Bolivia, Ecuador, Perú… el boom ecologista de América Latina
La crisis climática y sus primeros efectos políticos
La pobreza, en el sentido de escasez material, ha sido la mayor preocupación de la humanidad a lo largo de la historia o, al menos, hasta las revoluciones industriales que se han sucedido desde el siglo XVIII. El crecimiento económico sin precedentes provocado por éstas ha mejorado sustancialmente las condiciones de vida de cientos de millones de personas, pero lo ha hecho sobrepasando los límites biofísicos del planeta Tierra y provocando como efecto secundario el desafío más grande de las próximas generaciones, el cambio climático, y todo ello sin erradicar la pobreza para otros miles de millones.
El desarrollo económico y el cambio climático son dos campos fundamentales de batalla política en muchos lugares de todo el mundo, por lo que este artículo trata de rastrear cómo se está traduciendo políticamente la emergente crisis climática. Para ello, se analiza el panorama ideológico actual de América Latina, donde el debate simultáneo sobre pobreza y crisis climática se ha adelantado con respecto a otras regiones debido a sus características particulares.
En la Cumbre de los Pueblos se habla de los problemas del Net Zero desde la perspectiva de los pueblos indígenas. No necesitamos complejas tecnologías ni mercados de carbono, lo que necesitamos es dejar de extraer de la madre tierra.#COP26 #EcologistasEnGlasgow#PeopleSummit pic.twitter.com/Kv2YZD6YtP
— Ecologistas en Acción (@ecologistas) November 9, 2021
América Latina no es el continente más pobre del mundo, pues supera en renta per cápita a África y Asia, pero sí es con diferencia el más desigual del planeta, y también el que más biodiversidad alberga y, por ello, de los más vulnerables por el calentamiento global. En esta región, el crecimiento económico es inseparable del extractivismo, la explotación intensiva de los recursos naturales para su exportación al mercado mundial, con un gran impacto social y medioambiental, ya sea en su versión clásica o populista redistribuidora, el neoextractivismo.
Frente a este modelo hegemónico de desarrollo, algunos autores, como Martínez Alier, defienden la existencia de un “ecologismo de los pobres”, de origen indígena y cercano a los conflictos ecológicos reales, al que podríamos denominar ecologismo indigenista o “ecoindigenismo”.
La creciente preocupación por el medio ambiente está produciendo una reconfiguración ideológica de numerosos sistemas políticos nacionales, generando una división tan fuerte entre extractivistas y ecologistas que se superpone a la clásica fractura izquierda-derecha, siguiendo la terminología de los politólogos Lipset y Rokkan.
De esta manera, el eje ideológico tradicional, que dibujaba todo el espectro ideológico a lo largo de una sola línea de izquierda a derecha, se vuelve incapaz de reflejar la complejidad política de América Latina en la actualidad, haciendo necesaria su sustitución por un “doble eje” que incluya la fractura desarrollismo-ecologismo.
Esta representación sigue siendo una simplificación, puesto que el eje horizontal sigue agrupando en los términos “izquierda” y “derecha” una pluralidad de dimensiones de la política, como la distribución de la riqueza, la política exterior, la relación entre la religión y el Estado o las cuestiones de género, pero al menos permite captar un mayor grado de la complejidad ideológica de América Latina en la actualidad, dentro de los límites que imponen las dos dimensiones del papel.

Siguiendo el eje clásico, tanto el populismo neoextractivista como el ecoindigenismo se situarían en la mitad izquierda del espectro ideológico, pero en la práctica estas dos corrientes progresistas llevan años en tensión y, en algunos lugares, en abierta confrontación política. Ante el endurecimiento de las condiciones económicas y el empeoramiento de la crisis climática, ambos bandos han pasado a percibir sus diferencias como insalvables y a dirigirse duras acusaciones.
Así, el expresidente ecuatoriano Rafael Correa llega a afirmar lo siguiente: “Siempre dijimos que el mayor peligro para nuestro proyecto político, una vez derrotada sucesivamente en las urnas la derecha política, era el izquierdismo, ecologismo e indigenismo infantil. ¡Qué lástima que no nos equivocamos en aquello!”.
Desde el lado ambientalista tampoco se han escatimado los descalificativos, acusando a los populistas de corrupción, de seguir siendo funcionales al capitalismo depredador sin llevar a cabo una transformación económica y social y de ser responsables directos de las muertes de activistas y manifestantes.
El conflicto existe en prácticamente toda Latinoamérica, pero es especialmente intenso en el “mundo andino”, muy dependiente del extractivismo y, al mismo tiempo, acostumbrado a los movimientos sociales de resistencia. Por ello, los tres países en los que este nuevo doble eje ideológico se observa con más claridad son Bolivia, Ecuador y Perú, países en los que además se han celebrado elecciones recientemente.

Cada uno tiene sus condiciones y dinámicas internas, que influyen profundamente en la evolución política que se analiza a continuación, pero en esta comparación se dejan a un lado los factores nacionales para tratar de ver de una manera más amplia cómo se ha traducido electoralmente la ruptura teórica del bloque progresista.
Bolivia: el MAS resiste otra embestida
En Bolivia, los conflictos entre neoextractivismo y ecoindigenismo, como el de la carretera por el TIPNIS, la extracción de hidrocarburos en el Parque Nacional Madidi o el antiguo regionalismo contra la minería de litio en el salar de Uyuni, han generado serias complicaciones a los gobiernos de Evo Morales, pero no han conseguido romper con su hegemonía electoral.
Su partido, el Movimiento Al Socialismo (MAS), ha logrado mantener la cohesión entre los movimientos ecologistas e indígenas, la mayoría de la población, y los intereses desarrollistas del gobierno y del electorado. La prueba del éxito del MAS es su consecución de victorias electorales ininterrumpidas desde su primera llegada al poder en 2006, incluyendo las últimas elecciones presidenciales, las del 18 de octubre de 2020, con Luis Arce como candidato tras el golpe de Estado blando que obligó a renunciar a Evo Morales e instauró la presidencia interina de Jeanine Áñez.
Por lo tanto, en Bolivia el MAS ha logrado atender con éxito ciertas demandas y cooptado a algunos líderes ecologistas para que la nueva fractura ideológica no se manifieste en forma de candidatura o partido político y el eje izquierda-derecha o pueblo-élite siga marcando la política nacional, lo que explicaría su última victoria en condiciones muy desfavorables.

Ecuador: ruptura total y resultado inesperado
Ecuador ha experimentado una historia completamente opuesta. La llegada al poder de Correa en 2007 instaura unas grandes expectativas tanto entre los desarrollistas como entre los ecoindigenistas, que convergen en decisiones de gran calado político como la aprobación de la Constitución más ecologista del mundo en 2008 o la Iniciativa Yasuní-ITT para la no explotación de unas grandes reservas de petróleo en el subsuelo de la Amazonía, a cambio de la ayuda financiera de la comunidad internacional.
Sin embargo, el incumplimiento sistemático de la primera y la retirada en 2013 de la segunda, marcan el inicio de la ruptura del bloque neoextractivista-postextractivista, con la clara apuesta del gobierno por los primeros, cuyas repercusiones se han hecho visibles este 2021.
En las elecciones presidenciales a doble vuelta de principios de año, las distintas candidaturas que tradicionalmente se considerarían de izquierdas arrasan con dos tercios de los votos en la primera vuelta, pero el candidato correísta Andrés Arauz pierde de manera sorprendente frente al banquero Guillermo Lasso en la segunda, después de que el líder ecologista del Movimiento Pachakutik, Yaku Pérez, pidiera a sus casi dos millones de electores que depositaran un voto nulo.
En Ecuador, el conflicto entre el gobierno neoextractivista y los movimientos sociales ambientalistas e indígenas provoca que la dimensión desarrollismo-ecologismo haya adquirido tanta importancia como la tradicional izquierda-derecha, y en esa dimensión Yaku tiene una postura totalmente contrapuesta al correísmo y la aspiración de apelar al mismo electorado potencial, lo que provoca los odios personales que se han visto durante la campaña y que en la segunda vuelta los votantes del Pachakutik faciliten por omisión la victoria de la derecha.

Perú: la superación del neoextractivismo
En el caso de Perú, los numerosos conflictos ecológico-distributivos, como los de las minas de plata de Cajamarca y Tambogrande, apenas habían tenido repercusión política debido al fuerte dominio conservador en el país. La única experiencia de cuestionamiento de las ideas extractivistas se produjo con la llegada al poder en 2011 del líder de origen indígena Ollanta Humala, pero las presiones internas e internacionales recondujeron su discurso hacia una versión más bien clásica del extractivismo, aislando tanto a los sectores de izquierda que abogaban por un neoextractivismo redistributivo como a los ecologistas e indígenas.
Sin embargo, esta situación ha dado un giro de 180 grados con la sorprendente victoria de Perú Libre y del candidato sindicalista rural Pedro Castillo en las elecciones presidenciales de esta primavera. Este outsider, que se ha posicionado claramente en contra del extractivismo, ha pasado en apenas dos meses de tener 3.000 seguidores en su cuenta de Twitter a superar no solamente al centro-izquierda neoextractivista de Nuevo Perú, encabezado por Verónika Mendoza, sino también a la derecha de Keiko Fujimori con todo su apoyo mediático, arrasando en las zonas rurales.
De esta forma, a falta de ver cómo se desarrolla el gobierno de Castillo, y a la espera de las elecciones presidenciales chilenas de este 21 de noviembre y colombianas del 29 de mayo de 2022, Perú sería el único país de la región que habría votado por superar el extractivismo conservador sin pasar antes por el neoextractivismo progresista, explorando una combinación de políticas de izquierda y ecologistas alejadas de la vorágine del crecimiento económico.

Conclusión
Los tres países analizados dan lugar a tres diferentes resultados políticos, que sin embargo no invalidan la pertinencia del doble eje ideológico, puesto que la política latinoamericana es cada vez menos comprensible sin considerar la dimensión desarrollismo-ecologismo. La confrontación de los gobiernos populistas con las organizaciones sociales logra ser mitigada en el caso de Bolivia, pero en Ecuador termina con la hegemonía del correísmo, lo que puede servir de experiencia al gobierno de Castillo, y a otros en la región, para no cometer los mismos errores.
A juzgar por el distinto resultado electoral en Bolivia y Perú con respecto a Ecuador, los sectores progresistas latinoamericanos deben comprender las nuevas divisiones ideológicas que impone la crisis climática y colaborar entre sí si aspiran a tener opciones reales de victoria en las futuras citas con las urnas.
El doble eje izquierda-derecha y desarrollismo-ecologismo se está convirtiendo en la representación ideológica propia de América Latina. No obstante, una versión similar que sustituya al extractivismo por la industria y el sector servicios está adquiriendo progresivamente más importancia en Europa e, incluso, en Norteamérica.
La percepción social del cambio climático como un reto de primer orden ha conllevado una mejora en las expectativas o resultados electorales de los partidos verdes, como ha sucedido en Alemania, o un intento de transversalización del ecologismo por los partidos tradicionales, como ocurre en España. De una forma u otra, parece claro que, con la crisis climática que se avecina, el ecologismo será un actor político cada vez más relevante en todo el mundo, aunque su manifestación concreta pueda variar de un sistema político nacional a otro.
Referencias
Correa, R. (2009): Intervención del Presidente de la República, Rafael Correa, en la entrega de informe a la nación en el inicio del tercer año de Revolución Ciudadana, Presidencia de la República del Ecuador.
Lipset, S. M. y Rokkan, S. (1992): “Estructuras de división, sistemas de partidos y alineamientos electorales”, en A. Battle, Diez textos básicos de ciencia política, Barcelona, Ariel, pp. 231-273.
Martínez Alier, J. (2014): “The environmentalism of the poor”, Geoforum, 54, pp. 239-241.