El Ártico en la política exterior norteamericana
Hace doce años, en 2010, los Estados Unidos afirmaron por primera vez en su Estrategia Nacional de Seguridad (y ya no abandonarían esta costumbre) que los “EE. UU. eran una nación ártica”, constituyendo así un mensaje claro: Washington no iba a ceder sus intereses en el Ártico a terceros actores.
Y es que el Ártico está cambiando. El derretimiento del hielo en el extremo norte del planeta está abriendo nuevos escenarios y oportunidades geopolíticas. Viejas disputas fronterizas entre los cinco estados del Ártico (Canadá, Rusia, Dinamarca, Noruega y los EE. UU.) están saliendo a la superficie nuevamente.

Estos países, de hecho, acordaron en 2008 en la declaración de Ilussitat que cualquier disputa que pudiera surgir en materia de soberanía se resolvería de manera bilateral: no se crearía ninguna organización internacional para ello, aunque las partes firmantes se comprometieron a actuar dentro de los límites marcados por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS) de 1982, tratado que, señalado sea de paso, ni Estados Unidos ni Canadá ratificaron nunca.
El deshielo innegablemente abre nuevos frentes de disputa. Según el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS) se cree, por ejemplo, que el Ártico contiene el 13 % del petróleo mundial no descubierto y hasta el 30 % del gas natural no revelado (Hong, 2011). A medida que el hielo se derrita, estos recursos pueden volverse más accesibles y, en un mundo que navega directo a una crisis de combustibles fósiles, acordar quién es el soberano de estos territorios debe abordarse rápidamente y con urgencia.
Sin embargo, hay más. El hielo del Ártico es un 40 % más pequeño que en la década de 1980 y, según algunas predicciones, desaparecerá completamente durante los meses de verano hacia 2040 o 2050 (Bergvall & Leijon, 2018). Un Ártico sin hielo abriría nuevas rutas marítimas hasta 9.000 km más cortas en comparación con la actual ruta del Canal de Suez. Esto significa una disminución del 43% de la distancia recorrida entre China y Europa (Antrim, 2010).

La potencial ruta del norte crea un campo de disputa completamente nuevo, ya que ésta solo tiene dos vías posibles: navegar por aguas nacionales rusas o, en su defecto, por aguas canadienses, en ningún caso se trataría de aguas internacionales. Por lo tanto, ambos países defienden su soberanía en esas rutas, mientras que EE. UU. argumenta sobre las bases de la libre navegación. (Antrim, 2010) (G. Brosnan, M. Leschine y L. Miles, 2011).
La región del Ártico ha recibido una atención cada vez mayor entre los oficiales de Washington. Desde 2007 cuando los rusos plantaron su bandera en el suelo marítimo del Ártico, emulando aquella gesta americana en la Luna, muchos autores se apresuraron a hablar de una nueva era para este territorio (Konyshev & Sergunin, 2012).
El derretimiento del hielo, los recursos naturales no reclamados y un movimiento audaz y provocador que recordaba esa época del reparto de África del siglo XIX, parecía un buen cóctel para hablar sobre el juego de las grandes potencias. De hecho, algunos autores escribieron al respecto ya a finales de los 80, cuando el deshielo empezó a hacerse evidente. Oran R. Young sugirió en 1985 que el mundo estaba entrando en la era del Ártico.
Donde la cooperación pacífica sería cada vez más difícil y la competición entre grandes potencias sería la tónica general (Young, 1985). De hecho, el artículo de Young tiene una clara influencia en el informe USARC de 1985, la primera comisión del congreso de los EE. UU. para tratar únicamente del Ártico, tanto es así que lo recomiendan para “lecturas adicionales” (United States Arctic Research Commission, 1985-1986).
Y es que el Ártico ha ido cobrando poco a poco mayor protagonismo entre los estrategas de Washington: en 2013, por primera vez, el Departamento de Defensa emite un informe sobre estrategia ártica, donde se identifica el Ártico como una región de importancia nacional, que se espera adquiera protagonismo en el futuro, generando una escala de tensiones cada vez mayor por el establecimiento de su control. Igualmente, se acuerda reportar informes trienales de esta materia.
En el informe de 2019, sin embargo, se identifica a China como la mayor amenaza para la paz del circulo polar Ártico, ya que Beijín en los últimos años ha mostrado interés explícito en los recursos que esconde la región. Tanto es así que China ha empezado a identificarse como un “estado próximo al Ártico” para legitimar sus movimientos en el Polo Norte. Mike Pompeo, Secretario de Estado durante la administración Trump, ya definió en 2019 tanto a Rusia como a China como competidores peligrosos y señaló como amenaza a la seguridad regional que ambas potencias estaban abriendo nuevas bases militares en la zona.
EEUU da luz verde a Shell para perforar el Ártico http://t.co/v9OT7oJX0i #energía #Alaska #ecologia pic.twitter.com/wYkZyA3VXG
— El Periódico (@elperiodico) May 12, 2015
Pero lo cierto es que a pesar de la retorica subida de tono y el mayor protagonismo entre los estrategas de Washington, la cuestión no se materializa en hechos: no fue hasta 2019 que EE. UU. aprobó una ley para construir una nueva flota de rompehielos de seis barcos que se espera que esté lista para 2029. Y es que los EE. UU. solo cuenta con dos rompehielos, de los cuales uno está fuera de servicio y el otro tiene 44 años. En comparación, Rusia, la mayor potencia ártica, cuenta con una flota creciente de 14 rompehielos.
En definitiva, todo ello sugiere que los EE.UU. podrían estar usando el Ártico para cargar contra sus rivales sistémicos, o bien que Rusia se ha adelantado considerablemente en el control de la zona, ya que es una región a la que parece darle mayor relevancia que sus otros competidores.
Bibliografía
Antrim, C. (2010). The next geographical pivot: the Russian Arctic in the twenty-first Century. Naval War collage Review, 63(3), 14-38.
Bergvall, J., & Leijon, J. (2018). Securing the Arctic. University West.
G. Brosnan, I., M. Leschine, T., & L. Miles, E. (2011). Cooperation or Conflict in a Changing Arctic. Ocean Development & Interantional Law, 42, 173-210
Hong, N. (2011). Arctic Energy: Pathway to Conflict or Cooperation in the High North? University of Alberta.
Konyshev, V., & Sergunin, A. (2012). The Arctic at the Crossroads of Geopolitical Interests. Russian Politics and law, 50(2), 34-54.
Young, O. (1985). The age of the Arctic. Foreing Policy(61), 160-179.