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El pasado 13 de noviembre un atentado bomba en la popular avenida Istiklal de Estambul dejaba un total de 6 muertos y más de 80 heridos. Las autoridades turcas no dudaron en atribuir la autoría del ataque a uno de sus enemigos históricos: El Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK), y por extensión, a las Unidades de Protección Popular (YPG). Ambas organizaciones han negado la participación en los hechos y han enviado sus condolencias a las víctimas y familias.

Recep Tayyip Erdogan, 5 de marzo de 2020. Fuente: kremlin.ru

La Unión Europea, EEUU y Turquía coinciden con el estatus terrorista del PKK, no obstante, no hay acuerdo en cuanto a las YPG. La milicia kurda constituye el grueso de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), fuerza militar apoyada por Estados Unidos en la lucha contra el Estado Islámico. En repetidas ocasiones, el Ejecutivo de Erdoğan ha pedido a su aliado de la OTAN que rompa toda relación con el grupo armado kurdo. Sin embargo, Washington sabe que la derrota total y permanente del ISIS pasa necesariamente por la cooperación con las YPG.

Invocando el art. 51 de la Carta de las Naciones Unidas, precepto que prevé el ejercicio del derecho a la legítima defensa, las Fuerzas Armadas Turcas empezaron el 20 de noviembre la operación militar “Claw-Sword” en el territorio fronterizo con la llamada Administración Autónoma del Norte y Este de Siria, bombardeando las ciudades de Kobane, Derik, Dirbasiya y Tal Rifaat. Se desconoce el número exacto de víctimas mortales y heridos.

La retórica de Ankara indica que la ofensiva no solo se limitará a una campaña aérea, sino que incluirá “boots on the ground”. Desde 2016, el Ejército turco ha perpetrado tres incursiones terrestres en el Kurdistán sirio: Escudo del Éufrates (2017), Rama de Olivo (2018) y Manantial de Paz (2019). El presidente de Turquía ya amenazó con enviar soldados turcos a la frontera siria este mayo de 2022, quedándose finalmente en meras palabras. Sin embargo, el discurso de altos funcionarios turcos muestra que la intervención terrestre es inminente.

Mapa control militar de Siria (finales de 2021 – principios de 2022). Fuente: JUSOOR for Studies / Informa GENE

La Comunidad Internacional sigue con preocupación el desarrollo del conflicto, ya que las condiciones geopolíticas favorecen la inminencia del ataque. Por un lado, la posición actual de Estados Unidos no es la más adecuada para ejercer presión sobre Turquía. Para la alegría de unos y el desagrado de otros, como le sucede a la UE, Turquía es el aliado necesario, pero incómodo de EEUU.

La invasión rusa de Ucrania ha puesto de relieve esta “relación de dependencia” entre ambos Estados. La Cumbre de la OTAN en Madrid tuvo como resultado la aprobación de la adhesión de Finlandia y Suecia a la alianza atlántica, no sin trabas por parte de la delegación turca, debido a la cantidad de miembros del PKK que se refugian en los países nórdicos.

Este proceso no se completará satisfactoriamente hasta que todos y cada uno de los Estados Miembros de la Organización ratifiquen el pertinente tratado. En consecuencia, Turquía podría bloquear indefinidamente la adhesión de Helsinki y Estocolmo a la OTAN, enfadando a sus aliados norteamericanos.

También, resaltar los esfuerzos de mediación que Turquía está haciendo entre Zelensky y Putin. Ankara parece ser un interlocutor válido para el Kremlin, como pudo verse en el acuerdo de exportación de grano y fertilizantes (independientemente de los resultados finales). Aunque no es el intermediario ideal para EEUU, si Occidente desea la paz entre Ucrania y Rusia, es altamente probable que la mesa de negociaciones esté presidida o, cuanto menos, cuente con la presencia de diplomáticos turcos.

Además, mientras dure el conflicto ruso-ucraniano, la Administración Biden necesita que Turquía actúe de acuerdo con las políticas de aislamiento político y económico impuestas por Occidente a la Federación de Rusia.

Aunque EEUU requiere del apoyo turco en la guerra de Ucrania, el hegemón norteamericano no se mantendría neutral ante el envío de tropas turcas a Rojava. Pese al repliegue parcial del Ejército estadounidense durante la Administración de Donald Trump (2019), la lucha contra el terrorismo yihadista en Oriente Medio, y particularmente en Siria, sigue siendo una prioridad para el Pentágono.

Tanto el Consejo Democrático Sirio como la Casa Blanca coinciden en que un ataque en el Nordeste de Siria tendría consecuencias negativas para la derrota del Estado Islámico, puesto que las SDF deberían destinar recursos actualmente utilizados para combatir miembros del ISIS al frente turco.

Por otro lado, la adecuación temporal de la intervención militar impulsada por Erdoğan vendría justificada por el estado de debilidad al cual se enfrenta Rusia, fiel aliado internacional de Bashar Al-Assad.

El desarrollo de la guerra en Europa muestra el progresivo retroceso de las fuerzas militares rusas, lo cual ha hecho que el Ejército ruso traslade a sus mejores hombres y equipo militar de Damasco a Kiev, como por ejemplo el General Serguei Surovikin (comúnmente conocidocomo el “carnicero de Siria”) o las baterías de misiles antiaéreos S-300. Asimismo, se ha detectado un repliegue parcial de miembros del Grupo Wagner, grupo de mercenarios alineado con los intereses de Moscú, en Siria con destino a Ucrania.

Otro elemento clave para entender la proximidad de la ofensiva turca se halla en el contexto interno del país: Tanto las elecciones presidenciales como las parlamentarias en Turquía se celebran el próximo 18 de junio de 2023. La catastrófica situación económica a la cual se enfrenta la República podría costarle la presidencia a Erdoğan y suponer una sangría de votos para su partido, Justicia y Desarrollo (AKP). Basar su campaña electoral en la seguridad podría ser su salvavidas político, estrategia que ya le funcionó en los anteriores comicios de 2018.

Desde su la llegada al Palacio presidencial, Erdoğan ha considerado al PKK y las YPG una amenaza a la seguridad nacional. Por ello, llevara cabo exitosamente una operación militar en el Nordeste de Siria supondría reafirmar su posición de garante de la seguridad en Turquía. Del mismo modo, señalar que es una táctica arriesgada ya que, a diferencia del resto de incursiones por tierra, esta vez es probable que no cuenten con la ayuda del Ejército Nacional Sirio. Los rebeldes sirios llevan varios meses sin recibir sus salarios y no parecen contentos con las nuevas relaciones con el Gobierno de Bashar Al-Assad.

Una nueva ofensiva terrestre en el Kurdistán sirio no solo fomentaría la inseguridad en Siria, sino que también comportaría la desestabilización de toda la región. Además de crear una nueva crisis de refugiados y personas internamente desplazadas, la intervención militar en la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria contribuiría al renacimiento del Estado Islámico y otras milicias yihadistas, amenazando así a la paz mundial. Si bien la decisión final se haya en las manos del Gobierno del AKP, los indicadores geopolíticos apuntan a la apertura de un nuevo episodio bélico entre Rojava y Turquía.

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