El Procès ¿conflicto interno o un problema de injerencia extranjera?
Sólo un necio podría hablar de conflictos internos en un mundo gobernado por una corriente globalista que favorece los intercambios culturales y económicos transnacionales.
Si bien es cierto que las apariencias pueden crear confusión, la realidad no deja de ser, por lo que el significante de “conflicto interno” ha sido vaciado y los intereses de terceros actúan en forma de buitres esperando la carroña. ¿Es por tanto el fenómeno independentista catalán un hecho súbito? ¿O hay una mano negra detrás que mueve sus hilos?

Para responder a esta pregunta es imperativo remontarse a los antecedentes históricos, a la evolución del movimiento y a su razón de creación. De este modo lograremos observar con facilidad que persigue y que está dispuesto a hacer para conseguirlo.
Podríamos establecer el origen del pensamiento en los Decretos de Nueva Planta; leyes promulgadas en 1716 por Felipe V, con el objetivo de transformar el modelo territorial de la tradición hispánica y adaptarlo a la organización administrativa centralizada tan típica de los reyes franceses, eliminando los llamados derechos históricos de la región de Cataluña.
Ya en el siglo XIX con el romanticismo en pleno auge surge el llamado “Catalanismo”, que podríamos definir como un movimiento cultural de carácter tradicionalista/conservador que se centra en la exaltación de los valores propios, distinguiendo la cultura catalana de la española y creando una suerte de identidad histórica catalana.
Este movimiento se basa en 3 pilares fundamentales; la apelación a una historia propia y autónoma, la lengua catalana y el derecho civil propio, es decir, elementos que consecuentemente darían paso al llamado “catalanismo político” que, a diferencia de su antecesor, planteó la idea de la existencia de una nación catalana dentro de lo que anteriormente había conformado los territorios peninsulares.

Esta idea fue calando en las elites culturales y políticas catalanas, tales como Josep Torras I Bages o Valentín Almirall, dos de los principales impulsores tanto del regionalismo como del federalismo, y se acabó materializando en las llamadas Bases de Manresa, que vieron la luz en 1892, siendo la base de una constitución de carácter regionalista que creaba oficialmente el catalanismo político con el objetivo de revivir los antiguos derechos perdidos con los Decretos de Nueva Planta a través de una relación de igualdad con la nación española.
Ya en la primera mitad del siglo XX aparece de manera inevitable la primera variante nacionalista del movimiento catalanista, afirmando que Cataluña es una nación, y adquiriendo en la década de los años 20 un formato independentista-insurreccional con la creación de la organización paramilitar Estat Català, impulsada y financiada principalmente por Francesc Macià, un antiguo teniente coronel del Ejército que inició su carrera política con el partido Solidaritat Catalana, donde se impregno de los valores del catalanismo.
En el año 1923 se exilia a Francia donde llevaría a cabo una campaña de patrocinio para realizar determinados actos insurreccionales en España, siendo el más importante el llamado complot de Prats de Molló, que tenía el objetivo de invadir Cataluña a través de Francia con un ejército paramilitar y de este modo provocar un levantamiento generalizado que consiguiese proclamar la República Catalana. Sin embargo, la gendarmería francesa consiguió detenerles y Macià fue desterrado a Bélgica.
Con este hecho, consiguió mucha popularidad entre los simpatizantes del nacionalismo catalán y por eso en 1928 fundó en Cuba el Partido Separatista Revolucionario de Cataluña, el primero que tenía como objetivo conseguir la creación de una república catalana independiente de España.

Con el inicio de la Segunda República en 1931, el Estát Català se une al Partido Separatista Revolucionario de Cataluña, creando el actual partido ERC con el objetivo de presionar al gobierno de la nueva república para crear el futuro Estatuto de Autonomía de Cataluña, siendo Macià, posteriormente, elegido como presidente de la nueva Generalitat de Catalunya.
Esto fue un punto de inflexión para el movimiento independentista catalán pues usaron las instituciones como altavoz para bombardear a la población con valores independentistas, llegando al punto de que su figura fue tomada como ejemplo sobre cómo crear una nueva narrativa política para el nacionalismo fascista reaccionario de las JONS.
Finalmente, con el Régimen Franquista se dio una intensa campaña de opresión contra el movimiento separatista catalán que lo inutilizó casi por completo. Sin embargo, en 1979 empieza a actuar la organización terrorista Terra llure que, si bien causó víctimas mortales, no llegó a tener tanta repercusión como sus antecesores disolviéndose en el año 1991.
Como podemos observar, existe el suficiente caldo de cultivo para que el movimiento suponga una vulnerabilidad para la seguridad nacional, pudiendo ser explotada por actores externos que tengan malas intenciones para con España.
En la actualidad podríamos vislumbrar esta amenaza de una forma más clara con el inicio del llamado procès (proceso de autodeterminación de la nación catalana) en el año 2012, cuando se comenzaron a formar una serie de relatos, grupos y métodos de actuación que podríamos incluir dentro de una estrategia asimétrica o de zona gris.
Una de estas nuevas estrategias aparece durante el 1 de octubre de 2019 cuando se hace pública una entidad en la red llamada Tsunami Democràtic. Ésta tenía como objetivo principal la financiación y coordinación de distintas acciones que llevarían a cabo civiles afines a la causa independentista. Para introducirte, era necesario descargar una aplicación de teléfono a través de su página web.

Ya con la aplicación descargada e instalada, al iniciarla te pedía dos cosas; activar la cámara y la geolocalización del dispositivo. Ya con esto hecho, la propia aplicación te pedía que contactases con alguien de la organización para que te facilitase un código QR como el siguiente; logrando de este modo al escanearlo ser validado y acceder al contenido de dicha aplicación.

Ya dentro, la aplicación permitía enviar mensajes desde la cúpula organizativa a sus miembros, mensajes que, normalmente, tenían un carácter ideológico que más tarde se traducía en la incitación a realizar distintas acciones a gran escala como la ocupación del aeropuerto de Prat o cortar la carretera AP-7, situada junto a la frontera con Francia, con la finalidad de paralizar el tráfico de personas y mercancías.

Además de esto, también daba la opción de modificar distintas preferencias como la disponibilidad semanal u horaria o los recursos que el usuario podía aportar en caso de acudir a una acción coordinada, tales como conocimientos médicos, alimentos etc.
Por otra parte, con la geolocalización anteriormente activada, la propia aplicación notificaba al usuario que acciones se iban a llevar a cabo cerca de su posición, pidiendo la confirmación de asistencia de acuerdo con las preferencias que había seleccionado y facilitando de este modo la coordinación.
De esta manera, también servía de herramienta de contrainteligencia en el sentido de que permitía que los miembros comunicasen a la cúpula información situacional tal como posibles necesidades o la presencia de cuerpos de seguridad, lo cual dificultaba enormemente su actuación a la hora de disolver concentraciones en vía pública o disturbios, pues con esta información la propia plataforma podía pedir más “efectivos” o coordinar acciones violentas como las llamadas tácticas de guerrilla urbana.

Cómo podemos observar por los medios utilizados, más que ante una plataforma civil nos encontramos ante un servicio de seguridad con el objetivo de recolección de inteligencia y coordinación de acciones para causar una desestabilización del orden público y de las instituciones estatales, dificultando de este modo su respuesta.
Teniendo en cuenta que se plantea la hipótesis de que estaríamos frente a una acción en la zona gris habría que tener en la mente un detalle muy importante; el actor que impulsa estas acciones no se involucra más que de manera superficial (y por supuesto extraoficial) pues son los civiles los que realizan todo el trabajo, derivando en meras sanciones administrativas o en la posible aplicación de tipos penales, eludiendo de este modo la responsabilidad internacional que podría surgir en algún momento.
Otro hecho que llama la atención es que, Julian Assange, fundador de WikiLeaks y antiguo colaborador del medio de comunicación RT, y Edward Snowden, exanalista de la NSA exiliado en Rusia, se pronunciaron en repetidas ocasiones a favor del derecho de autodeterminación en Cataluña a través de la antigua red social Twitter, funcionando de este modo como altavoz principal de la propaganda independentista a nivel internacional.
Referendum poster spread in #Catalonia #1o #Votarem pic.twitter.com/tv0d3TGWGz
— Defend Assange Campaign (@DefendAssange) October 1, 2017
Sabiendo esto, me surge la siguiente pregunta, ¿qué interés podrían tener estas dos personas en un proceso totalmente ajeno a su existencia? Tal vez sean adalides de las libertades y de los derechos humanos, quizás hayan comprado el relato independentista pero, ¿cómo es posible que colaboren con un país que ha negado sistemáticamente el presunto derecho de Autodeterminación de Chechenia por medio de la fuerza o que niega determinados derechos humanos a su propia población?
Por otra parte, tenemos a los llamados CDR o Comités de defensa de la república. Nacen con el referéndum ilegal de independencia del año 2017 con el objetivo de luchar por la creación de la república catalana a través de acciones pacificas, que en realidad eran violentas, y organizándose en células independientes entre sí, pero que responden ante una autoridad central asamblearia, lo cual recuerda a la llamada Kale borroka en cuanto a la forma de organización y de actuar.
La Audiencia Nacional ha abierto distintas causas a diferentes miembros de los CDR por delitos de terrorismo, sustentándose en la operación Judas, donde se detuvieron a 19 miembros que planeaban atentar con explosivos como respuesta a los juicios del procès, encontrándonos de nuevo, como ya parece habitual, ante herramienta que se usa en la zona gris; el terrorismo.
Para finalizar, el 28 de octubre de 2020, la Guardia Civil ejecutó la llamada Operación Voloh, en la que gracias a la intervención de varios dispositivos móviles se descubrió que diversos dirigentes políticos catalanes como Carles Puigdemont habían tenido distintos contactos con funcionarios del Kremlin buscando apoyo para el proyecto independentista catalán.
Actualmente la causa está bajo secreto de sumario, sin embargo, como conclusión a lo aquí expuesto podemos hacernos las siguientes preguntas ¿Estaban los servicios de inteligencia de terceros países detrás de la creación de plataformas como Tsunami Democràtic o la organización de los CDR?
¿Podrían ser Edward Snowden o Julian Assange las cabezas de turco de una estrategia de desinformación promovida por un actor externo con el objetivo de desestabilizar España o a la misma UE? ¿Está España preparada para actuar ante las amenazas incluidas en el espectro de la zona gris?

Como decía John Le Carré en La Casa Rusa “cuando el mundo sea destruido, lo será no por sus locos, sino por la cordura de sus expertos”.