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La decisión de la administración de Biden de retirar todas las fuerzas estadounidenses de Afganistán antes del vigésimo aniversario del 11-S fue recibido con un desagrado generalizado por el resto de los países de la OTAN, quienes se sintieron excluidos de la toma de decisiones de las operaciones en el país. La decisión unilateral de retirada de EE.UU. ha dejado a los aliados de la OTAN sin opciones. Ben Wallace, secretario de defensa de Reino Unido, trató de reunir a miembros de la organización para mantener un contingente en Afganistán (Niblett, 2021).

Sin embargo, esta opción fue descartada por ser inviable sin la infraestructura, la inteligencia y el apoyo logístico de EE.UU. Esta altivez por parte de Washington ha sido una constante desde que comenzó la invasión en 2001. No obstante, las potencias europeas tenían una relativa satisfacción en cuanto a que, desde la Casa Blanca, se les aseguró que la intervención de la Coalición iniciada hace dos décadas, iba a desembocar en un final aceptable para la OTAN y positivo para Afganistán.

Fuente: NATO cooperations partners.svg

Sin embargo, en menos de dos semanas tras la retirada estadounidense, las fuerzas militares afganas fueron derrotadas sin prácticamente combatir y, el gobierno que tanto había costado mantener, colapsó sin apenas resistencia. Dos décadas de logros conseguidos a base de sacrificios militares e inversiones astronómicas se esfumaron en una derrota relámpago que ha entregado prácticamente todo el país a los talibanes. Todos estos hechos desembocaron en las caóticas imágenes del Aeropuerto Internacional de Kabul en el que los países de la OTAN llevaron a cabo operaciones de evacuación de sus nacionales y colaboradores locales.

El paralelismo con la caída de Saigón en 1975 es inevitable, aunque el presidente Biden se haya esforzado en alejar a la opinión pública de hacer estas comparativas (Forbes Breaking News, 2021). Estos acontecimientos no sólo han puesto de manifiesto la errónea comprensión norteamericana de la situación en Afganistán, sino que ha puesto en tela de juicio la confianza de los aliados de la OTAN en el liderazgo estadounidense. Esto supone un revés para la Alianza por dos motivos.

En primer lugar, porque se ha dejado abiertamente de manifiesto la dependencia que tiene la OTAN del apoyo táctico estadounidense, especialmente del aéreo. En segundo lugar, porque ha creado dudas sobre el compromiso de Washington en futuros conflictos (Finacial Times, 2021). Esto ha supuesto un aún mayor revés a los dirigentes europeos, ya que confiaban en que el cambio de administración en la Casa Blanca rompiera con la política exterior aislacionista de Trump (dominante en la historia del país norteamericano hasta la Segunda Guerra Mundial). Podría decirse que Europa ha descubierto de golpe que Biden es más Trump de lo que creía.

Todo esto lleva a que sea el momento idóneo para que los aliados de Estados Unidos reflexionen sobre sus compromisos trasatlánticos y los motivos de esta dependencia militar. La administración Trump tenía y tiene razón cuando señaló la falta de inversión en defensa de muchos miembros de la OTAN. Tan sólo 10 de los 29 países miembros están por encima del presupuesto recomendado de la alianza fijado en el 2% del PIB. El caso españoles especialmente grave ya que apenas se destinó el 1,17% del PIB a defensa en 2020 (Ministerio de Defensa, 2021).

Estos datos, ya sea por imposibilidad financiera o por falta de compromiso, revelan la incapacidad de crear un ejército común europeo en lo que el presidente francés Emmanuel Macron calificó como “necesario para conseguir autonomía estratégica” (Finacial Times, 2021). Por ello, la salida de Afganistán no supondrá, al menos a medio plazo, ruptura alguna entre las relaciones transatlánticas, aunque sea por una cuestión de imposibilidad más que de propia voluntad. Estados Unidos sigue ejerciendo un papel clave en la defensa de los intereses de Europa, especialmente ante Rusia. Por tanto, la dependencia militar europea seguirá siendo una realidad a largo plazo.

Asimismo, el fiasco de Afganistán no desviará a la Casa Blanca de su principal desafío en política exterior, el ascenso de China. De hecho, el fin de la presencia militar estadounidense de Afganistán se enmarca en la estrategia de Estados Unidos de reenfocar sus prioridades estratégicas y recursos de Oriente Medio a Asia-Pacífico (Niblett, 2021).

En este sentido, los aliados europeos de Washington se revelan clave para dicha estrategia debido a sus lazos comerciales con el gigante asiático y su presencia en aquellas instituciones internacionales en las que China busca alterar el equilibrio de poder mundial, especialmente en términos de comercio internacional y gobernanza económica. Con el compromiso firme de mantener la OTAN, Estados Unidos obtiene el apoyo político de Europa. El Artículo 5 de la Carta de la OTAN es garantía de que Washington defenderá a la UE de su más cercana amenaza, Rusia, y de que Europa apoyará políticamente a Estados Unidos frente a China.

Por ende, si bien la caída del gobierno afgano ha resaltado la importancia de una mayor coordinación trasatlántica y autonomía estratégica en Europa; también podría traer un impacto positivo si fomenta esfuerzos más comprometidos en ambas áreas. Una mayor responsabilidad colectiva europea es necesaria para abordar intereses específicos que no atañen a los americanos, como la seguridad en el norte de África y el Sahel. Y es que estas regiones, junto con el Mediterráneo oriental, supondrán un mayor problema de seguridad para la Unión Europea tras los sucesos de Afganistán.

El Secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert M. Gates, y otros miembros de los Ministros de Defensa y Relaciones Exteriores de la OTAN se reúnen en la sede de la OTAN en Bruselas, Bélgica, el 14 de octubre de 2010, para dar orientación política para la reunión de noviembre de Jefes de Estado aliados y Gobierno en la Cumbre de la OTAN en Lisboa, Portugal, 14 de octubre de 2010.

El nuevo Emirato Islámico podría convertirse fácilmente en un nuevo caldo de cultivo del terrorismo islamista y ser fuente de una nueva crisis humanitaria de refugiados. Por ende, una mejora en la autonomía estratégica europea se hará necesaria para asumir los retos de seguridad de la frontera sur de Europa; a la vez que fomentar la coordinación trasatlántica será clave para afrontar los desafíos de seguridad globales y de la frontera norte de Europa. La experiencia de Afganistán debe servir para profundizar en estos objetivos, tanto para asegurar el futuro de la seguridad europea, como para que aquellos que murieron en Afganistán no lo hicieran en vano. Por ende, no es una opción, sino un deber conjunto de    todos los miembros de la Alianza.

Afortunadamente, se puede concluir que la salida apresurada y defectuosa de Washington de Afganistán no presagia una ruptura en las relaciones transatlánticas ni un debilitamiento del compromiso de la Casa Blanca con los objetivos clave de la OTAN. En un momento de crecientes amenazas globales, Estados Unidos y Europa deben continuar profundizando en la cooperación transatlántica, pero, al mismo tiempo, se hade trabajar en post de mejorar la coordinación trasatlántica y fomentar la autonomía estratégica de Europa.

Bibliografía

Finacial Times. (2021). Afghan withdrawal is a blow for Nato and Europe. Obtenido de Financial Times el 20/08/21: https://www.ft.com/content/a3487f85-3579-4d55- 9e82- 64b2af59f51d

Forbes Breaking News. (2021). Biden In July: 'No Circumstance' Where People Are 'Lifted Off The Roof Of An Embassy' In Afghanistan. Obtenido de Forbes Breaking News el 20/08/21: https://www.youtube.com/watch?v=2_e8oSxQtSk

Ministerio de Defensa. (2021). Presupuesto del Ministerio de Defensa 2021. Obtenido de Ministerio de Defensa el 20/08/21: https://www.defensa.gob.es/Galerias/presupuestos/presupuesto-MINISDEF-2021.pdf

Niblett, R. (2021). Failurein Afghanistan Won’t Weaken America’s Alliances.

Obtenido de Foreign Affairs el 20/08/21: https://www.foreignaffairs.com/articles/unitedstates/2021-08-19/failure- afghanistan-wont-weaken-americas-alliance

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