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La guerra entre Israel y Hamás tiene un impacto significativo en el orden internacional que va más allá de Israel y Palestina. Arabia Saudí, Irán, Estados Unidos o China son algunos de los actores externos que se verán afectados por los acontecimientos en Gaza.

Entre estos actores afectados también está la Unión Europea que, de nuevo, se ha visto arrastrada por la realidad internacional a una situación que no desea, no ha previsto y no tiene los medios para contrarrestar.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, durante su reunión con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Fuente: GOBIERNO ISRAELÍ

Más inestabilidad en la vecindad europea

A raíz de la situación en Israel, la UE enfrenta un nuevo desafío en el Mediterráneo, a menos de 500 kilómetros de Chipre, un estado miembro. Además, la crisis involucra al principal aliado de la UE en la región, Israel.

Asimismo, teniendo en cuenta el contexto de guerra en Ucrania esta situación está muy lejos de ser deseada por la UE. La inestabilidad en Oriente Medio es algo que desde Europa pretenden evitar a toda costa y la posibilidad de escalada del conflicto preocupa y mucho en Bruselas. De escalar el conflicto preocupa especialmente un posible nuevo influjo de refugiados hacia Europa que la UE ni espera ni quiere acoger.

En este sentido, se está poniendo especial atención sobre Egipto que, por su proximidad geográfica a Gaza, recibiría el mayor influjo de refugiados. Egipto está atravesando una crisis económica de gran magnitud y las finanzas estatales se encuentran muy débiles, por lo que podría ser muy dificil gestionar la llegada masiva de personas procedentes de Palestina.

Por otro lado, la situación en Gaza abre otro frente para Occidente que podría desviar la atención de Ucrania. Israel es uno de los socios principales de EEUU y no hay duda de que aportará toda la asistencia que se solicite. Esto, que no tendría por qué afectar directamente a los intereses ucranianos, llega en un contexto donde ya se aprecia cierta fatiga con respecto a Ucrania, además de que el Partido Republicano quiere acabar con la asistencia a Kiev.

Incluso si Biden consigue mantener a flote la asistencia a Ucrania, en 2024 hay elecciones presidenciales y el asunto se convertirá en uno de los temas de campaña haciendo cada vez más dificil aumentos significativos de la cooperación con Kiev. La UE es consciente de esto y ya ha avisado a EEUU de que no será capaz de rellenar el vacío que deje Washington en caso de reducir su participación en la guerra contra Rusia.

Otra consecuencia inesperada para la UE tiene que ver con el IMEC. El IMEC es un proyecto de corredor entre la Unión Europea y la India, a través de Oriente Medio, que transportará energía y mercancías reduciendo significativamente los tiempos (y por tanto los costes) respecto a las actuales rutas.

Israel es la última parada del corredor antes de llegar a Europa y el papel de Arabia Saudí es fundamental en el proyecto. Cuando se firmó el memorándum de entendimiento, los firmantes acordaron volver a reunirse para discutir los detalles y la financiación. Esta reunión aún no se ha producido y en el contexto actual es difícil imaginar a Israel y Arabia Saudí reuniéndose para hablar del mismo. Esto no implica que el proyecto vaya abandonarse, pero sí que es un revés para las aspiraciones de la UE y la India de empezar con el proyecto lo más rápido posible.

Por otro lado, también impactará en la entrada de Suecia en la OTAN. Erdogan ha mostrado su descontento con la política de Estados Unidos en Oriente Medio y a medida que la respuesta de Israel se recrudezca y cuente con el apoyo de Estados Unidos, la adhesión de Suecia en la OTAN aumentará sus costes políticos en Ankara.

Imagen: The Hindu Business Line

Lo esperable es que Turquía acabe ratificando la entrada de Suecia en la alianza atlántica, pero Erdogan podría aprovechar la situación para retrasar aún más el proceso y exigir concesiones adicionales por parte de Estados Unidos en tanto que ya ha conseguido lo que ambicionaba de Suecia.

Por último, el conflicto en Gaza supone un fracaso de la política europea respecto a Irán. Aún no está claro el rol que ha jugado Teherán en el ataque de Hamás, pero conocidos por todos son sus vínculos y la reacción de júbilo del ayatolá y su entorno ante el ataque. La UE ha tratado de negociar con Irán, primero con el acuerdo nuclear, después oponiéndose a la retirada de EEUU del acuerdo, buscando sistemas para eludir las sanciones impuestas por Trump y, en tiempos más recientes, siendo uno de los mayores impulsores de las negociaciones para retomar el acuerdo.

Aunque el fracaso del acuerdo nuclear solo puede atribuírsele a Estados Unidos, lo cierto es que los enormes esfuerzos diplomáticos que ha hecho la UE respecto a Teherán no han logrado resultado. Irán continúa con su programa nuclear, ha agudizado la represión interna y continúa siendo un actor disruptivo en Oriente Medio a pesar de los intentos europeos por construir un enfoque más constructivo en Teherán.

Desde la Unión Europea siempre han defendido un orden multipolar dónde el sur global y los países en desarrollo encontraran su voz y la UE hiciera gala de su autonomía estratégica como alternativa a la rivalidad entre potencias como EEUU y China. Sin embargo, este mundo multipolar tiene sus riesgos y los estamos viendo ahora.

El fin de Estados Unidos como la “policía del mundo”, potencias regionales más asertivas y la consideración del uso de la fuerza como una herramienta más de la política exterior hacen de este nuevo orden multipolar un orden más inestable y violento. Este es un orden ante el que la UE no tiene capacidad de respuesta, la unanimidad sigue impidiendo la creación de una política exterior común y la falta de capacidades militares hace imposible cualquier respuesta europea.

El mundo está cambiando, desde Bruselas se sentían muy cómodos defendiendo sus intereses a través del poder blando, pero nos dirigimos (estamos ya) a un nuevo orden donde el poder duro tendrá mucho que decir y ahí la UE es muda. La guerra en Gaza es una muestra más de la incapacidad de la UE para proyectar poder más allá de sus fronteras y la enésima situación en la que Bruselas tiene que absorber el impacto de una crisis ajena sin poder aportar ninguna solución ni influenciar en el conflicto.

Tras la guerra en Ucrania parece que desde Bruselas fueron conscientes de la situación. Hizo falta una guerra en las fronteras europeas para que abrieran los ojos, aunque continúa faltando acción. Veremos si la creciente inestabilidad global es el impulso necesario para que la UE trate de encontrar su lugar en el nuevo orden global.

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