El nuevo Rey de Europa
En 1815 tuvo lugar el Congreso de Viena. En él, un austriaco, Metternich, tejió un sistema conservador de alianzas, pesos y contrapesos para garantizar una Europa estable y pacifica: El Concierto de Europa. El sistema quebró cuando el joven y romántico Napoleón III quiso revolucionar el continente de forma apresurada bajo un renovado liderazgo francés. Si el paralelismo se justifica, solo el tiempo lo dirá.
Con la salida de Merkel, la UE pierde de hecho su presidenta de facto. Merkel gobernaba este pseudoimperio europeo desde una posición de consenso: acercando posturas de países con intereses muy diversos y logrando cierta armonía bajo un liderazgo elocuente, moderado y conciliador.

En los debates electorales en Alemania durante las recientes elecciones federales la política exterior del país ha sido un tema pasado por alto, y la UE en particular, prácticamente ignorada. Algo que ha sorprendido y quizás también decepcionado. Pero muy posiblemente es indicativo del relevo que vamos a presenciar en los próximos meses: el liderazgo de la UE se va a desplazar a París. Es el momento que tanto ansiaba Macron, el mandato francés en la UE va a ser fundamental y diferente al alemán. Habrá que esperar a las elecciones francesas en abril para ver al presidente de la Republica ejercer plenamente como “presidente” de Europa. ¿Qué podemos esperar?
Una necesidad interna
Macron tiene dificultades para mantener su popularidad alta, se cuenta entre los presidentes con menos aceptación de la V República. En paralelo, Le Pen lidera el partido de extrema derecha más importante de Europa Occidental. Pese a que el sistema electoral francés de dos vueltas prácticamente garantiza que un partido de extremo no se haga con el Elíseo, es de esperar que Macron use su posición como líder de la UE para ganar apoyos en casa y convencer aquellos electores más escépticos.
Cabe recordar que en las pasadas elecciones al Parlamento Europeo Macron se presentó al electorado francés como el siguiente líder de la UE, mientras que Le Pen aceptó el duelo y animó a los franceses a convertir aquellas elecciones en un plebiscito a Macron. Pese a ser un enfrentamiento simbólico, Macron lo perdió. Evidentemente está obligado a no dar nada por hecho y a ganarse el respeto y respaldo de sus ciudadanos. Esto se conseguirá dotando a la UE de un carácter marcadamente francés. Macron busca convencer a sus conciudadanos que él es quien puede poner a Francia al volante de Europa, nadie más.

Un acelerador para la integración y la autonomía estratégica
Paris aprovechará las tendencias que se configuran en la arena internacional para empujar a la UE hacia la dirección que siempre ha buscado: más integración y más autonomía estratégica. Francia no siente incomodidad alguna al ver como EEUU pierde interés por el viejo continente y fija su mirada en el Pacífico, más bien al contrario: refuerza aquella idea de Macron cuando expresó en 2019 que la OTAN está en estado de muerte cerebral. El Brexit, además, puede haber sido un alivio para los halcones de la capital gala: Gran Bretaña era el palo en la rueda que evitaba cualquier avance significativo en materia de defensa europea. Paris tendrá por fin todas las herramientas para avanzar hacia una Europa con dientes y garras.
Los EEUU por su lado, no han cejado de dar argumentos que refuerzan esta cosmovisión francesa de “menos Atlántico y más Europa”. EEUU gestionó la salida de Afganistán sin tener en cuenta a sus socios europeos, ya que la retirada no se coordinó entre los miembros de la OTAN, abandonando sin más a sus aliados. De hecho, Joe Biden solo decidió llamar a uno de ellos (al Premier británico) cuando se filtró a la prensa que la Casa Blanca en ningún momento se molestó en buscar comunicación. No fue un tema menor, algunos estados europeos tuvieron que abandonar colaboradores en Kabul dado que sin el paraguas norteamericano no podían garantizar una extracción segura.
El reciente caso concerniente al pacto de seguridad AUKUS entre los países anglosajones de Australia, Reino Unido y EEUU, que enfatiza de nuevo la prioridad del Pacífico, ha tenido la consecuencia colateral de que Australia cancele un contrato de 34 mil millones de euros firmado en 2016 con Francia, para hacerse con submarinos de propulsión diésel y eléctricos.
Más allá de la “traición” contractual australiana, una vez más, este pacto de seguridad se ha hecho sin tener en cuenta a la vieja Europa. De hecho, China incluso ha intentado capitalizar el orgullo herido de Francia en busca de ahondar en una posible brecha atlántica. Recordemos que una crisis entre Washington y Paris no sería nada nuevo: Bajo De Gaulle Francia ya abandono la OTAN una vez.
🇫🇷 | Emmanuel Macron llama a la creación de un ejército europeo https://t.co/31C5ufKASo pic.twitter.com/7LzCf8UosZ
— teleSUR TV (@teleSURtv) November 6, 2018
Así que tras la consolidación de Macron como el nuevo líder de Europa es muy probable que la UE acelere sus iniciativas de integración, defensa y autonomía estratégica, consolidando, además, la idea de la “Europa de las dos velocidades”: Francia no va a tener inconveniente en dejar atrás al que no quiera seguirle el ritmo. Todo ello presenta un escenario muy distinto para los estados miembros de la UE. El liderazgo elocuente y conciliador será sustituido por uno de corte napoleónico: rápido, agresivo y ambicioso. Y ello puede constituir un error fatal.
Los desafíos al estilo francés
La UE tiene múltiples crisis abiertas, todas ellas graves. Por un lado, más integración política significa menos soberanía de los Estados miembros y eso, forzosamente, tensa aun más aquella paradoja que pone en pie de duda la legitimidad de toda la UE: más integración es menos democracia. Tensar más esa cuerda puede hacer que se rompa. Forzar mayor integración bien seguro provocará aun más euroescepticismo. Podría ser demasiado para algunos países, como para Italia. El escenario cada vez más plausible de Salvini en los mandos de Roma podría provocar un seísmo entre los miembros fundadores de la Unión.
Por otro lado, todo el bloque oriental de la UE tiene interés cero en alejarse de la OTAN y los EE.UU. Para estos países la OTAN es la garantía de su seguridad frente a una Rusia hostil y con ello no van a jugar. Cada paso que Francia decida hacer alejándose de la Alianza Atlántica, se traducirá en un paso más de estos países en su propio proyecto regional: La Iniciativa de los Tres Mares, patrocinada principalmente por EE. UU. y Polonia. Europa del Este antepondrá siempre a Washington por encima de Paris o Bruselas. Macron haría bien en tener muy en cuenta el Intermarium cuando lance adjetivos peyorativos a la OTAN.

La complejidad de la UE requiere mucho tacto, conjunción de intereses y delicadeza ante un experimento frágil por naturaleza. Macron debe entender que la única forma de gobernar Europa es aquella de su predecesora. Ir demasiado rápido puede hacer caer a unos, no escuchar a todos puede hacer caer a otros.
No hacer nada puede dejar Europa en la irrelevancia internacional hacia la cual se dirige de forma somnolienta. La diferencia entre un liderazgo germano y uno galo es que Alemania lleva sin mayor problema ser un actor menor en la arena internacional pese a su mastodóntico peso económico en el mundo. Francia, en contraste, entiende que su lugar por derecho es entre los que moldean la historia y, de ser posible, a la cabeza de Europa. Alemania podía avanzar el proyecto europeo al paso que fuera necesario, Francia no.