EL ASALTO A LAS DEMOCRACIAS. LA COVID-19, ENFERMEDAD DIGITAL 1/2
Por Elena Labrado y Germán Díez Gómez
“¡Qué fácil que es hacer que las personas crean en una mentira, y qué difícil que es deshacer ese trabajo!” Mark Twain, Autobiografía.
INTRODUCCIÓN
Decía Nelson Mandela que “si quieres hacer las paces con tu enemigo, tienes que trabajar con tu enemigo. Entonces se vuelve tu compañero”. En este artículo, pretendemos analizar en profundidad el proceso contrario: cómo se inicia, se desarrolla y en qué desemboca la conversión del adversario en enemigo y, su posterior, y consecuente, linchamiento. Un proceso en el que todo vale para alcanzar nuestros objetivos. Sin reglas, sin límites, sin miramientos.
Y cómo en todo ello, es difícil percatarse del daño que se hace al sistema, a la democracia, tal y como la conocemos, al desestabilizarla. Autores como Mounk y Levitt indican que las democracias mueren lentamente, por la decadencia de aspectos intangibles. No mueren por un golpe de estado (que también, por supuesto), sino por saltarse el reglamento, obviar un procedimiento, nominar a una persona no preparada, etc. Estas pequeñas acciones arruinan la credibilidad en el sistema y abonan un clima de desconfianza. Y, en el centro de todo, en este principio del siglo XXI: las redes sociales.
Vivimos una época única, por primera vez en la historia de la humanidad se han juntado los elementos necesarios para desestabilizar y hacer caer en algunos casos sistemas democráticos. Pandemia, confinamiento, internet, globalización, tiempo, bulo, nuestro mundo puede cambiar con un solo click.
¿Qué cantidad de noticias consumimos al día desde que explotó la pandemia? Posiblemente como nunca antes, hemos visto televisión, radio, prensa escrita, internet, internet, internet… Según la encuesta realizada por el Reuters Institute for the Study of Journalism entre marzo y abril de 2020, estos son los porcentajes para las plataformas consultadas en varios países, entre ellos, España1:
1 https://www.politico.eu/wp-content/uploads/2020/04/Navigating-the-Coronavirus-infodemic.pdf consultado el 07/06/2020

Como puede deducirse de la tabla anterior, no, no es un fallo de redacción es la realidad, internet es nuestro canal de noticias preferido. Dentro de este término se incluye cualquier sistema digital ya sea Twitter, Facebook, WhatsApp, Telegram, etc… pero a diferencia del resto, internet es el canal por donde más bulos y falacias consumimos.
Como se apunta en el estudio recientemente publicado “Desinformación en tiempos de pandemia: tipología de los bulos sobre la Covid-19”, elaborado por la Universidad de Navarra y el Barcelona Supercomputing Center2, la encuesta realizada por el Reuters Institute había detectado que en torno a un tercio de los encuestados afirmaba haber visto mucha o muchísima información falsa o engañosa en la última semana, sobre todo a través de las redes sociales y los sistemas de mensajería.
Entre los seis países analizados, prosigue el estudio de la Universidad de Navarra, España era el lugar donde los encuestados destacaban más este problema: un 44% indicaba haber visto contenidos engañosos en torno a la pandemia tanto en las redes sociales como en las aplicaciones de mensajería, y también, aunque en menor medida, en los portales de vídeo (32%) y en los buscadores (24%).
Y esto ocurre por varias razones. Internet, las redes sociales, están en nuestro teléfono móvil, en nuestro bolsillo, van con nosotros, en ellas escribe quien quiere y como quiere y, en ocasiones, el prestigio del medio o del texto no importa, solo el mensaje. El poder del click, en una hora, un bulo puede ser leído y compartido por miles de personas y ya se sabe: “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”.
La forma es nueva, pero, ojo, la idea no lo es. Esta frase la dijo el que fuera ministro de Propaganda nazi, Joseph Goebbels, y ya se vio cómo terminó la democracia en Alemania solo unos pocos años después. Y, aun así, resulta complicado resistirse al intento de manipulación masiva. Las numerosas réplicas al sistema de Goebbels desde que se acuñó hasta ahora lo demuestran, porque su esquema se ha repetido hasta la saciedad.
Ni las campañas de desinformación, ni las conocidas como “fake news” o bulos son nada nuevo. Llevan ya años con nosotros. Sin embargo, el obligado confinamiento de la población para tratar de detener el avance de la Covid-19 ha disparado su volumen y su capacidad de llegada.
2 https://recyt.fecyt.es/index.php/EPI/article/view/epi.2020.may.15 consultado el 07/06/2020
Sin trabajar ni posibilidad de salir de casa, el hablar o quedar con amigos y familia se ha desplazado a las redes sociales en las que, además, permanecemos más tiempo, porque lo tenemos, o lo hemos tenido, esta cuarentena. Y, a todo ello, se une la necesidad imperiosa de estar informado, precisamente, para sobrepasar el aislamiento forzoso. A partir de este punto, se verán ejemplos sobre cómo diferentes personas y organismos han aprovechado esta coyuntura para sembrar la semilla, que germina después del confinamiento, cuando ya se pueda “protestar y manifestarse” en la calle. Cuando lo cultivado en las redes salta al mundo físico.
DE LOS BULOS AL CAOS ¿CÓMO ES EL PROCESO?
En primer lugar, hay que definir bulo. Para ello, tomamos la descripción del fenómeno del estudio llevado a cabo al respecto por la Universidad de Navarra y el Barcelona Supercomputing Center-Centro Nacional de Supercomputación, que acaba de publicarse y que caracteriza como bulo: “todo contenido intencionadamente falso y de apariencia verdadera, concebido con el fin de engañar a la ciudadanía, y difundido públicamente por cualquier plataforma o medio de comunicación social”3.
Para describir el proceso vamos a utilizar la aplicación para teléfono móvil desarrollada por la Universidad de Cambridge4 y puesta en marcha para febrero de 2018. La idea, llevada a cabo por la prestigiosa universidad británica con la colaboración del equipo holandés DROG, busca “inocular una especie de vacuna” en todo aquel que juegue a su juego de “Bad News”, que le prevenga a la hora de afrontar campañas de desinformación, bulos, fake news y mentiras en redes sociales, para saber reconocerlas y lidiar con ellas.
Una idea a la que se llega después de haber hecho algo muy similar, pero solo con respecto a la desinformación en torno a la ciencia relacionada con el clima. El juego puede encontrarse en este link: https://www.getbadnews.com/#intro
3 Íbid.
4 https://www.cam.ac.uk/research/news/fake-news-vaccine-online-game-may-inoculate-by-simulating- propaganda-tactics consultado el 10/05/2020


La aplicación propone un juego: salir desde las fake news y llegar hasta el caos. Y pregunta:
¿Cuán “malo” eres? Después, reta al “jugador” a que consiga todos los seguidores que pueda. Y, para lograrlo,despliega varias herramientas (como se ve en el cuadro azul, a la derecha de la imagen): Emoción, Polarización, Descrédito, Conspiración, Troleo y Suplantación.
El proceso, a grandes rasgos, sería como sigue: a mayor emoción-más sensacionalismo-más seguidores-más movilización-más adeptos. En imagen:

Como se ve en esta primera parte (empezando por la izquierda y de arriba hacia abajo) se observa que se empieza apelando a una de las emociones más fuertes: la ira (en este caso, contra el Gobierno), acto seguido se entra en un debate utilizando la notoriedad de algún personaje (como Donald Trump, por ejemplo), después, se crea un sitio web como plataforma. El “jugador” ya tiene 329 seguidores y algo más de credibilidad cuando apela a los “cachorritos inocentes”.

En esta segunda fase, se multiplican los seguidores y se incrementa la credibilidad. Y, ¿qué es lo que se ha hecho para conseguirlo? Los “cachorritos inocentes” han traído 77 seguidores. Sin embargo, amplificar un “escándalo” como el de un vertido químico del que el “Gobierno dice que no pasa nada”, gracias a cientos, quizá unos pocos miles, de bots que, además, reafirman el mensaje, dispara el número de seguidores y aumenta la credibilidad. La cifra sigue su aumento con el descrédito de una organización como la OMS (Organización Mundial de la Salud) y cuando se entra en el “escándalo” relacionado con una cuestión que preocupa de forma masiva: el coronavirus.

Y es entonces, cuando se logra que estas historias permeen hasta los medios de tirada nacional, de comunicación masiva. En este caso, “The Evening News” se hace eco de “rumores” y de “teorías de la conspiración” sobre un supuesto “encubrimiento”.
Al final, con 12.533 seguidores y bastante credibilidad, la aplicación felicita al “jugador” por haber alcanzado un alto grado de éxito en el “arte de la desinformación” y da el “certificado” de “experto en fake news”. ¡Enhorabuena! Has conseguido pudrir el debate desde dentro, viene a decir.
Hasta aquí, en cierto modo, la teoría, observemos ahora cómo se plasma en la realidad. En este punto, y antes de seguir adelante, conviene apuntar que este documento se centra en bulos tipificados como: bromas, exageraciones, descontextualizaciones y engaños, pero únicamente de carácter político-ideológico. Según el estudio de la Universidad de Navarra, citado más arriba, los bulos en tiempos de pandemia en España se dividen en tres temas principales: Ciencia y Salud, Política y Gobierno, y Otros (por ejemplo, seguridad ciudadana, marcas comerciales, celebridades, y similares). Su peso, en porcentajes es el siguiente: 34,9%, 26,7% y el 38,4%, respectivamente.
Dentro de la categoría de Gobierno y Política, la mayoría de los bulos están relacionados con la gestión directa del Gobierno de España (47,5%), o con personas y/o partidos políticos (35%). El resto tiene que ver con políticas de carácter internacional o autonómico. Todo esto indica que, como cabría esperar, el coronavirus ha servido de arma para la batalla política y partidista5. De ahí, que sean el objeto de análisis preponderante en este artículo.
A este respecto, caracterizamos el proceso antes descrito, para lo que sobran ejemplos en nuestro país durante este pasado período de confinamiento. Para empezar, lo primero, las apelaciones a las emociones. La ira y el miedo están entre las más poderosas, aunque no son las únicas:

5 https://recyt.fecyt.es/index.php/EPI/article/view/epi.2020.may.15 consultado el 07/06/2020
Hay ejemplos de trazo grueso,como los de más arriba,aunque también se encuentran un poco más sutiles y, sin embargo, se lanzan igualmente al descrédito de gobiernos y representantes institucionales, sin detenerse a pensar el daño que se les puede hacer a unas instituciones a las que se confunde con las personas al cargo:

Como se ve arriba, tácticas y campañas de descrédito que permean ya a organizaciones consideradas como más “convencionales”. También estas estrategias alcanzan a medios de tirada nacional, de gran alcance en todo el territorio que también apelan a las emociones, por ejemplo:

Pero se ha hablado al principio de convertir al adversario en enemigo y de su, consecuente, linchamiento, al menos, mediático y en redes sociales. Esto, unido a campañas de ataque contra el Gobierno central, sin entrar en ningún debate:

Un montaje que introduce otro elemento del que se ha hablado en este epígrafe: la polarización. Con el público “emocionado”, el enemigo caracterizado y las distintas estrategias en marcha, todo sin matices, sin debate y con legiones de seguidores y, en ocasiones, con la ayuda de miles de bots, la situación salta del mundo virtual al real y se plasma de esta manera:

El hecho de que representantes públicos del Estado participen en este tipo de campañas o adopten su lenguaje o tácticas, lejos de aplacar, echa más gasolina al fuego y abunda en la creencia de que las instituciones no son de todos, sino solo de “los suyos”:

Todavía queda por ejemplificar la utilización de la notoriedad de personajes o medios públicos para ganar visibilidad y, con ella, adeptos e influencia. También, directamente, la suplantación de la personalidad o de la marca, con el mismo objetivo:

Hasta aquí se han visto ejemplos de todo tipo, aunque conviene señalar que hay organizaciones que se manejan a este respecto bastante mejor que otras y que, además, llevan más tiempo haciéndolo. Pocas dudas caben de la capacidad que ha demostrado el separatismo catalán, la extrema derecha y la extrema izquierda, aunque no sean las únicas. Como señala Carme Colomina en “Coronavirus: infodemia y desinformación”, en Ethic: “ Toda desinformación implica intencionalidad. Pero ¿quién y qué intereses se esconden detrás de esta manipulación, en todas sus distintas versiones? La respuesta es tan variada como la producción desinformativa que genera”6.
Y sigue: “La crisis del coronavirus también ha servido para alimentar agendas políticas. Unas sociedades desinformadas, asustadas, que se sienten vulnerables, pueden aumentar la presión y el descontento sobre sus gobiernos”.
6 https://ethic.es/2020/05/coronavirus-infodemia-y-desinformacion/ consultado el 07/06/2020
Dentro de unos días publicaremos la siguiente parte... ¡Permanezcan atentos!