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La llegada al poder de los Talibán en Afganistán se vio con alivio desde Islamabad. Al fin, tras años de lucha contra la invasión estadounidense y el gobierno apoyado por esta, que consideraban como próximo a la India, una fuerza apoyada por Pakistán conseguía hacerse con el poder en Afganistán.

Así, Islamabad conseguía por fin esa ansiada profundidad estratégica que tanto buscaba frente a la India y evitaba un gobierno favorable a Delhi en Kabul. Sin embargo, las cosas rápidamente se torcieron y desde la toma del poder por los Talibán la situación de seguridad ha empeorado significativamente en Pakistán.

Bandera de Tehrik-i-Taliban (Talibán paquistaní)

Orígenes de un doble juego arriesgado

Durante la invasión estadounidense de Afganistán Pakistán jugó un papel doble. Por un lado continuaba apoyando y dando refugio a los Talibán y, por otro, apoyaba la invasión convirtiéndose en un punto logístico fundamental y permitiendo a EE. UU. utilizar su territorio contra los mismos Talibán a los que apoyaba, especialmente por medio de ataques de drones.

Los insurgentes afganos contaban con apoyo popular pakistaní en las regiones fronterizas con Afganistán y, presionado por EE. UU., el gobierno pakistaní comenzó a reprimir a esa población que simpatizaba con los Talibán y les daba refugio. A medida que se endureció la represión, las distintas milicias que operaban en la zona decidieron unirse en un solo grupo para luchar contra el gobierno pakistaní con los Talibán afganos como inspiración, tanto es así que incluso deciden copiar su nombre, surgiendo en 2007 bajo la denominación de Talibán pakistanís (TTP).

Los objetivos del grupo, aparte de apoyar la lucha de los afganos contra EE. UU., seguían el mismo patrón que los de su contraparte afgana, derrocar al gobierno pakistaní y establecer un sistema basado en la sharía.

Es importante aclarar en este punto que no hay que ver a los Talibán de Pakistán como una sucursal o división de los Talibán afganos en Pakistán. Son formaciones aliadas, con una historia y experiencia común, pero son dos organizaciones independientes cada una con sus propias estrategias, liderazgos, estructuras y mando, no existiendo una relación de subordinación y dominio entre ellas.

Áreas tribales de Pakistán donde los Talibán tenían mayor presencia. En 2018 dejaron de existir para fusionarse con la provincia de Jaiber Pastunjuá. Al Jazeera

Los Talibán pakistanís pronto comenzaron a expandirse e iniciaron una campaña de terror que destacaba por su crueldad y los ataques indiscriminados no sólo contra las fuerzas de seguridad pakistanís (su objetivo en teoría) sino contra civiles. Además, lograron tener el control de las áreas tribales de la provincia de Jaiber, al noroeste de Pakistán en la frontera con Afganistán.

Los TTP continuaron con su carrera sangrienta poniendo en jaque al gobierno pakistaní hasta aproximadamente 2014, cuando la sucesión de ataques con drones americanos y las diferentes operaciones del ejército pakistaní redujeron su presencia en la provincia de Jaiber considerablemente dificultando la continuación de su campaña terrorista. Aquí y como suele ser habitual, es cuando surgen las tensiones internas.

Cuando el grupo pierde su potencia inicial y su capacidad para organizar ataques a gran escala, se comienza a cuestionar la dirección de este. Su naturaleza fundacional de unión de milicias hacía que fuera cuestión de tiempo que comenzaran las escisiones y así fue. Además, en 2013 la muerte de su líder Hakimullah Mehsud agravó aún más la lucha interna por hacerse con el control de la organización, acelerando así ese proceso de escisiones.

Algunos se unieron al estado islámico y otros volvieron a sus milicias originarias debilitando aún más al grupo y obligando a lo que quedaba del mismo a abandonar Pakistán y refugiarse en Afganistán.

El grupo continuó operando, aunque a una escala mucho más reducida y trabajando con los Talibán afganos contra la ocupación estadounidense. Este momento es clave pues, sin el apoyo de sus amigos afganos, es muy probable que los TTP ya ni si quiera existieran y sin ninguna duda no tendrían la fuerza que tienen hoy. Las autoridades pakistanís llegaron a acusar al NDS, el servicio de inteligencia afgano, de apoyar a los TTP.

En esta misma línea, si el apoyo afgano les mantuvo con vida, el nuevo liderazgo de Noor Wali Mehsud supone una inyección de vigor que reconstituyó el grupo de sus cenizas. Mehsud se hizo con el control del grupo en 2018 y comenzó a enmendar algunos errores del pasado. Primero redujo la violencia indiscriminada de los ataques, pues habían aumentado mucho la presión de las fuerzas de seguridad sobre la organización y habían reducido el apoyo popular a su causa. Conjuntamente, también hizo llamamientos a la unidad para reabsorber a aquellos grupos que se habían escindido.

La estrategia tuvo éxito y sólo en 2020 más de diez organizaciones yihadistas diferentes juraron su lealtad a los Talibán pakistanís. También redujo el tono sobre la yihad global de organizaciones aliadas como Al Qaeda para centrarse en Pakistán, llegando a declarar que no tenían ninguna agenda global y que sus acciones se centrarían únicamente en el gobierno pakistaní en un intento de reducir la presión internacional (especialmente de EE. UU.) sobre ellos.

En este contexto, con unos Talibán pakistanís reorganizándose y creciendo gracias al apoyo afgano, llega la toma de Kabul y la retirada estadounidense. En este momento, según la ONU, el grupo tiene entre 4.000 y 10.000 miembros.

Pakistán recibió de buen agrado la toma de Kabul por los “talibán buenos” ya que esperaban que les ayudaran a lidiar con los TTP. Al principio pareció que así iba ser, aunque los Talibán afganos no traicionaron a los pakistanís si actuaron como mediadores para conseguir un alto el fuego que se inició en mayo de 2022 y en junio se convirtió en indefinido.

¿Qué pedía cada uno en las negociaciones de paz? Por un lado, el TTP pedía la retirada de las fuerzas pakistaníes de las áreas tribales, su aplicación extremista de la sharia y la liberación de sus presos. Por otro, el gobierno exigía la disolución del grupo, el fin de las relaciones con otros grupos armados, la aceptación de la constitución de Pakistán y la colaboración de Afganistán para evitar que su territorio fuera usado como retaguardia por grupos insurgentes que atacan a su país.

Las exigencias de ambos bandos llevaron al proceso a un punto muerto y las autoridades pakistanís acusaron a los TTP de utilizar el alto el fuego para rearmarse y volver a atacar.

Finalmente, en noviembre de 2022 el TTP anunciaba el fin del alto el fuego argumentando que las operaciones militares en las áreas tribales eran constantes. Reivindicaron un atentado del día 16 de noviembre que mató a seis policías cerca de Peshawar y el mensaje para sus militantes era claro “atacad por todo el país”.

En esta situación vemos como a Pakistán le ha salido muy caro su apoyo a los Talibán, que no están dispuestos a abandonar a sus compañeros pakistanís. Por lo tanto, ¿qué opciones tiene Pakistán?

La encrucijada pakistaní

Pakistán continúa presionando a los Talibán en Kabul para que actúen contra los TTP. Este mismo enero el gobierno pakistaní advirtió que iban a tener tolerancia cero con el terrorismo y prometieron que no se permitirá a ninguna nación acoger a militantes que perpetren ataques contra Pakistán en una referencia más que evidente a Afganistán.

Por si no había quedado lo suficientemente claro, el ministro de defensa pakistaní declaró en una entrevista que los TTP provenían de Afganistán y que su mayor presencia se produje bajo la autoridad del nuevo gobierno de Kabul, dejando abierta la posibilidad a atacar a Afganistán.

A los Talibán afganos no les hicieron ninguna gracia estas declaraciones y el ministro de defensa, el Mulá Yaqoob, hijo del histórico fundador de los Talibán el Mulá Omar, retó a Pakistán diciendo que los afganos tenían una amplia experiencia protegiendo su país y negó que los Talibán pakistanís tuvieran presencia alguna en Afganistán.

Pakistán tiene un ejército poderoso y otra opción podría ser lanzar una operación militar contra Afganistán, ya que el frágil estado afgano no podría resistir. Sin embargo, esto presenta varios retos, en primer lugar, alinear a los Talibán en su contra supondría tener un gobierno hostil en Kabul, algo que desde Islamabad querían evitar desde el principio. Asimismo, una operación militar de cierta envergadura tendría unos costes económicos que la economía pakistaní no puede asumir.

Esta es otra de las derivadas de la situación de seguridad en Pakistán. Su estación económica está al borde del colapso y con el desplome de la rupia pakistaní las exportaciones de las que dependen tienen unos costes inasumibles y el país ya se encuentra sin reservas de divisa extranjera para afrontar los pagos exteriores. China y Arabia Saudí han prometido préstamos para aliviar la situación del país, pero aún no se han materializado en su mayoría y las cantidades prometidas son insuficientes en cualquier caso.

Pakistán se encuentra en una encrucijada. Una trampa que se han tendido ellos mismos. El apoyo que prestaron desde el primer momento a los Talibán en Afganistán pensando que podrían controlar la organización se ha vuelto en su contra  y ahora Kabul, lejos de ser un proxy de Islamabad, piensa por sí mismo y va por libre.

En muestra de esa autonomía, no está entre los planes afganos entregar a sus compañeros pakistanís, dejando a Islamabad a merced de los Talibán y su voluntad para presionar o no a los TTP para que abandonen su lucha contra el gobierno de Pakistán.

Islamabad jugó durante muchos años a un doble juego apoyando a EE. UU. contra los Talibán al mismo tiempo que apoyaba a los Talibán contra EE. UU. y ahora es victima de esta misma dualidad con unos Talibán afganos aliados tanto del gobierno Pakistán como a la mayor amenaza al mismo, los Talibán Pakistanís.

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