Balanza estratégica Irán-Estados Unidos: Hablan los decisores
Irán no es Iraq, o mejor dicho, Irán no es como Iraq, ni como Siria, ni como Pakistán, ni como Líbano.
No, Irán es un ente de larga tradición que descansa sobre los hombros del magno nombre de «Persia». Todo lo antedicho bien podría parecer el comienzo de uno de esos alambicados artículos vacíos de contenido, pero no lo es.
Irán es heredero de una larga tradición que, de alguna manera, a lo largo de los tiempos ha conservado algo parecido a un estado-nación con su propio pensamiento estratégico.
Lo anterior, se aprecia en las peculiares fórmulas usadas por el país para romper su aislamiento y mover la balanza de poderes regional a su favor, hecho al que estamos asistiendo en estos mismos instantes con la caída como fruta madura de todo Irak, ahora postrado bajo el férreo abrazo de Teherán.
Las tropas americanas, -y por extensión las de sus aliados, incluida España, se guarnecen en posiciones desperdigadas, vulnerables y aisladas por el extenso país que vio nacer Mesopotamia. No es que vayamos a asistir a un Annual 2020, pero la perspectiva no es halagüeña.
Ni a Estados Unidos como estado, ni a Donald Trump como político les interesa enzarzarse por Irak. Su posición en el país es vulnerable: cuentan con un número reducido de tropas, en muchos casos enviadas en operaciones de entrenamiento, y no de combate, y sobre todo son escasas y están dispersas en bases que se convierten blancos fáciles.

En Yemen vimos como un pequeño puesto del ejército sudanés era alcanzado con una precisión inferior a 10 metros por un misil de corto alcance P-1B Badr. Así pues ¿que no podría ocurrir empleando una flota de drones combinados no ya con los Badr, sino con lanzacohetes normales y morterazos?
Sí, la posición táctica de los americanos es muy vulnerable a un ataque por sorpresa mientras estén plegados en sus bases y campamentos.
La operación de la noche del 7 de enero no fue más que una advertencia de un estado que se sabe inferior, pero que cuenta con armamento eficaz.
Demostraron que podían hacer diana en las bases norteamericanas sin mayor problema, pero no quisieron matar a los estadounidenses, ya que en tal caso los misiles habrían sido muchos más, y habrían hecho blanco sobre lugares habitados.
En este ring se golpean dos púgiles muy distintos: el presidente Donald J. Trump y el ayatolá Alí Khamenei.
El segundo ordenó el ataque de misiles, a modo de respuesta por el asesinato de su general Qasem Soleimani.
«No es suficiente, Estados Unidos debe salir de la región».
Frase pronunciada tras el ataque de misiles por el ayatolá.
Las declaraciones hechas por el ayatolá hoy, por incendiarias que puedan parecer, no nos están indicando más que una especie de gran objetivo político, por ahora inalcanzable, pero que en cualquier caso podría recibir un fuerte empujón si la Casa Blanca finalmente abandona Irak.
Ello indica, que en el marco de los objetivos iraníes, la expulsión definitiva de Estados Unidos de Irak; aunque quizás con la excepción del Kurdistán iraquí, sería un gran paso para Teherán y posiblemente un premio que compensaría las «bajas» sufridas en su consecución.

Asimismo, visto desde otra perspectiva, una sobreescalada de los acontecimientos sería contraproducente para Irán, ya que EE.UU. podría ser legitimado para efectuar una intervención militar directa sobre Irak, lo que pondría en peligro el objetivo iraní anteriormente mencionado, justo ahora que parecen tener una oportunidad de expulsar a Washington legalmente del país.
En el otro lado del tablero, Donald Trump tiene ante sí un panel de cuatro decisiones dentro de lo realista ¿pero cual tiene más probabilidades de ser escogida?:
- Retirarse por completo de Irak.
- Incrementar el esfuerzo pero solo para generar disuasión.
- Dar una nueva respuesta a Irán.
- Dar una respuesta excesiva, en la línea de «escalar para desescalar».
Decisión de retirarse de Irak.
La opción de la retirada parece inviable, en primer lugar porque daría una imagen de debilidad de Washington, lo que se pagaría con una gran perdida de confianza de los aliados regionales, lo que favorecería la intromisión de nuevas potencias en Oriente Medio.
Además, la retirada no encaja bien con las líneas políticas seguidas por Donald Trump, cuyos electores podrían verla como una humillación nacional, si bien es cierto que la rama «Jacksoniana» de sus votantes podría recibir con agrado la noticia.
Decisión de generar disuasión.
Donald J. Trump podría considerar que la respuesta iraní ha sido fuerte, pero no ha cruzado, al menos por ahora, ciertas líneas rojas, en particular matar a ciudadanos norteamericanos o atacar ciertos «valores» como buques de guerra, cazas o centros de mando, por ejemplo.
En este sentido se podría continuar incrementando el despliegue americano, añadiendo a las tropas ya presentes nuevos refuerzos procedentes de unidades de despliegue rápido, como la 82ª División Aerotransportada, unidades de los Marines y fuerzas especiales.

Washington podría quedarse tranquilo si entre la U.S. Navy y la U.S. Air Force pueden movilizar suficientes fuerzas y no se producen nuevas acciones por parte de Irán.
No obstante, conviene decir que todo apunta a que EE.UU. podría quedarse bastante solo en Irak, ya que la amenaza de ataques iraníes y los eventos de la pasada noche bien podrían provocar que sus aliados, sobre todo los europeos abandonen Irak o reduzcan notablemente sus contingentes.
Sin embargo, si Teherán no da mayores respuestas, esta opción permitiría contener la escalada, generar un nuevo equilibrio disuasorio y al fin rebajar la tensión, demostrando además que la Casa Blanca ha podido eliminar al más prestigioso líder militar iraní sin sufrir un daño catastrófico, y reforzando la confianza de sus aliados regionales.
Decisión de dar una nueva respuesta.
Esta opción se derivaría de la misma cuestión del apartado anterior, solo que en este caso Donald Trump habría considerado que el bombardeo de las bases estadounidenses es excusa suficiente para que Estados Unidos realice una respuesta militar directa.
Ahora bien, si la respuesta es muy tenue, como bombardear un envío de misiles, atacar un depósito de armas, destruir un par de radares aéreos, podría ser factible sin causar la enésima respuesta y consiguiente escalada iraní.

Con base en lo anterior, Donald Trump podría afirmar haber defendido los intereses americanos, aducir que el ataque iraní ha sido respondido y sin embargo debido a la entidad de los daños, o a que no han afectado directamente a Irán, sino solo a sus proxies, el ayatolá también podría contentarse y salvar la cara a nivel interno.
No obstante, un cálculo erróneo o una respuesta americana torpe podrían fácilmente provocar una nueva reacción iraní que degeneraría en un pasó adelante en la escalada.
Decisión de escalar para desescalar.
La Casa Blanca, por puro orgullo nacional, o temiendo nuevas acciones iraníes podría dar un puñetazo sobre la mesa y efectuar una operación desproporcionada; e incluso cooperando con Israel u otros países, atacando bases de los pasdarán, del ejército iraní, sus sistemas de radares, baterías de defensa costera, grupos proxies, unidades de inteligencia…
Sería una opción extremadamente peligrosa, ya que fácilmente podría dar lugar a una escalada descontrolada, y a una fortísima respuesta desde Teherán, pudiendo dar lugar a una especie de «guerra de salvas» e incluso poniendo a Washington en el brete de tener que realizar una invasión de Irán, aunque esta fuera limitada.
Dicho lo anterior, hemos de recordar dos cuestiones: que Trump argumentó para ser elegido que pretendía salir del pegajoso barro de Oriente Medio para centrarse en lo que de verdad importa, China y la región Asia-Pacífico.
Una nueva serie de conflictos militares en la zona, sobre todo si implican operaciones en tierra y cadáveres estadounidenses podrían minar al presidente, así que no parece la mejor opción, no obstante todo lo anterior sería perfectamente posible si Irán comete un error de cálculo y cruza ciertas líneas rojas, sobre todo si hay víctimas americanas en cierto número.
En cuanto a los intereses americanos, si bien Oriente Medio ha perdido importancia en la última década y hay regiones más importantes, el peso de los hidrocarburos que allí se producen y las alianzas con Kuwait, Catar, Emiratos Árabes Unidos, Israel o Arabia Saudita son activos muy importantes.

No hay más que recordar que, por ejemplo, en la estrategia naval norteamericana y en muchos otros documentos se pone el énfasis en la necesidad del «jointness», de las coaliciones y de los aliados, y ello es aplicable en el marco de la rivalidad con China.
Estados Unidos tiene unas fuerzas armadas envidiables, pero el mundo es demasiado grande incluso para ellas, y es necesario cooperar con los aliados regionales para aumentar las probabilidades de éxito y tener una posición regional sólida.