El contexto geoestratégico de la crisis de Bielorrusia de agosto de 2020
La actual crisis política en Bielorrusia tiene una gran trascendencia geoestratégica por la posición central que ocupa dicho país en Europa. No en vano, Bielorrusia ha sido la ruta de invasión tradicional por la que Rusia y los adversarios de Rusia han transitado en una dirección u otra.
Por ejemplo, Napoleón libró en Bielorrusia la batalla del río Berezina en su retirada de Moscú, y las fuerzas armadas alemanes sufrieron en Bielorrusia su mayor derrota en la Segunda Guerra Mundial (Operation Bagration).
Debido a su posición en rutas de invasión, Bielorrusia es un ejemplo perfecto estado tapón. Que ayuda a mantener la paz entre las grandes potencias siempre que se garantice su neutralidad o que no se emplee como lugar en la que las grandes potencias concentren fuerza militar.
Bielorrusia encara un fin de semana que será clave en el destino de las actuales protestas, que surgieron como reacción al pucherazo electoral de las elecciones del 9 de agosto. Se están organizando protestas que tendrán su punto culminante el domingo que amenaza con desalojar a Lukashenka del poder y provocar un hipotética intervención rusa.
Como se observa en la siguiente imagen, Bielorrusia es importante por poder cerrar el Suwalki Gap (que separa Kaliningrado de Bielorrusia) y ser la ruta de invasión vía Smolensk.

La influencia de Polonia en la historia de Bielorrusia
Para comprender las claves estratégicas de la actual crisis, hay que empezar con un poco de historia. Bielorrusia no fue un país independiente hasta el Tratado de Brest Litovsk en 1918, por el que Lenin cedió una gran cantidad de territorio al Imperio Alemán a cambio de la paz. Anteriormente, Bielorrusia había formado parte de Polonia hasta que, tras la partición de ese país a fines del siglo XVIII, Bielorrusia pasó a formar parte del Imperio Ruso.
No obstante, el territorio bielorruso permaneció dominado por terratenientes polacos como había sucedido antes de los repartos polacos. Tal dominio polaco no tenía visos de cambiar con la independencia lograda en 1918, motivo por el que la ocupación bolchevique de la República de Bielorrusia (que apenas duró dos años) fue recibida como una liberación por la población bielorrusa (al acabar con los latifundistas polacos).
Después de la Segunda Guerra Mundial, territorios que habían formado parte de Polonia fueron traspasados a Bielorrusia, motivo por el que en el Este de Bielorrusia sigue habiendo mucha población étnicamente polaca, concretamente en la región de Grodno.


La situación de Bielorrusia tras la disolución de la URSS
Tras la disolución de la Unión Soviética, Bielorrusia ha tratado de combinar la fuerte vinculación que tiene con Rusia con una política exterior lo más independiente posible.
Hemos de partir de la base que la disolución de la URSS fue un pacto por el que las repúblicas eslavas acordaron la disolución de la Unión Soviética, siempre y cuando Rusia limitase la política exterior de los nuevos estados y la defensa estuviera fuertemente controlada desde Moscú (Acuerdos de Belavezha).
En ese orden de cosas, la invasión rusa de Crimea en 2014 y la posterior guerra en el Donbas, debe entenderse como una represalia a un gobierno que ya no iba estar bajo la égida de Moscú; tal y como le había pasado a Georgia en 2008).
La fuerte interrelación cultural y económica entre Bielorrusia y Rusia, garantizaba hasta hace unos años que Lukashenka (presidente de Bielorrusia desde 1994) no tuviera la tentación de acercarse demasiado a Occidente. La mayoría de la exportaciones bielorrusas se hacen al mercado ruso, y buena parte de la exportaciones que se hacen a la UE (el otro gran mercado bielorruso) dependen de insumos rusos.
Una ruptura de Bielorrusia con Rusia (integrándose en la UE y la OTAN), implicaría subidas de arenceles con ese país, por lo que perdería su principal mercado exportador, además de quedarse sin insumos para elaborar exportaciones a la UE. El caso del petróleo ruso subvencionado a Bielorrusia es un ejemplo de ello, ya el diferencial de precios por el que luego reexporta esa materia prima al Este de la UE representa entre el 10% y el 20% del PIB bielorruso.

No obstante, a medida que la OTAN se fue ampliando al Este (recordemos la gran ampliación de 2008 e indujo a la guerra de Georgia ese año) y Ucrania dejó de estar en la esfera de influencia rusa, en Moscú se empezó a temer que Bielorrusia siguiera los pasos de Ucrania, con una revolución de color que sustituyera a Lukashenka por un gobierno proocidental.
Por ese motivo, desde comienzos de la década de 2010, los rusos han aumentado las presiones para que les permitan tener bases aéreas y terrestres en Bielorrusia. Por ejemplo, las fuerzas aéreas bielorrusas hace tiempo que necesitan ser modernizadas (sus cazas provienen de la época soviética), pero cada vez que le piden aviones a los rusos estos piden como moneda de cambio que les dejen tener bases aéreas en Bielorrusia (algo a lo que si niegan los bielorrusos).
Es una situación muy delicada, ya que aunque la defensa aérea es conjunta, la autoridad última (para abrir fuego y otras cuestiones) es bielorrusa (algo que incomoda mucho a los rusos). Aunque la aviación de caza bielorrusa está anticuada y está en un pobre estado de preparación, siendo las patrullas de caza rusas las que realmente tienen capacidades para defender el espacio aéreo conjunto, los rusos no pueden aterrizar ni utilizar las bases bielorrusas (solo pueden rotar un máximo de 24 horas y durante ejercicios), teniendo que operar desde bases rusas más distantes (disminuyendo la eficacia operativa).
Por su parte, la artillería antiaérea bielorrusa sufre una situación parecida a la de su aviación de caza, con Rusia restringiendo la exportación de las versiones más avanzadas de las baterías de S-300 como forma de presión para permitir el despliegue permanente de regimientos de fuerza terrestre rusos (antiaéreos, mecanizados, etc) en Bielorrusia.
Grodno y la población polaca tiene una doble importancia estratégica. Por un lado, desde ese territorio bielorruso se puede "sellar" la famoso Suwalki Gap, que une Polonia y los países bálticos, enlazando con las fuerzas rusas de Kaliningrado, lo que supone una seria amenaza para la OTAN, siendo la razón subyacente por la que Rusia anhela tener bases aéreas y terrestres en Bielorrusia.

Por otro lado, la región de Grodno, debido a su población polaca, es el territorio ideal donde organizar una agresión híbrida de la OTAN contra el gobierno bielorruso.
La influencia de la doctrina militar y estratégica de Rusia
De hecho, la zona donde se desarrolló el ejercicio estratégico Zapad-2017 coincidió con el de la región de Grodno: el supuesto de tales maniobras consistía en que grupos terroristas comenzaban un conflicto armado en territorio bielorruso.
En la primara fase de Zapad 2017, las fuerzas de Rusia y Bielorrusia trataban de restablecer el orden en dicho territorio. En una segunda fase, como una coalición de estados intervenía en Bielorrusia (en clara referencia a la OTAN) para dar cobertura a los territoristas, se organizaba una respuesta y guerra estratégica regional a gran escala contra los agresores. Sobre Zapad y el equilibrio militar europeo escribí con detalle en este artículo: Zapad 2017: histeria injustificada a una invasión rusa de la OTAN.
Al observar las siguiente imágenes, es evidente que se escogió esa región como zona evidente en la que se organizaría una oposición armada que iniciaría el conflicto (con maniobras que sellarían Suwalki en la segunda fase).


Llamativamente, en las recientes protestas contra Lukashenka, Grodno ha sido el único territorio que escapó al control del gobierno de Minsk, control que fue restablecido el jueves 20 de agosto. Además, siguiendo a lo ensayado en las maniobras Zapad de 2017, el gobierno bielorruso ha desplegado su fuerza armada en el Oeste del país aduciendo amenazantes movimientos de la OTAN (Polonia).
Para entender la ansiedad estratégica rusa, hay que tener presente el pensamiento estratégico ruso contemporáneo (la Disuasión Estratégica, del que escribí con detalle aquí), concretamente el apartado de las agresiones de guerra híbrida (al que se otorga una gran relevancia por imperativo de Putin, como explico en el artículo).
Es importante aclarar que lo que los estrategas rusos denominan guerra híbrida, no es lo mismo a lo que en Occidente se entiende por guerra híbrida. Mientras los autores occidentales entienden por guerra híbrida el tipo de guerra que combina elementos regulares e irregulares; los pensadores sobre temas de defensa y estrategia rusos, entienden por guerra híbrida las agresiones de tipo psicológico, propagandístico y encubierto, que desestabilizan países y los llevan a una guerra civil, que termina en una revolución o en el pretexto para una ulterior intervención armada.
Como decíamos, la guerra híbrida (en el sentido ruso) y la creciente importancia de las instrumentos no-militares en la conducción de la guerra, tienen una importancia central en la doctrina estratégica rusa actual, y autores relevantes rusos dan una ventaja de 4 a 1 a los instrumentos no militares de la guerra respecto a los militares (que son la última fase).
Sin ir más lejos, en 2016 se formó la Guardia Nacional de la Federación Rusa, un cuerpo militar conformado por unos 300.000 efectivos, encargada de la seguridad interna en casos de conflicto armado y guerra. Están organizadas en paralelo a las fuerzas armadas y dependen directamente de Putin y el Consejo de Seguridad Nacional (no del Ministerio de Defensa y Estado Mayor General), y tienen la función de ejército territorial y seguridad interna (para suprimir revueltas y agresiones híbridas).
En la doctrina militar rusa se distinguen varios escalones o momentos en los que se desarrolla la competición entre potencias. Escalón o periodo de peligro militar, periodo de amenaza a la paz, momento de conflicto armado, de guerra local, de guerra regional y por último la guerra a gran escala (ver la siguiente tabla).

En las maniobras Zapad de 2017 la primera fase fue una escalada desde el periodo de peligro militar, que pasaría luego al de amenaza militar y terminaría en el de conflicto armado (en la región de Grodno). Luego, en la segunda fase se haría un contraataque de guerra regional o a gran escala contra la coalición de estados que trataba de proteger la región controlada por los insurgentes.
Como explican en este enlace:
<<Por una parte se crearon los países "occidentales" (apodados "Veishnoriya", "Vesbariya", "Lubeniya", ubicados en Lituania, Polonia y Letonia) y por otra parte los "norteños" (Bielorrusia y Rusia).
Según el escenario, los 'occidentales', una 'coalición de estados interesados', están tratando de dividir a Bielorrusia y Rusia con medidas políticas, económicas, diplomáticas y de información. Planean agravar la situación sociopolítica en Bielorrusia y provocar un cambio de régimen. Sus intentos por lograr estos objetivos no tienen éxito. Sin embargo, logran desestabilizar algunas regiones fronterizas en Bielorrusia. Luego, los occidentales comienzan los preparativos para una agresión directa contra los norteños, ya que 'Veishnoriya' está tratando de anexar algunas regiones de Bielorrusia.
De esta manera, Bielorrusia intenta evitar una guerra a gran escala, mientras que Rusia proporciona a su aliado asistencia política, financiera, técnica y militar. El Grupo Regional de Fuerzas defiende la frontera estatal, organiza actividades de contra-sabotaje, bloqueo y eliminación de formaciones armadas ilegales.>>
En la doctrina militar rusa, los tres primeros escalones o momentos (peligro militar, amenaza militar y conflicto armado) pueden ocurrir tanto dentro de un estado como entre dos estados, tal y como y como se escenificó en Zapad 2017 y pudiera ser ahora el caso de Bielorrusia con la población polaca de Grodno.
Es decir, el conflicto armado, por lo tanto, puede significar el estallido de una guerra civil. Por ese motivo, que los mandos militares bielorrusos y Lukashenka estén hablando que en Bielorrusia se puede estar gestando una guerra civil, no es una simple excentricidad. Están apelando a lo que se ha ensayado durante años y al núcleo del pensamiento militar ruso para lograr el apoyo de los decisores estratégicos rusos.
El tipo de intervención rusa en Bielorrusia
Esta apelación a la doctrina militar rusa y a la doctrina de la disuasión estratégica, debe dar una pista del tipo de intervención rusa que podría esperarse en Bielorrusia llegado el caso. No sería una invasión militar convencional como en Crimea o Georgia, sino que sería una intervención más limitada para simplemente suprimir una "amenaza militar" (segundo momento) que podría degenerar en una "conflicto armado"(tercer momento).

Es decir, que sería una intervención militar legítima y pedida por el gobierno bielorruso (en Ucrania y Georgia los rusos combatieron contra esos gobiernos) y no para conducir operaciones militares convencionales, sino operaciones de seguridad interna (probablemente ejecutadas por unidades de la Guardia Nacional, Policía Militar, operaciones encubiertas ejecutadas por miembros de la FSB, el GRU, etc) para custodiar edificios oficiales, infraestructura crítica, control de carreteras y de movimientos, apoyar a las fuerzas de seguridad bielorrusas, conducir operaciones antiterroristas o bloquear a las unidades militares bielorrusas que pudieran sublevarse contra el régimen de Lukashenko. Es muy probable que las unidades militares desplegadas no lleven sus distintivos (como en la invasión de Crimea).
Que hace unos días se filtraran imágenes de vehículos de la Guardia Nacional rusa sin marcas de identificación, en las inmediaciones de Smolensk (junto a la frontera con Bielorrusia), abunda en lo que describía en la forma de pensar de los estrategas y militares rusos: que se desplegará una fuerza de seguridad interna para luchar una guerra híbrida (en el sentido ruso) y no una gran masa de maniobra de invasión.


Los intentos de Lukashenko de zafarse de Rusia y el callejón sin salida actual
Por otra parte, a pesar que Zapad 2017 parecía ser una garantía de seguridad a Lukashenka, este en realidad desconfiaba de las intenciones rusas y los últimos años ha tratado de alejarse de Moscú lo que ha podido. La invasión de Ucrania de 2014 le alarmó y temía que Bielorrusia pudiera correr una suerte similar a la de Ucrania. Por ese motivo, Lukasheka prohibió en el último momento que los rusos desplegaran la fuerza militar que habían solicitado para dicho ejercicio, limitando a solamente unos 3000 militares rusos.
Las trabas bielorrusas a Zapad 2017 causó exasperación en Moscú, y por primera vez desde que se llevan a cabo las Zapad en el periodo postsoviético (desde 2009), Putin no fue a Bielorrusia a observar las fases finales del ejercicio estratégico junto al presidente bielorruso.
El temor bielorruso a una intervención rusa que acabara con su independencia o integridad territorial, se evidenció también en 2016, cuando Bielorrusia publicó una nueva doctrina militar que causó un escándalo en Moscú y en toda la OTSC (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, la contraparte rusa de la OTAN). En la nueva doctrina militar bielorrusa de 2016, se trataba de garantizar la independencia y neutralidad del país en caso de enfrentamiento entre la OTAN y Rusia, así como prepararse contra amenazas híbridas que podían provenir tanto de Occidente como de Rusia.
Otra señal del temor ruso a que Bielorrusia pudiera sufrir un destino similar al ucraniano, también pudo observarse en 2016 cuando Rusia creó una nueva división de infantería mecanizada en Yelnia, junto a Smolenks y la frontera bielorrusa. Las unidades de maniobra de dicha división (la 144), de hecho, están desplegadas al lado de la frontera bielorrusa, con dos regimientos junto a Gomel y un batallón de reconocimiento (caballería) en Smolensk.



Esta división creada y desplegada junto a Bielorrusia se unía o tras dos que también en 2016 se crearon y desplegaron junto a Ucrania, en un claro indicio de que los postura militar rusa se modificaba para presionar y prevenir amenazas militares que pudieran emerger desde esos dos países.

Los agresivos movimientos de Rusia para garantizar que Bielorrusia no siguiera el camino de Ucrania, fue lo que indujo a Lukashenka a intentar escorar lo más posible a Occidente aunque sin llegar a romper los lazos con Rusia.
Por su parte, los coqueteos de Lukashenko con Occidente, indujeron que hacia 2019 Rusia comenzara a insistir con que Bielorrusía implementase el Tratado de la Unión que se firmó en 1999 (como expliqué en este artículo hace unos meses). De no implementar la Unión con Rusia, Bielorrusia dejaría de disfrutar de las ventajas de su asociación especial (como el petróleo barato ruso que Bielorrusia luego revendía a Occidente).
De implementarse eficazmente el Tratado de la Unión, Bielorrusia perdería buena parte de su soberanía, siendo la nueva Unión sería una suerte de Estado Supranacional mucho más intrusivo que la Unión Europea. La Unión entre Bielorrusia y Rusia sería una unión monetaria y fiscal, subordinando además su política exterior y de defensa; mientras que la UE aunque tiene una unión monetaria, carece de unión fiscal, no posee realmente una política exterior y de defensa propia, etc.
Bielorrusia y Rusia ante la nueva oleada de protestas
Estos días se ha especulado que el actual ciclo de protestas en Bielorrusia contra Lukashenka podría tener un desenlace similar al de Armenia, por el que un gobierno democrático que derroca a un dictador afín a Moscú, decide no desafiar Rusia y segue en su esfera de influencia, por lo que Putin dejaría caer a Lukashenka siempre que el nuevo líder de Bielorrusia siguiera en la esfera rusa.
No obstante, hay diferencias radicales entre el caso armenio y el bielorruso. Ha de recordarse que Moscú nunca ha pretendido de Armenia que se uniera a Rusia, como sí ha hecho con Bielorrusia. Evidentemente, Bielorrusia tiene una importancia geoestratégica infinitamente superior a Armenia motivo por el que Rusia presionaba a Luksashenka con el asunto de la Unión.
Además, ha de recordarse también que los norteamericanos han anunciado que disminuyen su despliegue en Alemania para incrementar su presencia en territorio polaco. En la siguiente imagen se muestran hipotéticas nuevas zonas de despliegue norteamericano en Polonia, y la hipotética respuesta rusa-bielorrusa de permitir bases rusas en Bielorrusia.


Por lo tanto, lo que ocurra en Bielorrusia es clave para la seguridad militar y estratégica de Rusia, ya que de perder influencia en aquel país toda su planificación de defensa (como en Zapad 2017) quedaría desequilibrada.
Además, aunque el pueblo bielorruso no es prooccidental (sino que es muy prorruso) y las protestas actuales no pretenden apartarse de Rusia para integrarse en la OTAN y la UE, los abanderados de la oposición sí tienen antecedentes de simpatías proocidentales. Por ello, el liderazgo ruso desconfía de Svetlana Tajinovskaya y el consejo que ha conformado en el exilio.
Aunque las protestas en Bielorrusia tienen un carácter espontáneo y de abajo arriba (por simple hartazgo contra Lukashenka: por su gestión del coronavirus, la crisis económica, etc), no hay más caras visibles con las que negociar que las que rodean a Tajinovskaya.
Rusia desconfía del actual liderazgo de la oposición y teme que se esté fraguando una revolución de color siguiendo los manuales y escritos de Gene Sharp (sobre el que escribí allá por 2014).
Según algunas informaciones, para evitar que los acontecimientos del domingo culminen en una revolución de color que derroque a Lukashenka para poner a líderes proocidentales, desde Moscú se ha dado carta blanca para que el régimen bielorruso reprima con dureza las manifestaciones de protesta e impedir que gane la calle y el control de edificios públicos y plazas (tal y como indican los escritos de Sharp).
Por ello el jueves ya se ha recuperado el control de Grodno y se ha desplegado al ejército bielorruso entre Grodno y Brest. El despliegue del ejército bielorruso, probablemente, se deba tanto para disuadir de una intervención unilateral (abierta o encubierta) de Polonia y los bálticos; como para evitar sublevaciones militares que tomen en control de la capital (Minsk).
Como indica Sharp en sus escritos, las manifestaciones de protesta buscan provocar una reacción violenta del régimen dictatorial que le haga perder legitimidad ante sus fuerzas policiales y militares, dejando que la masa tome el poder o ejecutando las propias fuerzas armadas un golpe de estado.
Con las principales unidades de maniobra junto a la frontera polaca se disminuye el peligro de golpe, se deja vía libre a que los elementos de la 144 División Mecanizada rusa y unidades de la Guardia Nacional rusa, intervengan en caso de necesidad para mantener el orden en Minsk y el Este del país.
En caso que los acontecimientos del domingo (o de semanas posteriores) se escapen al control de Lukashenka, habría una intervención probablemente en los términos señalados en este artículo. De poder controlar las manifestaciones, probablemente la oposición se terminaría desfogando con el paso del tiempo.
El ganador, en el caso que la situación se desarrolle aproximadamente del modo descrito, sería Rusia. Un Lukashenka debilitado y a merced de los rusos, es más probable que permitiría que al fin Rusia pudiera tener las bases militares que siempre ha anhelado en Bielorrusia, para fortalecer su permanencia en la esfera rusa de influencia y sea un rompeolas y un bastión, tanto contra la OTAN (Suwalki) como para amenazar el flanco norte de Ucrania (desestabilizando el despliegue militar ucraniano, centrado en el sur y el este).