Fergana: el polvorín de Asia Central (Parte 1/2)
El valle de Fergana es un quebradero de cabeza, no solo para los tres países que lo conforman sino también para toda la comunidad internacional. Como si de una maldición se tratara, en las últimas décadas la región ha tenido que hacer frente a la pobreza extrema, masacres de la población civil por parte del gobierno, radicalismo islámico, crueles batallas étnicas y recientemente el estallido de un conflicto armado que no hace sino hundir a la región en la miseria.
La caja de pandora de Asia Central se acaba de abrir y estos sucesos son solo el principio de lo que está por venir, ¿cómo ha llegado el valle de Fergana a esta situación? ¿Qué podemos esperar en un futuro cercano?

La historia de Rusia es una historia de conquista y sometimiento de cientos de pueblos asiáticos y europeos a través de los cuáles ha conseguido crear una de las unidades políticas más grandes de la historia.
En 1866 el Imperio Ruso se extendía desde Varsovia hasta Alaska, atravesando tres continentes y sometiendo a numerosas etnias bajo el yugo de la élite eslava. La mayoría de territorios conquistados por los rusos compartían una característica: solían ser en su mayoría grandes estepas heladas sin una población permanente que pudiera hacer frente al ejército del Zar.
La conquista de Asia Central se extendió a través de cuatrocientos años de pequeños avances rusos y grandes esfuerzos diplomáticos con los khanatos de la región. Al principio, los rusos se hicieron con las estepas kazajas: otro trozo de tierra desolado que entraba en su colección. Sin embargo, tras continuar hacia el sur, las tropas del Zar se encontraron con diferentes unidades políticas con una gran población permanente dotada de su propia historia milenaria.
Los Kahantos de Jiva, Bujara o Kokand ocupaban tierras fértiles alrededor de los ríos Sir Daria y Amur Daria, que irrigaban valles y estepas más cálidas que aquellas que ocupaban las tribus nómadas del norte.
Esta región había sido el centro del comercio mundial a lo largo de muchos siglos debido a que la ruta de la seda pasaba por estas mismas tierras, y con ella conocimiento, productos de todo tipo y gente de todos los rincones del mundo.
Rusia, atónita, ya que no estaba acostumbrada a someter a regiones tan pobladas con sociedades y economías tan desarrolladas, vio en Asia Central una oportunidad de oro.

Los rusos no consiguieron consolidar el valle de Fergana hasta 1876, cuando el Kanato de Kokand fue derrotado. A partir de esa fecha y especialmente bajo el yugo de la Unión Soviética comenzó un proceso de “rusificación de la sociedad”.
Sin embargo, al contrario que otras regiones como el norte de Kazajistán, Bielorrusia o Ucrania, las etnias del valle de Fergana sobrevivieron a la “liquidación cultural” debido a su alta población y la existencia de numerosas formas de conservación de ésta.
En los distintos Kanatos (especialmente en Kokand) proliferaron obras literarias en las diferentes lenguas de la zona gracias a la existencia de idiomas como el uzbeko y un gran legado islámico, que puso los cimientos para una mayor producción artística que ayudaría a mantener la identidad de la región.
Algo que sí sufrieron dichas etnias fue una reestructuración social empezada por Stalin con sus famosas deportaciones masivas. Dadas sus características geográficas, el valle de Fergana era ideal para el desarrollo industrial. Stalin comenzó un proceso de deportación de millones de uzbekos, tayikos, kazajos, ucranianos, kirguises y rusos de sus lugares de origen para servir como mano de obra en la zona. En unos años, el valle de Fergana se convirtió en la región más densamente poblada de la Unión Soviética.
Como si se tratase de una futura condena, el crecimiento de población esencial para el enriquecimiento industrial de la región sería increíblemente problemático en el futuro. Tras el colapso de la Unión Soviética, las nuevas repúblicas consolidaron sus fronteras según las pre-existentes subdivisiones de la antigua Unión. Dichas fronteras habían sido trazadas décadas atrás basadas en estudios rusos sobre la composición étnica de la zona.
Dichos estudios habían sido enormemente erráticos y llevaron a crear “chapuzas” en forma de miles de enclaves y exclaves a lo largo de la región. Durante los “gloriosos” años de la Unión Soviética estos no suponían un gran problema, sin embargo, tras la independencia de las repúblicas miles de ciudadanos se quedaron “atrapados” en exclaves viéndose forzados a cruzar fronteras internacionales para viajar a la capital de su país o ver a sus familiares que vivían a tan solo unos kilómetros.

Para empeorar las cosas todavía más, dichos países que compartían frontera comenzaban a desarrollar enemistades fruto del anhelo por incluir nuevos territorios en su estado tras el vacío de poder dejado por el colapso de la Unión Soviética. El principal rompecabezas se formó en torno al valle de Fergana.
En torno al 80% del valle fue dejado a Uzbekistán tras su independencia, ya que la etnia mayoritaria al momento de dibujar las fronteras en tiempos soviéticos era la uzbeka. Sin embargo, después de las numerosas deportaciones y tras el “cóctel étnico” formado en el valle, tanto Tayikistán como Kirguistán veían injusta dicha repartición.
Ambos países justificaban su derecho a una mayor parte del valle con la existencia de grandes comunidades de tayikos y kirguises en la zona. Para dichos países la repartición había sido injusta y pensaban que Uzbekistán les había robado su derecho a las suculentas industrias y los terrenos fértiles del centro del valle. De esta forma y tan solo unos meses después de la independencia de los tres países el conflicto estaba servido.

Uzbekistán es una excepción dentro de Asia Central. A pesar de que su territorio no es tan grande como el de otros países como Kazajistán, su población (34 millones) es casi el doble que la de su vecino del norte. Además, casi cuadriplica la de Tayikistán (10 millones aproximadamente) y quintuplica la de Kirguistán (6,6 millones) y Turkmenistán (6,3 millones).
Desde su independencia, la población de Uzbekistán ha crecido en 15 millones y la tendencia sigue siendo al alza, mientras eclipsa al resto de naciones de la zona posicionándose como el corazón de Asia Central.

A pesar de ser una república presidencial constitucional, el Democracy Index de The Economist posicionó a Uzbekistán en el puesto 150 mundial, con una puntuación de 2.12, por debajo de países como Cuba, Rusia, Nicaragua y empatada con Venezuela. Es evidente que no podemos hablar del estado de la democracia en Uzbekistán ya que ésta es inexistente.
En 2022 fue aprobada una nueva constitución que daba más poderes al presidente y, entre otras cosas, quitaba la autonomía a la antiguamente región autónoma de Karakalpakstán, resultando en una oleada de protestas masivas contra el gobierno en la zona.
La economía de Uzbekistán, a pesar de estar bien repartida entre sus diversos sectores, tiene dos pilares fundamentales. Por un lado, el país es uno de los principales exportadores de oro del mundo, con grandes reservas que representaban aproximadamente el 15% de su PIB en 2017.
Su otro punto fuerte es la industria del algodón. Durante la segunda mitad del siglo XX, la Unión Soviética quería competir con Estados Unidos y otros países africanos apostando por la industria del algodón en la única región adecuada para este propósito: el valle de Fergana.

Los soviéticos diseñaron una red de canales para transferir grandes cantidades de agua de los ríos Amur Daria y Sir Daria para irrigar las colosales plantaciones. Sin embargo, esto fue catastrófico para el Mar de Aral, el cual debido a esta idea acabaría por desaparecer prácticamente al completo, provocando una de las mayores catástrofes medioambientales de la historia.
A día de hoy Uzbekistán continua usando ambos ríos para irrigar su próspera industria del algodón mientras profundiza la catástrofe del Mar de Aral, el cual comparte con Kazajistán y es el centro de las crecientes disputas entre ambos países.

El valle de Fergana fue la región con más musulmanes de la Unión Soviética. La población del valle fue sometida a una lenta islamización a lo largo de los siglos, con el paso de mercaderes árabes y el dominio de la zona por parte de varias dinastías túrquicas que profesaban la religión. Tras la caída de la Unión Soviética el Islam tuvo un rápido “renacimiento” en la zona.
Con el inicio del milenio, el mundo fue testigo de la insurgencia de varios grupos radicales islámicos a lo largo y ancho del mundo. Uzbekistán no fue una excepción. El Movimiento Islámico de Uzbekistán comenzó sus operaciones en 1998 desde sus bases en las montañas de Tayikistán y Afganistán y consiguió hacer un gran impacto en el valle de Fergana, suponiendo la mayor amenaza a la seguridad de Uzbekistán durante el régimen de Karimov.

Desde entonces, el gobierno de Uzbekistán desarrolló una obsesión por tener al Movimiento Islámico bajo control. Karimov no quería bajo ningún concepto acabar como Afganistán, país vecino, y comenzó una represión brutal contra el islam radical.
Durante la primera década del milenio se llevaron a cabo numerosas operaciones militares para desmantelar el grupo y se aplicaron leyes estrictas como la prohibición del burka o de las barbas largas.
En 2005, en Andijan, una de las ciudades más grandes del valle de Fergana, miles de personas salieron a la calle para protestar contra el gobierno debido a las detenciones de unos empresarios locales que se negaban a ceder parte del beneficio de sus negocios ante los corruptos oficiales del régimen de Karimov.
Las protestas se volvieron cada vez más fuertes acabando en asaltos a la cárcel donde se encontraban presos los empresarios. El 13 de mayo, en la antigua plaza Babur (cuyo nombre fue cambiado tras los acontecimientos de ese día) las fuerzas de seguridad abrieron fuego contra los miles de manifestantes alegando que la protesta estaba siendo coordinada por el Movimiento Islámico de Uzbekistán con el fin de derrocar el régimen.
Un antiguo miembro de la policía Uzbeka confesó que hasta 1,500 personas podrían haber muerto en dicho evento. Después de la masacre, Estados Unidos impuso un embargo de armas a Uzbekistán, país con el que llevaba tiempo manteniendo una buena relación.
La respuesta de occidente forzó al país de Karimov a buscar nuevos aliados en su lucha contra el islam radical. China se alzó como la principal potencia “al rescate” y la cooperación entre ambos países creció exponencialmente en la década siguiente.
A día de hoy, los eventos del 13 de mayo de 2005 son un tema tabú en Andijan. Caminar por la plaza es como caminar sobre un cementerio soterrado por el cemento de su reciente renovación.