un creciente papel de los talibanes en el país vecino, Uzbekistán lleva desde el 2018 interactuando directamente con el grupo militante. Por lo tanto, los acontecimientos de los últimos meses han sido recibidos con cautela por Tashkent, que ha hecho equilibrios para no molestar a los talibanes sin reconocerles públicamente.

Uzbekistán tiene un problema similar en términos de seguridad que Tayikistán. Los restos del Movimiento Islámico de Uzbekistán, que tantos quebraderos de cabeza dieron a Tashkent a finales de los 90, así como otros militantes de nacionalidad uzbeka siguen instalados en el norte de Afganistán. La posibilidad de que combatientes de estos grupos crucen a Uzbekistán es la principal preocupación, pero en vez de enfrentarse abiertamente a los talibanes lo que ha primado ha sido la colaboración.

Al mismo tiempo que Tayikistán daba cobijo a las tropas afganas que huían de los combates, Uzbekistán efectuaba devoluciones “en caliente” de aquellos soldados que cruzaban su frontera. Tashkent no quería ser visto como un foco de resistencia anti-talibán. Las informaciones de las autoridades uzbekas acerca de los efectivos y aeronaves del gobierno afgano, que tras la caída Kabul entraban en su territorio, han sido por ello escasas y contradictorias. Tashkent también se ha encargado de negar que el señor de la guerra uzbeko Abdul Rashid Dostum hubiese cruzado la frontera, cuando todo hace indicar lo contrario. Todo sea por no soliviantar a los talibanes mientras se mantienen en guardia sobre lo que pueda pasar al otro lado de la frontera.

Shavkat Mirziyoyev con Ghani en 2017. Fuente

Aparte del componente de seguridad, las razones por las que los uzbekos están llevando a cabo dicha política son económicas y comerciales. Una de las aspiraciones de Mirziyoyev es conectar Uzbekistán, y la región en general, con Asia meridional. Este objetivo se puso de manifiesto en la cumbre celebrada en julio en Tashkent a la que asistieron mandatarios como el primer ministro pakistaní Imran Khan, el entonces presidente afgano Ashraf Ghani o el jefe de la diplomacia europea Josep Borrell.[9]

Afganistán juega un papel clave como lugar de tránsito y puerta hacia Pakistán y la India y con sus puertos en el océano Índico. No sorprende por lo tanto que el 1 de septiembre ya se reanudase el tráfico ferroviario entre ambos países al mismo tiempo que los talibanes felicitaban a Tashkent por el 30 aniversario de su independencia.[10]

Sin cambios para Turkmenistán

Turkmenistán ha sido el país de Asia Central que ha mantenido una relación más estrecha con los talibanes. Siempre guiados por el pragmatismo y el deseo de evitar problemas en su frontera. Ya en los 90, el entonces presidente Saparmurat Niyavoz, bajo los auspicios de los Estado Unidos, mantuvo conversaciones con los talibanes sobre la posibilidad de construir un gaseoducto a través de Afganistán y Pakistán con destino final en la India (TAPI). El mismo principio guía la política de su sucesor décadas más tarde.

Turkmenistán lleva tiempo desarrollando una política dual, tratando tanto con los talibanes como con el gobierno de Kabul. Este año, se produjeron hasta tres encuentros entre autoridades turkmenas y talibanes. Solamente el primero de ellos, en febrero, fue hecho público por Asjabad, probablemente para no molestar a Kabul. En las otras ocasiones fueron los talibanes quienes dieron a conocer las dos reuniones posteriores, para quienes dichos acontecimientos les otorgaban cierto grado de reconocimiento internacional.

Gasoducto TAPI e infraestructura de gas natural de India. Fuente: EIA.

Contrariamente a Tayikistán y Uzbekistán, no existen grupos de militantes turkmenos en Afganistán, aunque algunos de sus nacionales sí se encuentran presentes en otras organizaciones. La principal amenaza estos años para Asjabad ha venido de escaramuzas con los propios talibanes y sus aliados, como aquella que en 2014 acabó con la vida de tres guardias fronterizos turkmenos.[11]Por ello, lo primero que hicieron las autoridades turkmenas este verano, al igual que sus vecinos, fue reforzar la frontera.

Del mismo modo que para Uzbekistán, Afganistán representa para Turkmenistán un punto clave en el tránsito de sus exportaciones. En el caso turkmeno se trata del proyecto TAPI, aunque su viabilidad es discutible, así como la provisión de electricidad a Afganistán, especialmente, a Pakistán (proyecto TAP). A esto habría que añadirle el comercio bilateral con el propio Afganistán.

La llegada al poder de los talibanes parece haber alterado poco los planes turkmenos en cuanto a sus aspiraciones comerciales. Los cruces fronterizos entre ambos países retomaron su actividad normal a los pocos días de haber caído en control de los militantes y, a finales de agosto, Turkmenistán envió un cargamento de ayuda humanitaria para combatir la pandemia.

Ha sido un verano intranquilo para Asia Central, en especial para las tres repúblicas que hacen frontera con Afganistán. La repentina caída del gobierno de Kabul y el retorno de los talibanes se ha visto con preocupación en Dusambé, Tashkent y Asjabad. Con el trasfondo de la incertidumbre, cada uno de esto países está lidiando con la situación según sus propias características e intereses.

Niños siendo entrenados por talibanes uzbecos en el norte de Afganistán, 2013. Fuente

Desde la confrontación tayika a la continuidad turkmena, pasando por el cauteloso pragmatismo uzbeko. Una vez más, son las naciones de Asia Central las que tendrán que lidiar directa y diariamente con los acontecimientos en Afganistán, aunque los focos sigan puestos en el juego geopolítico de Pekín, Moscú o Washington.


[1] https://www.bbc.co.uk/news/world-asia-50315100

[2] https://eurasianet.org/tajikistan-a-mystery-islamic-state-conversion-for-a-hopeless-young-man

[3] https://www.rferl.org/a/taliban-tajik-militants-border/31380071.html

[4] https://www.rferl.org/a/tajikistan-rahmon-afghanistan-future/31427744.html

[5] http://president.tj/en/node/26473

[6] https://www.reuters.com/world/asia-pacific/tajikistan-says-its-ready-take-up-100000-afghan-refugees-2021-07-23/

[7] https://asiaplustj.info/en/news/tajikistan/society/20210902/tajikistan-fears-of-a-mass-influx-of-refugees-from-afghanistan

[8] https://thepoliticalroom.com/uzbekistan-entre-las-reformas-y-el-antiguo-regimen/

[9] https://www.voanews.com/south-central-asia/uzbekistan-conference-attracts-global-interest-central-asia

[10] https://tass.ru/ekonomika/12274155

[11] https://www.rferl.org/a/turkmenistan-afghanistan-taliban-border-security/25288056.html

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