Geopolítica polaca, una historia de resistencia (I)
Por Jesús M. Pérez Triana
La Geopolítica es la disciplina académica que estudia la pugna de los Estados por el territorio. En palabras de Michael Klare, la Geopolítica es el «estudio de las relaciones conflictivas entre grandes potencias y las que aspiran a serlo por el control del territorio, los recursos y posiciones geográficas importantes» (2004: 109).
Si consideramos que el territorio permanece estable, podemos entender que los desafíos geopolíticos que se le presentan a los países son los mismos pasados los años. Asimismo, las estrategias que desarrollan para enfrentar esos desafíos son las mismas. Un buen ejemplo es Polonia, un país del que podemos estudiar su geoestrategia en el periodo de entreguerras (1918-1939) y encontrar enormes paralelismos con el presente.

El renacimiento de Polonia como país soberano
Polonia volvió a ser un país soberano al término de la Primera Guerra Mundial, tras un lapso de 123 años. Pero la Segunda República Polaca se encontró con las ambiciones territoriales de dos imperios humillados: la Rusia soviética tras la implosión del imperio zarista después de la Revolución, y la Alemania desmembrada por el Tratado de Versalles.
En seguida, Polonia hubo de enfrentarse a una invasión de la Unión Soviética (1919-1920), que fue frenada en una sorprendente victoria a las puertas de Varsovia, el “milagro en el Vístula”. Pero hasta su entrada en la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética prosiguió en su empeño de recuperar las fronteras de la Rusia zarista. Aquel período asistió al desarrollo de una particular geoestrategia polaca que marcó su acción exterior y su política de alianzas.
Polonia se extiende como una gran llanura entre las tierras altas centroeuropeas y el Mar Báltico, careciendo de barreras geográficas naturales en sus límites occidental y oriental que permitieran articular una defensa efectiva frente a Alemania y Rusia. De hecho, Polonia constituye el nexo entre la llanura noreuropea y la llanura europea oriental.
Józef Piłsudski, primer Jefe de Estado de la Segunda República, defendió la idea de que la supervivencia de Polonia dependía de una alianza de estados independientes surgidos del antiguo imperio zarista. Piłsudski argumentó “que cualquier potencia euroasiática se tambalearía si sus muchas minorías fueran potenciadas desde el exterior”, una idea que coincidía con el análisis de Harold Mackinder sobre la potencial debilidad de Rusia si quedaba confinada a sus dominios no europeos (Petersen, 2011: 60).

Piłsudski bautizó como Prometeísmo a su política orientada a las naciones de Europa oriental. Su propósito declarado era “liberar a las naciones no rusas de la dominación de la Rusia soviética y establecer una federación de estados independientes en lugar de la URSS” (Levy, 2007: 167). Habiendo incorporado la Unión Soviética a Bielorrusia, Ucrania y las Repúblicas del Cáucaso, la difusión del Prometeísmo tomó la forma de acciones encubiertas, fomentando la agitación y la propaganda políticas dentro de las fronteras de la Unión Soviética.
La idea de una federación de naciones unidas para frenar a la Rusia soviética fue desarrollada por Piłsudski a partir de la idea de que los pueblos entre los mares Báltico y Negro sólo podían conservar su soberanía nacional unidos, por lo que recibió el nombre de “Międzymorze” en polaco e “Intermarium” en latín (“entre mares”). Geográficamente venía a resucitar la Mancomunidad Lituana-Polaca, nacida en 1378 por la unión del Gran Ducado de Lituania y el Reino de Polonia bajo la corona del gran duque Jogaila (Jagiełło en polaco). El imperativo geoestratégico de unir Polonia con Lituania, Letonia, Bielorrusia y Ucrania se alimentó del mito histórico polaco de la Mancomunidad, la “idea jagiellońska”, como una unión multinacional entre iguales (Davies, 1986:322-323; Chornovol, 2008:1).
Uno de los objetivos prioritarios de la acción exterior polaca fue Ucrania, ya que “Piłsudski vio que una alianza con Kiev era esencial para sus planes generales de oponerse a Rusia” (Petersen, op. cit.: 65). Los servicios de inteligencia polacos realizaron un intenso trabajo de infiltración y agitación (Snyder, 2005). Pero cualquier esperanza de revuelta en Ucrania frente al poder de Moscú quedó aplastada por las grandes hambrunas.
El proyecto no llegó a convertirse en realidad por varias razones. Principalmente por la desconfianza que inspiraron las ambiciones de Polonia en Europa oriental, especialmente a partir de la caída de la democracia tras el golpe de estado de mayo de 1926. Ninguna potencia occidental secundó los esfuerzos de Polonia a pesar de que Halford Mackinder defendiera apoyar las fuerzas anticomunistas desde Finlandia hasta el Cáucaso (Petersen, op. cit.: 77). La iniciativa fue percibida como un proyecto que buscaba la hegemonía polaca en la región y se vio dificultado por las propias limitaciones de Polonia para llevar con éxito un proyecto tan ambicioso (Ištok y Koziak, 2009: 6-7).

Fracasados los intentos de agitación en la Unión Soviética la estrategia polaca consistió en ganar tiempo frente a Alemania y la Unión Soviética, a la vez que buscaba garantes de su soberanía entre las potencias de Europa Occidental. Por un lado, Polonia firmó tratados de no agresión con la Unión Soviética (1932) y la Alemania nazi (1934). Por otro lado, firmó alianzas con Francia en 1921 y con el Reino Unido en 1939.
Así, tras la invasión alemana el 1 de septiembre de 1939, tanto los gobiernos de Londres como el de París declararon la guerra a Alemania en apoyo de Polonia. Sin embargo, tales declaraciones no se vieron acompañadas de operaciones militares contra la Alemania nazi. De hecho, la pasividad de los teóricos aliados de Polonia derivó en una paradójica situación de calma absoluta en la frontera franco-germana conocida como la “guerra de broma” (drôle de guerre) o “guerra falsa” (phoney war).
El destino de la Segunda República polaca quedó sellado tras la invasión soviética de la Polonia oriental el 17 de septiembre y la subsiguiente parálisis en Londres ante el riesgo de implicar a otra potencia en el conflicto (Prażmowska, 1995: 44-45).
Como veremos en la segunda parte, la percepción de vulnerabilidad ante el gigante ruso de Polonia ha llevado en el siglo XXI a plantear una geoestrategia calcada del periodo de entreguerras: una alianza con una tercera potencia y la alianza con los países de la región del Intermarium frente a Rusia.
Continuará...

Referencias
CHORNOVOL, Ihor: Conferencia en el Harvard Ukrainian Research Institute impartida el 8 de marzo de 2008.
DAVIES, Norman: Heart of Europe: A Short Hitory of Poland. Oxford University Press, Oxford, 1986.
IŠTOK, Robert y KOZIAK, Tomáš: “Międzymorze as a Polish Geopolitical Concept”. Prešovská univerzita v Prešove. 2009.
KLARE, Michael: “La nueva geopolítica”, en VARIOS AUTORES: La segunda guerra del golfo: Irak, 2003. Hacer Editorial. Barcelona, 2004, pp. 109-115.
LEVY, Jonathan: The Intermarium: Wilson, Madison, & East Central European Federalism. Dissertation.com, Boca Ratón, 2007.
SNYDER, Timothy: “Covert Polish Missions across the Soviet Ukrainian Border, 1928–1933” en Cofini, Silvia Salvatici (de): Confini: costruzioni, attraversamenti, rappresentazioni. Rubbettino Editore, Soveria Mannelli, 2005. Pág. 56-78.
PETERSEN, Alexandros: The World Island: Eurasian Geopolitics and the Fate of the West. Praeger, Santa Barbara, 2011.
PRAŻMOWSKA, Anita J.: Britain and Poland 1939-1943: The betrayed ally. Cambridge University Press, Cambridge 1995.