El pacto de Rusia y Turquía en Libia, y la debacle de Haftar
El colapso de la ofensiva del general Haftar contra Trípoli en Libia, aunque ha recibido muchas interpretaciones militares, en realidad obedece a negociaciones políticas entre grandes potencias al margen de los actores locales o del resultado de combates sobre el terreno.
La principal explicación de las recientes retiradas del LNA de Haftar, reside en algún tipo de pacto (cuyos detalles se desconocen) entre Turquía y Rusia a comienzos en enero de 2020.
Rusia y Turquía habían llegado a un entendimiento por el que se repartían las influencias en Libia. No obstante, para implementar los detalles de ese entendimiento, se necesitaba que tanto el LNA de Haftar como el GNA de Sarraj llegaran a algún tipo de pacto por el que repartirse el poder en Libia.
Sin embargo, Haftar se negó a tal acuerdo con el GNA y rechazó las presiones rusas, momento desde el cual Rusia comenzó a retirarle su apoyo. Hay que recordar que Haftar, había comenzado en abril de 2019 el asalto contra Tripoli para tomar el control militar de toda Libia y acabar con el gobierno del GNA.

También debe recordarse que Haftar, como líder de facto en el este de Libia (Cirenaica), llevaba desde 2014 luchando contra el islamismo que representa el oeste libio (Tripolitania), cuando inició la Operación Dignidad con la que zafarse de la agenda islamista (imponer la sharia, etc) que el gobierno de Trípoli quería establecer en Libia el entonces gobierno del GNC.
Desde ese momento, Haftar fue consolidando su poder en Cirenaica, expandió su control al sur y la región de Fezzam (llegando a acuerdos con los tebu, tuareg, etc). En 2019, tras llegar a pactos con tribus de la propia Tripolitania, se preparaba para tomar el control de toda Libia.

Esta determinación de Haftar de unificar el país y librarlo de la influencia islamista de potencias como Catar y Turquía (que actualmente apoyan al GNA de Trípoli), están muy enraizadas en la historia de Libia y cómo se fue configurando a través de luchas y pactos entre diferente tribus y regiones (como explico en este artículo).
En un primer momento, Haftar contaba con el apoyo ruso y de un contingente significativo de mercenarios de Wagner. Además, recibía el apoyo de grandes cantidades de dinero saudí y de apoyo técnico militar de Emiratos Arabes Unidos (Abu Dhabi), destacando sistemas de defensa aérea Pantsir y drones. También Haftar tenía el apoyo de Francia, Estados Unidos y otras potencias como Egipto (opuesto a la agenda islamista de Catar y Turquía).
Todos estos respaldos a Haftar, además de una hábil política tribal por la que se fue ganando el apoyo de múltiples facciones, milicias y tribus (prometiendo repartir los despojos que dejaría el GNA en su derrota) a medida que avanzaba 2019, la posibilidad de tomar trípoli y la gran superioridad militar de Haftar, se iba haciendo más probable, dejando al GNA en una posición muy difícil.
No obstante, en noviembre de 2019 el GNA de Trípoli llegó a un acuerdo con Turquía sobre la Zonas Económicas Exclusivas y varios acuerdos de cooperación económicas. Este acuerdo, fue una tabla de salvación para el GNA y Sarraj.

Como explico en este artículo, en el mediterráneo oriental hay una fuerte competición energética en la geopolítica de gaseoductos. Lo más esencial es que hay comunión de intereses entre Rusia y Turquía para tener una suerte de oligopolio en el suministro a Europa de gas y energía, lo que implica bloquear los proyectos del ducto Eastmed (entre otras muchas cuestiones).
Rusia, por su parte, pretende asentarse en Libia de manera indefinida, tener la posibilidad de desplegar militarmente (o al menos un gobierno amigo, no bases militares permanentes necesariamente) en esa zona del Mediterráneo, y sobre todo poder explotar los recursos libios.
Para consolidarse en Libia, a Rusia no le interesa que haya un líder libio demasiado fuerte e independiente, sino que le interesa que su cliente local dependa de su apoyo militar. Lo mismo podría decirse de Turquía respecto al GNA y Sarraj.
Rusia, por tanto, en el fondo no apoyaba una victoria militar arrolladora de Haftar en Libia. Y Turquía, una vez llegó a un acuerdo con el GNA, comenzó a desplegar fuerza militar (tanto milicianos sirios para hacer de fuerza de choque improvisada; como equipo militar técnico especializado de las fuerzas armadas turcas)
Una vez en enero Haftar se negó a pactar con Sarraj en el marco que habían acordado Turquía y Rusia, comenzó a caer en desgracia y su impulso militar y político (que le había llevado a las puertas de Trípoli) a desvanecerse. Rusia, comenzó a retirar su apoyo en operaciones ofensivas, algo a lo que solo se prestaba Emiratos Arabes.

Turquía desplegó fragatas con las que anular la eficacia de los drones emiratíes (desde las que disparaba misiles superficie-aire) para negar la superioridad aérea del LNA. Al mismo tiempo, los turcos desplegaron sus propios drones de ataque, que comenzaron a explotar la supremacía aérea y desgastar a las fuerzas del LNA.
El apoyo técnico de los rusos al LNA también se fue reduciendo, lo que probablemente explique que los drones turcos pudieran destruir varios de los sistemas antiaéreos Pantsir emiratíes que luchaban junto al LNA. El 26 de mayo de 2020, los rusos de hecho retiraron a Wagner de primera línea hasta el sur de Libia.
Esta maniobra rusa debe entenderse en la relativa caída en desgracia que tuvo Haftar al no querer pactar con Sarraj e intentar ir por libre. El resto de apoyos de tribus y milicias que le quedaban a Haftar en Tripolitania, al observar que ya no tenía el apoyo ruso y el GNA con el apoyo de Turquía se convertía en un nuevo poder militar a tener en cuenta, se desbandaron del liderazgo del LNA.
A pesar de los graves sucesos sobre el campo de batalla en Libia, Haftar encontró refugio en Egipto. El presidente egipcio Sisi, alarmado por los avances del GNA y Turquía, el 4 de junio hizo la declaración de El Cairo, que básicamente significaría la rendición en la práctica del GNA (motivo por el que ha sido rechazado por Sarraj y Erdogán).
Debe recordarse que Egipto está enfrentado a Turquía (y Catar) no solo por la cuestión de la agenda islamista (recordemos que derrocó en 2013 a Morsi), sino que también tienen intereses enfrentado en la geopolítica de ductos en el Mediterráneo oriental (como explicaba en este artículo), así como una larga historia de guerras y conflictos desde que Egipto se independizó del Imperio Turco en el siglo XIX.
Para Egipto, que Turquía vuelva a tener presencia en Trípoli y Misrata (lugares históricos del imperialismo turco en Libia) es una vuelta al siglo XIX. Por ese motivo, hizo la declaración de El Cairo y una demostración de fuerza junto a la frontera con Libia.
Los rusos, por su parte, parece que han puesto la línea roja de los avances del GNA en Sirtre y la base de Al-Jufra (donde desplegaron varios MiG-29 y Su-24). Aunque las informaciones no son posibles de confirmar plenamente, parece ser que Rusia estarça buscando alguna alterna a Haftar dado su comportamiento poco dócil a sus intereses. Pero que ello degenere en una desintegración del LNA y el caos en el sur (Fezzam) y el este (Cirenaica) libios es evidente. Del mismo modo que una desintegración del LNA podría ser una invitación a que el GNA pase la línea roja de Sirtre y Al-Jufra (donde están desplegados los mercenarios de Wagner una vez se retiraron de Tripolitania), lo que podría llevar a un enfrentamiento directo entre Turquía y Rusia.
En estos momentos, Rusia apoya la declaración de El Cairo mientra que Turquía no, lo que podría traslucir que actualmente no hay el marco de entendimiento claro que había en enero. La posición europea es básicamente poco relevante en el devenir de los acontecimientos sobre el terreno en Libia, o en los acuerdos que puedan llegar realmente el GNA y el LNA y las principales potencias internacionales implicadas. Por su parte, los Estados Unidos siguen una línea de actuación muy errática.
En conclusión, los vaivenes militares y las superioridades en el campo de batalla que se han podido observar estos meses en Libia, no son producto de un desempeño técnico o táctico superior de algunos de los bandos enfrentados, logrando transformar su superioridad militar en ventajas políticas.
Al contrario, han sido los vaivenes políticos entra potencias internacionales los que han dado el marco político-militar por el que luego se generó una superioridad militar y sobre el campo de batalla. Una vez el juego de alianzas, pactos y alineamientos cambiaba (como Haftar después de no pactar en enero) la situación militar se altera de manera sustancial.