Guerras por el Agua, un Mito
"Si las guerras del siglo XX se lucharon por el petróleo, las guerras del próximo siglo serán por el agua", eso fue lo que dijo Ismail Serageldin (vicepresidente del Banco Mundial) en 1995.
Sin embargo, la evidencia científica y la aplicación del sentido común a los principios teóricos de los estudios estratégicos, nos indica que las guerras por el agua entre estados son, cuanto menos, extremadamente poco probables que ocurran.
Evidencia empírica
Como exponen Aaron Wolf, Yoffe y Giordano en "Conflict and Cooperation Over International Freshwater Resources: Indicators of Basins at Risk" (2003), De 1.831 casos de interacciones sobre recursos internacionales de agua dulce contabilizados durante el período de tiempo de 1948 y 1999 (incluyendo desde intercambios verbales no oficiales, acuerdos económicos y acciones militares), el 67% fueron cooperativos, solo el 28% fueron conflictivos y el 5% restante fueron neutrales (en la escala BAR de cooperación-conflicto) o insignificantes (en el número de interacciones violentas). En el transcurso de esas cinco décadas, no hubieron declaraciones formales de guerra por el agua.

Abundando en lo anterior, durante los 20 años de siglo XX que llevan transcurridos, todavía no se han observado guerras que hayan sido causadas por el agua.
Neomalthusianismo
La hipótesis de las guerras por el agua no deja de ser una versión de la clásica visión malthusiana y neomalthusiana del origen de los conflictos, según la cual la escasez de recursos naturales está tras el estallido de guerras y conflictos violentos, al aumentar la inseguridad y la competencia por la creciente escasez de recursos.
Dicha escasez estaría causada por la acción humana, ya sea por el incremento de la población respecto a los recursos disponibles; disminución de recursos por la actividad del hombre (contaminación, cambio climático, etc); o por aumento de la demanda de recursos que induce el crecimiento económico.
En el caso del agua, el aumento de la población (especialmente en países menos desarrollados), la desertización causada por el cambio climático que provoca la humanidad, y la mayor demanda de agua por el incremento en el bienestar y la producción económica; terminaría aumentando el "estrés hídrico" y la escasez, lo que de algún modo provocaría enfrentamientos para asegurarse el acceso un recurso natural absolutamente vital.
Equilibrio de Poder y Estudios Estratégicos
El motivo por el que no ocurren guerras por el agua entre estados (o por lo menos que su estallido sea muy poco probable), es bastante sencillo de entender si se piensa un poco.
En los casos de disputas por el agua del curso de los ríos, los estados que están río arriba y gozan de una gran superioridad militar respecto a los estados que están río abajo, pueden imponer las políticas y restricciones de aguas que quieran, sin temor a que haya una gran represalia militar o una guerra de conquista para asegurarse el suministro de agua.
En la situación inversa, en la que el estado río abajo sea más poderoso militarmente que el estado que está río arriba, el temor a sufrir costosas represalias militares induce a que el estado río arriba ceda en cuestiones clave del interés nacional del estado que está río abajo y no imponga restricciones de agua que se consideren intolerables.
Por otra parte, como bien indica Aaron Wolf en su libro "Hydropolitics along the Jordan River; Scarce water and its impact on the Arab Israeli conflict" (1995), por el coste de una semana de guerra (de conquista y plena escala), podrían construirse una gran cantidad de desaladoras e infraestructura hídrica que compensaría la disminución de agua por el desvío de un río, la construcción de una presa, etc.
Además, hay que tener en cuenta que una guerra por el agua entre estados, terminaría dañando la infraestructura hídrica que proporciona ese recurso que precisamente quieren asegurarse, por lo que se podría generar una situación en las que todos perderían.
Teniendo en cuenta estos elementos de juicio (equilibrio de poder entre estados; costes y beneficios de iniciar una acción militar respecto a las alternativas tecnológicas y de comercio), al aplicar la teoría de juegos en el dilema del prisionero, se observa inmediatamente que las alternativas de no cooperar siempre serán más costosas que la cooperación. Da igual que el equilibrio de Nash no fuera óptimo paretiano, ya que no cooperar (luchar) siempre será más costoso que un acuerdo o cooperación injusta (paretiana).
Naturalmente, ello no impide que terminen sucediendo guerras por error de cálculo o por cuestiones ideológicas que de manera casual incumban recursos hídricos, como un irredentismo territorial que albergue lagos, presas y ríos, sin que ello significase que la causa de la guerra fuese la escasez de agua o el estrés hídrico.
Pero lo esencial de la teoría de la disuasión, que consiste en que para iniciar una guerra racional estratégicamente hablando, los beneficios percibidos probables deben ser superiores al coste ponderado por la probabilidad de sufrirlo, se cumple en estos casos.


Algunos detalles adicionales interesantes, en la aplicación de la teoría estratégica y de juegos pueden verse en "Game theory and water resources" (2010), en los que se aplican no solo a contextos estratégicos no solo entre estados, sino también a conflictos entre agricultores y otros actores a la hora de establecer la cooperación y el conflicto por la gestión del agua. Importante señalar que conflicto o no-cooperar no debe ser confundido con atacar (eso dependerá de cada juego y contexto).

Conflicto Egipto y Etiopía por el Nilo
Un caso paradigmático y aún de actualidad, puede encontrarse en la construcción de la presa del Renacimiento que ha construido Etiopía en el Nilo Azul, y que lleva años generando titulares alarmistas en que la tensión entre ambos países podría terminar desembocando en un enfrentamiento militar.

Sin embargo, como explican en Stratfor "Egypt's Limited Military Options to Stop an Ethiopian Dam Project", Egipto en realidad tuvo y tiene muy pocas opciones militares con las que amenazar de manera realista para impedir la construcción de la presa; y una vez esta se ha construido, para que el ritmo de agua que se embalse sea lento y afecte poco a los egipcios.
Egipto no tiene misiles con las que hacer salvas de precisión que hubieran impedido la destrucción de las obras de construcción. Su aviación de ataque era de poco alcance, aunque tenía la opción de atacar desde Sudán, país que durante algunos años se había alineado con Egipto contra Etiopía por el asunto del Nilo. Pero una vez Etiopía ofreció una gran cantidad de energía eléctrica a Sudán proveniente de la presa, Sudán se puso del lado etíope.
El conflicto actual, que versa sobre el ritmo con el que llenar el embalse (para generar energía, etc), Egipto tiene igualmente pocas opciones. Destruir un gran embalse requiere armamento de gran carga explosiva y capacidad de penetración, del que carecen los egipcios completamente.
La situación actual, en la que Egipto no tiene más opciones que aceptar el hecho consumado etíope, contrasta con lo que sucedía décadas atrás, en la que al ser un poder militar predominante imponía su postura a los estados que estaban río arriba.
Cuenca del Indo entre Pakistán e India
El Tratado de Aguas del Indo, del año 1960, es otro ejemplo en el que la cooperación y grados bajos de conflicto (que no impliquen guerra a gran escala) se impone a la guerra.
A pesar que India y Pakistán han tenido dos guerras convencionales a plena escala (1965 y 1971) y otra guerra a menor escala y limitada (1999), el Tratado del Indo no se ha visto afectado, ni se ha atacado o tratado de conquistar recursos hídricos.
Curiosamente, el tratado no solo ha permanecido intocable y aplicándose a pesar de las guerras y constantes escaramuzas, sino que se ha usado para mejorar las defensas al construirse canales hídricos que en la práctica se pensaron y aplican, principalmente, como grandes fosos y zanjas antitanque que dificulten las operaciones ofensivas.
Tensiones y conflictos sí, guerras no (o muy poco probables)
La escasez de agua es probable que sí genere abundantes situaciones de conflicto entre estados, pero los conflictos no deben confundirse con el estallido de guerras. El caso actual del Nilo Azul es un contexto en el que se han dado situaciones de tensión (confundidas en la prensa generalista como posible antesala de escalada bélica); y en el que ha imperado el conflicto a la cooperación.
Ha imperado el conflicto ya que Etiopía optó por la vía de los hechos consumados, que probablemente tendrá graves repercusiones en el suministro de agua en Egipto, en lugar de llegar a algún tipo de acuerdo cooperativo que tuviera en cuenta los intereses egipcios. Sin embargo, como hemos explicado, desde un punto de vista estratégico racional, y dado el equilibrio de poder entre ambos países, Egipto no tiene incentivos (por ausencia de capacidades militares suficientes) para iniciar hostilidades bélicas directas contra Etiopía.
Aunque eso no excluye que puedan darse conflictos por la vía económica, diplomática o a través de actores interpuestos (proxy) como apoyar a Eritrea, la agitación interna etíope (Etiopía en una situación interna muy delicada), etc.
Por ello, en el "Global Water Security" (2012), de la comunidad de inteligencia de los EE.UU. se afirma que en los próximos 10 años, la probabilidad de que estalle alguna guerra por el agua es poco probable.

El camelo del concepto de "estrés hídrico"
Para terminar, voy a citar literalmente algunos pasajes de una editorial de la revista "International Journal of Water Resources Development", firmado por Biswas y Tortajeda "Water crisis and water wars: myths and realities" (febrero 2019).
<<Las proyecciones de los últimos años de las principales organizaciones internacionales han sido sistemáticamente nefastas. Por ejemplo, en 2009, el Grupo de Recursos Hídricos 2030 proyectó que el mundo enfrentaría un déficit de agua del 40% en un escenario climático de negocios como siempre. En 2016, el PNUMA afirmó que para 2030 casi "la mitad de la población mundial sufrirá un severo estrés hídrico". En 2017, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, proclamó que para 2030 el 'mundo podría enfrentar una escasez de agua del 40%'. El Banco Mundial ha afirmado que para 2050, alrededor de 1.800 millones de personas vivirán bajo una aguda escasez de agua. En 2018, el Banco Mundial y la ONU afirmaron que el 36% de la población mundial vive en áreas con escasez de agua. El Instituto de Recursos Mundiales (WRI) afirmó que 33 países se enfrentarán a un "estrés hídrico extremadamente alto". Según el análisis de WRI, siete países se clasificarán conjuntamente como el número uno en términos de los países con mayor estrés hídrico del mundo. Todos ellos están en Oriente Medio, excepto Singapur.
Estas son estadísticas aterradoras que han sido repetidas hasta la saciedad por académicos, profesionales del agua, figuras políticas y organizaciones internacionales sin ningún escrutinio serio de la validez de sus supuestos subyacentes, la metodología de sus estimaciones o los conjuntos de datos nacionales e internacionales disponibles y sus calidad.
La mayoría de las instituciones nacionales e internacionales han decidido que si un país tiene menos de 1700 m3 por persona de agua dulce renovable, está sufriendo estrés hídrico. Si esta cifra cae por debajo de los 1000 m3 por persona, se enfrenta a la escasez.
Este pensamiento confuso explica, en gran medida, lo absurdo de que el WRI clasifique a Singapur como uno de los siete países con mayor escasez de agua del mundo. Según el estándar actual ampliamente aceptado, Singapur tiene solo unos 110 m 3 de agua dulce por persona, lo que, según el WRI, hace que sea tan escaso como los otros seis países con mayor escasez de agua: Bahrein, Kuwait, Qatar, San Marino, Emiratos Árabes Unidos y Palestina. Sin embargo, si uno le pregunta a cualquier ciudadano de Singapur si ha visto algún signo de escasez de agua, la respuesta definitivamente será no.>>
La respuesta a que el concepto de estrés hídrico, además de para no predecir guerras entre estados, no sirva para describir la escasez de agua que hay un territorio se debe el concepto de "agua virtual", acuñado por el académico del Kings College, Tony Allan; "Virtual Water: Tackling the Threat to Our Planet's Most Precious Resource" (2011).
El agua virtual sencillamente consiste en que cuando un país importa alimentos, productos industriales, medicamentos, etc, en realidad está consumiendo una gran cantidad de agua que está incorporada en los lugares que fueron producidos. Por ello, aunque países como Israel, Egipto, Singapur y muchos otros son muy deficitarios en agua, no sufren escasez de agua aparente.
Conclusión
Las guerras por el agua son estratégicamente un auténtico disparate teórico, si se tiene en cuenta los métodos canónicos y fundamentales de la disciplina de los estudios estratégicos (Teoría de la Disuasión, Teoría de Juegos, etc).
Además, la hipótesis de las guerras por el agua inducidas por la escasez de agua y el estrés hídrico (neomalthusianismo), adolecen de un fallo metodológico fundamental, al basarse en un concepto (estrés hídrico) que no tiene ningún sentido al no tener en cuanta el agua virtual o incorporado en el comercio.