Irán: unas elecciones en las que todos pierden
Las elecciones del pasado 21 de febrero han supuesto un duro varapalo para los sectores políticos moderados y reformistas de la República Islámica de Irán al obtener unos 20 escaños de los 290 que componen su Cámara Legislativa a falta de asignar 15 escaños en una segunda vuelta.
Un resultado a todas luces malo, ya que eran la opción mayoritaria en la anterior legislatura y pese a que casi todos sus candidatos fueron vetados, lo cierto es que concurrir en dos candidaturas como son la “Coalición de 8 partidos reformistas “ y la “Lista de Amigos de Hashemi” compuesta por antiguos militantes del partido que aupó a la presidencia del país a Rafsanjani en 1989 tampoco ayudó mucho.

El hecho de que los conservadores hayan obtenido en torno a 200 asientos, incluidos los 30 que se elegían en Teherán, y que independientes próximos a sus postulados consiguiesen varias docenas mas, podría ser considerado un éxito avasallador digno de celebración para los sectores mas inmovilistas del régimen.
Sin embargo, en un sistema político en el que el índice de participación en unos comicios es el indicativo mas fiable para medir el apoyo al régimen, una mas que posible alta abstención en estas elecciones legislativas fue una clara preocupación para las autoridades que intentó evitar por diferentes medios.
Finalmente, la realidad de una abstención cercana al 60% se abrió paso con las declaraciones de Alí Jamenei denunciando una campaña internacional destinada a desanimar a los ciudadanos para que acudiesen a votar y los posteriores intentos del Ministro de Interior de achacar la baja participación al miedo a contraer el coronavirus.
Lo cierto es que la descalificación por parte del Consejo de Guardianes de gran parte de los candidatos reformistas, la represión de las protestas populares, la perdida de poder adquisitivo y el errático manejo del caso del avión ucraniano derribado en enero fueron argumentos mas que suficientes para que buena parte de los 58 millones de electores optaran por no acudir a votar.
La inestabilidad social se ha trasladado a la política siendo continuos los rumores propagados desde el campo conservador en el que anuncian la pronta renuncia de Rohani, lo que ha sido desmentido por personas próximas al presidente iraní.
Pese a que desde los sectores moderados se advierte que los rumores socavan la seguridad nacional, algunos diputados reformistas han solicitado su dimisión y nuevas elecciones para dar estabilidad al país, y desde el propio gobierno se habría amenazado con su renuncia a fin de forzar al parlamento a aprobar el Presupuesto General.
Con esta zozobra social y política y con el apoyo popular mas bajo desde hace 40 años, nace la undécima legislatura con un Parlamento copado por unos elementos conservadores y ultraconservadores sumidos en una guerra interna motivada por la confección de las listas electorales.
Y es que, si los moderados y reformistas no reeditaron la “Lista Esperanza”, los conservadores acudieron a las elecciones en 5 candidaturas diferentes al ser la coalición «Consejo de las Fuerzas Revolucionarias” incapaz de unificar las diferentes corrientes ideológicas que apoyan al régimen iraní.
Esta presentó como cabeza de lista al exalcalde de Teherán y 3 veces aspirante a la presidencia Mohammad Bagher Ghalibaf, excluyendo a candidatos jóvenes, a interesados en la economía y a los extremistas, lo que motivó que los primeros optaran por presentarse por su cuenta en la lista anticorrupción “Los Buscadores de Justicia “, los segundos en la candidatura “Economía y sustento para las personas” y los fundamentalistas a través del “Frente de Estabilidad de la Revolución Islámica”.
En un momento en el que la primacía del Consejo de las fuerzas Revolucionarias dentro del campo de los conservadores estaba siendo puesta en peligro por unos candidatos mas jóvenes y/o radicales, los seguidores Ahmadineijad optaron por presentar otra lista que fraccionó aún mas a los principalistas.
El pronto desmarque del expresidente iraní de la Coalición Popular, compuesta por gente que había concurrido en otras elecciones en listas que este lideraba fue un factor clave para que esta candidatura pasase el filtro del Consejo de Guardianes y pudiese concurrir a las elecciones.
Y es que tanto Ahmadineijad como sus seguidores mas próximos son considerados por las autoridades como un peligro para la supervivencia del régimen, semejante al que pueden suponer los reformistas, motivo por el cual a las listas que estos apoyan son llamada despectivamente Jarīān-e Enherāfī o Corriente Desviada por los principalistas.
Finalmente, la altísima abstención y el resultado electoral del 21 de febrero pusieron frente al espejo a las diferentes corrientes ideológicas del conservadurismo iraní, siendo conscientes del escaso apoyo que suscitan sus postulados entre una sociedad empobrecida y duramente reprimida.
Así pues, lo que en origen pudo parecer una buena idea de los pilares del régimen iraní de limitar la presencia reformista para transformar el Parlamento en un búnker en el que resistir la presidencia de Trump esperando tiempos mejores, se han convertido en una disputa por cuotas de poder dentro del conservadurismo.
Paralelamente, a las elecciones legislativas, Irán también celebró unas elecciones parciales a una Asamblea de Expertos que ya en plena oleada moderado-reformista estaba en manos de los conservadores y que tras sufrir el mismo veto masivo de candidatos reformistas que en las parlamentarias, ha propiciado una mayoría absolutísima de miembros conservadores y ultraconservadores en el comité donde se elige al Líder Supremo tras la muerte o incapacidad del actual.
Así que, a falta de la celebración el 17 de abril de la segunda vuelta en los distritos que aun no han elegido diputado, lo cierto es que los moderados y reformistas han perdido un apoyo popular que no han capitalizado los conservadores y ultras pese a controlar el Parlamento.
Además, se ha abierto una brecha dentro de los partidarios del régimen que si bien puede ser momentánea puede que se vayan ampliando si la Coalición Popular, Buscadores de Justicia y la lista de “Economía y sustento para las personas” buscan en un futuro alianzas con sectores moderados y reformistas para aplicar su programa más allá de la mayoría conservadora oficialista y ultra.