El difícil camino a la independencia de Escocia
Por Daniel Gil Iglesias.

El 18 de septiembre de 2014 los ciudadanos escoceses expresaron mediante referéndum su deseo de permanecer en el Reino Unido en lo que el entonces primer ministro de Escocia, Alex Salmond, definió como una oportunidad que solo se da una vez cada generación. Han pasado 7 años y el gobierno escocés ya ha solicitado formalmente en dos ocasiones la celebración de un segundo referéndum y promete hacerlo una tercera. El referéndum que hace sólo siete años se veía como un evento generacional hoy se percibe como algo no solo necesario, sino también urgente.
¿Qué ha cambiado?
La permanencia en el Reino Unido ganó con un 55% de los votos, los escoceses votaron no a la independencia por considerar que conllevaba muchos riesgos, especialmente económicos. La crisis de 2008 golpeó duramente a una Escocia que no ha llegado a recuperar sus niveles de bienestar previos a la crisis, en este contexto la aventura independentista no atraía a una parte significativa del electorado que quería evitar la incertidumbre económica.
Este fue el principal motivo, aunque también hubo razones políticas. Dos semanas antes de la celebración del referéndum algunas encuestas dieron por primera vez una justa mayoría a favor de la independencia y se encendieron todas las alarmas en Londres, que puso todo su capital político a disposición de la campaña. Tanto es así que los líderes de los tres partidos principales de Reino Unido, Conservadores, Laboristas y Liberales, realizaron un compromiso conjunto para dotar a Escocia de más competencias, incluso el ex primer ministro británico Gordon Brown llegó a declarar que el futuro del Reino Unido era el estado federal.
Así las cosas, la incertidumbre económica y las competencias prometidas acabaron decantando la balanza a favor de mantenerse en el Reino Unido, enterrando el asunto de la independencia durante bastantes años o, al menos, ese era el consenso. Consenso que se rompió precisamente con otro referéndum dos años después, había llegado el Brexit.

Escocia votó en contra de la salida de la Unión Europea con más de 20 puntos de diferencia, ganando el Remain en todas y cada de las regiones escocesas. Sin embargo, el resultado global obligó a Escocia a abandonar la UE en contra de la voluntad de sus ciudadanos. Para el Partido Nacionalista Escocés (SNP) el Brexit rompía el trato alcanzado en 2014, los escoceses habían votado permanecer en el Reino Unido por, entre otras cosas, seguir perteneciendo a la Unión Europea. Ahora Inglaterra y Gales decidían salir arrastrando a toda la unión de naciones a pesar de las desastrosas consecuencias económicas que traería para Escocia.
Las previsiones más optimistas afirman que el PIB de Escocia se reducirá un 2%, los sueldos disminuirán una media de 1000$ y se perderán unos 30.000 empleos, mientras que las exportaciones decrecerán un 12% en los próximos diez años, todo ello a consecuencia del Brexit.
Además, la población de Escocia está envejecida y su fuerza de trabajo tiene grandes carencias de mano de obra cualificada, por lo que el flujo migratorio es fundamental para su economía. Actualmente, hay unos 173.000 ciudadanos europeos viviendo en Escocia y, a pesar de la dependencia que la economía escocesa tiene de ellos, el gobierno británico mantiene sus planes de recudir a menos de 100.000 la cantidad de inmigrantes anuales que admitirán en sus fronteras.
El parlamento escocés ubicado en Holyrood ha tratado de legislar para paliar los efectos del Brexit y su actuación resume bien su relación competencial con el Reino Unido. En primer lugar, se negaron a ratificar tanto la ley de retirada como el acuerdo de salida aprobados por Westminster. El parlamento escocés también propuso que Reino Unido permaneciera en el mercado único, lo que fue rechazado. A raíz de ello propusieron que se estudiara si sólo Escocia podría permanecer en el mercado único, aunque este asunto jamás fue mencionado por los negociadores británicos a la UE.
Todas estas razones provocaron un cambio en la opinión publica que empezó a mostrarse más favorable a la independencia, a lo que el gobierno reaccionó solicitando un segundo referéndum para saber si el pueblo escocés estaba dispuesto a permanecer en un Reino Unido fuera de la UE.

El gobierno escocés liderado por Nicola Sturgeon decidió pedir formalmente a Londres la celebración de un segundo referéndum basándose en tres motivos principales: La salida de la UE en contra de la voluntad popular escocesa, la mayoría a favor de la independencia en el parlamento escocés y la mayoría del SNP en las elecciones generales de Reino Unido, que enviaba a Westminster más diputados independentistas que nunca. El gobierno británico respondió con una escueta carta en la que rechazaba un segundo referéndum basándose en que el acuerdo de 2014 era entendido por las dos partes como algo que ocurriría una vez por cada generación y había que honrar ese compromiso.
Según la legislación británica, el referéndum solo puede producirse cuando el gobierno de Reino Unido lo autorice. La Scotland Act de 1998, la ley por la que se crea el parlamento escocés y se establece su autonomía, recoge en su sección 30, la posibilidad de que Holyrood legisle sobre competencias reservadas a Westminster previo acuerdo de las dos partes. Así fue como se hizo en 2014, pero ahora con la negativa de Londres la situación se complica y el SNP busca alternativas.
Una de ellas es crear su propia “Ley de Referéndums”, basándose en la premisa de que Escocia, si se aprueba esta ley, tendría la base legal para hacer un referéndum, aunque no podría implementar el resultado ya que eso es una competencia constitucional que correspondería al parlamento británico, por lo que el referéndum podría realizarse sin el beneplácito de Londres pero no podría ser vinculante. Actualmente se ha presentado el borrador, pero aún falta su aprobación por parte del parlamento escocés donde se aprobará sin problemas teniendo en cuenta la clara mayoría independentista. Sin embargo, esta ley se enmarca dentro de la estrategia de presión a Londres para que se autorice la realización del referéndum y no para utilizarla en la práctica. La primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, ha dejado clara su voluntad de no realizar el referéndum sin la autorización de Londres.
Otra opción sería acudir a los tribunales, algo a lo que el SNP se ha mostrado más dispuesto. El parlamento escocés podría aprobar una ley específica para realizar un nuevo referéndum de independencia, forzando al Reino Unido a recurrirlo al Tribunal Supremo, así el Tribunal resolvería si Holyrood es competente o no para realizar un referéndum. Esta estrategia es arriesgada ya que en primer lugar todo el proceso llevaría bastante tiempo y el movimiento independentista está viviendo ahora un gran momento con el dominio del SNP y no le interesaría embarcarse en una disputa de años con el gobierno británico y, en segundo lugar, no hay nada que garantice que el Tribunal Supremo daría la razón Escocia, perdiendo una gran cantidad de tiempo y deteriorando las relaciones con el Reino Unido sin obtener ningún beneficio.
En este contexto la opción preferida por Sturgeon es la de un referéndum como el de 2014 y considera que la forma de que Johnson dé su brazo a torcer es con una amplia mayoría del SNP en las próximas elecciones de Mayo. Sturgeon ya ha prometido que, de tener mayoría absoluta, solicitará de nuevo el segundo referéndum y esta vez no retirará la solicitud.
Idus de Mayo
Actualmente el SNP tiene 63 diputados y está a solo dos de la mayoría absoluta por lo que tiene que apoyarse en el Partido Verde, también independentista. Teniendo en cuenta que el referéndum de 2014 se realiza en respuesta a la primera victoria del SNP en las elecciones generales de 2011 donde consiguen 69 diputados, reeditar esta mayoría absoluta aportaría la legitimidad necesaria para solicitar un nuevo referéndum.

Aunque las encuestas favorecen al SNP, lo cierto es que en las últimas semanas han surgido problemas para Sturgeon. Alex Salmond fue el líder escocés que consiguió los mejores resultados para el SNP y llevó a Escocia al referéndum de Independencia, tras la derrota en el referéndum dimitió de sus cargos y le sucedió su protegida, Nicola Sturgeon. Sin embargo, el retiro de Salmond no duró mucho y en 2015 volvió a la política, aunque el partido ya no era suyo sino de Sturgeon, por lo que le costó adaptarse a ese rol secundario cuando siempre había sido la cabeza del movimiento independentista y comenzaron a surgir tensiones entre ellos.
En 2017, la segunda etapa de la carrera política de Salmond llegó a su fin cuando perdió su puesto de diputado en Westminster y, a partir de ahí, su imagen comenzó a deteriorarse, pasó a hacer estridentes declaraciones en televisión e incluso llegó a presentar un programa para la televisión rusa RT, convirtiéndole en un personaje televisivo más que político.
A pesar de esto Salmond seguía teniendo ambiciones políticas y comenzaron a surgir rumores de que podría presentarse una vez más, pero esta nueva aventura terminó antes de empezar cuando fue acusado de acoso sexual. Él siempre negó las acusaciones y en el juicio fue absuelto, pero en 2019 volvió a tener problemas con la justicia y fue detenido, aunque, de nuevo, salió indemne.
El antiguo primer ministro asegura que las acusaciones forman parte de una conspiración contra él liderada por Sturgeon para acabar con su carrera. El parlamento escocés llevó a cabo una investigación y concluyó que se había actuado de manera parcial contra Salmond, le indemnizó con 500.000 libras y acusó a Sturgeon de dar información falsa al parlamento al asegurar que no conocía el caso antes de que se hiciera público. Esta situación llevó a los Conservadores escoceses a presentar una moción de censura contra Sturgeon que no consiguió el apoyo de ningún grupo parlamentario más y fracasó.

Por si la historia no fuera lo suficientemente rocambolesca hasta aquí, Salmond se guardaba una última sorpresa, el 27 de marzo de 2021 a poco más de un mes para las elecciones anunció la creación de un nuevo partido político, el Alba Party, con la intención de crear una amplia mayoría independentista en Holyrood.
El efecto que pueda tener esta decisión en el SNP es difícil de prever por el complicado sistema electoral escocés. Es un sistema de Representación Proporcional Mixta, esto es, cuando los escoceses votan tienen dos papeletas, la primera con sus candidatos de la circunscripción electoral en la que el sistema es mayoritario. Cada región de escocia se divide a su vez en de 7 a 10 circunscripciones con un diputado elegible en cada una, el que tenga el mayor número de votos consigue el diputado.
La otra papeleta es la Lista Regional, donde los electores votan a los candidatos de la región, pero aquí el sistema es proporcional, se divide el número de votos totales en el territorio entre el número de diputados que ya hayan conseguido en la circunscripción más uno y se reparten según D’hondt.
Veámoslo con un ejemplo, supongamos que el SNP consigue 100.00 votos en la región de Edimburgo y ya tiene 19 diputados en la circunscripción, entonces se dividirán esos 100.000 votos entre 20, lo que nos da 5.000 votos, por otro lado, si los Laboristas consiguen 50.000 votos y solo tienen 1 diputado, la circunscripción se divide entre 2 y tendremos 25.000 por lo que el primer escaño irá para los laboristas. En definitiva, cuantos más diputados consigas en las circunscripciones menos conseguirás en la Lista Regional (el número con el que se dividen los votos será más alto) esto perjudica al SNP que es el partido mayoritario en circunscripciones y provoca que muchos de sus votos de la Lista Regional se pierdan.

Este sistema está diseñado así para evitar mayorías absolutas, que es precisamente lo que persigue el SNP. Salmond ha asegurado que el Alba Party no se presentará en las circunscripciones, sólo lo hará en la lista regional para evitar dañar al SNP y que esos votos de las regiones que se perdían vayan al Alba Party, que tendrá mucho más fácil conseguir representación regional al no tener diputados en las circunscripciones aumentando el número de diputados independentistas.
Sin embargo, para hacer esto hay que encontrar un equilibro complicado que no divida el voto independentista. Además, el Alba Party se nutrirá de antiguos miembros del SNP, provocando que el electorado lo perciba como un partido dividido. Esto mismo parece estar afectando a las encuestas, desde que estalló el escándalo el SNP ha parado su crecimiento y se ha dejado un mínimo de dos puntos por el camino, dificultando la posibilidad de la mayoría absoluta.
No es no, por ahora
Teniendo en cuenta lo aquí expuesto podríamos pensar que el Reino Unido simplemente debe negarse y esperar. Al fin y al cabo, que se haga el referéndum o no depende de ellos y no hay alternativa creíble, pero en realidad la postura de Londres no es tan cómoda como podríamos pensar.
Para empezar, lo que se niega no es la celebración de un segundo referéndum, sino el celebrarlo ahora. El consenso establecido en 2014 es que el referéndum es algo que sólopuede darse una vez por cada generación, es decir, que desde el primer momento se admitía la posibilidad de celebrar un segundo plebiscito pasado el requerimiento temporal, por lo que la cuestión es cuándo se celebrará y no si se celebrará, hay motivos para pensar que al Reino Unido le beneficia hacerlo ahora.
Los datos nos indican que la independencia goza de mucho más apoyo entre los jóvenes, llegando a estar en un 79% a favor de la misma los escoceses de 18 a 24 años. La independencia es la opción preferida en todos los tramos de edad excepto en los mayores de 65 años dónde el 65% prefiere la permanencia. Teniendo esto en cuenta, alargar la celebración del referéndum sólo beneficia al movimiento independentista.

Por otro lado, en estos momentos los conservadores gozan de una amplia mayoría en Westminster que les permite legislar con tranquilidad, sin embargo, en las próximas elecciones esto podría cambiar y una victoria laboralista a buen seguro no llegaría a la mayoría absoluta por sí sola, por lo que necesitarán los votos del SNP (el SNP, con47 diputados, es el tercer partido con más representación en Westminster tras Conservadores y Laboristas) que les pedirá la celebración del referéndum.
Además, en este contexto del Brexit es probable que el electorado esté dispuesto a aceptar el referéndum sin que la disolución del Reino Unido tenga tanto coste político. El 63% de los Conservadores estarían dispuestos a aceptar una Escocia independiente si este fuera el precio a pagar por el Brexit.
Por último, existe un precedente. El Acuerdo de Viernes Santo recoge la posibilidad de celebrar un referéndum de unificación entre Irlanda e Irlanda del Norte siempre que los ciudadanos norirlandeses expresen su voluntad de hacerlo. Si la reunificación saliera derrotada el acuerdo recoge la posibilidad de realizar nuevos referéndums cada siete años. El Reino Unido reconoció ese derecho para Irlanda del Norte ¿Por qué no para Escocia?
En conclusión, la situación de Escocia es complicada con un movimiento independentista fuerte, con amplia mayoría parlamentaria y una primera ministra muy popular, pero que no logra hacer despegar el apoyo a la independencia y se enfrenta a las decisivas elecciones de mayo con una agenda marcada por la venganza personal del antiguo líder.
Por la parte de Reino Unido tenemos un gobierno muy impopular en Escocia, empeñado en llevar el Brexit hasta el final a pesar de sus desastrosas consecuencias e intentando mirar hacia otro lado hasta que el problema de Escocia desaparezca sin hacer ninguna propuesta alternativa. La situación estará estancada hasta mayo, veremos si las próximas elecciones nos arrojan una mayoría absoluta como anhela el SNP para dar un giro a la situación o continúa el bloqueo.