Comunidad Política Europea: éxito sin objetivos
Este octubre se ha celebrado la primera cumbre de la Comunidad Política Europea en Praga, un nuevo foro de dialogo (de momento) propuesto por Macron que pretende extender la influencia europea en el continente.
Aunque es la primera vez que el concepto llega tan lejos como a su primera reunión formal, la idea propuesta por Macron no es nueva. Ya lo intentó Mitterrand a finales de los 80 e incluso podemos retrotraernos a Robert Schuman en los 50 para encontrar precedentes, pero estos intentos fracasaron. ¿Será la propuesta de Macron la definitiva?

Éxito en la abstracción
La Comunidad Política Europea es un concepto que carece de definición y objetivos claros, más allá de ser un foro de dialogo para reforzar la cooperación entre estados europeos, sean miembros o no de la UE. Poco más podemos decir de una idea que no se ha definido deliberadamente para intentar atraer al mayor número de participantes sin imponer estructuras u objetivos que pudieran alienar a algunos estados como Reino Unido o Turquía.
Por eso, conseguir la participación de todos los estados europeos (a excepción de Bielorrusia, que no fue invitada) ya fue el primer éxito de la EPC, especialmente teniendo en cuenta la participación de Reino Unido, actor clave para que la iniciativa salga adelante.
El gobierno de Johnson no acogió la idea con mucho agrado y parecía que la presencia de Reino Unido en este nuevo órgano estaba descartada, pero la llegada de Liz Truss a Downing Street cambió la posición británica y han preferido la opción de estar desde el principio para tratar de influir en la creación de la organización, más que mirar en los márgenes cómo se desarrolla. Al fin y al cabo, Londres ya tiene experiencia en incorporarse de manera tardía y a regañadientes a proyectos europeos en los que se negaron a participar en su diseño.
Reino Unido es un actor clave, un proyecto que pretende aglutinar a todos los estados europeos está condenado al fracaso si se deja fuera al estado no miembro de la UE más relevante. La presencia británica fue uno de los pequeños éxitos de la cumbre, y bien harían el resto de estados en tener en cuenta la posición británica y tratar de acomodar a Londres en este nuevo formato. Para avanzar sin Londres ya existe la UE, pero cualquier estructura de cooperación europea extracomunitaria que no cuente con Londres está abocada al fracaso.

En este sentido, la falta de definición de la organización favorece la integración de Reino Unido que no quiere ninguna estructura fija ni proceso de institucionalización alguno ni nada que recuerde remotamente a la UE.
El lector que haya seguido la puesta en marcha de este nuevo formato desde sus inicios se estará preguntando: hablamos de Reino Unido pero ¿esto no iba de integrar a los Balcanes?
Efectivamente, la Comunidad Política Europea fue propuesta por Francia tras la solicitud de adhesión de Georgia y Moldavia como manera de, con el proceso de adhesión completamente estancado, extender los beneficios de la membresía de la Unión Europea sin ser miembro completo.
En definitiva, de hacer más atractivo el proceso de adhesión y no tener a los Balcanes en un limbo durante décadas. La cuestión al respecto es que a los países de los Balcanes poco les aporta un foro de discusión y dialogo más, necesitarían algo más tangible y más concreto, y quizá, más institucionalizado. Algo que como hemos visto no encajaría con las pretensiones de algunos miembros y ahí radica el problema de esta Comunidad Política Europea.

La EPC no se define en términos concretos para mantener la flexibilidad, pero lo cierto es que no puede ser al mismo tiempo una herramienta para involucrar a Reino Unido en el continente, acercar a Turquía a las posiciones europeas, mejorar el proceso de integración de los Balcanes y extender la influencia de la UE en el Cáucaso.
Cada actor proyecta en la EPC su propia idea de lo que debería ser y éstas no coinciden, la EPC no puede intentar ser nada para serlo todo. De esa manera alguien quedará atrás y todo el proyecto se tambaleará.
El primer encuentro de la Comunidad Política Europea ha sido un éxito, pero en sus próximas reuniones se tendrá que ir definiendo poco a poco y ahí es donde el proyecto tendrá su mayor reto, conseguir una identidad propia intentando acomodar a actores con intereses y ambiciones muy diversas. El reto es mayúsculo pero, como decía aquel, quien no arriesga no gana y la UE se juega demasiado en su entorno como para no arriesgar.