Medio de comunicación independiente

Este no es un artículo más sobre las consecuencias desastrosas de la posverdad. Este tampoco es el clásico tema de la teoría política acerca de la tiranía de la mayoría, aunque ambos temas se encuentren interrelacionados. Sobre las nefastas consecuencias de la posverdad hay una gran variedad de publicaciones en Internet. Nosotros vamos a acercarnos a algo que escasea más: intentar comprender el fenómeno poniendo en el centro la parte más afectada, la opinión pública. Se ha hablado mucho de la posverdad.

Autor: Itsasoarizti

Si yo le preguntase a usted, lector, acerca de la posverdad, me hablaría de la difusión de noticias falsas, de la polarización de las RRSS y de la mentira como herramienta de manipulación de la ciudadanía. El término post-truth -posverdad- fue el término del año 2016 según el diccionario de Oxford. Hago un inciso si me lo permiten. Sí, efectivamente hablo en pretérito perfecto simple porque estamos en 2021. Han pasado cinco años y casi no nos hemos dado cuenta con los tiempos tan frenéticos y pandémicos que vivimos.

El año 2016 fue un año de sucesos relevantes como la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, así como la celebración del referéndum de salida de Reino Unido de la Unión Europea. El Brexit se ganó por un margen menor del 2% fruto de la contratación de la empresa canadiense AggregateIQ vinculadaa Cambridge Analytica. El juicio contra Cambridge Analytica reveló que la utilización de datos personales vendidos por Facebook fue un elemento clave para la segmentación del electorado al cual debía dirigirse la propaganda pro-Brexit.

La presidencia de Trump ha marcado un antes y un después en la utilización de este modo de comunicación, se considera uno de los pilares de la “política de la posverdad”. La cabeza que había detrás de esta “política de posverdad” es Steve Bannon, quien presidía el medio de comunicación Breitbart News, el cual tenía su principal audiencia en Internet. Estos casos son ejemplos sonados de 2016 pero ha llovido mucho en estos cinco años y por cuestiones de espacio no podemos hacernos cargo de todo.

¿Es Internet el medio perfecto para el marco de la posverdad? Desde luego que las RRSS y el formato online de los medios de comunicación tienen algo que ver con la posverdad. Habrá que ver si las condiciones de entorno son las que favorecen el surgimiento de estos modos de comunicación o si dichas condiciones de entorno no son más que síntomas de que nos encontramos en una nueva era. Pero esto son conclusiones que se las dejo al lector.

Donald Trump hablando con simpatizantes en un mitin de campaña en el Centro de Eventos de Prescott Valley en Prescott Valley, Arizona, 4 de octubre de 2016. Autor: Gage Skidmore

Ya que aquí no nos vamos a dedicar a los primeros principios y causas ni a las consecuencias últimas. Una de las cosas que se nos viene a la cabeza cuando pensamos en el nuevo entorno de la posverdades lo que se ha venido llamando infoxicación. La infoxicación pone de manifiesto que un exceso de información hace que se sobrecargue nuestra capacidad de recepción y procesamiento de la información que nos es transmitida.

Curiosamente durante la pandemia que nos asola el término infoxicación ha mutado al término infodemia. ¿Vivimos una pandemia de información? Parece que ambos términos vienen a señalar lo mismo, sin embargo, hay un matiz de diferencia que sostiene un cambio constitutivo. Una intoxicación afecta a un sujeto, mientras que una pandemia es una infección que afecta a la población a lo ancho del globo. El enfoque no es el mismo. Ya no es el sujeto el que se intoxica de información cuando accede a las RRSS sino que todos estamos expuestos a la posibilidad de infectarnos con información.

Cuando hablamos de posverdad no nos referimos a la mentira ni a la noticia falsa o fake new. Una fake new es una historia que no tiene ningún soporte material y que sin embargo es presentada como si se tratase de un hecho constatado. El engaño, como me aceptarás querido lector, es algo bien antiguo. Asimismo, las técnicas de manipulación de la opinión pública o propaganda han sido refinadas a lo largo del siglo XX y no es algo que se haya dado de forma exclusiva en el siglo XXI. Pero cuando hablamos de posverdad nos estamos refiriendo a algo distinto.

La posverdad es un marco de pensamiento a partir del cual los hechos cobran cada vez menos relevancia en la formación dejando un mayor peso a las emociones y las creencias. Los hechos tienen carácter objetivo y pueden ser sostenidos por su propio peso. Las emociones, aunque son compartidas por los seres humanos, pertenecen a la propia persona que las siente. En ese sentido, disponen de un carácter subjetivo. Pero que pertenezca a la propia persona no implica que carezca de poder social.

Hay autores, como Hume, que sostienen que las emociones juegan un gran papel en la construcción de la moral. Así mismo, otros autores como Adam Smith señalan el papel que tiene ponerse en el lugar del otro a través de la simpatía de pensamientos y sentimientos en la construcción de la moral. El binomio moderno de la razón frente a las emociones nos puede ser útil para una primera aproximación a la posverdad, por supuesto, es una simplificación de cuestiones bien complejas que trataremos de ir abordando en futuros artículos.

Por tanto, la posverdad y las fakes news aunque están relacionadas no son lo mismo. La posverdad es el marco de pensamiento a partir del cual tienen cabida las fake news. Y no sólo las fake news, también las campañas de desinformación social a través de tergiversaciones y escenarios ficticios dirigidas a un público objetivo o bien para potenciar una idea, distorsionar la mirada sobre la realidad, alentar un movimiento social o para destruir determinadas concepciones de la opinión pública.

A bote pronto, si nos paramos a pensar en la racionalidad frente a la emocionalidad se nos viene a la cabeza la imagen de El Pensador de Rodin como símbolo de la racionalidad y respecto a la emocionalidad nos imaginamos a alguien con el corazón encogido. Quizás esta imagen que se nos ha venido a la cabeza está influenciada por el meme, o quizás el meme no haga más que mimetizar las propias metáforas que median en nuestra relación con el mundo exterior a través de la adquisición del conocimiento

No crean que la manipulación de la opinión pública se basa meramente en despertar pasiones tanto negativas como positivas en las personas. El mecanismo es generar un entorno en el cual los mensajes que decidan transmitir sean captados a través de la inmediatez de la afectación de las emociones sin que haya un espacio y tiempo dedicado a la reflexión crítica sobre dicho mensaje. ¿Cómo se consigue esto? A partir del sensacionalismo, la viralización y la utilización de unos códigos culturales que apelan a nuestras creencias -y no nos referimos a creencias de índole religiosa únicamente- para dotar al mensaje de apariencia de fiabilidad y seguridad. El objetivo es cristalizar un mensaje en la opinión pública a través de técnicas que se han depurado a lo largo de décadas.

Fuente: http://www.ifla.org/publications/node/11174

Aunque se trabaje con la inmediatez de las RRSS, las estrategias son escalables y sólo con llegar a la suspensión del juicio de algo sobre lo que disponíamos de certeza ya puede implicar un éxito constatable para dichas campañas. Pero este siempre será un paso intermedio para un objetivo posterior que es transmitir un mensaje concreto, al final se trata de hacer calar un mensaje en la opinión pública. Para confrontar este tipo de campañas se han desplegado principalmente fact checkers como mecanismos para la constatación de las fuentes.

Hay otro mecanismo que ha demostrado ser de alta eficacia frente a la “infodemia”: el humor. La comedia es un arte de gran utilidad para resaltar aquellos elementos imperfectos o defectuosos de lo que contemplamos. Por supuesto, también falta un elemento muy importante que no podemos dejar de utilizar: el tribunal de la razón como fortaleza del pensamiento crítico. Pero para eso se requiere de recogimiento y de reflexión sosegada. La pregunta es: ¿cuánto tiempo estamos dispuestos a dedicarle a la conformación de nuestra opinión pública?

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