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El sociólogo alemán de principios del siglo XX, Max Weber, distinguía en una de sus principales aportaciones a la ciencia política entre ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. De manera resumida, ante cualquier decisión, el político profesional se enfrenta a un dilema entre hacer lo que cree que es justo y lo que es necesario, entre los ideales y las constricciones de la realidad.

Esta dicotomía, aunque simple, sigue definiendo los esquemas de interpretación de la toma de decisiones en política, de manera que es habitual escuchar que un determinado gobierno quería hacer algo que se considera socialmente positivo, como aumentar el presupuesto en sanidad, pero se vio obligado por las circunstancias a lo contrario, en este ejemplo a recortar el gasto público.

Manifestación en apoyo a la independencia del Sáhara Occidental en Madrid (21 de abril de 2007). Fuente: www.viajar24h.com

El pasado 18 de marzo el gobierno de España cambió su posición oficial sobre la situación del Sáhara Occidental, dejando de apoyar el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui en favor del plan de autonomía de Marruecos. El Sáhara tiene una incuestionable aspiración legítima a la independencia, pero desde el punto de vista español este movimiento se puede interpretar en base a las dos dimensiones de la ética política weberiana.

Breve historia del Sáhara Occidental

Antes de pasar a analizar el cambio de postura es necesario un breve contexto histórico. Sáhara Occidental es una región costera del noroeste de África, con una extensión de en torno a la mitad que España, habiendo formado parte de ésta, primero como colonia tras el reparto imperialista de la Conferencia de Berlín de 1884 a 1885, y desde 1958 como provincia.

El 6 de noviembre de 1975, con el dictador Francisco Franco agonizando en la cama, Marruecos inicia la Marcha Verde, una invasión sobre el Sáhara español disfrazada de iniciativa ciudadana que en realidad contaba con una avanzadilla militar y el apoyo de Estados Unidos y Francia.

El objetivo del rey marroquí Hasán II era impedir la celebración de un referéndum de autodeterminación en la última colonia de África, a la que consideraba res nullius –cosa/tierra de nadie–, y anexionársela para reforzar su poder interno.

Ocho días después de la “marcha” se firmaron los Acuerdos de Madrid, por los que España cedió a Marruecos y Mauritania la administración de la colonia, quitándose un problema de encima con unos pactos nulos bajo el Derecho internacional.

En 1976 el Frente Polisario proclama la República Árabe Saharaui Democrática, que estuvo en guerra con Marruecos hasta 1991, año en el que la resolución 690 de Naciones Unidas reconoce el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación.

Desde entonces se ha ido consolidando la ocupación marroquí de una porción cada vez mayor del territorio saharaui, incluidos los más de mil kilómetros de costa, y arrinconando a la población autóctona en el desierto, al otro lado de los sucesivos muros que han construido o, en los campamentos de refugiados en Tinduf, Argelia, el tradicional aliado del Frente Polisario.

En el año 2007 Marruecos presentó un plan de autonomía para el Sáhara que ha sido avalado por Estados Unidos y la Unión Europea. No obstante, según el Derecho internacional España sigue siendo la potencia administradora.

Mapa del Muro de Marruecos en el Sáhara Occidental. Autor: M0tty

El interés internacional por el Sáhara Occidental se debe a que su desértico territorio no solo tiene arena, también las mayores reservas de fosfatos del mundo, grandes bancos de pesca y otros recursos naturales estratégicos como petróleo, gas y uranio. Además tiene población, unos trescientos mil de origen bereber y beduino, de los cuales los nacidos antes de 1976 son ciudadanos españoles, y en torno a seiscientos mil marroquíes.

El enfrentamiento entre Marruecos y el Frente Polisario es el paradigma de conflicto asimétrico entre un Estado de pleno derecho y un territorio que aspira a serlo. La colonización de ciudadanos marroquíes en el territorio saharaui, que cuenta con el apoyo de su gobierno en un movimiento muy similar al que realizan los israelíes en Cisjordania, provoca que en la actualidad ni siquiera un referéndum de autodeterminación garantizaría la independencia. Junto con el de Palestina, se trata de uno de los capítulos más oscuros de la historia reciente y su desenlace aún está pendiente.

La convicción, con Sáhara

España tiene una deuda histórica con el Sáhara Occidental. Eso es lo que piensan la mayoría de los ciudadanos españoles, la inmensa mayoría entre los votantes del gobierno de coalición, y también los partidos que lo conforman si nos atenemos a sus programas electorales y a las declaraciones públicas de sus líderes, entre ellos el propio Pedro Sánchez hace apenas tres años. Existía un fuerte consenso a favor del derecho de autodeterminación del pueblo saharaui costara lo que costase y esa era la postura correcta en defensa de los Derechos Humanos.

Desde la ética de la convicción, la ocupación de un Estado sobre un pueblo oprimido es inaceptable y no hay presión marroquí que pueda cambiar esta interpretación. Cualquiera que se eche las manos a la cabeza por el imperialismo europeo tiene que ser consciente de que actitudes similares siguen ocurriendo en pleno siglo XXI.

Además, el momento elegido facilita las comparaciones que no dejan en buen lugar al presidente del Gobierno: lo que no es válido para Rusia y Ucrania no puede serlo para Marruecos y el Sáhara, porque se producen grandes agravios comparativos. De hecho, el alineamiento con Marruecos sería un premio inmerecido tras no condenar la invasión rusa de Ucrania en la Resolución ES-11/1 de las Naciones Unidas y torturar con total impunidad a activistas saharauis como Sultana Khaya.

Para tratar de justificar de alguna manera idealista el cambio de postura, el ministro de Asuntos Exteriores José Manuel Albares ha afirmado que gracias a esta nueva etapa en las relaciones con Marruecos ha disminuido la inmigración ilegal. Una vez eliminados los eufemismos, esto significa que la policía del país vecino dará más palos para proteger las fronteras de España, evitando así imágenes que a este lado de la valla serían difíciles de asumir para el gobierno.

La responsabilidad… también

El destacado diplomático Jorge Dezcallar, exembajador de España en Marruecos, cree que el gobierno debe tener buenos argumentos para haber tomado esta decisión, pero las explicaciones de Sánchez y Albares no lo demuestran, ya que ambos han tratado de minimizar la transcendencia de la decisión –no hay “giro”, es “un paso más”– y han eludido explicar de manera explícita los beneficios que España obtiene de este movimiento. En cuanto a la escasa discusión sobre el fondo de la cuestión que se ha producido en España, la mayor parte de los argumentos apelan a la responsabilidad.

En esta línea, se ha sugerido que este plan es el más conveniente para los saharauis, que una mala solución es mejor que ninguna solución, que España no puede permitirse no tener buenas relaciones con Marruecos, que la política exterior española debe seguir la línea de la de sus aliados internacionales… pero lo cierto es que, incluso dejando la moralidad a un lado, el apoyo al plan marroquí es una jugada poco coherente e inteligente para los intereses españoles.

En primer lugar, porque España no es cualquier actor en el conflicto entre Marruecos y el Sáhara. El cambio de posición supone la renuncia a una eventual tutela de la independencia saharaui que transmitiría una imagen internacional positiva de España. Por el contrario, se ha optado por una nueva violación del Derecho Internacional y de las resoluciones de la ONU.

En segundo lugar, porque la política de España hacia el Magreb se está guiando por volantazos, que en política exterior nunca son aconsejables. Este gobierno ha pasado de prestar atención sanitaria al líder del Frente Polisario, el ciudadano saharaui-español Brahim Gali, lo que supuso la llamada a consultas y retirada temporal del embajador marroquí en Madrid, al reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara, que ha conllevado la misma reacción por parte de Argelia.

En tercer lugar, porque Marruecos no se va a conformar con este gesto. Marruecos es un actor cada día más poderoso que se mueve muy bien en el terreno internacional: en los últimos años ha logrado un acuerdo con Estados Unidos e Israel, una ocurrencia de Donald Trump, por el que la principal potencia mundial reconoce la soberanía marroquí sobre el Sáhara a cambio del apoyo de Marruecos a la propuesta de solución para el conflicto entre Israel y Palestina.

En este punto, Rabat no ha tenido ningún reparo en separarse del resto de países musulmanes. Por otro lado, Marruecos ha utilizado reiteradamente su control sobre la inmigración hacia España como chantaje, aprovechando los momentos de mayor debilidad para presionar a España o a la Unión Europea sobre asuntos como la pesca, la agricultura o la propia soberanía del Sáhara.

Como alarde de su creciente poder, existen sospechas mediáticas de que Marruecos habría traicionado al gobierno de España en las formas, con la filtración de la carta de Pedro Sánchez a Mohammed VI y, todavía más revelador, que las presiones de Marruecos en la polémica de Gali habrían sido la razón que le costó el cargo a la exministra de Exteriores Arancha González Laya.

Con esta posición reforzada, Marruecos no se molesta en ocultar que a medio plazo intensificará sus reclamaciones territoriales sobre Ceuta, Melilla y los islotes españoles en la costa marroquí.

En cuarto lugar, porque el enfado de Argelia llega en el peor momento. Argelia es el principal suministrador de gas a España y tras estos acontecimientos ha anunciado que subirá el precio, lo que encarecería de nuevo el coste de la energía. A este respecto, el gobierno italiano ha visto su oportunidad y se ha posicionado en favor del Sáhara para reforzar sus lazos con Argelia, un país mucho más cercano e importante que Marruecos.

En quinto lugar, porque este movimiento puede encender el conflicto latente entre el Frente Polisario y Marruecos, así como la particular guerra fría regional que mantienen Marruecos y Argelia.

En sexto lugar, desde la posición más amoral posible, porque España cede cualquier aspiración de obtener alguna contrapartida material en forma de acuerdo preferente con el Sáhara Occidental, para la explotación de sus recursos naturales.

En séptimo lugar, desde el punto de vista del PSOE, porque incumplir sus promesas ha suscitado una polémica en el seno del gobierno y con la oposición, que ha mostrado unidad y compromiso con el Sáhara Occidental.

Con todo, en presidencia probablemente hayan calculado que en España ni la prensa ni la ciudadanía están lo suficientemente comprometidas con la política internacional como para que esto tenga repercusiones electorales.

Conclusiones

Como la mayoría denuncia, el cambio de rumbo de España sobre el Sáhara no se puede respaldar en la convicción, pero tampoco es justificable desde la ética de la responsabilidad.

La política internacional es más compleja que lo que se ha expuesto en este artículo y España no es desde luego un actor internacional todopoderoso, pero ningún pragmatismo justifica el giro del gobierno. La apelación a la responsabilidad es tan amplia que también puede servir para justificar la posición de Marruecos hacia el Sáhara o el pasado colonial europeo sobre ambos.

Por este motivo no todo puede ser imagen y cálculos, sino que hay que exigir que Marruecos cumpla con el Derecho internacional y, paralelamente, redoblar los esfuerzos en el control migratorio, la principal arma arrojadiza de Rabat.

Todo ello para que no haya personas que tengan que arriesgar su existencia en el mar o escalando una valla como una mejor opción vital que continuar con sus vidas. Para conseguirlo, España necesitaría una ayuda más intensa de la Unión Europea y movimientos de otros países y organizaciones como la Unión Africana y la Liga Árabe, a las que Marruecos ha ninguneado. En cualquier caso, todos estos apoyos no servirían para nada sin la determinación del gobierno español de retomar el camino de la ética de la convicción.

No obstante, lo más destacable en esta ocasión es que España no parece obtener nada de este cambio de postura más allá de recuperar una buena sintonía con el gobierno marroquí, que durará hasta que ellos decidan que es el momento de iniciar una nueva crisis diplomática.

Cabe destacar que en estos temas es muy difícil dar marcha atrás, como prueba el hecho de que Joe Biden no haya revertido las decisiones de Trump sobre Afganistán, Palestina y el Sáhara. Por lo tanto, o falta información o la torpeza del movimiento en términos pragmáticos está a la altura de la –segunda– traición que supone para los saharauis: histórica.

Por último, en España se refuerza la idea de que, en política internacional, el PSOE  escribe programas electorales internacionalistas, pero termina tomando decisiones atlantistas: “OTAN, de entrada no”, los bombardeos de Yugoslavia y Libia, Guaidó y Áñez… y ahora el abandono del Sáhara Occidental en favor de Marruecos.

Referencias

Dezcallar, J. (2022): “Pedro Sánchez debe una explicación sobre el Sáhara”, El Periódico. https://www.elperiodico.com/es/opinion/20220320/sahara-espana-marruecos-articulo-jorge-dezcallar-13397945

Fernández Candial, A. (2022): “España cambia de opinión sobre el Sáhara Occidental”, La Vanguardia. https://www.lavanguardia.com/vida/junior-report/20220322/8141326/espana-apoyo-marruecos-sahara-occidental.html

RTVE.es (2022): “¿Qué dice la resolución de la ONU sobre el Sáhara? Un proceso de descolonización pendiente desde hace décadas”, RTVE. https://www.rtve.es/noticias/20220318/dice-resolucion-onu-sobre-sahara-proceso-descolonizacion-pendiente-desde-hace-decadas/2317004.shtml

Suárez Bahamonde, A. (2021): El Sahara Occidental: la última colonia africana. Un análisis geopolítico. Madrid, Universidad Complutense de Madrid (Trabajo de fin de grado).

Weber, M. (2007): La política como profesión. Madrid, Biblioteca Nueva.

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