La conflictividad greco-turca y una OTAN distraída
Desde la Primera Guerra Mundial en la que Turquía se fundó como estado moderno, este país y su vecino, Grecia, han tenido disputas tanto territoriales como marítimas por los límites de sus respectivas soberanías. Esto ha llevado a conflictos de tinte diplomático, militar, económicoy político.
Actualmente, hay un conflicto, por el momentono violento, entrolos dos miembros de la Alianza Atlántica. Los gobiernos de los dos países del mar Egeo están frente a frente respecto a la cuestión de Chipre, las fronteras marítimas en el Egeo y el Mediterráneo Oriental y en el estado geopolítico y militar de las islas del Egeo Oriental.

Sin embargo, es necesario contextualizar antes esta rivalidad. La guerra entre Rusia y Ucrania ha llevado a Turquía a apoyar la integridad territorial del país invadido, como integrante de la OTAN; aun así, se le ha etiquetado como lobo solitario en la organización, ya que Erdoğan ha decidido mantener muchos de los vínculos con Rusia que casi todos los aliados han cortado: el cierre del espacio aéreo y sanciones económicas y diplomáticas.
Asimismo, hay que tener en mente que el gobierno de Putin ha abierto la veda de la guerra convencional con objetivos territoriales en Europa. Ante este escenario, Turquía, de forma diferente a los aliados occidentales más beligerantes, se presenta a sí misma como intermediaria entre las dos partes del conflicto.
El gobierno turco salió claramente reforzado al forjar el acuerdo, con apoyo de Naciones Unidas, por el que Rusia permitía salir a los buques con grano ucraniano del Mar Negro. Aun así, Turquía también ha ayudado materialmente al esfuerzo bélico ucraniano: suministrando drones Bayraktar y cortando el paso a los refuerzos navales rusos en el estrecho del Bósforo en virtud de la Convención de Montreux. Sin embargo, Turquía ha comprado los sistemas de misiles S-300 a Rusia. En resumen, Turquía aspira a ser pro-Ucrania sin ser anti-Rusia.
En Siria, Turquía también fue y va por su cuenta. La intervención en el norte de Siria contra las Fuerzas Democráticas Sirias (kurdos y árabes apoyados por Estados Unidos y aliados), muestra que Turquíano tiene miedo de salirse del guion y la línea general de los miembros de la OTAN. Asistir al proceso de paz de Astaná o a las reuniones de Sochi sobre el estado de la guerra civil siria con los gobiernos ruso, sirio e iraní nos enseña la libertad de movimiento que tiene -y ejerce- Erdoğan.
🇺🇦 Ucrania permitió que tres de sus cargueros con cereales partieran hacia el estrecho del Bósforo, en Turquía, a pesar de las advertencias de Moscú.#MeConectoConRTVC con los últimos sucesos de este conflicto#EnVivo 🔴📺 https://t.co/oqZ5T9Xfwd pic.twitter.com/vA48P4WkN2
— RTVC Noticias (@RTVCnoticias) November 2, 2022
Sin embargo, hay que reconocer que en otros conflictos como en el de Azerbaiyán y Armenia, Turquía no está al otro lado, no es el único que diverge de la tónica general. Cada miembro de la OTAN tiene posición propia y diferente de los demás: ciertos estados promovieron el acuerdo gasístico entre la Unión Europea y Azerbaiyán, mientras que Francia, por ejemplo, permanece fiel en su apoyo a Armenia.
Por otro lado, Grecia no actúa como lobo solitario porque sus intereses (o más bien los que el gobierno establece como tales) coinciden en gran medida con el hegemón de la Alianza Atlántica, EE.UU. Y los intereses de Turquía muchas veces no lo hacen. No es que uno solo persiga sus intereses egoístas y el otro sea altruista, sino que las circunstancias llevan a tal posicionamiento.
Una vez establecido el contexto atlántico de Turquía y Grecia, veamos el primer punto de fricción entre Ankara y Atenas. La isla de Chipre ha estado divididadesde 1974, formalizada en la República de Chipre de mayoría griega en el sur, y la República Turca del Norte de Chipre, de etimología bastante descriptiva. Aunque también es un conflicto interno con dinámicas locales, se trata de un punto disputado entre Grecia y Turquía.
Un conflicto enquistado que lleva sin resolverse décadas. En los años 70 un grupo de chipriotas panhelénicos (a favor de la Enosis, (re)unificación con Grecia) llevaron a cabo un golpe de estado con el apoyo del gobierno griego. La consecuencia, en forma de una supuesta operación de paz para proteger las minorías turcas en la isla, fue la invasión de Ankara del tercio norte de Chipre. Hoy día es todavía una zona conflictiva.

El norte aún sigue con presencia militar turca, aunque el gobierno del norte de Chipre tiene cierta autonomía, mientras que el sur, miembro de la Unión Europea y aliado de Reino Unido y Grecia, está separado por una Línea Verde, monitorizada por UNFICYP, la misión de cascos azules de Naciones Unidas.
Recientemente, en septiembre de 2022, Ankara ha visto como Estados Unidos ha levantado el embargo de armamento que había para la república griega de Chipre, a lo que Erdoğan ha respondido aumentado su presencia armada. Hechos como estos pueden llevar a una escalada en la isla y, consecuentemente, en la región.
El segundo punto de fricción entre Grecia y Turquía, estrechamente relacionado con la cuestión chipriota, es la disputa marítima. Se trata de un conflicto tanto legal como de hechos consumados que puede llevar a una escalada. La cuestión centrales la incompatibilidad de las zonas económicas exclusivas y las aguas territoriales que reclaman ambos países.
Aunque en los años 90 y los 2000 las tensiones entre Grecia y Turquía eran mínimas, principalmente debido a la aspiración turca de entrar en la UE, actualmente las tensiones son notorias. El gobierno turco ha conseguido acuerdos con el Gobierno de Acuerdo Nacional libio y con Egipto que establecen una Zona Económica Exclusiva (ZEE, área marítima de explotación soberana) que solapa la que Grecia y Chipre reclaman.

Al no formar parte de la Convención de NNUU sobre el Derecho del Mar, Turquía entiende que la unión perimetral de todas las islas griegas menoscaba los derechos e intereses de Turquía. Y no solo es cuestión de la ZEE. La proximidad entre la tierra firme griega y la turca lleva a discrepancias respecto de las aguas territoriales y, por ende, el espacio aéreo nacional. El gobierno turco denuncia que ya en 1936 Grecia aumentó unilateralmente las aguas territoriales de 3 a 6 millas náuticas, y que Turquía hizo lo propio casi 30 años más tarde.
Esto lleva a violaciones mutuas de los espacios soberanos aéreo y marítimo, que ambos países entienden como amenaza a la seguridad nacional. Mientras que las violaciones del espacio aéreo se denuncian más frecuentemente en el Egeo Oriental, las acciones que violan la ZEE de uno u otro las hallamos más en el Mediterráneo Oriental, en el triángulo que forma la costa meridional turca, creta y chipriota.
Allí, Turquía ha llevado a cabo ejercicios militares con buques de guerra, inspecciones energéticas e incluso explotación de yacimientos gasísticos, así como pesca. Es más, la exclusión de Turquía del Foro Gasístico EastMed, donde están Grecia, Egipto, Israel, Francia, Chipre y otros, dificulta aún más los esfuerzos de diálogo greco-turco.
A esto le tenemos que añadir el tercer punto de fricción: el estatus militar de las islas griegas del Egeo Oriental. Al terminar la Primera Guerra Mundial el Imperio Otomano fue derrumbado y su sucesor, la República de Turquía, tuvo que lidiar con su descomposición y las potencias aliadas. El Tratado de Lausana (1923) estipuló, entre otras cosas, las fronteras del nuevo Egeo, repartiendo las islas fronterizas y estableciendo un estatus desmilitarizado para las islas griegas del Este del Egeo. Asimismo, el Tratado de Paz de París (1947) hizo lo mismo para las islas del Egeo suroriental.

Sin embargo, estos tratados internacionales vinculantes para Grecia no han supuesto un freno para los gobiernos helenos, que han ido amasando capacidades militares y armamento en estas islas, cerca de la península de Anatolia. Esto lo han llevado a cabo aduciendo un riesgo de agresión por parte de Turquía que, en los años recientes junto con Grecia, ha aumentado y modernizado sus fuerzas armadas, especialmente la rama naval.
Ante estos hechos, Erdoğan se sirve del conflicto para reivindicarse como valedor de los intereses nacionales de Turquía ante una Grecia supuestamente expansionista. En septiembre de este año el presidente turco hizo un discurso en el que criticaba a los Estados Unidos por alimentar al líder exiliado en Pensilvania del Movimiento Gülen (oposición islamista neootomana), asimismo afirmó que “América está enviando armas a Alexandroúpoli, Grecia” (en la frontera); y recalcó: “Griego, mira la historia, vuelve a la historia, si vas mucho más lejos, el precio será alto. Tenemos una frase para Grecia, no te olvides de Izmir”.
La referencia es alucinante: durante la Guerra Greco-Turca (1919-1922), el ejército heleno invadió Esmirna y su región, pero una contraofensiva turca liderada por Atatürk las reconquistó. Poco después un fuego (con controversia sobre su posible provocación) y expulsiones masivas borraron la comunidad griega y armenia de Esmirna, pasándose a llamarse Izmir.
Esta alusión concreta refleja el uso de la historia para azuzar el conflicto entre Grecia y Turquía sobre las disputas territoriales, marítimas y étnicas en Chipre, el Mediterráneo Oriental y el Egeo. El hecho de que ambos países sean miembros de la OTAN no ha impedido la escalada de tensiones, ya que la Alianza Atlántica permanece enfocada en las amenazas externas, ignorando las problemáticas internas en su flanco suroriental.

Que la OTAN no es un bloque homogéneo ya era conocido, pero los movimientos desafiantes turcos y la intransigencia griega ponen de relieve que la unidad y fortaleza de la Alianza ante la agresión rusa puede no ser del todo estable y duradera.
Y es que la muerte cerebral vaticinada por el presidente Macron se diluyó el 24 de febrero de este año, pero las corrientes de fondo y los déficits estructurales de la organización siguen pendientes. La guerra lo cubre todo de niebla como aseguraba Clausewitz, pero llega un momento en el que toda niebla se disipa y la realidad queda al descubierto.