Guerra híbrida a la UE: capítulo bielorruso
En primer lugar, para dimensionar la gravedad y el carácter estratégico del asunto, cabe señalar que Bielorrusia es poco más que un protectorado de Moscú. De hecho, en septiembre de este mismo año, Minsk y Moscú han acordado un paquete de medidas para profundizar su integración económica y, además, empezar a plantear cuestiones de integración política. Hablamos de unir mercados energéticos y financieros e incluso política monetaria común para finales de 2023. Como incentivo, Putin ha aprobado más prestamos por valor de 640 millones de dólares para 2022. Convine aquí entender “absorción” por “integración”.
Toda esta cesión de soberanía responde al principio más básico del poder: conservarlo. Evidentemente, el “último dictador de Europa” no es ni un demócrata ni, de hecho, un patriota. Es un superviviente, y uno bueno. Lukashenko, que lleva 27 años en el poder, si tiene que elegir entre convertirse en un gobernador de provincia del Zar y arriesgarse a perderlo todo ante una población que cada vez más, clama por una reforma democrática, elegirá siempre la primera. La creciente hostilidad de su propia población que erosiona su capacidad para mantenerse en el poder es la fuerza que empuja a Lukashenko a los brazos del Kremlin.

Así, la actual crisis migratoria que aparentemente enfrenta a Bielorrusia y Polonia, no se asemeja en nada a aquella otra de hace tan solo unos pocos meses, parecida en sus formas, entre Marruecos y España. Ésta última respondió a un toque de atención que Casablanca decidió dar a Madrid por meterse en lo que Marruecos consideraba sus intereses de Estado. Con el Polisario no se juega. Puramente un roce bilateral entre, por lo demás, dos socios.
El asunto de la frontera polaca es de otra índole, mucho más conflictiva. Para empezar no se trata de un choque entre dos Estados como Bielorrusia y Polonia. La actual ofensiva es otro capítulo más de la iniciativa rusa para desestabilizar la Unión Europea, cada vez más débil.
No se trata, para Moscú, de entender Europa como un rival estratégico, al fin y al cabo, es un cliente importantísimo: a Putin le molesta la Unión Europea y la OTAN, para Rusia los estados europeos son potenciales socios, pero los dos bloques de alianzas occidentales, en cambio, son amenazas a su seguridad. Atacando a la UE, la parte débil, profundiza en las diferencias entre los miembros atlantistas y europeístas de la Unión.
El uso de refugiados de Oriente Medio como herramienta de presión sobre Polonia es un ataque no a la soberanía polaca, ni siquiera a la integridad territorial de la Unión. Es un ataque demoledor a los valores que legitiman la Unión Europea. A sus fundamentos más sacros. Moscú lanza así un desafío que la UE no puede responder sin salir mal parada.

Por un lado, si responde al desafío migratorio aumentando la presencia militar, usando vocabulario bélico o, incluso aún peor para sus intereses, dejando la solución en manos de la OTAN, el golpe es doble.
La Unión se mostraría incapaz de proporcionar auxilio a un país de su frontera con quien, oportunamente, tiene graves discrepancias. Si la OTAN se adelanta, será el enésimo mensaje que recibe Varsovia: Washington sí, Bruselas no. En ese sentido, Gran Bretaña ya ha acelerado el proceso enviando un contingente militar para soporte y ayuda en la frontera polaca.
Por su parte, Bruselas ha sancionado a Polonia por sus violaciones al Estado de derecho y le ha ofrecido auxilio con la posibilidad de enviarle miembros de Frontex, oferta que Polonia ha rechazado porque “tiene recursos suficientes para manejar la crisis” y, sin embargo, se está planteado convocar el artículo numero cuatro de la OTAN. En otras palabras, Varsovia no quiere estar en deuda con Bruselas.
Si la UE es quien atiende los problemas polacos en la frontera, pero de forma militar, estará atentando directamente contra sus valores fundacionales al tratar a refugiados de guerra como hordas invasoras, y eso en el caso de que pueda coordinar a los estados miembros a tiempo. El liderazgo normativo de la UE, que no quepa duda, es su mayor fortaleza, y un ataque a ese poder normativo es otro torpedo en su línea de flotación. La UE es una potencia en el campo del soft power, pero rara vez en ningún otro. Moscú está atacando precisamente ese flanco. Si la UE misma traiciona sus propios valores, ataca su razón de ser, y entre los mismos ciudadanos europeos seguirá perdiendo seguidores, y son estos la fuente ultima de su existencia.
Por otro lado, si la UE se mantiene fiel a sus valores y se muestra poco contundente con la amenaza, podría ensanchar aún más la brecha con Polonia e incluso con los países bálticos. Si se opta por acoger a estos migrantes y refugiados en la Unión solo aumentará la percepción entre los estados fronterizos de que Bruselas simplemente no puede defender sus intereses y cede ante las presiones de Moscú.
En paralelo, Bruselas está lanzando una ofensiva diplomática inteligente en los países de origen para frenar el flujo de refugiados que llegan a Bielorrusia, pidiendo que se cancelen los vuelos en cuestión. De momento lo han logrado en Iraq. El éxito o fracaso de esta iniciativa puede ser determinante para demostrar la capacidad resolutiva de la Unión.
Cada vez más cerca del choque
La actual crisis migratoria no se debe concebir como un evento aislado o un desafío de un dictador resentido con su vecino por pasadas injerencias. Se trata de un giro de tuerca más en el juego de la gallina que se está llevando a cabo en la frontera oriental de la Unión y que empezó en 2014 en Ucrania. Cada movimiento en direcciones opuestas deja menos margen para evitar el choque entre ambos bloques.
Bielorrusia y Rusia condenaron la actuación de las fuerzas polacas el martes, un día después de que la Unión Europea y Estados Unidos ampliaran sus sanciones contra Bielorrusia por esta crisishttps://t.co/T0THjknI6q
— Agencia Télam (@AgenciaTelam) November 17, 2021
En solo los dos últimos meses las tensiones han escalado a un ritmo preocupante: han tenido lugar ejercicios conjuntos de la OTAN en el báltico, a su vez, Rusia y Bielorrusia hicieron lo propio al otro lado de la frontera; Moscú movilizó fuerzas como para lanzar una invasión anfibia en la frontera ucraniana; ejercicios de paracaidistas rusos también se ejecutaron a 20km de la frontera polaca la última semana; miles de refugiados de Oriente Próximo son empujados a la frontera con Polonia, y aparentemente se les proporciona apoyo logístico y material; Ucrania ha enviado casi 10 000 tropas a la frontera con Bielorrusia; Moscú ha hecho volar bombarderos nuclearles sobre suelo bielorruso; Gran Bretaña envía tropas a Polonia para reforzar la frontera; los EEUU entran con dos buques de guerra en el Mar Negro. Y, por último, Polonia y los países bálticos ponen sobre la mesa la posibilidad de invocar el artículo cuarto de la OTAN.
El frente oriental está muy lejos de ser un lugar tranquilo y pacífico.