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La segunda vuelta de las elecciones turcas del pasado domingo puede suponer un antes y un después para el país. Con todo, las relaciones entre la UE y Turquía son complejas y buena parte de los problemas entre ambos no se resolverán con un gobierno más favorable en Turquía.

Ursula von der Leyen saludando a Recep Tayyip Erdogan. Fuente: TRT

Kilicdaroglu corteja a Bruselas…

La oposición ha dejado clara su visión proeuropea desde el principio. Esto es algo a tener en cuenta pues, dado que seis partidos distintos con diferentes perspectivas ideológicas forman la coalición, su programa de gobierno no se ha detallado en profundidad para evitar tensiones internas. Así, el programa de la oposición se articula en torno a tres ejes, la democratización, una gestión económica más eficiente y un acercamiento a Occidente y especialmente a la UE.

Siendo uno de los pilares de su plataforma electoral, el propio Kilicdaroglu no se ha cortado a la hora de exponer sus ambiciones europeas. Pretende retomar las negociaciones de adhesión ahora congeladas, asegura que cumplirá con las decisiones del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, y quiere liberalizar la gestión de visados entre ambos actores, modernizar la unión aduanera y negociar un nuevo acuerdo migratorio. Es una agenda ambiciosa que muestra la voluntad de acercarse a la UE desde una perspectiva global.

En Bruselas este acercamiento es más que bienvenido y no hace falta aclarar que Kilicdaroglu es el candidato preferido de la UE en la contienda electoral turca. Turquía es un país de vital importancia para la UE en términos económicos, de seguridad, migratorios y estratégicos por lo que una relación sólida y amistosa no puede ser más que una buena noticia para Bruselas y así es como se interpretaría una posible victoria de la oposición.

Por un lado, las relaciones entre ambos son complejas y están muy deterioradas, por lo que una victoria de la oposición no supondría un acercamiento tan profundo como pretende Kilicdaroglu. En primer lugar, está la cuestión de la adhesión. Turquía no va a entrar en la Unión Europea, no va a hacerlo ni a corto ni a largo plazo, no ocurrirá.

En este contexto pretender relanzar las negociaciones de adhesión es un camino que no conduce a ninguna parte. Además, está ambición coloca a la UE en una situación sumamente incomoda pues la adhesión se ha convertido en un tema de alta sensibilidad tras la guerra en Ucrania. La guerra ha vuelto a avivar un debate sobre la adhesión que parecía estancado y ha hecho que la UE se mueva a regañadientes y bajo la presión de las circunstancias aceptando nuevos países candidatos y revitalizando las negociaciones de adhesión también con los Balcanes.

Ucrania, como los otros estados bajo el paraguas del proceso de adhesión, está muy lejos de entrar en la Unión Europea pero, también al igual que el resto, tiene un claro camino europeo que tarde o temprano (probablemente mucho más tarde que pronto) desembocará en su pertenencia a la Unión. Este no es el caso de Turquía cuyas posibilidades de entrar en el club europeo son nulas incluso cumpliendo los requisitos necesarios.

Esta situación de, por un lado, verse obligada a avanzar en el proceso de adhesión de Ucrania, Moldavia y los Balcanes y, por otro, mantener un camino hacia ninguna parte con los turcos o frenarlo definitivamente, deja a la UE en una posición incomoda y plantea dudas acerca de la relación con Turquía a largo plazo.

En este momento, la UE no tiene una alternativa creíble para generar influencia en su entorno más allá de la política de adhesión e iniciativas como la Comunidad Política Europea, que aún están muy lejos de producir resultados en la práctica y carecen de definición y objetivos claros. Además, sería dificil ofrecer a Turquía, un país que inició sus negociaciones de adhesión en 2002, una alternativa lo suficientemente atractiva como para renunciar a la perspectiva europea que ha marcado su política los últimos años.

Por otro lado, Kilicdaroglu también busca un nuevo acuerdo migratorio con la UE que incluya no sólo dinero como busca Erdogan, sino también algún tipo de sistema de reparto para que Turquía no asuma toda la carga. Esto también es un tema potencialmente tóxico para la UE. Cualquier sistema de reparto se encontrará con la oposición de varios países miembros especialmente en lugares como Polonia, Hungría o Italia.

En el contexto actual, dónde la UE persigue mantener la unidad durante el conflicto en Ucrania, sólo el debate acerca de un posible nuevo sistema de reparto ya generaría tensiones internas que desde Bruselas quieren evitarse a toda costa. Especialmente con países como Polonia, cuyas relaciones con la UE están muy deterioradas, pero que ha conseguido lograr cierto margen y credibilidad gracias a su fuerte apoyo a Ucrania.

…Pero los límites son claros

Todo esto no implica que la UE vaya a rechazar un acercamiento de Turquía. A Bruselas le interesa una Turquía amistosa y lo más probable es que, en caso de victoria final de Kilicdaroglu, ambos países lleguen a acuerdos económicos sobre la reconstrucción tras el terremoto o de apoyo al sistema financiero turco que vive una situación complicada.

Tampoco es descartable una revisión de la Unión Aduanera que refuerce el intercambio comercial entre ambos actortes y cree nuevas oportunidades comerciales y de inversión. Estas medidas están basadas en intereses comunes y, aunque las negociaciones serán complejas, lo más probable es que haya acuerdos en este sentido.

Sin embargo, los límites de la relación están claros. La adhesión y su falta de alternativas creíbles, la política de Turquía respecto a Rusia o el perenne conflicto en Chipre hacen que, aunque hay mucho espacio para mejorar, este acercamiento no tenga tanto recorrido como muchos piensan.

Una victoria de la oposición sería una buena noticia para la UE, pero ambos actores deben enderezar su relación en profundidad ya que está construida sobre unos pilares muy poco sólidos como el proceso de adhesión o el acuerdo migratorio, que ponen limites muy claros a los niveles de entendimiento que pueden alcanzar ambos países, incluso con Erdogan fuera de juego.

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