Brexit: La hora de la verdad
Por Daniel Gil Iglesias

El 9 de Enero de 2020 el parlamento británico aprobó definitivamente el acuerdo de retirada de la UE presentado por Boris Johnson, acabando así con meses de bloqueo en los que el parlamento había vetado todas las propuestas de retirada anteriores. La aprobación del acuerdo y la situación informativa actual dominada por la pandemia han desplazado al Brexit a una posición secundaria pero la cuestión está lejos de resolverse y la posibilidad del tan temido No Deal es más real que nunca.
Aproximadamente el 50% de las importaciones británicas provienen de la UE y el 55% de sus exportaciones van a la UE y como vemos en la siguiente imagen a pesar del referéndum estas cifras se han mantenido estables.

El sector servicios supone el 80% de la economía británica y el 40% de las exportaciones en ese sector van a parar a la UE. En comercio la geografía es insustituible, los países tienden a comerciar más con sus vecinos por razones evidentes y aunque Reino Unido quiera salir de la UE nunca dejará de ser un país europeo y la Unión siempre será un socio comercial de primer orden independientemente del Brexit. India, Canadá y Estados Unidos nunca podrán sustituir a la UE para Londres.
Ahora Reino Unido disfruta de una posición privilegiada como miembro del bloque comercial más importante del mundo pero cuando termine el periodo de transición y salga definitivamente deberá suscribir un acuerdo comercial con la UE que evite que su comercio se regule bajo los parámetros de la OMC que implica el establecimiento de aranceles entre ambos.
El Acuerdo
El acuerdo de Johnson era prácticamente idéntico al presentado por su predecesora Theresa May pero con algunas diferencias importantes. Lo primero que debemos tener en cuenta es que, como su propio nombre indica, el acuerdo versa sobre la retirada del Reino Unido de la UE, esto es, especifica los términos en los que el Reino Unido dejará de ser miembro de la Unión Europea y nada dice sobre la relación futura entre ambos más allá de declaraciones de intenciones.
Así pues, a falta de un marco que regule las relaciones de un Reino Unido poscomuntitario y la UE hace falta construirlo y para ello se necesita tiempo. Es por esto que el acuerdo crea un periodo de transición. El periodo de transición entró en vigor en el momento en que se formalizó la salida del Reino Unido de las estructuras comunitarias y tiene vigencia de un año, terminando el 31 de Diciembre de 2020 aunque es prorrogable por un máximo de dos años más.
La función del periodo transitorio es evitar un escenario de salida sin acuerdo en la práctica, durante este periodo el Reino Unido sigue cumpliendo las normas comunitarias y sigue formando parte de la Unión Aduanera por lo que, en lo referente al comercio, nada ha cambiado. Esto permite que mientras se negocia la relación futura en forma de tratado de libre comercio el Reino Unido pueda seguir disfrutando de los beneficios comerciales de ser miembro de la Unión a pesar de no tener ya poder de decisión.
En esta circunstancia cabe preguntarse si poco menos de un año es suficiente tiempo para negociar un tratado de libre comercio y si miramos a los precedentes, la respuesta es no. El acuerdo comercial suscrito entre la UE y Canadá tardó 7 años en aprobarse, el acuerdo con Japón 6 años, las negociaciones con Vietnam empezaron en 2012 y el acuerdo está previsto que se apruebe este año, también tenemos el caso del acuerdo con Mercosur que estuvo negociándose más de 20 años y fue rechazado.
Con estos precedentes no resulta muy realista pensar en obtener un acuerdo este año. Existe la posibilidad de pedir una extensión del periodo de transición por uno o dos años como máximo pero el gobierno británico ya ha comunicado formalmente que no la pedirá. Si tanto el Reino Unido y la UE reconocen que lo mejor para ambos es suscribir un acuerdo ¿Qué se lo impide?
Los Desacuerdos

La Unión Europea y el Reino Unido mantienen posturas muy alejadas en distintas cuestiones que dificultan un acuerdo. En primer lugar la cuestión misma de si debería haber un acuerdo genera discrepancias entre ambos, Londres no quiere un acuerdo sino varios centrados cada uno en un tema concreto mientras que en Bruselas ven en esto una estrategia de Londres para mantenerse en aquellos elementos del mercado común que más le interesen y deshacerse de sus obligaciones en otros por lo que mantienen su posición de un solo acuerdo global.
La pesca representa otro punto de fricción, actualmente todos los estados miembros tienen derecho a pescar en aguas territoriales de la UE, incluyendo Reino Unido, se sigue un sistema de cuotas para evitar la sobreexplotación. La Unión quiere mantener este sistema y mantener el acceso de los barcos pesqueros de los estados miembros a aguas británicas y viceversa con las mismas cuotas que hasta ahora. Sin embargo el Reino Unido quiere cambiar las cuotas para dar prioridad a su industria pesquera, además quieren que los acuerdos sobre las cuotas se negocien anualmente y si no se logra un acuerdo los pesqueros europeos no tendrán acceso a aguas británicas mientras que la UE quiere unas cuotas que se prolonguen en el tiempo.
El acuerdo pesquero es una precondición para un acuerdo comercial y Bruselas ha expresado en multitud de ocasiones que no habrá ningún acuerdo sin antes un acuerdo pesquero. El 52% de las capturas alemanas se realizan en aguas británicas y el 70% de las exportaciones de pescado británicas van a parar a la UE por lo que lo más beneficioso para ambas partes sería suscribir un acuerdo pero no se han producido avances significativos en esta dirección.
La jurisdicción del Tribunal de Justicia de la Unión Europea y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos fue uno de los temas estrella en la campaña del Brexit y hoy continúa generando controversia en las negociaciones. Bruselas pretende mantener la jurisdicción de ambos tribunales en el Reino Unido mientras que Londres se opone firmemente considerando que es una imposición que afecta decisivamente a su soberanía y desprende un halo de sospecha sobre su comportamiento al respecto que es inaceptable además de ser uno de los objetivos principales del Brexit, resultando muy difícil aprobar un acuerdo que mantuviera la jurisdicción de los tribunales europeos sobre Londres.
Por último, el asunto más importante es el del Level Playing Field (LPF). En castellano podríamos llamarlo “igualdad de condiciones” y hace referencia a estándares comunes que debería cumplir Londres para obtener un tratado de libre comercio con el bloque comunitario para evitar la competencia desleal. Uno de los mayores temores de la Unión es que el Reino Unido se convierta en una especie de Singapur europeo,un paraíso fiscal con acceso al mercado europeo mermando la posición de las empresas europeas. Londres bien podría rebajar impuestos, relajar las leyes medioambientales o laborales para hacer competencia desleal a Europa. Bruselas pretende evitarlo asegurando que Londres cumpla unos estándares mínimos en línea con los de la Unión Europea, de no hacerlo no tendrá acceso al mercado europeo.
Este asunto es fundamental para la Unión y su postura es firme, sin LPF no hay posibilidad de acuerdo. Conviene aclarar que el LPF no implica armonización regulatoria, Reino Unido, como estado independiente tendría la potestad para poner las normas que crea convenientes pero si quiere tener acceso al mercado europeo deberá cumplir unos mínimos para asegurar la libre competencia. En la declaración política conjunta al acuerdo de retirada y firmada por la UE y el gobierno británico se especifica que el futuro acuerdo se hará sobre la base del compromiso con el LPF, sin embargo esta declaración no es vinculante y ataca directamente al corazón del Brexit, Londres se va para librarse de los tentáculos del Cthulhu burocrático que es a sus ojos la Unión Europea y no para mantener sus normas aunque sean de mínimos.
También conviene recordar que el hipotético acuerdo UE-RU deberá ser aprobado por el Parlamento Europeo y ya ha avisado que vetará cualquier acuerdo que infrinja el LPF. En palabras del jefe negociador de la UE, Michel Barnier: “No vamos a negociar nuestros valores en beneficio de la economía británica. El juego limpio económico y comercial no está a la venta”.
A vueltas con la extensión
En el acuerdo de retirada se recoge que el periodo de transición durará hasta el 31 de Diciembre de 2020 mientras que en su artículo 132 se especifica la posibilidad de que, antes del 1 de Julio de 2020 se pueda pedir una extensión de uno o dos años. La tendría que pedir Reino Unido y Europa aprobarla, sin embargo,Reino Unido ya ha dejado clara su intención de no pedir una extensión pase lo que pase.
Los motivos del rechazo británico a la extensión son variados y tienen que ver tanto con su relación con la UE como con su política interna. La percepción británica es que la UE solo funciona bajo presión y que al igual que pasa con muchas políticas europeas el acuerdo solo se consigue en el último momento, de manera que no tiene sentido alargar ese último momento uno o dos años más, lo más inteligente es no pedir una extensión que alargue el proceso para conseguir lo mismo que podrían conseguir este año. También perciben a la Unión como un proyecto fracasado, que la pandemia la ha debilitado y dividido aún más y que ahora es el momento de aprovechar esa debilidad europea para conseguir esas concesiones clave que quiere Londres.
Tampoco debemos olvidar que algunos de los Brexiters más conservadores simplemente no quieren un acuerdo. Consideran que la UE quiere hacer pagar a Reino Unido su salida del bloque y nunca les dará un acuerdo beneficioso para sus intereses, así las únicas opciones que le quedan a DowningStreet son aceptar entrar en el mercado único bajo las estrictas condiciones europeas traicionando el mandato popular del Brexit y es, por tanto, inaceptable y altamente improbable que un acuerdo así fuera aprobado por el parlamento británico. Y la otra comerciar en términos de la OMC que es una consecuencia inevitable y convendría empezar a ajustar la economía en base a ello lo antes posible.
Rechazar la extensión también es una cuestión práctica para ellos, la economía británica ha experimentado un retroceso sin precedentes a causa de la pandemia y no tiene ningún sentido empezar la reconstrucción dentro del mercado único gracias a una extensión solo para volverla a reconstruir de nuevo en otros términos cuando termine finalmente el periodo de transición ya que se descarta la posibilidad de acuerdo en cualquier caso.
El fin del periodo de transición para el inicio de 2021 es una promesa de los tories que han repetido en numerosas ocasiones, traicionar ese compromiso ahora podría dañar la confianza del electorado británico en el partido conservador, un riesgo que muchos no están dispuestos a correr más aun cuando la extensión no tiene porqué desembocar en un acuerdo y se encontrarían en dos años en exactamente la misma situación que ahora con un electorado más descontento.
Continuando con la política interna, Johnson tiene una amplia mayoría en el parlamento y disfruta de una posición relativamente cómoda en su partido en tanto que no se cuestiona su liderazgo, de hecho uno de sus objetivos como líder del partido fue acabar con las tensiones internas que se produjeron durante el mandato de Theresa May, aislando a aquellos con posturas divergentes respecto al Brexit y sustituyéndolos por personas de su confianza y llegando incluso a expulsar a 21 miembros de su propio partido que se oponían a un Brexit sin acuerdo. Sin embargo, la posición de Johnson no es tan firme como pudiera parecer.

Dominic Cummings fue el arquitecto de la exitosa campaña del Brexit durante el referéndum y desde Julio de 2019 es asesor especial de Boris Johnson. Cummings no es una figura popular dentro del partido conservador, ven como su poder ha disminuido en favor de Cummings y les preocupa la influencia que tiene sobre el presidente. Durante el confinamiento provocado por el COVID Cummings protagonizó un escándalo que muchos de sus enemigos dentro del partido intentaron aprovechar para acabar con su posición.
Se saltó el confinamiento y viajó más de 400 km para ir a ver a sus padres y se negó a disculparse pero contó con la férrea defensa de Boris Johnson que le justificó y le confirmó en su puesto,dando la polémica por cerrada y aumentando el descontento entre los contrarios a Cummingsen su partido. En esta situación no sería ventajoso para Johnson abrir otro frente contra su partido a causa de la extensión del periodo transitorio, que contaría con una fuerte oposición en los tories.
Boris Johnson consiguió algunas modificaciones respecto al acuerdo de Theresa May, en el acuerdo de May todo el Reino Unido permanecía en el mercado común mientras que en el de Johnson es solo Irlanda del Norte quien permanece en el mercado comunitario, quedando el resto del país fuera y se cambiaron algunos compromisos como el de respetar el LPF del acuerdo de retirada (vinculante) a la declaración política (no vinculante). La interpretación de este hecho es decisiva para entender la postura británica.
Interpretan que la intransigencia de Johnson fue la que motivó que la UE se moviera y Johnson consiguiera un mejor acuerdo. La realidad es que quién traicionó sus líneas rojas fue Boris Johnson aceptando la posibilidad de un frontera entre Irlanda del Norte y el resto del Reino Unido, algo que May había rechazado de plano. Además, como se ha visto en las negociaciones, esas concesiones no son tan jugosas como creen ya que la UE ha mostrado que tiene plena intención de hacer cumplir la declaración política a pesar de su carácter no vinculante.
¿Qué significa comercio en términos de la OMC?
En caso de no haber acuerdo el comercio entre Reino Unido y la Unión Europea se regularía en base a las normas de la Organización Mundial del Comercio, estos son los términos que operan para el comercio entre países que no han suscrito un tratado de libre comercio entre sí. En la práctica implica que el comercio será más difícil y más caro. La consecuencia fundamental es que se aplicaran aranceles a los productos británicos que entren en la UE y viceversa.
Bajo el paraguas de la OMC opera el principio de la nación más favorecida que dice que los aranceles serán iguales a los que cualquiera otra nación que no tenga un acuerdo comercial con la UE, el arancel medio es de 3,2% pero cambia según los productos y la media en productos agrícolas, por ejemplo,es del 8,7% llegando algunos al 25%, en productos animales pueden llegar al 116%. Dentro de la Unión Europea los aranceles que pagan los productos británicos son de 0%. Reino Unido podría por supuesto no cobrar aranceles a los productos de la UE pero bajo la OMC tendría que hacer lo mismo con todos los demás países.
El comercio en términos de la Organización Mundial del Comercio no implica solo aranceles sino también controles. En la Unión Europea, al estar los países miembros sujetos a las mismas normas y principios se asume que sus productos son seguros y por tanto pueden moverse libremente sin necesidad de controles, fuera de la Unión está asunción se rompe y los productos británicos tendrían que pasar controles antes de poder entrar en la UE. La UE no reconocería las declaraciones de conformidad con las normas europeas de compañías británicas y tendrían que conseguir la certificación de algún cuerpo europeo, incentivando encontrar algún proveedor dentro de la UE.
Por último, Reino Unido, como miembro de la UE disfruta de los beneficios de los tratados de libre comercio suscritos por esta, desde fuera esto dejará de ser así y el comercio con países como Canadá, Japón o Singapur pasará a regirse automáticamente en términos de la OMC hasta que firmen un acuerdo comercial con cada uno de estos países.
El impacto de un No Deal para el comercio británico con su mayor socio comercial es devastador y unido a los efectos económicos de la pandemia puede provocar un shock para la economía británica de grandes proporciones y gran duración.
La hora de la Verdad
Una vez que el gobierno británico ha comunicado su decisión de no pedir una extensión del periodo transitorio comienza la cuenta atrás. La aprobación de un acuerdo debe producirse tanto en Londres como en Bruselas así como en algunos parlamentos nacionales de los estados miembros para lo que se necesita tiempo, así la negociación podría prolongarse como máximo hasta Octubre para tener tiempo y que esté aprobado antes del 31 de Diciembre.
Como hemos visto las posturas siguen muy separadas y el propio concepto y campaña del Brexit se hicieron bajo premisas tan alejadas de la realidad que cualquier concesión amenaza a todo el proceso. Se creyó que podrían seguir comerciando con la UE sin cumplir sus reglas cuando para comerciar con la UE debes cumplir con sus reglas pero precisamente el Brexit se plantea para no cumplir con las normas bruselenses. Pretender aunar el mantener un comercio absolutamente vital para la economía británica con el desprecio a las normas europeas es buscar la cuadratura del círculo y ya llevamos cuatro años buscando un imposible, que se negocie en base a la realidad y no en base a sueños de grandeza de un antiguo imperio decadente.