El oro azul que la naturaleza brinda ¿gratuitamente?

El pasado 22 de marzo se celebró el Día Internacional del Agua, efemérides desde 1993 y materia de especial preocupación en los últimos veinte años. El derecho humano al agua es reconocido por la ONU en 2010 y desde entonces, son numerosos los acuerdos y actos en materia de gestión hídrica.
¿Es suficiente el agua dulce disponible para el abastecimiento mundial? La respuesta de la ONU es afirmativa pero solo si las políticas se anticipan al déficit consecuente de la progresiva demanda. Con el ánimo de abordar este asunto, se constituyó el pasado año el Decenio Internacional para la Acción, Agua para el Desarrollo Sostenible, que finalizará en 2028. El objetivo principal de la ONU es la concienciación gubernamental, empresarial y civil para la adhesión a programas de gestión medioambiental ya existentes.
Tic, tac… Quedan 10 años para el examen
Tres años antes se había aprobado la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible (2015-2030) en el seno de la Asamblea General de las Naciones Unidas, para instar a los Estados miembros a aunar esfuerzos para enfrentarse a los retos del planeta. Se establecieron 17 objetivos “para transformar nuestro mundo” en los siguientes quince años. Todos estos retos están profundamente vinculados entre sí y es prácticamente imposible no relacionar consumo responsable, pobreza o cambio climático con la huella hídrica.
Para acentuar esta problemática con mayor ahínco, la ONU presenta su sexto objetivo: “Agua limpia y saneamiento”, con ambiciosas metas y numerosos hándicaps que resolver hasta entonces. El año 2030 es la fecha límite para la muestra de resultados. De momento, los Estados tendrán que lidiar con higiene, seguridad alimentaria, saneamiento, contaminación o desastres naturales. En la actualidad, las áreas más damnificadas son Asia (Sudoriental, Oriental, Meridional y Central) y África (Subsahariana).
Para la evaluación del cumplimiento de los ODS, en España se han unido organizaciones como World Wildlife Fund (WWF), Oxfam Intermón y UNICEF. Hace unos meses, WWF publicó un post sobre la evolución de la Agenda 2030 tres años después de su puesta en marcha. Además de estudiar qué se había logrado y qué queda pendiente por hacer, WWF señaló medidas para reducir el impacto como la reducción del uso del agua a través de una alimentación sostenible, entre otras.
“Agua virtual” en la alimentación y la moda
El crecimiento demográfico y la demanda global de agua asociada a la industrialización, producción y consumo, se unen a otros debates actuales sobre la exacerbada desigualdad en el acceso al agua o el cambio climático. Se prevé que la población mundial en 2030 sea de 8.600 millones de personas, es decir, 1.000 millones más para un recurso finito, como es el agua potable. El llamado nexo agua-alimentos-energía se ve cada vez más afectado y desequilibrado: cada vez ingerimos más calorías per cápita, el incremento de población requerirá un mayor esfuerzo ambiental.
En la actualidad, más de 2.100 millones de personas no tienen acceso a agua potable en términos correctos de seguridad. La escasez de agua se une a la hambruna por la imposibilidad de la producción de alimentos, a la inexistencia de infraestructuras para la potabilización y por ende, al alza de los precios de agua, alimentos y energía. La mayoría de los países en vías de desarrollo se encuentran ante el gran riesgo que ello supone a su supervivencia más inmediata.
Sin embargo, no sólo países de África o Asia – los dos continentes más afectados – se encuentran ante este problema: otras poblaciones de países más desarrollados económicamente afrontan serios retos en el abastecimiento y saneamiento de agua diarios. En Canadá, Dinamarca, Holanda y Australia se localizan las poblaciones con el agua a mayor coste, según la Fundación Aquae. Precisamente, desde países occidentales con mayor holgura económica se escuchan voces críticas sobre el consumo irresponsable en dos sectores: la industria agroalimentaria y la industria de la moda. Se ha demostrado que ambos sectores requieren grandes cantidades de agua para su producción, elaboración y transformación. El “agua virtual” es la que se encuentra presente en estos procesos, la indirectamente utilizada por el individuo cuando consume.
No podremos presentarnos ante el examen que plantea la Agenda 2030 sin plantearnos nuestra cotidianidad y su directa repercusión sobre el medio ambiente. ¿Qué consumimos y cuál es la huella de nuestros actos?
Cada vez son más recurrentes las campañas de concienciación que asocian el consumo de carne con sus riesgos medioambientales colaterales. El sector ganadero ha encontrado en estos últimos años un elevado número de detractores que lo acusan de ser el mayor responsable de la emisión de gases (metano) que propician el efecto invernadero, por delante, incluso, del sector del transporte.
No sólo son preocupantes los gases emitidos sino el tema que aquí se aborda: la cantidad de agua que requiere la industria alimentaria. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) señaló que son necesarios unos 15.000 litros de agua para generar un kilogramo de carne, así como el alto impacto hídrico para incrementar la productividad de frutas u hortalizas. Con sus datos, hemos elaborado un menú del día, basado en 5 comidas, que cualquier adulto de un país desarrollado podría realizar:
Menú del día
1 café con leche en vaso
1/2 vaso de zumo naranja
1 tostada de pan con tomate
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1 manzana
1 filete de ternera con patatas
1 naranja de postre
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1 té a media tarde
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1 hamburguesa
1 vaso de una bebida alcohólica (vino o cerveza)
Para este menú son necesarios 9.500 litros de agua, aproximadamente. (Fuente: FAO). Además, son objeto de preocupación internacional dos factores: por una parte, el estrés hídrico de las regiones productoras de frutas, verduras y hortalizas y por otra parte, la cantidad de comida que diariamente se desperdicia, sobre todo en el “primer mundo”. En España, se ha calculado que los alimentos desperdiciados diariamente por persona, suponen uno 130 litros de agua.
Por otro lado, el sector de la moda requiere anualmente de 93.000 millones de metros cúbicos de agua, cantidad necesaria para abastecer a 5 millones de personas. Solo conseguir un kilo de algodón y su posterior tratado, tinte, corte y confección, puede necesitar hasta un total de 13.000 litros de agua. Fabricar la ropa que ahora mismo llevamos encima supone un gran perjuicio para la huella hídrica del planeta. ¿Un ejemplo?
Unos vaqueros, una camiseta de algodón, unas zapatillas, ropa interior y un cinturón. En total, se habrían necesitado unos 15.950 litros de agua para producir lo que llevas puesto mientras lees este artículo. El consumo exacerbado de agua para la producción de un conjunto básico es preocupante pero no lo es menos la cantidad de micropolásticos que se liberan al océano, cada vez que lavamos alguna de estas prendas.
La industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo, solo por delante se encuentra el sector petrolífero. La tercera meta del sexto ODS de las Naciones Unidas reza de la siguiente manera:
“De aquí a 2030, mejorar la calidad del agua reduciendo la contaminación, eliminando el vertimiento y minimizando la emisión de productos químicos y materiales peligrosos, reduciendo a la mitad el porcentaje de aguas residuales sin tratar y aumentando considerablemente el reciclado y la reutilización sin riesgos a nivel mundial”
Pues bien, el 20% de las aguas residuales que se producen en el planeta proceden de esta industria. Algunas empresas famosas han dirigido sus políticas de responsabilidad social hacia un uso sostenible de los recursos y de un mayor aprovechamiento y reutilización de materiales reciclados. La búsqueda de la optimización de la fabricación, con la menor cantidad de agua requerida en los procesos industriales, mayor eficiencia en la gestión hídrica y el uso de nuevos métodos ahorrativos, son fundamentales para la sostenibilidad.
Al otro lado de la balanza, la superproducción de las empresas “fast fashion” de prendas en cadena, de bajo coste y alto impacto medioambiental, sigue en auge. Incluso algunas organizaciones sociales denuncian a las grandes empresas textiles de realizar campañas de marketing “de maquillaje” para visibilizar las buenas prácticas frente a la realidad.
Parafraseando uno de los eslóganes de Naciones Unidas: “el agua es el vínculo entre el ser humano y el medio ambiente”, utilicemos el oro azul (transparente) que la naturaleza brinda gratuitamente, controlando la sobreexplotación y contaminación derivada de la actividad humana. Desde esta parte del planeta, con las herramientas que poseemos, debemos cuidar el consumo de agua de manera sostenible y responsable.
Por fortuna, el debate ha evolucionado en los últimos años, ampliándose a partidos políticos de distinta índole, Pymes y grandes empresas, a la sociedad civil en general, y ha impulsado la cooperación internacional público-privada. Las medidas no deben ser politológicas sino técnicas, con soluciones prácticas a sectores como los anteriormente mencionados.
El reloj sigue corriendo: en poco más de 10 años pasaremos revista al cumplimiento de los ODS, a gobiernos, organizaciones y sociedad civil. Si el modelo productivo y el de consumo asociado a éste no cambian, tendremos serios problemas para afrontar la alimentación diaria.