Crisis de la Covid-19 en Rusia: ¿El fin de la era del putinismo?
Por Beatriz Navarro Sanz.
Vladimir Putin se convirtió en el presidente de la Federación Rusa en el año 2000, dando comienzo a la denominada era del putinismo, caracterizada por un sistema político en el que destaca la existencia de un Estado en el que conviven elementos democráticos y autocráticos y, en el que se reflejan el carácter personalista y los amplios poderes presidencialistas de Putin para decidir el destino de Rusia.
El putinismo ha arraigado con fuerza en el que es el país más grande del mundo, como resultado del fracaso de la democracia en Rusia en la década de los 90 y de su pasado histórico en tiempos de los zares y en el período soviético. Durante veinte años, Putin ha conseguido consolidar su poder en el Kremlin y se ha convertido en un líder fuerte y dominante, dispuesto a convertir un país arruinado y desmoralizado en una potencia global en el siglo XXI.

Con carácter general, desde su llegada al poder Putin ha gozado de altos niveles de popularidad en la sociedad rusa, lo que se puede entender por diferentes factores explicativos. En primer lugar, Putin ha cumplido su promesa de incrementar el crecimiento económico y mejorar la calidad de vida de la sociedad rusa al apostar de manera clara y decidida por el sector de los hidrocarburos y el sector tecnológico, convirtiendo a Rusia en uno de los países emergentes que forman parte de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
El crecimiento económico reforzó de manera indudable la gobernabilidad y la legitimidad de Putin, a pesar del recorte de libertades políticas y sociales. En segundo lugar, Putin ha favorecido la estabilidad política del país, fomentando el nacionalismo y los valores tradicionales rusos, lo que ha permitido crear la imagen de una Rusia más cohesionada y unida. Por último, Putin ha impulsado a Rusia para adquirir un mayor peso y protagonismo en el escenario internacional, con una política exterior más ambiciosa y global, creando nuevas alianzas geopolíticas con algunos países africanos y latinoamericanos.
Sin embargo, la pandemia de la COVID-19 parece marcar un punto de inflexión en la popularidad de Putin. Al inicio de la pandemia, el presidente ruso consideró que la crisis de la COVID-19 podía constituir una oportunidad para intensificar su estrategia de debilitar a Occidente, llevando a cabo masivas campañas de desinformación y difundiendo teorías conspirativas en las redes sociales. Lo que Putin no esperaba era el elevado alcance, dimensión e intensidad que la crisis de la COVID-19 tendrían en Rusia, con casi 4 millones de personas infectadas y más de 60.000 muertos a principios de 2021.
La crisis de la COVID-19 ha destacado la que podría ser una de las mayores vulnerabilidades de Putin, su escaso interés en la gestión de los asuntos internos, puesto que la COVID-19 ha puesto de manifiesto la debilidad del sistema de salud ruso, la escasa calidad de las infraestructuras sanitarias, las precarias condiciones del personal sanitario o la falta de ayudas para combatir la pobreza. Los ciudadanos rusos consideran que Putin ha adoptado una actitud pasiva y un papel secundario en la crisis de la COVID-19.

Aunque desde el Kremlin y los medios de comunicación estatales se ha insistido en que la situación siempre ha estado bajo control y que era mucho más favorable que en Europa o Estados Unidos, lo cierto es que el descontento y el desgaste en la sociedad rusa es más que evidente, lo que ha conducido a que la popularidad de Putin se sitúe en mínimos históricos. Según la organización rusa independiente, Centro Levada, la popularidad de Putin ha caído al 59% durante la pandemia. La sociedad rusa acusa a Putin de priorizar la geopolítica global sobre la salud pública, de querer proyectar una “Gran Rusia” en el escenario internacional, pero no atender a los problemas internos que amenazan el bienestar socioeconómico y la salud de millones de personas.
Más allá de su falta de interés por los asuntos internos, la crisis de la COVID-19 no es el tipo de crisis que Putin mejor sabe manejar, puesto que el enemigo no es Occidente y no puede explotar el sentimiento antioccidental, así como tampoco le sirven las hazañas militares y la retórica de gloria de tiempos pasados. La crisis de la COVID-19 es diferente a otras crisis en las que Putin se ha desenvuelto con relativa facilidad, por lo que sus discursos e instrumentos de gobernanza se han quedado obsoletos y no han sido coherentes ni eficaces para la sociedad rusa.
Además, la COVID-19 ha provocado una crisis en la economía rusa, que ya arrastraba severos problemas relacionados con el desplome de los precios internacionales de los hidrocarburos, su escasa diversificación, la falta de reformas estructurales o las sanciones impuestas por Occidente. La crisis de la economía rusa ha agravado el descontento y la sensación de cansancio generalizado en la sociedad rusa, lo que se ha traducido en un creciente rechazo hacia la gestión y el liderazgo de Putin, especialmente entre los jóvenes y las clases medias.
Putin, consciente de que su popularidad y apoyo se ha debido, en gran parte, a la estabilidad y el progreso económico durante años, ha lanzado un plan de reactivación que se centrará en tres pilares (la estabilización, la recuperación y el crecimiento). Sin embargo, según economistas internacionales, las medidas tendrán un impacto limitado y no serán suficientes para reflotar la economía.

De cara al futuro, la crisis de la COVID-19 puede erosionar gravemente la legitimidad y el poder de Putin. El clima de desconfianza y pérdida de popularidad ya se ha traducido en movilizaciones y protestas virtuales y en las calles, que critican la corrupción y el estilo autocrático del Gobierno. Asimismo, a pesar de haber ganado la votación de la reforma constitucional a mediados de 2020 para poder seguir en el poder hasta el año 2036, la crisis de la COVID-19 abre interrogantes en torno a sus planes futuros de seguir en el Kremlin.
Las elecciones parlamentarias en Rusia en septiembre de 2021 podrían constituir una oportunidad para los partidos de la oposición para presentar otras candidaturas y conseguir suficientes apoyos, acabando con la premisa de que “sin Putin, no hay Rusia”. Sin embargo, esto dependerá de la capacidad de estos partidos para capitalizar el descontento popular y presentarse como una alternativa real y factible.
En definitiva, la crisis de la COVID-19 ha desgastado a Putin y ha intensificado la ola de protestas e indignación en la sociedad rusa. Por tanto, el futuro de Putin en el Kremlin más allá de 2024 es incierto, puesto que, aunque logre superar la crisis de la COVID-19, todavía tendrá que dar respuestas coherentes y eficaces a futuras crisis, como la económica, la demográfica o la social. De lo que no hay duda es que la COVID-19 ha puesto a prueba su credibilidad, su liderazgo, su legitimidad y su autoridad y, hasta la fecha, el balance no es positivo.
Putin cuenta cada vez menos con el apoyo popular porque se está erosionando su contrato social con los rusos, en el que el presidente garantizaba estabilidad económica y seguridad a la sociedad, a cambio de un apoyo inquebrantable, permanente y sin interferencias en sus decisiones políticas.

Durante veinte años, Putin se ha presentado a sí mismo como el salvador de su nación, pero más bien representa la encarnación de los complejos y miedos de su pueblo. Quizás es el momento de poner en valor la gran capacidad de superación de la sociedad rusa y promover el cambio y el progreso, puesto que cuando Putin abandone el Kremlin se podría poner punto final a la era de putinismo y abrir un nuevo capítulo en la historia rusa.
Referencias bibliográficas:
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The Economist (2020) “Russia’s covid-19 outbreak is far worse than the Kremlin admits”. Disponible en https://www.economist.com/europe/2020/05/21/russias-covid-19-outbreak-is-far-worse-than-the-kremlin-admitsConsultado el 20 de enero de 2021.
The New York Times (2020) “Putin, Russia´s Man of action, is passive, even bored, in the coronavirus era”. Disponible en https://www.nytimes.com/2020/04/30/world/europe/russia-putin-coronavirus.htmlConsultado el 20 de enero de 2021.