Hidrohegemones: la domesticación del agua
Los ríos transfronterizos son uno de los elementos más complejos y delicados en la diplomacia. Buena prueba de esto es que la legislación internacional sobre ellos no consigue prosperar por falta de países signatarios, esto es, de interés. Es el caso de la Convención sobre el derecho de los usos de los cursos de agua internacionales para fines distintos a la navegación de Naciones Unidas de 1997. Concretamente la controversia se centra en el artículo 7 dado que obliga a no causar daños a otros Estados que participen del mismo curso de agua (Kraak, 2012). La polémica está servida: cualquier cosa que haga el Estado de rio arriba, puede ser calificado como dañino por el Estado de rio abajo.
🇪🇹 Etiopía cierra el espacio aéreo sobre la Gran Presa del Renacimiento Etíope por razones de seguridad. pic.twitter.com/gJ4Dv8HISu
— Descifrando la Guerra (@descifraguerra) October 5, 2020
Durante ya muchos años, se habla sobre inminentes “guerras del agua” a medida que en algunas regiones este recuso se vuelve cada vez más y más escaso, como en Oriente Medio. La realidad es que estas proféticas “guerras del agua” no se han producido. El porqué es razonablemente simple: mientras efectivamente el agua pueda ser un recurso escaso en algunas regiones, sigue siendo un recurso abundante a nivel global (Kraak, 2012). Comprar el agua a alguien que le sobre siempre será una operación más eficiente que ir a la guerra con un vecino por ella. Sin embargo, en los últimos decenios han proliferado la construcción de grandes presas en ríos transfronterizo y, mientras que esto per se no supone menos acceso al agua, si cambia profundamente las relaciones de poder entre estados.
La presa como forma de poder sobre el agua
Históricamente, el control del cauce de los ríos ha sido utilizado innumerables veces con fines de todo tipo, tanto para convertir un área infértil en un jardín de vida, o como arma devastadora para ganar una guerra, como la famosa inundación del río Amarillo provocada por los nacionalistas chinos en 1938 para expulsar a los invasores japoneses. Causando millones de desplazados y una cifra mínima de 800.000 muertos.
Y es que, una presa no es el mero uso de un río como herramienta puntual, es la completa domesticación de la naturaleza. Un Estado como Turquía que dispone de la presa de Atatürk en el Éufrates sabe que tiene un control absoluto sobre él: tiene el poder de dejar a Siria e Iraq sin acceso al agua durante meses y acto seguido provocar una inundación que devastaría esos países hasta destruirlos. En definitiva, tener presas en los mayores ríos transfronterizos es la garantía de la hidrohegemonía.

La literatura al respecto no se pone de acuerdo en si estas situaciones son una fórmula para el conflicto o para la cooperación, pero rara vez estos dos conceptos son antagónicos. De hecho, cooperación en conflicto suelen ser la norma en estos casos.
Se tratará siempre de una cuestión sumamente delicada, de una cooperación siempre conflictiva y jerárquica; los estados con nacimientos de ríos en sus fronteras buscarán en el control del agua, poder. Mientras que aquellos que se encuentren río abajo siempre se verán forzados a buscar poder para garantizar el agua. Las tensiones que se generan de una relación tan dependiente siempre serán conflictivas, aunque sea bajo un marco de cooperación.
Turquía, por ejemplo, ha buscado de forma perspicaz legitimarse como un hidrohegemón responsable y justo. De este modo, busca que su posición de liderazgo no sea cuestionada. Destaca la decisión, en 1991, de no cerrar el acceso al agua a Iraq cuando todos sus aliados así lo pedían en el marco de la primera Guerra del Golfo: “El agua es vida”, aseguraba Ankara (Warner, 2008).

Otros casos son el de la recientemente terminada Presa del Renacimiento etíope, sobre el Nilo Azul. A pesar de todas las promesas de uso comedido y responsable del flujo de agua para satisfacer sus necesidades energéticas, Egipto ha elevado la cuestión hasta el Consejo de Seguridad de la ONU; consideran que la presa es una soga en el cuello. Ninguno de los intentos por solucionar las diferencias sobre el tema de forma diplomática ha prosperado. Egipto ya advirtió a la comunidad internacional que si es necesario se recurrirá a la fuerza.

Otra historia de cumbres fallidas sobre ríos transfronterizos la encontramos en Asia Central. Tras la caída de la URSS los países de Kazajistán, Uzbekistán, Turkmenistán, Kirguistán y Tayikistán se reunieron en Almaty para discutir la gobernanza de los ríos Amu Darya y Syr Darya, de los cuales bebe toda la región. Se acordó que estos serían gestionados en principios de igualdad y beneficio mutuo, pero la verdad es que 30 años más tarde y después de más de 20 acuerdos, ninguno se ha revelado efectivo.
En 1997 Kirguistán decidió que el río Syr Darya debía servir a sus necesidades energéticas y que aquello del beneficio común se terminaba (Ramírez Millán, 2021). En 2021 hemos presenciado uno de los peores choques en la región por el acceso al agua. Decenas de muertos y algunos miles de desplazados en escaramuzas fronterizas de baja intensidad.

Pero sin atisbo de duda, la partida más grande con respecto a hegemonía hídrica se está jugando en China. Una rápida mirada a la platea tibetana hiela la sangre. China controla el espacio donde nacen casi todos los ríos que alimentan el este y el sudeste asiático. Potencialmente Beijín tendría rehenes del agua a una población combinada de dos mil millones de personas, una cuarta parte del planeta, repartidos en 17 países que dependen entera o parcialmente de los ríos que nacen en la platea tibetana (Mohanty, 2021).
China, además, no comparte ningún tratado multilateral o bilateral con absolutamente ninguna de estas naciones: se reserva el derecho a ejercer su jurisdicción nacional en cuanto a los recursos hídricos de sus fronteras. Huelga señalar la preocupación creciente de sus vecinos; India y Vietnam ya han alzado su voz de alarma. El río Brahamaputra se erige como el primer río transfronterizo en ser objeto de un plan de 14 años, aprobado en marzo de 2021, para construir presas en sus tramos más bajos, efectivamente poniendo a Bangladesh y buena parte de la India a merced de la buena voluntad de Beijín (Varma, 2021).
Por mucho que China “mantenga en mente” los intereses de estos países, una relación conflictiva está garantizada: Cualquier forma de cooperación que pueda surgir será profundamente desigual: en esencia se trata de cooperación entre captor y cautivo.

Conclusiones
Las presas en ríos transfronterizos proporcionan y consolidan el dominio total del agua dulce por aquellos estados suficientemente afortunados como para encontrarse en sus nacimientos. Este hecho proporciona una herramienta de poder poderosísima, hasta el punto de ser en si mismos un billete hacia la hegemonía regional. Sin embargo, con ella se advierten relaciones difíciles y conflictivas, en un aspecto en el que toda iniciativa legislativa internacional ha fallado irremediablemente.
En este sentido, las perspectivas de las consecuencias del cambio climático añaden una buena cantidad de leña al fuego. A medida que la meteorología se haga más impredecible, sequias más abundantes en unos lugares e inundaciones más frecuentes en otros, el control del agua por los hidrohegemones se volverá más imprescindible para el sustento de su propia economía.
Si China prevé sequias en regiones internas, no dudará en usar sus reservas y presas para desviar agua hacia a su población. Las necesidades de bangladesíes o vietnamitas pasarán a un segundo plano, si siquiera se tienen en cuenta. Si Etiopía, ante una explosión demográfica, entiende que debe hacer un uso más exhaustivo de su planta hidroeléctrica provocando una bajada significativa del caudal, las necesidades egipcias pesarán un poco menos.
China tiene planes para construir una presa gigante que, según se planea, abarcará el río Brahmaputra antes de que la vía fluvial abandone el Himalaya y entre en la India, atravesando el cañón más largo y profundo del mundo.https://t.co/9k4H2URb25
— RT en Español (@ActualidadRT) April 12, 2021
A medida que Asia Central se consolida como una región seca y con muy poco acceso al agua, Kirguistán estará menos dispuesto a compartirla. Si bien el agua en sí misma no se ha consolidado como una fuente de conflictos, la jerarquía autoritaria que imponen las presas en ríos transfronterizos escala las tensiones sobre el agua a un nuevo nivel nada cómodo para la soberanía de ningún estado que se encuentre en la desembocadura del río.
En este contexto, es de esperar que los hidrohegemones que sean además potencias regionales como Turquía o China, impongan marcos de cooperación “captor- cautivo”, mientras que otras potencias regionales como Egipto no aceptarán una relación subordinada con su hidrohegemon de turno, abriendo la puerta a intervenciones militares.
Bibliografía
Kraak, E. (2012). Dams of Damocles between rivers, states, and geopolitcs. Univeristy of Oxford.
Mohanty, A. (2021). Water as a Political Security Tool: The Himalaya’s Strategic Conundrum. Institute for Security& Development Policy.
Ramírez Millán, R. (2021). "Guerras del agua" en Asia Central. Global Affaires and Strategic Studies. Universidad de Navarra.
Varma, K. (2021). China Approves Building Dam on Brahmaputra in Tibet, Near Arunachal Pradesh Border. the wire.
Warner, J. (2008). Contested Hydrohegemony: Hydraulic Control and Security in Turkey. Disaster Studies, 271-288.