Cristina L. Tarrida: “El sentido de pertenencia al grupo se convierte, en el caso de las redes sociales, en una forma de coerción”

Cristina López Tarrida es una ingeniera industrial y analista de operaciones de influencia y desinformación. Es autora de cinco patentes y ha participado en más de 18 proyectos de investigación en áreas como la telemedicina y el aéreoespacio. Es también una gran especialista en Ingeniería Social y Hacking Psicológico.
Cristina López figura, debido a su gran labor divulgadora, en la lista TOP 25 de los Influencers en Ciberseguridad de España en el año 2018. Este reconocimiento lo otorga la Cátedra de Transformación Digital UDIMA-IDG.
¿Qué es la desinformación y cuáles son sus efectos sobre el funcionamiento de sociedades democráticas?
Podemos definir la desinformación como la difusión intencionada de información distorsionada que busca el beneficio de quien la promueve. Este beneficio puede ser económico, político, social, moral… Y su objetivo puede ir desde obtener un rédito económico hasta minar la confianza en las instituciones. La desinformación se caracteriza por la distorsión de los hechos narrados, manteniendo un halo de verosimilitud en los mismos, de modo que los receptores del mensaje no desconfíen y acaben tomándolos por ciertos. Como se puede derivar de lo anterior, la desinformación puede influir, y de hecho influye, en las percepciones de la audiencia, además de fomentar los extremos de opinión, ya que suele orientarse a confirmar las creencias de los receptores del mensaje. En este sentido, una vez que el individuo no recibe información veraz y contrastada, sino que la misma está manipulada por intereses e interesados, sus decisiones dejan de ser libres y están condicionadas por la agenda del promotor de la desinformación. Los valores de libertad de prensa y expresión de las sociedades democráticas hacen que éstas sean especialmente vulnerables a la desinformación, al menos en el corto plazo. Las campañas orquestadas por según que interesados pueden provocar corrientes de opinión desestabilizadoras o subversivas, resultado de una manipulación dirigida. Y es que la manipulación se articula mediante la desinformación.
¿Cuáles suelen ser las fuentes desde las que lanzan campañas de desinformación? ¿Pertenecen a la esfera de los poderes públicos, o son mayoritariamente de origen privado?
En el ámbito de la desinformación se pueden encontrar todo tipo de actores: estatales y no estatales, públicos o privados, colectivos o individuales. El hecho de que los medios digitales sean actualmente los preferidos para el lanzamiento de campañas de desinformación, debido, sobre todo, al mayor potencial de alcance y a la mayor perdurabilidad del mensaje, tiene como consecuencia que su menor barrera de entrada en cuanto a coste y disponibilidad ha propiciado que cualquier grupo, organización o individuo disponga de las mismas posibilidades de publicar y, en consecuencia, de influir, que, por ejemplo, un medio tradicional. La desinformación no es una cuestión únicamente de gobiernos o grandes empresas, aunque evidentemente estas entidades tengan mayores capacidades para producir efectos a gran escala.
¿Qué se entiende por Sexto Dominio o dominio cognitivo? ¿Por qué ha de tenerse este en cuenta a la hora de analizar los principales acontecimientos de la sociedad internacional?
En los últimos tiempos se ha iniciado el debate sobre si el plano cognitivo del ser humano, como individuo y como parte de un colectivo, ha de ser considerado un dominio independiente a los cinco establecidos: tierra, aire, mar, espacio y ciberespacio. Desde mi punto de vista, el plano cognitivo resurge, propiciado por los nuevos medios y herramientas nacidas de la revolución tecnológica, como el sexto dominio de operaciones, y es transversal a todos los demás. Es evidente que es necesaria una definición concreta y un análisis de las oportunidades que ofrece y de las capacidades que se derivan del hecho de considerarlo un dominio independiente, y es probable que aún estemos en los albores de conseguirlo. Sí me atrevo a afirmar que esta concreción pasa por comprender no sólo qué piensa el individuo, sino cómo piensa. En cualquier caso, tal y como decía Brian Fleming en The Hybrid Threat Concept: Contemporary War, Military Planning and the Advent of Unrestricted Operational Art, “sólo a través de la exploración de nuevos conceptos y el desarrollo de nuevos conocimientos puede surgir la innovación militar necesaria que permita una adecuada planificación”. En mi opinión, no podemos ignorar los conflictos que a día de hoy se libran en la mente de los individuos, y que están lejos de estar asociados únicamente con el ámbito informativo. La particularidad del dominio cognitivo es que es prácticamente imposible determinar la cantidad o calidad de los objetivos alcanzados, al menos por ahora, ya que pertenecen a la esfera más íntima y personal de todas las posibles. Es probable que nunca pueda afirmarse con absoluta certeza que los resultados electorales que dieron la victoria a Donald Trump, o los resultados del referéndum del Brexit, fueran consecuencia directa de un conflicto librado en la mente de los votantes, en uno y otro caso. Sin embargo, que los resultados de las operaciones en el dominio cognitivo no sean medibles no debería traducirse en que no haya que contrarrestarlas o en que haya que ignorar que existen. Haciendo un símil, el hecho de que las acciones hostiles en el ciberespacio no sean fácilmente atribuibles, por no decir imposible, no implica que no se haga por evitarlas o mitigarlas. Por ello, no creo que haya que ignorar que se están librando batallas que escapan a los dominios tradicionales, y que pueden derivar en iguales o peores consecuencias que las de una guerra al estilo convencional; eso sí, sin implicar la necesidad de baja alguna. Cuando hablamos del dominio cognitivo, del sexto dominio, tenemos que asimilar que presenta una serie de peculiaridades, que entiendo que sean motivo de controversia, como la imposibilidad de medir resultados de forma fehaciente, de conocer las capacidades enemigas o de contabilizar el número de “bajas”. Estoy de acuerdo con ello. El debate está abierto. Y, como todo debate, estoy segura de que aflorarán ideas que enriquecerán el futuro de las operaciones militares.
La guerra por el control de las mentes y las percepciones de los seres humanos es un fenómeno antiguo que sigue vigente hoy en día. ¿Cuáles son sus características en las sociedades contemporáneas?
Por un lado, es preciso tener en cuenta que el modelo comunicativo ha pasado de ser un modelo pasivo y unidireccional a un modelo participativo y bidireccional. La audiencia no consume información, sino que participa en ella. Esto hace que la barrera de protección que suponía el mantener cierta distancia con la información recibida, y que permitía el margen suficiente para dudar de la misma, se haya diluido. El individuo se siente parte de la historia y, por ello, se involucra de manera diferente, lo que supone un cambio disruptivo en la forma de afrontar cuestiones como, por ejemplo, las comunicaciones estratégicas o las operaciones de información. Por otro lado, ya existen ejemplos en la esfera internacional que demuestran que los países que han de hacer frente a la superioridad militar convencional de las grandes potencias se están decantando por estrategias que buscan explotar las vulnerabilidades de estos estados. Según ciertos autores como García Guindo, Martínez y González, muchos de estos puntos débiles “son principalmente de carácter civil y psicológico, no militar, y radican fundamentalmente en los planos cognitivo y moral”. Esto significa que el control de las mentes es ahora un objetivo prioritario, no sólo un apoyo a la acción militar convencional. Además, la aparición de las nuevas tecnologías ha modificado sustancialmente el ámbito de las operaciones de información: no es el mismo escenario con nuevas herramientas, es un ámbito evolucionado que propicia, de una forma sin precedentes, el fomento de actitudes, comportamientos y decisiones que promueven los intereses del promotor de la manipulación. Por ejemplo, la naturaleza del uso de los dispositivos móviles hace que el objetivo, en este caso el individuo, sea alcanzable las 24 horas del día. Esto no sucedía en tiempos en que la propaganda se lanzaba en octavillas desde una avioneta. Si a eso añadimos la desconfianza creciente de los ciudadanos en las instituciones y en los sitios oficiales, lo que está provocando que la sabiduría de la Red y del grupo se considere de mayor legitimidad, creo que podemos hacernos una idea del cambio de paradigma que estamos viviendo a todos los niveles. Hemos abierto una Caja de Pandora cuyas implicaciones aún no alcanzamos siquiera a comprender.
¿Qué es el psicohacking y cuáles son sus principales riesgos?
Cuando empecé a profundizar en el estudio del factor humano en el ámbito de la Ciberseguridad, me sorprendió el hecho de que la Ingeniería Social, en la mayoría de los foros, se asociara casi exclusivamente con la Ciberseguridad. Esto, al menos desde mi punto de vista, hacía que se perdiera perspectiva del enorme potencial que la Ingeniería Social tenía en otros escenarios. Entendí entonces la necesidad de crear este nuevo concepto de PsicoHacking o Hacking Psicológico, que defino como el campo de estudio que engloba los principios de Psicología, Sociología y Antropología que explota la ingeniería social a gran escala, incluyendo los nuevos paradigmas y comportamientos sociales derivados de la inmediatez, el alcance y el potencial impacto del uso de las nuevas tecnologías, que han provocado la aparición de nuevas oportunidades de vulnerar las debilidades del ser humano. Desde mi punto de vista, el Hacking Psicológico es una herramienta de Inteligencia y Contrainteligencia, y es la base para el diseño de las Operaciones de Influencia o para las de Información. El principal riesgo que supone el Hacking Psicológico es que absolutamente todos somos vulnerables a él, precisamente porque se fundamenta en el estudio de nuestra forma de razonar y tomar decisiones, en cómo provocar nuestras emociones y llevarnos a la acción. Todos somos víctimas potenciales de esta modalidad de hackeo.
Las redes sociales son un canal fundamental para informase hoy en día. Además, se han convertido en soportes muy importantes para las relaciones sociales. ¿Cómo afecta su uso a la hora de estar informados? ¿De qué manera influyen las redes sociales en el comportamiento de los usuarios?
El sentido de pertenencia al grupo se convierte, en el caso de las redes sociales, en una forma de coerción. Tememos que, si no formamos parte de ellas, suframos alguna forma de exclusión social. Este hecho, unido al FOMO (temor a perderse algo) que ya es considerado como una patología psicológica, nos mantiene muy vinculados a las plataformas de redes sociales. Por otra parte, consideramos al teléfono móvil como una parte intrínseca de nuestra vida diaria. Esa familiaridad nos lleva a atribuirle la cualidad de ser una fuente de confianza, lo que no deja de ser una percepción errónea. Por todo lo anterior, las redes sociales se han convertido en el medio más eficaz para la difusión de la desinformación, ya que esa falsa sensación de seguridad y fiabilidad que nos proporciona, además de la legitimidad que proporcionamos a la opinión del grupo, como comentábamos anteriormente, hacen de ellas el caldo de cultivo perfecto para la manipulación y la distorsión de los hechos. Si tenemos en cuenta el Teorema de Thomas, tratado en Sociología, que afirma que “si los hombres describen una situación como real, será real en sus consecuencias”, podemos hacernos una idea del potencial de las redes sociales: si una determinada información falsa deriva en una serie de acciones, decisiones o comportamientos, toda su irrealidad se tornará en realidad de forma inmediata. Pensemos ahora en la inmediatez y el alcance potencial de cualquier publicación… La verdad es que da vértigo.
La mayoría de las redes sociales son gratuitas, pero, ¿cuál es el precio real de ser usuarios y compartir la información personal en ellas? Las redes sociales no son gratuitas. Pagamos con el precio más elevado de todos, el de nuestra privacidad. Y lo peor es que hemos asimilado que esto es irremediablemente así, que es una condición irrenunciable. Estamos sumidos en una especie de indefensión aprendida: parece que empezamos a estar convencidos de que no podemos hacer nada. En mi opinión, lo que se normaliza, se invisibiliza. Y llevamos demasiado tiempo normalizando