El Sáhara Occidental en 2023: la realidad de los territorios ocupados (Parte 1/2)
El autobús de la compañía CTM me deja en su última parada antes de llegar al Sáhara Occidental. Aquí, la diferencia con otras ciudades marroquís es gigante y el bajo nivel de desarrollo del lugar me recuerda a partes de África Occidental.
A pesar de que según Marruecos el pueblo de Tarfaya está en el centro de su territorio, en comparación con las grandes ciudades del norte su descripción encajaría en la definición de “periferia”, tal y como se define en la mayoría de los mapas del mundo.

Tarfaya o “Villa Bens”, como se la conocía anteriormente, pertenecía al Cabo Juby, un pequeño protectorado español del sur de Marruecos. Ahora, invadida por el mar y a unos escasos metros de la playa se erige la Casa del Mar, un asentamiento comercial británico desde el cual la compañía de África Noroccidental comerciaba con las caravanas del Sáhara y con las Islas Canarias, las cuales se encuentran a tan solo 100km de Tarfaya.
La localidad es famosa entre otros motivos debido a que el escritor de El Principito, Antoine de Saint-Exupéry, residió en ella durante 18 meses, ya que era una de las bases de la Compañía Aeropostal francesa y él era uno de sus pilotos.

El asentamiento era importante ya que se trataba de “la última frontera” marroquí antes de entrar en la región del Sáhara, cuyos límites estaban vagamente definidos. Tarfaya marcó durante siglos el final del territorio comúnmente conocido como Marruecos, aunque esta definición ha ido variando a lo largo del tiempo. A día de hoy y bajo definición de las Naciones Unidas, Tarfaya es el último asentamiento antes de llegar al territorio no autónomo más grande del mundo.
Por lógica, sería de esperar que el nivel de desarrollo en los territorios ocupados por Marruecos en el Sáhara Occidental fuese incluso menor que el de Tarfaya, decreciendo de forma progresiva a la vez que uno se aleja de Rabat. Sin embargo, no estaba preparado para la sorpresa que me llevaría al cruzar la “frontera” sur.
Después de la independencia y unificación de Marruecos en la década de 1950, los marroquíes emprendieron un movimiento nacionalista en el que pretendían consolidar el Gran Marruecos. Lo primero en la lista era el Sáhara Occidental ya que justificaban que históricamente la región les pertenecía.
Lo cierto es que hubo un momento en la historia en el que Marruecos (o lo que pretenden justificar que es su equivalente histórico) se extendía más allá del río Senegal e incluso llegaba a controlar Tombuctú y Gao, dos asentamientos clave en el Sahel. El objetivo del nuevo Marruecos era recuperar su máximo esplendor histórico aprovechándose de la descolonización de África en la segunda mitad del siglo XX.
🇲🇦👑 @jpereztriana nos explica cómo el concepto de "Gran Marruecos" se ha quedado obsoleto, pero la dinámica a la que dio lugar -la identificación del rey, la legitimidad y el pueblo- con la expansión del país. pic.twitter.com/Z0adyqy4Qz
— The Political Room (@Political_Room) November 16, 2022
Mauritania se unió a Marruecos en la reclamación de una parte del territorio de la colonia, la cual, después de más de dos décadas desde la independencia de ambos países, seguía bajo control español. Sin embargo, algo que subestimaron las dos naciones africanas fue el deseo del pueblo saharaui de ser dueños de su propio estado e independizarse de España para crear una nueva república lejos del control de Marruecos o Mauritania.
La colonia del Sáhara era uno de los territorios que la ONU consideraba “no autónomos” y cuya descolonización estaba pendiente. En 1967 se creó la Organización Avanzada para la Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro, para mas tarde formar el Frente Polisario en 1973, que comenzaría la lucha armada por la independencia del Sáhara contra España. La intención de Madrid era celebrar un referéndum de autodeterminación en 1975 pero Marruecos se opuso y comenzó a boicotear el proyecto de independencia del Sáhara Occidental.

Lo cierto es que Marruecos no estaba solo en sus objetivos: Estados Unidos, inmerso en la Guerra Fría, apoyaba la anexión marroquí del Sáhara ya que el Frente Polisario, apoyado por Argelia, la cual estaba en el bloque comunista, también se decantaba por el marxismo y el bloque soviético. En los últimos años de dominación española, Mauritania retiró sus pretensiones sobre el sur del Sáhara Occidental dejando vía libre a Marruecos.
Tras intensas negociaciones entre el futuro Rey Juan Carlos (dado el pobre estado de salud de Francisco Franco) y Kissinger, el secretario de Estado americano, España se dio cuenta de que no tenía el poder suficiente para hacer objeciones a los planes de Marruecos y comenzó la Operación Golondrina, una evacuación de los últimos residentes españoles de la colonia.
La inestabilidad política y la presión de Estados Unidos y Marruecos acabaron con el intento de España por llevar a cabo una descolonización adecuada y celebrar un referéndum en condiciones.

Al mismo tiempo y para la sorpresa de la comunidad internacional, en un periodo muy breve de tiempo las fuerzas armadas marroquíes concentraron a aproximadamente 300,000 civiles desarmados alrededor de Tarfaya. El 6 de noviembre de 1975 se inició lo que se conoce como la Marcha Verde, una invasión del Sáhara Occidental que fue mostrada por Marruecos como “pacífica”.
Los civiles caminaron tomando las ciudades más importantes de la ex-colonia, desde El Aaiún hasta Villa Cisneros. Con la población civil también entraron numerosas tropas marroquíes que iniciaron un conflicto armado contra el Frente Polisario. Más tarde se confirmó que la operación fue coordinada y planeada por la CIA y el gobierno de Estados Unidos.
Hoy celebramos el 46 aniversario de la gloriosa Marcha Verde que culminó con la recuperación del Sahara marroquí que encabeza el pacto permanente que une al Trono y al pueblo en torno a la unidad de la Nación. pic.twitter.com/LOzJgs6njZ
— Embajada de Marruecos (@Emb_Marruecos) November 6, 2021
A tan solo 30 kilómetros al sur de Tarfaya se encuentra la frontera con el Sáhara Occidental. Se trata del paralelo 27, que fue acordado como la frontera entre el dominio español y el francés hace ya más de cien años. Es una frontera que a día de hoy prácticamente no existe ya que Marruecos controla la parte occidental de la antigua colonia española.
Cruzar el Sáhara por la carretera N-1 dirección sur a día de hoy es como pasar a otra provincia más de Marruecos. La única diferencia perceptible es el incremento en la frecuencia de controles policiales y la exuberante propaganda nacionalista. Dejando atrás estos detalles, no queda ni un indicio de estar entrando en un estado diferente.
El bus avanza durante cuarenta minutos a través del vasto desierto hasta llegar a las afueras del Aaiún. Cuando pensaba que me iba a librar del control policial, un grupo de policías hacen parar el bus. La primera persona en subirse es un “policía” encubierto, vestido de paisano. Viene directo hacia mí y me pide mi pasaporte.
Durante los siguientes dos minutos soy sometido a un pequeño interrogatorio. El policía habla perfecto inglés y francés y en un tono amable me pregunta hasta qué tipo de carrera estudio. Acto seguido, se lleva mi pasaporte y sube al autobús otro policía, esta vez con uniforme oficial, el cual procede a comprobar los documentos de identidad del resto de pasajeros.

La espera se hace eterna. Pasa el tiempo y el policía sigue en su puesto comprobando mis datos lo que dispara mi ansiedad: una búsqueda rápida de mi nombre en Internet le mostraría mis artículos para Political Room. Los periodistas aquí no son bienvenidos. Tras veinte minutos de espera, el policía vuelve a subir al autobús y me devuelve mi pasaporte: “bon voyage”, me dice mientras se acerca a la salida.
Sin embargo, a medio camino se da la vuelta y procede a preguntarme si tengo amigos en el Sáhara. Aunque le respondo que no, vuelve a hacerme la pregunta, ahora un tanto desconfiado. Finalmente desiste y sale del bus. He llegado a El Aaiún.
En 1940, después de que España incluyese a Saguia el-Hamra, la región de El Aaiún, dentro de su colonia del río de Oro, se movería la capital de Villa Cisneros a esta misma ciudad, cuyo nombre significa “las fuentes” o “los manantiales”. Precisamente fue por las fuentes o pozos de agua dulce que se encuentran aquí que los españoles decidieron formar un asentamiento en este lugar. Además, El Aaiún está a tan solo 18km del mar, lo que sería clave para construir un puerto con el que comunicar la colonia.

La población de la ciudad creció exponencialmente durante los últimos treinta años gracias a la iniciativa de Marruecos de dar beneficios a aquellos ciudadanos que se muden a la región. Todo ello con el objetivo de crear una población permanente fiel al gobierno central y asegurarse de que en caso de celebrarse un referéndum en el futuro, los habitantes de la región voten a favor de quedarse con Marruecos.
El Aaiún es diferente al resto de ciudades controladas por Marruecos. Es moderna pero a la vez decadente; alegre pero a la vez algo tétrica. La gente viste de forma diferente al resto de Marruecos: se distingue perfectamente a los saharauis de los pobladores marroquís.
Al llegar a mi hotel, Kizla, la recepcionista me explica que en “Marruecos del Sur” ya no se habla español y que los únicos idiomas que la gente entiende son el árabe y el francés. Lo cierto es que la rotulación de casi todas las tiendas y los carteles de la ciudad están escritos exclusivamente en estos dos idiomas. Ni rastro del legado colonial español.
Tras arduas negociaciones con Marruecos se firmaron los Acuerdos de Madrid, por los cuales España transmitía el poder administrativo del Sáhara a Marruecos y Mauritania, mientras se decidía el futuro del Sáhara como una nación independiente. Sin embargo, la ONU rechazó estos acuerdos ya que en teoría un territorio colonizado no puede pasar de un país a otro sin primero consultar la voluntad del pueblo que está siendo sometido.
España técnicamente se había deshecho del Sáhara y lo había dejado a la merced de Marruecos y Mauritania, aunque el último se retiraría pocos años después.
La tierra de los saharauis pasaría a estar administrada “temporalmente” por una potencia que pretendía invadir su país. El referéndum prometido por España a la ONU jamás llegaría y en el Sáhara se empezaría a librar un conflicto armado entre las fuerzas armadas marroquíes y el Frente Polisario por el control del territorio.

Los años posteriores a los Acuerdos de Madrid fueron muy duros para el Sáhara. Marruecos lanzó una campaña de casi colonización del territorio y aumentó la intensidad de la ofensiva contra el Frente Polisario. Sin embargo, la lucha por el reconocimiento de la República Árabe Saharaui continuaba.
El Sáhara fue admitido en lo que más tarde sería la Unión Africana en 1982, lo que provocó que Marruecos se marchase de ésta en señal de protesta. Los esfuerzos de la comunidad internacional por conseguir el reconocimiento del Sáhara no han cesado desde entonces.
Después de mi viaje tuve el placer de entrevistar a Andrés, presidente de FEMAS (Federación de la Comunidad de Madrid de Asociaciones Solidarias con el Sáhara). “Hace unos años Suecia llegó a proponer el debate sobre el estatus del Sáhara Occidental en su parlamento”, me comenta. “Sin embargo, Marruecos amenazó al país escandinavo con diversos chantajes, como el de cerrar el mayor IKEA en África. Finalmente Suecia cedió a las presiones”.
Las Naciones Unidas seguían presionando para celebrar un referéndum y el Sáhara ya era reconocido por más de 60 países en los 80'. Sin embargo, Marruecos inició una escalada en el conflicto y construyó un muro de forma vertical de norte a sur con el cual consolidaba los territorios del oeste y con ellos las minas de fosfato de Bucraa.

Mientras tanto, la ONU intentaba mediar y tras arduas negociaciones entre las dos partes se alcanzó un alto al fuego en 1991. Además, se estableció el MINURSO, una misión de mantenimiento de la paz de la ONU que se encargaría de monitorear el alto al fuego y coordinar la celebración de un referéndum de autodeterminación.
El referéndum fue aprobado por el Consejo de Seguridad para ser celebrado en seis meses desde el establecimiento del alto al fuego. Sin embargo, han pasado ya más de 30 años y todo se ha quedado en una promesa.
Mientras espero para hacer el check-in, una militar italiana entra al hotel. Lleva consigo grandes bolsas con el logo de las Naciones Unidas. A pesar de que no le pregunto en alto para no levantar sospechas, confirmo que se trata de una de las empleadas del MINURSO. Las tropas destinadas en la misión de las Naciones Unidas frecuentan las calles de El Aaiún, donde se las puede ver en la parte antigua y en los restaurantes modernos de la ciudad cuando tienen tiempo libre.

El Aaiún parece, dentro de lo que cabe, bastante liberal. En comparación con otras ciudades del sur de Marruecos, se puede observar a menos mujeres que cubren su pelo y, en general, la gente usa vestimentas más modernas.
Este es el caso principalmente de los pobladores marroquíes que vienen de las ciudades cosmopolitas del norte. Por otro lado, los saharauis contrastan con los recién llegados con sus ropajes tradicionales y su dialecto “hassania”, diferente al “darija” que se habla en Marruecos.
Por la noche la ciudad cobra vida. El Aaiún es como un trocito de Rabat en medio del Sáhara, como una burbuja viviendo en una realidad paralela. Marruecos se ha encargado de que los pobladores de El Aaiún tengan una amplia oferta de ocio: instalaciones deportivas, bibliotecas masivas, plazas recién construidas y hasta un McDonald's colosal en pleno centro.
Todo esto unido a las ventajas proporcionadas por el gobierno a los que se decantan por mudarse al Sáhara impide que los habitantes de la ciudad se den cuenta de dónde están realmente: en un territorio no autónomo ocupado ilegalmente por Marruecos.
Por la mañana y para mi sorpresa una tormenta azota El Aaiún. La lluvia pronto inunda las calles, las cuales no están diseñadas para este fenómeno. Los lugareños están tan impresionados como yo.
La plaza Michouar es el corazón de la ciudad. Se trata de una enorme esplanada circular con fuentes y un parque bien cuidado alrededor. El sitio está lleno de policías; furgonetas blindadas de la Gendarmerie Royale protegen el sitio aunque no haya prácticamente nadie en la plaza. El Palacio de Congresos está a un lado de la plaza, también vigilado por guardias. En la “utopía” sahariana todo parece estar bajo control.

Dicha “utopía” parece acabarse al entrar en la parte antigua de El Aaiún. El cambio es radical; tras bajar una calle angosta llego a la sección construida por los españoles durante la etapa colonial. Las calles no están ni la mitad de bien cuidadas que las de la parte nueva. Los edificios están en un pésimo estado; varios de ellos están parcialmente derruidos y los que se mantienen en pie están claramente descuidados.
La sección antigua de El Aaiún parece estar estancada en los años setenta e incluso se pueden distinguir agujeros de balas en algunas de las paredes. El ambiente también es distinto al resto de la ciudad. El pobre estado del barrio coincide con la pobreza aparente de sus residentes: se pueden ver más mendigos, precios más bajos, peores coche, etc.
La Iglesia de San Francisco de Asís es el único recuerdo de la etapa colonial española. Se erige tímidamente entre varios puestos de policía y el límite de la ciudad con el desierto junto a los manantiales de agua que dan el nombre a la localidad.
Tan solo es posible visitarla durante las eucaristías programadas dos veces por semana (sábados y domingos). Algo que no cambia en el barrio es la alta presencia policial. Algunos policias vigilan calles sin moverse durante horas y otros se esconden en los coches de paisano. Grabar o hacer fotos aquí es todo un reto.

El artículo continúa. Pronto estará disponible la segunda parte...