El impasse de la energía nuclear
Por Iván López Miralles
“Siempre puedes contar con los estadounidenses para hacer lo correcto, después de haber intentado todo lo demás”. Estas palabras pronunciadas por Winston Churchill, el cual no tenía reparo en dudar sobre la legitimidad de las acciones del país norteamericano, parecen haber calado en la mente del presidente iraní Hassan Rouhani. Hace unos pocos días su Ministro de Exteriores, Mohamad Javad Zarif, enfatizaba que sólo volverían al acuerdo de 2015 una vez que se levantasen las sanciones, argumentando en redes sociales que “responderemos a la acción con acción” en respuesta a las violaciones estipuladas en el acuerdo por parte de Estados Unidos y de los EU3 (Francia, Alemania y Reino Unido).
A su vez, en diciembre del año pasado, el régimen impulsaba una nueva ley para frenar las inspecciones de la ONU al mismo tiempo que anunciaban un impulso a su programa de enriquecimiento. La ley, ratificada por el Consejo de Guardianes de Irán, daba un máximo de 2 meses para que se rebajasen las sanciones sobre los sectores financieros y petrolíferos iraníes.

En la otra cara de la moneda, en su comparecencia en la Conferencia de Seguridad de Múnich, Joe Biden reiteraba la necesidad de llevar el denominado Plan Conjunto de Acción Comprehensiva de 2015 de nuevo a buen puerto, aunque no sin ello exigir en primer lugar la desarticulación completa del programa nuclear iraní. En este impasse en el que ningún actor quiere dar su brazo a torcer, la Unión Europea se ha enunciado como un árbitro mediador o gendarme haciendo un llamamiento a ambos países a retomar las negociaciones a través de una nueva vía multilateral.
Cuando en 1970 entraba en vigor el Tratado de No Proliferación se establecía por primera vez un marco regulador que tenía por objetivo eliminar las armas nucleares del mundo a largo plazo y evitar la proliferación en el corto. Con el fin de incentivar la adhesión al tratado, se llevó a cabo la iniciativa de Átomos para la Paz donde al país firmante se le permitiría el uso civil de la energía nuclear en una doble dirección; por una parte tener capacidad nuclear para generar energía eléctrica y, por otra, su aplicación en el ámbito de la medicina.
Sin embargo, en la actualidad, la posesión de armas nucleares se encuentra restringida a unas pocas manos. Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido son consideradas las potencias nucleares que tienen potestad legal para poseer armamento nuclear bajo la disposición del Tratado de No Proliferación. Por su parte, Pakistán, India e Israel no están sujetos a ningún tratado y por lo tanto no se ven afectados por ningún tipo de marco regulador. Finalmente, Corea del Norte, país que inicialmente estaba acogido al TNP, fue progresivamente disponiendo de material nuclear de forma clandestina hasta que obtuvo el suficiente para poder hacer una prueba nuclear, renunciando al tratado y convirtiéndose en una potencia nuclear.

Bajo este panorama nos encontramos con el caso de Irán, país que ha sido objeto de una intensa controversia relativa a su programa nuclear, lo que le ha llevado a ser susceptible de sufrir sanciones por parte de la comunidad internacional. Cuando el Consejo de Seguridad de la ONU aplicó sanciones al régimen iraní como consecuencia de las crecientes sospechas en su programa nuclear, la presión interna fue insoportable.
El deterioro en los niveles de bienestar y seguridad, unidos a una posible pérdida en el control popular, fueron los detonantes que impulsaron el inicio de las negociaciones y la firma del acuerdo de 2015. Entre las múltiples cláusulas del JCPOA destacaban la reducción y desmantelamiento de centrifugadoras bajo la monitorización de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, así como el establecimiento de límites máximos en los niveles de enriquecimiento de uranio al 3,67% durante 15 años. Estados Unidos por su parte se reservaba la baza de poder seguir manteniendo sanciones sobre Irán relativas a derechos humanos, terrorismo y actividades misilísticas.
Pero ¿realmente el régimen iraní mantiene inamovible su posición negociadora como consecuencia de la renuncia al tratado por parte de la administración Trump en 2018? Si bien es cierto que el argumento de Donald Trump era plenamente infundado, en la medida en que la AIEA estaba reiterando trimestralmente que Irán cumplía escrupulosamente con las cláusulas del acuerdo. ¿Estaba Irán desarrollando un programa de misiles e inmiscuyéndose en los asuntos internos de los países de su vecindad como bien decía Trump? Las pruebas señalan que sí, pero estas acciones no estaban contempladas en el JCPOA.

En este punto de desconfianza mutua, la UE puede tener un papel clave, aunque los factores que han desembocado en esta situación no pueden ser cortos de mira. ¿Recordáis la Doctrina Begin?
En 1981 el primer ministro israelí pronunciaba que su objetivo fundamental sería evitar a toda costa que cualquier país de Oriente Próximo y Oriente Medio se hiciese con armas nucleares. En ese instante daba comienzo un esfuerzo colectivo de colaboración mutua entre Estados Unidos e Israel mediante el empleo de todo tipo de acciones que consiguieran desestabilizar cualquier progreso en la carrera de obtención de armas nucleares. Vemos numerosos episodios en los últimos años, como el desarrollo entre 2010 y 2012 del virus informático Spuxnet que buscaba desestabilizar el programa nuclear iraní, el asesinato del principal responsable del programa misilístico iraní, la eliminación del general Qasem Soleimani, responsable de las operaciones militares de Irán en los países de la región y, para concluir, el asesinato de uno de los más importantes científicos nucleares del país, Mohsen Fakhrizadeh-Mahabadi.

Durante estos años los esfuerzos que buscaban evitar que Irán se hiciese con armas nucleares se han abanderado bajo la realpolitik, basándose en la primacía del hard power, entendiendo la política como un juego de suma cero en el que si yo gano tu pierdes. Se han amparado en la vigilancia de los flujos de información con el único objetivo de defender el interés nacional, dejando a un lado la necesidad imperiosa de formar estructuras multilaterales fuertes e integradas.
Pese a que hasta este momento no parece que Irán se mueva de su posición, la incorporación de la Unión Europea como mediador entre ambas partes puede suponer un punto de inflexión clave en el desarrollo de las negociaciones. Además, en el caso de que sean fructíferas, la Unión Europea daría un paso adelante en su consolidación como actor clave del escenario internacional.
En un momento en el que escuchamos continuamente conceptos como autonomía estratégica, tan repetido en los discursos del presidente de la República Francesa Emmanuel Macron, el primer paso para que la Unión Europea sea tenida en cuenta como un actor capaz de imponer su agenda y de ser respetada en los procesos de gobernanza global, será conseguir que tanto Estados Unidos como Irán cedan en sus posturas y muestren la voluntad suficiente para desmantelar progresivamente la era de la destrucción mutua asegurada.