Crisis en Israel: Desunión Europea
La Unión Europea no es un actor relevante en política exterior y con cada crisis internacional se hace más evidente su rol de actor secundario en el orden global. Tras la invasión rusa de Ucrania la Unión Europea respondió con rapidez, unidad y contundencia, algo que no es habitual en Bruselas, mucho menos en asuntos internacionales.
La magnitud de la amenaza que se cernía sobre Europa y sus enormes implicaciones para la Unión provocaron que se pudiera establecer un consenso rápido que forzó a la UE a tomar decisiones valientes alejándose de su zona de confort.

Esta respuesta ante la agresión rusa, unida a la voluntad de Von der Leyen de hacer de su Comisión una “Comisión geopolítica” reforzó las esperanzas de los europeístas que, si bien reconocían que quedaba largo camino por recorrer, veían en la respuesta al conflicto ucraniano la primera piedra de una verdadera política exterior europea.
Sin embargo, estas esperanzas se han desvanecido pronto. Los conflictos entre Armenia y Azerbaiyán y entre Hamás e Israel han devuelto a la realidad a una Unión Europea que es incapaz de proyectar poder más allá de sus fronteras y tiene enormes dificultades para hablar con una sola voz y trazar una estrategia exterior coherente.
Israel y la dificultad de construir un discurso
En Bruselas contemplaban horrorizados las imágenes del ataque terrorista de Hamás sobre Israel, lo que sólo dejaba una respuesta posible, apoyo total a Tel Aviv. Sin embargo, conforme pasaban las horas y comenzábamos a tener una información más completa sobre la magnitud de las acciones de Hamás, se hacía evidente que la respuesta de Israel iba a ser contundente y eso colocaba en una posición incómoda a muchos Estados Miembros.
Todos eran conscientes de que la contundencia que tendría la respuesta implicaba vulneraciones de los derechos humanos y del derecho internacional algo que, por otro lado, no es nuevo en el caso de Israel. Así las cosas, los europeos se veían prisioneros de un dilema complejo.
Por un lado, debían mostrar apoyo a Israel ante el ataque terrorista y respetar su legítimo derecho a defenderse, por otro, como defensores de los derechos humanos debían oponerse a las acciones de venganza que se librarían desde Tel Aviv.
Esta posición, que desde el punto de vista personal puede resultar no tan difícil de mantener, ya que implica estar en contra de que haya víctimas civiles independientemente del bando, en términos políticos busca un equilibrio mucho más complejo. Al mismo tiempo que muestras solidaridad y compromiso con tu mayor aliado estratégico de la región debes criticar públicamente su comportamiento y estos dos hechos son difíciles de aunar. ¿Cómo resolvió la UE este dilema? De la peor forma posible.
La UE es plenamente consciente de que, como estados individuales, los estados europeos tienen una capacidad muy limitada para influir en los asuntos globales pero, en conjunto, son capaces de imponer reglas y proyectar poder de manera efectiva.
No es casualidad que los aspectos en los que la UE es una verdadera potencia global capaz de imponer su poder (comercio y regulatorio) sean competencia de la UE y, por tanto, se mantenga un único discurso y posición. Por esto es tan importante la unidad ante cualquier crisis internacional y es lo primero que trata de construirse en Bruselas, el consenso.

Este consenso saltó por los aires bien pronto en relación a Israel. A la condena inicial unánime de los atentados terroristas le surgió un caos comunicativo que dejó a la reputación de la UE gravemente dañada. En primer lugar, un comisario húngaro decidió acudir a Twitter y, por su cuenta y riesgo, anunció que se suspendía toda la ayuda a Palestina. Esta no era una decisión que hubiera tomado la UE y el comisario ni siquiera tenía competencias para ello (es comisario de vecindad).
Tras horas de confusión y declaraciones contradictorias, la UE finalmente le desmiente y afirma que la ayuda continuará llegando a Gaza, pero se revisará para comprobar que el dinero europeo no va a manos de Hamás. Todo esto entre titulares hablando del cambio de posición en la UE cuando realmente desde Bruselas nunca habían tomado esa decisión.
Es habitual en la Unión que haya algunos estados miembros que no compartan las decisiones de los demás y decidan elaborar un discurso propio incluso desautorizando o criticando a la UE en público. Esto no deja de ser normal en una Unión de 27 países dónde no todas las competencias están transferidas.
De hecho, en materia de política exterior la competencia es de los Estados Miembros por lo que es lógico encontrar discrepancias de opiniones a pesar de esa búsqueda de unidad. Sin embargo, lo que sí resulta sorprendente de la crisis comunicativa que provocó la situación de Israel en la UE es que esta vez fue la propia presidenta de la Comisión Europea quién decidió elaborar un discurso propio.
We are friends of Israel.
— Ursula von der Leyen (@vonderleyen) October 13, 2023
When friends are under attack, we stand by them.
Israel has the right and duty to respond to Hamas’ act of war.
We call for the immediate release of all hostages taken by Hamas.@Isaac_Herzog @EP_President pic.twitter.com/flJ5wSGy1H
Von der Leyen declaró su apoyo firme a Israel y se negó a hablar del respeto a los Derechos Humanos. Esta posición no era la de UE (el Consejo aún ni siquiera se había reunido para acordar una posición común), tampoco era la de los Estados Miembros ni la del Alto Representante, quién es el encargado de los asuntos exteriores de la Comisión. De hecho, ni tan siquiera era la de su propio partido.
En la UE rápidamente se estableció un consenso que puede resumirse en “apoyo firme a Israel, pero dentro del Derecho Internacional” y Von der Leyen decidió saltarse esa línea por unos motivos que aún no están claros. Algunos la acusan de practicar seguidismo hacia Estados Unidos y estar demasiado próxima a Washington, pero lo cierto es que desde EEUU rápidamente moderaron su postura y pasaron a insistir en el respeto al derecho internacional, compartiendo así la postura real de la UE y dejando aún más sola a Von der Leyen.
Esta situación se sumó al descredito que ya había generado la confusión con la ayuda a Palestina y provocó la convocatoria de un Consejo Europeo extraordinario para fijar una posición común, lo que se interpretó como un toque de atención a la presidenta de la Comisión.
Hamas’ terror has plunged Israel and Palestine into a new spiral of violence.
— Ursula von der Leyen (@vonderleyen) October 18, 2023
In this tragic hour, we must all redouble our efforts to protect civilians from the fury of this war. https://t.co/DINSM3VE2d
A partir de aquí, con la posición y credibilidad de la UE completamente rota, cada Estado Miembro ha trazado su posición según sus propios intereses. Prueba de ello es la votación en la Asamblea General de Naciones Unidas donde se pedía un alto fuego humanitario en Gaza. Los Estados Miembros votaron así:
· A favor: Bélgica, Irlanda, Francia, Luxemburgo, Malta, Portugal, Eslovenia y España.
· Abstención: Bulgaria, Chipre, Dinamarca, Estonia, Finlandia, Alemania, Italia, Grecia, Letonia, Lituania, Países Bajos, Polonia, Rumanía, Eslovaquia y Suecia.
· En contra: Austria, Croacia, Chequia y Hungría.
Con esta votación quedan claros los límites de la UE a la hora de ser un actor efectivo en política exterior. La UE no tiene poder duro sobre el que apoyarse para proyectar poder e influencia y su poder blando se ve mermado significativamente por su falta de competencias en la materia.
Cuando hablamos de autonomía estratégica, unidad o la UE como actor geopolítico no debemos perder de vista lo evidente, que es imposible que la UE hable con una sola voz y actúe de manera unificada cuando no tiene competencias para ello. La política exterior está en manos de los estados miembros y, mientras esto siga así. cualquier ambición de una Unión Europea como un actor internacional relevante no es más que un brindis al sol.

Más allá de todas las iniciativas y proyectos, no puedes desarrollar tu política exterior si no tienes una y la UE no la tiene, tiene 27, por lo que esperar resultados unificados es una perspectiva poco realista. Esto no quita que en ocasiones logren alcanzarse acuerdos y la UE sea capaz de actuar de manera efectiva como hemos visto respecto a Rusia, pero lo cierto es que si la UE quiere ser un actor relevante en los asuntos globales debe tener los medios y herramientas para desarrollar una política exterior verdaderamente europea.
Tratar de coordinar las políticas exteriores de Francia, Hungría, Croacia y Dinamarca es eso, un ejercicio de coordinación para dar cierta apariencia de unidad, pero está muy lejos de ser una política exterior única y coherente.