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Por Fernando Prieto

La República Popular Democrática de Corea (Corea del Norte) constituye uno de los principales factores de riesgo de la región Asia-Pacífico junto con los conflictos por la soberanía de las islas del mar de China Meridional. La Guerra de Corea (1950-1953) frente a la República de Corea (Corea del Sur) sigue siendo un elemento clave al no existir un tratado de paz, lo que sitúa a su frontera sur, el paralelo 38, como uno de los puntos calientes más destacados a nivel global. La presencia de bases militares estadounidenses en Corea del Sur y su proximidad a la República Popular China convierten a Beijing en un actor central y principal valedor del régimen norcoreano, un escenario más en el enfrentamiento regional entre el mundo unipolar vigente desde la caída del Muro de Berlín y el emergente mundo multipolar.

Situación político-económica

Corea del Norte, con una población que supera los 25 millones de habitantes, es un Estado socialista regido por la ideología Juche (afirma que las masas son las únicas propietarias de la revolución y la posterior construcción, lo que se traduce en independencia política, autosuficiencia económica y autodefensa militar) y la política Songun (priorizar los asuntos militares). El comunismo norcoreano está impregnado de un fuerte nacionalismo, elementos tradicionales de la cultura coreana y un culto al líder propio de la doctrina confuciana.

La principal figura del Estado es Kim Jong Un: primer secretario del Partido del Trabajo de Corea desde el 11 de abril de 2012, presidente del Comité de Estado de la República Popular Democrática de Corea desde el 13 de abril de 2012 y comandante supremo del Ejército Popular de Corea desde finales de 2011, tras el fallecimiento de Kim Jong Il el 17 de diciembre del mismo año. El actual número dos del régimen desde abril de 2019 es Choe Ryong-hae, presidente de la Asamblea Suprema del Pueblo (parlamento unicameral formado por 687 diputados) y que sustituye al ya jubilado Kim Yong-nam, cara visible del régimen en sus viajes al extranjero durante las últimas décadas.

El Ejército es la piedra angular del Estado y el partido de gobierno es el Partido del Trabajo de Corea (acude a los procesos electorales como Frente Democrático para la Reunificación de la Patria en coalición con el Partido Chondoísta Chongu y el Partido Socialdemócrata de Corea).

En el país existe un modelo de autosuficiencia económica afianzado tras la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y la imposición de sanciones económicas. El Estado ejerce un control férreo sobre la actividad económica nacional (economía planificada) y la inversión extranjera (focalizada en las zonas económicas especiales). Entre los pilares fundamentales de su comercio exterior encontramos la minería, el carbón, el plomo y la industria manufacturera, siendo China su principal socio comercial. Más de dos décadas después de la Ardua Marcha (gran hambruna ocurrida durante los años ’90 tras la disolución del bloque soviético) Corea del Norte mantiene un crecimiento económico sostenido y ha llevado a cabo una paulatina apertura a la inversión extranjera.

Capacidad nuclear

Existe una oposición mayoritaria dentro de la comunidad internacional al desarrollo de armamento nuclear por parte de Pyongyang. El régimen norcoreano defiende su arsenal nuclear al afirmar que si carecieran del mismo serían invadidos por Estados Unidos, mostrando los ejemplos de Iraq o Libia y señalando que la estrategia de la disuasión nuclear es sinónimo de paz.

Precisamente la invasión estadounidense de Iraq en 2003 (en base a afirmaciones falsas sobre posesión de armas de destrucción masiva) y la inclusión de Corea del Norte en el “eje del mal” por parte del expresidente George W. Bush en 2002 propiciaron que Pyongyang acelerara el desarrollo de armamento nuclear (que comenzó a finales de los años ’50), considerando que su supervivencia dependía de ello.

En 2006 probaron de forma exitosa la bomba atómica, sumándose al reducido grupo de naciones con armamento nuclear, y años después, en 2017, anunciaron que tenían capacidad para alcanzar territorio estadounidense con sus misiles balísticos.

El consenso mayoritario sobre los peligros de una escalada nuclear en la región precisa del uso de la diplomacia de las distintas potencias para garantizar a Corea del Norte que la destrucción de su arsenal nuclear no supondrá un peligro para su supervivencia como Estado.

Corea del Sur

Las relaciones intercoreanas son clave para la estabilidad de la península y la búsqueda de distintas vías que garanticen la viabilidad del proyecto histórico de la reunificación nacional, situándose como los dos problemas de mayor gravedad la situación nuclear de Corea del Norte y las injerencias de Estados Unidos para dinamitar el diálogo.

La solución diplomática del conflicto está sobre la mesa y durante el periodo conocido como Sunshine Policy (entre los años 1998 y 2008, bajo los mandatos de los presidentes surcoreanos Kim Dae-jung y Roh Moo-hyun) quedó de manifiesto que puede existir un entendimiento si no se producen injerencias externas. Con la visita de Roh Moo-hyun a Pyongyang se logró uno de los mayores avances en el proceso de reunificación, firmándose la Declaración de Paz y Prosperidad.

Después de una década de distanciamiento, coincidiendo con los gobiernos del conservador Partido Saenuri, en las elecciones presidenciales del 9 de mayo de 2017 fue elegido presidente el socialdemócrata Moon Jae-in, del Partido Democrático de Corea. Desde entonces ha prevalecido cierta distensión, llegando a producirse hasta tres cumbres en el mismo año entre Moon y Kim Jong Un: la primera de ellas en abril de 2018 (finalizó con la firma de la Declaración de Panmunjom por la Paz, la Prosperidad y Unificación de la Península Coreana), la segunda en mayo y la tercera en septiembre (firma de la Declaración Conjunta de Pyongyang).

Donald Trump (EEUU), Kim Jong Un (Corea del Norte) y Moo Jae-in (corea del Sur) juntos en el Paralelo 38.

Pese a que en los últimos años las relaciones se han mantenido estables, enfocadas en mejorar el intercambio y la cooperación transfronteriza, el día 9 de junio de 2020 Pyongyang cortó todas las vías de comunicación existentes con Seúl como respuesta a la permisividad de las autoridades surcoreanas ante el envío de globos con propaganda contra Kim y el sistema norcoreano. El día 13 del mismo mes Kim Yo Jong, subdirectora primera de departamento del Comité Central del Partido del Trabajo de Corea, anunció que dejaban en manos de las autoridades militares lo que entendían como una provocación surcoreana. Varios días después, el 16 de junio, el Ejército Popular demolió la oficina de enlace intercoreana en la ciudad de Kaesong y comunicó la intención de volver a militarizar las zonas de la frontera.

China

El gigante asiático es el mayor aliado con el que cuenta el régimen norcoreano y su principal socio comercial (supone más del 80% del comercio exterior norcoreano). La relación entre ambos Estados se basa en el respeto mutuo y el interés por mantener el statu quo. Pyongyang sabe que es una valiosa plaza geoestratégica a nivel regional, actuando como Estado tapón entre la frontera china y las bases estadounidenses en Corea del Sur y garantizando estabilidad en sus relaciones diplomáticas (no existe riesgo de que se conviertan en aliados de Estados Unidos).

Se trata de una relación estable pero no puede entenderse como una alianza sin fisuras. Las constantes pruebas balísticas de Pyongyang, así como sus controvertidas pruebas de armamento nuclear, han obligado a las autoridades de Beijing a mostrar públicamente su oposición a las mismas y a apoyar sanciones económicas por parte del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

El objetivo chino no es otro que apaciguar a Corea del Norte para garantizar la estabilidad y pacificación de la península coreana. Para ello impulsó en 2003, tras la salida de Corea del Norte del Tratado de No Proliferación Nuclear, una mesa de diálogo regional conocida como el “diálogo a seis” para evitar las medidas unilaterales, que estaría formada por China, Corea del Norte, Rusia, Corea del Sur, Japón y Estados Unidos. Esta mesa de diálogo, pese a que no ha dado los frutos esperados, muestra la voluntad china de encontrar una solución diplomática al problema nuclear y de garantizar la estabilidad regional.

Rusia

La desintegración de la URSS y del bloque comunista perjudicó gravemente a Corea del Norte, que perdió a su más firme aliado, con el que existía una relación de dependencia tanto a nivel económico como de suministros, lo que derivó en una hambruna de grandes dimensiones.

Corea del Norte dejó de tener interés geoestratégico para la Federación Rusa hasta que llegó al poder Vladimir Putin en el año 2000, quien recuperó el protagonismo y liderazgo de su nación en la escena internacional.

Kim Jong Il y Vladimir Putin reunidos en agosto de 2002.

Desde entonces las relaciones diplomáticas se han intensificado, aunque Rusia ha mantenido una postura crítica con las pruebas nucleares y balísticas norcoreanas, lo que le ha llevado a apoyar, como a China, sanciones por parte del Consejo de Seguridad de la ONU.

Negociaciones del presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin, con el presidente del Consejo de Estado de la República Popular Democrática de Corea, Kim Jong-un. Rusia, Vladivostok, 2019.

La postura rusa coincide con la china en dos aspectos: comparten frontera terrestre con Corea del Norte, por lo que la existencia de un Estado tapón les beneficia, y ambos apuestan por la diplomacia para garantizar la estabilidad regional. A su vez, Putin y Xi Jinping son conscientes de la importancia de poner fin al mundo unipolar existente desde el final de la Guerra Fría y su colaboración es primordial para consolidar un mundo multipolar donde existan contrapesos al aventurismo militar y las decisiones unilaterales.

Japón

La animadversión norcoreana hacia Japón hunde sus raíces en la historia y no puede ser entendida sin conocerla. Durante el periodo 1910-1945 Japón ocupó militarmente la península coreana, dejando tras de sí el rencor y las exigencias coreanas de una compensación por el daño ocasionado durante el periodo colonial. Para Corea del Norte es una provocación el uso de la bandera del sol naciente por parte de las Fuerzas de Autodefensa de Japón en la actualidad, al estar vinculada al periodo imperialista japonés, así como las visitas por parte de altos cargos gubernamentales japoneses al templo de Yasukuni, donde se rinde homenaje a los militares muertos durante las guerras de la primera mitad del siglo XX, entre los que se encuentran criminales de guerra.

Entrada al Templo de Yasukuni.

Finalizada la II Guerra Mundial y liberada la península Japón, que se encontraba anclada a la política exterior estadounidense, únicamente pudo establecer relaciones diplomáticas con Corea del Sur, aunque en las décadas siguientes apostó por la no confrontación con Corea del Norte a pesar de no mantener relaciones diplomáticas.

Desde el final de la Guerra Fría las relaciones han sido tensas y han llevado a Japón a aumentar y mejorar sus Fuerzas de Autodefensa y a desplegar su escudo antimisiles en varias ocasiones anunciado que derribarían cualquier misil procedente de Corea del Norte, una respuesta a las provocaciones norcoreanas realizando pruebas balísticas en el mar de Japón. El oasis en las relaciones durante el mandato de Junichiro Koizumi, que visitó Pyongyang en 2002, no ha servido para que las autoridades japonesas avancen en una vía propia para garantizar la estabilidad regional.

El antiguo Primer Ministro Junichiro Koizumi durante su visita a George Bush, realizada en la Casa Blanca, en el año 2001.

Tanto Japón como Corea del Sur serían los grandes perjudicados en caso de desatarse un conflicto militar en la península coreana, dada su proximidad a Corea del Norte. El presidente estadounidense Donald J. Trump, pese a la importancia estratégica que otorga a la región Asia-Pacífico, ha afirmado en alguna ocasión que tanto Corea del Sur como Japón deberían ocuparse de su propia defensa o pagar a Estados Unidos por ella, lo que ha creado incertidumbre en estos países y que irremediablemente conduce a dos vías: la militarización o la búsqueda de alternativas diplomáticas para garantizar su seguridad.

Estados Unidos

El hecho de que la Guerra de Corea finalizara con un armisticio y no con un tratado de paz se traduce en que hoy, más de sesenta años después, técnicamente, la guerra no haya terminado. Esta situación, incomprensible y de excepción, ha servido para que Pyongyang fortaleciera la doctrina Songun, lo que sitúa al Ejército Popular de Corea como un pilar básico y preeminente del Estado. La militarización del país, junto a un nivel de tensión permanente, convierte a su rivalidad con Estados Unidos en el eje central de su política exterior, lo que complica la resolución del conflicto.

Estados Unidos mantiene en su rivalidad con Corea del Norte una suerte de reedición de la Guerra Fría, siendo habituales las amenazas verbales, las provocaciones militares y la presión a través de organismos supranacionales. Corea del Norte es una representación más del enemigo comunista que polariza su política exterior desde el final de la II Guerra Mundial y la convierte en un conflicto dicotómico permanente entre libertad/democracia y tiranía/comunismo.

La región Asia-Pacífico recuperó protagonismo en la política exterior estadounidense bajo el mandato de Barack Obama y su aplicación de la estrategia Pivot to Asia. Es en Asia donde se jugará la hegemonía global en las próximas décadas y China es su rival más directo. Esta reorientación de su política exterior, buscando fortalecer sus alianzas con Japón, Corea del Sur y Taiwán, así como la búsqueda de nuevas alianzas con países del sudeste asiático, entra en conflicto con China y Corea del Norte, con quienes han endurecido el discurso.

Con la llegada al poder de Donald Trump tras su victoria en las elecciones presidenciales celebradas el 8 de noviembre de 2016, comenzó un breve periodo de incertidumbre con respecto a la política exterior estadounidense, al defender durante la campaña exterior el fin de Estados Unidos como la “policía del mundo” y sus intervenciones militares, dando prioridad a la política doméstica.

Una vez en la presidencia Trump mostró sus cartas, sustituyendo a Rusia por China como principal enemigo y amenaza para sus intereses. Con Corea del Norte la retórica del presidente estadounidense fue en aumento, cruzándose las amenazas y los insultos entre ambas partes. La situación llegó a su punto álgido en 2017, cuando la posibilidad de un conflicto armado se convirtió en una realidad.

Kim Jong Un supo cómo enfrentarse a Trump y no salir derrotado. En distintos momentos durante su mandato Trump ha llevado a cabo la secuencia advertencia-amenaza-tensión-negociación en sus relaciones con otros países y con Corea del Norte el resultado no fue distinto. Desde 2018 se produjo cierto acercamiento, logrando hitos históricos en las relaciones entre los dos países auspiciados por la gran labor diplomática del presidente surcoreano Moon Jae-in: las cumbres entre los dos dirigentes en Singapur (12 de junio de 2018) y Vietnam (27-28 de febrero de 2019) y la visita del presidente estadounidense a la zona desmilitarizada y su simbólica entrada a territorio norcoreano (30 de junio de 2019).

Donald Trump y Kim Jong Un sobre el Paralelo 38.

Este oasis de paz y amistad se ha ido diluyendo con el paso del tiempo y hace escasos días, el 20 de mayo de 2020, el embajador ruso en Corea del Norte, Alexander Matsegora, anunció que las comunicaciones entre Pyongyang y Washington se encontraban suspendidas hasta, en principio, las elecciones presidenciales de noviembre. La cuestión nuclear es la piedra angular del conflicto y Estados Unidos ha negado la última propuesta coreana de aliviar las sanciones a cambio de desechar su armamento nuclear. Washington exige un desarme nuclear completo y duradero como condición previa para estudiar la rebaja de las sanciones.

El hecho de que el 3 de noviembre se celebren elecciones presidenciales en Estados Unidos, donde Trump buscará su segundo mandato frente a su rival demócrata, Joe Biden, imposibilita que asistamos a nuevos acercamientos en los próximos meses, ya que el electorado republicano no tiene entre sus prioridades la distensión con una nación comunista y en estos momentos el foco de atención se encuentra sobre la guerra económica y mediática contra China, acrecentada tras el surgimiento de la pandemia del Covid-19.

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