JOE BIDEN, 46º PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS (Parte 2/2)
AUTOR: ROBERTO TERUEL PÉREZ
Máster en Estudios Internacionales por la Universidad de Santiago de Compostela. Actualmente especializándome en Analista Internacional por el Lisa Institute. Twitter: @Teruel96Roberto
Acceso a la Parte 1
RAZONES POR LAS QUE JOE BIDEN GANARÁ
1. LA DESUNIÓN DEMÓCRATA EN 2016 Y LA “UNIÓN”EN 2020...
En el Partido Demócrata existen dos almas: la que se inclina más hacia el llamado “progresismo” con Bernie Sanders como referente, y “la moderada”. Esta situación de división perjudicó las opciones electorales del partido, puesto que en el Partido Republicano no existía dicha brecha entre sus filas. Bernie Sanders y Hillary Clinton eran antagónicos y en las primarias demócratas se pudo comprobar.
En muchos Estados clave como Pensilvania, Michigan o Wisconsin, la división del voto era clara entre los candidatos demócratas, sobre todo en condados que más tarde darían la victoria a Trump donde incluso hasta después de que fuese matemáticamente imposible para Sanders ganar la nominación presidencial, éste no concedió la carrera por la nominación de las primarias ya que como él afirmaba “su revolución” había comenzado y debía seguir.

No fue hasta más adelante cuando finalmente aceptó apoyar a Hillary, lo cual fue muestra de la fractura ideológica que había en el partido. Sin embargo, este año parece que hay una unión respecto a Joe Biden. Unión, porque aunque sigan existiendo dos almas dentro del partido, SÍ que existe un objetivo que les une: derrotar a Trump.
Muchos electores de corte demócrata no acudieron a votar en el 2016 pensando que la victoria de Hillary estaba asegurada o bien, porque no querían votar por ella ya que tenían preferencia por Sanders. Este año van a acudir a las urnas sí o sí, dado que aunque Biden no les pueda agradar demasiado cualquier opción es mejor que otros cuatro años de Trump.
Además, tras los confinamientos de determinados Estados, el proceso de primarias demócratas se vio envuelto en una inestabilidad constante (reconfiguración de fechas, forma de votar...) y finalmente Bernie Sanders decidió a comienzos de abril retirarse dejando el camino libre para Joe Biden. Sanders podría haber continuado, pero decidió no hacerlo y apoyar a Biden desde el principio. Este movimiento claramente ha ayudado a que haya una unión en torno al actual candidato a la Presidencia dejando atrás divisiones pasadas.
2. ...Y LOS REPUBLICANOS NI EXPANDEN NI LOGRAN MANTENER SU BASE

El perfil del votante Republicano se caracteriza por ser votante blanco, de zonas rurales, sin estudios universitarios y evangélico. Trump ganó en gran parte porque ganó entre los votantes blancos sin un título universitario por un margen mayor que cualquier candidato Presidencial Republicano en la historia reciente.
No obstante, una sólida actuación de los demócratas en los distritos suburbios y entre los votantes blancos con un título universitario ayudó al partido a recuperar la Cámara de los Representantes en 2018. Actualmente, los grupos demográficos que dieron la victoria a Trump se están resintiendo y hay que tener en cuenta que ningún partido logra ganar solo con su base, sino que tiene que expandirla lo máximo posible, algo que Trump no ha intentado hacer en sus cuatro años como presidente.
El demócrata Joe Biden está atrayendo más apoyo que Hillary Clinton entre los votantes blancos, especialmente las mujeres blancas (bastión crítico para cualquier partido si quiere ganar y donde Trump está perdiendo a niveles máximos históricos), los votantes blancos mayores y aquellos sin un título universitario de cuatro años. También tiene el apoyo de los suburbios, lo cual le ha ayudado a construir una ventaja sustancial.
Sin embargo, Trump está mejorando ligeramente entre los votantes blancos con educación universitaria y ha ganado entre los votantes de color, especialmente los votantes hispanos y los votantes negros más jóvenes. No obstante, pese a estas mejorías para Trump, los votantes blancos constituyeron cerca de 7 de cada 10 votantes en el electorado de 2016 según el CCES (Cooperative Congressional Election Study) y, cualquier cambio importante en sus actitudes podría alterar en gran medida el cálculo electoral.

Además, Biden mantiene la típica base que conforma el votante Demócrata mientras que la ventaja de Trump entre los votantes blancos es aproximadamente la mitad de lo que era en 2016, lo que podría ser especialmente importante ya que este grupo está sobrerrepresentado en los Estados que tienen más probabilidades de decidir el ganador del Colegio Electoral.
Por otra parte, de acuerdo con el análisis de NBC News (9-12 octubre 2020) entre los votantes independientes, Biden tiene una ventaja del 7 % sobre Trump. Hace cuatro años, Trump lideraba por un estrecho margen entre los independientes por un 1%. Los votantes mayores también han cambiado sus lealtades partidistas en la encuesta de este año. Biden lidera a Trump entre los votantes de 65 años en más en 10 puntos: 54- 44%.
Además, dentro de la base republicana los llamados “Republicanos de toda la vida” tienen dudas sobre si votar a su partido o no; otros políticos Republicanos de prestigio han respaldado a Biden; los comentarios despectivos de Trump hacia el ejército y el llamar “perdedor” al “héroe de guerra” John Mccain; sus políticas y gestión del coronavirus etc. son los propulsores de ese resentimiento entre su base y los que no son su base como en el caso de los Independientes que se decantan por el Partido Demócrata.
3. UNA ESTRATEGIA REPUBLICANA ERRÁTICA
Es difícil esclarecer cuál es la estrategia republicana para 2020. A diferencia del 2016, los Republicanos no tienen un mensaje fuerte y que logre penetrar en el estadounidense que no sea un Republicano convencido. En el 2016 el mensaje de “Make America Great Again”, la impopularidad del “establishment” visto como corrupto, Hillary Clinton como la representante de este sistema, y la investigación del FBI por el caso de los e-mails a finales de octubre logró que los votantes Independientes e indecisos se posicionaran a favor de Trump.

En cambio, este año está sucediendo todo lo contrario y la estrategia de Trump de hacer de las elecciones un referéndum sobre su continuidad o no, lo complica aún más. En el 2016 crear una especie de referéndum de “establishment” SÍ funcionó, pero ahora cuando eres el presidente más impopular en lo que llevamos de siglo, no va a funcionar.
Igualmente, los Republicanos han estado usando la estrategia de ir al ataque, más que a defender, sin dar resultado alguno. Joe Biden lograría ganar los mismos Estados que Clinton en 2016 (más del 90 % probabilidad de acuerdo con FiveThirtyEight) e incluso ganar en Estados Republicanos como Arizona, Carolina del Norte, Georgia o Texas, mientras que Trump no lograría reconvertir ningún Estado demócrata en Republicano. Esto provoca desconfianza en los “fundraisers” que han dejado a la campaña de Trump con una financiación muy discreta, mientras que la confianza en Biden ha ido en notable ascenso traduciéndose en más capacidad de financiación y de poder en publicidad e influencia para atraer el voto.
La estrategia republicana de desdibujar a Joe Biden de la misma forma que ocurrió con Hillary no da resultado. Por ejemplo, las continuas alegaciones de que los demócratas representan “la izquierda radical” con Joe Biden al mando no son creíbles para el electorado. Si Joe Biden es la izquierda radical, ¿Qué es Sanders entonces? Tampoco está funcionando su estrategia de “Ley y Orden”, aunque a Nixon le fuera bien en las elecciones de 1968. ¿Por qué? Porque Nixon era candidato a la Presidencia, más no la ostentaba todavía.
Trump es el Presidente, todo lo bueno y lo malo se le otorga a él, el alegato a la mejora de la economía ha quedado destruido por la pandemia del coronavirus, la actitud ante Biden en el 1er debate presidencial tampoco ayudó a Trump (incluso estrategas republicanos admitieron que “Trump fue demasiado agresivo”), la publicación de declaración de impuestos que pagó en 2016-2017, su diagnóstico positivo de coronavirus que lo llevo a la peor semana de su campaña a tan solo un mes de las elecciones o, la cancelación del segundo debate, ya que “es mejor debatir que no debatir” como dijo Liam Donovan, son algunos de los ejemplos.

Trump necesita momentos como los debates para poder captar más votantes y no puede desperdiciar más oportunidades, pero la cuestión es que incluso teniendo momentos televisivos su contrincante logra tener más audiencia como se pudo comprobar en el “TownHall” como sustitución al segundo debate. Por otra parte, ciertos movimientos del Partido Republicano están ayudando a incrementar el entusiasmo en el partido demócrata presentándose a Biden como el candidato de la unión y de la recuperación del alma americana en estos tiempos de incertidumbre y división. En definitiva, la estrategia demócrata de “dejar a Trump ser Trump” junto con los errores de éste les da incentivos.
4. LA HISTORIA ESTÁ DEL LADO DE BIDEN
Históricamente hablando, el Partido Demócrata tenía bastante difícil ganar las elecciones en 2016. Barack Obama llevaba 8 años en el poder y cualquier partido en esa posición generalmente sufre un desgaste, puesto que la ciudadanía ya pide un cambio. Además, era la primera vez que un afroamericano lograba la Presidencia y, en el año 2016, Hillary se habría convertido en la primera mujer en lograrlo. Quizás era demasiada historia en tan poco tiempo.
A pesar de todo, sí que es llamativo que en lo que llevamos de siglo, los demócratas hayan conseguido ganar el voto popular en 4 de 5 ocasiones (la última vez que lo hicieron los republicanos fue en el 2004 con la reelección de George W. Bush), y todo indica que Biden logrará también ganar el voto popular (99% de posibilidades de acuerdo con TheEconomist). Esto muestra la debilidad del Partido Republicano en penetrar en bases más jóvenes y en seguir manteniendo su tendencia de voto en futuras elecciones.

Por ejemplo, este año Georgia y Texas, dos Estados que han sido sólidos para los Republicanos durante décadas, son competitivos debido a los cambios demográficos donde los Demócratas han llegado a liderar en algún momento en esta carrera presidencial. Asimismo, las encuestas recogen para Biden los mejores datos registrados en la serie histórica debido a que está en mejor posición que cualquier otro opositor a un presidente desde 1936. En las pasadas 21 elecciones presidenciales que ha habido en EEUU, solo cinco contendientes lideraron este apartado en este momento. De esos cinco, solo uno (Bill Clinton en 1992) estaba por delante con más de 5 puntos ganando al por entonces presidente George W.H Bush.
Joe Biden lidera a Trump por 10.
A esto se suma que, según Allan Lichtman, historiador conocido como “el gurú de las predicciones”, que ha adivinado correctamente el resultado de las elecciones desde 1984 basándose su campo de estudio en el análisis de los resultados electorales desde 1860 a 1980 y, en su modelo de “Las 13 llaves para la Casa Blanca”, siendo uno de los pocos que afirmó que Trump iba a ganar las elecciones en 2016, este año se ha decantado por Joe Biden. Asimismo, también hay que tener en cuenta que los estadounidenses NUNCA han reelegido a cuatro presidentes de manera consecutiva. Adivinad quién sería ese hipotético 4º.
5. ¿PODRÍA AÚN ASÍ GANAR TRUMP?

Si bien es cierto que aún queda algo de tiempo para remontar y que TODO puede ocurrir, nada parece indicar que Trump vaya a poder hacerlo ya que:
1) La fecha de las elecciones cae pronto. El 3 de noviembre 2020, mientras que en el 2016 fueron el 8 de noviembre. Por tanto, Trump tiene menos tiempo para remontar en estas semanas cuando Biden tiene un 93% de posibilidades de ganar más del 50 % popular según “FiveThirtyEight” y un 91% de posibilidades de ganar el Colegio Electoral de acuerdo con “The Economist”. Hace 4 años, Trump tenía un 30% a su favor de ganar el Colegio Electoral respecto al 9% de hoy. Y, creedme, que siendo el presidente tener esas opciones de reelección a menos de dos semanas indica que no se augura un buen resultado.
2) En el último mes, los porcentajes de intención de voto suelen variar muy poco (la media desde 1972 es de +-1.8% durante el último mes y en las últimas dos semanas un +- 1,6 %). De hecho, aunque la reapertura del caso de los e-mails de Clinton tuvo un gran efecto en 2016 contribuyendo a un cambio de un 3% hacia Trump en los últimos días de la campaña, esto es más la excepción que confirma la regla que algo general.
3) El efecto de los debates es muy limitado al no ser que alguno de los candidatos haya cometido fallos demasiado contundentes. Un debate sirve principalmente para los indecisos y, normalmente, no suelen ser un número tan alto como para hacer decantar la balanza hacia un lado u otro. Sin embargo, en el 2016 SÍ que hubo un número notable de indecisos (un 12.5% combinando votos a partidos terceros más indecisos el mismo día de las elecciones), pero este año no es el caso ya se estima que son solo de un 6%.
4) Todo indica que habrá una alta participación (se estima la participación más alta desde 1908 ya que irán previsiblemente a votar entre 150-160 millones de personas). Para hacernos una idea del incremento, 137.5 millones votaron en 2016, y el aumento de la participación favorece normalmente más a los sectores de izquierdas que de derechas como se vio con los Midterm o con participación histórica desde 1914. A 30 de octubre 2020 ya han votado 70 millones de personas que no van a poder cambiar su voto; en muchos Estados ya han votado 1/3 de los que lo hicieron en 2016 y el número se ve incrementado día tras día.

Parece ser que el argumento de Trump de que las elecciones van a ser fraudulentas no está penetrando en el electorado y que una posible supresión del voto está dinamizándolo aún más. Además, aunque hubiera una “Biden October Surprise” el efecto se vería minimizado, ya que con Hillary esto ocurrió una semana y media antes de las elecciones, pero no había tanto voto contabilizado y además Trump tenía todavía una semana para remontar. Eso fue lo que ocurrió, ya que la mayoría de los votantes indecisos en Estados clave como Florida (55 vs 38), Pensilvania (54vs 37), Wisconsin (59 vs 30) y Michigan (50 vs 39), decidieron votar a Trump en el último momento.
Incluso si Trump lograra ganar el 100% de los indecisos (prácticamente imposible), Joe Biden seguiría liderando incluso en aquellos “swing states” críticos para Trump. También, el conocidísimo senador republicano Ted Cruz ha dicho que “las elecciones de noviembre pueden ser un baño de sangre de proporciones del WaterGate”, donde los Republicanos perdieron más de 10 millones de votos, mostrando así la preocupación existente. Por tanto, la derrota no puede ser solamente respecto a la Presidencia, sino también al Senado y la Cámara de Representantes logrando los Demócratas así un “Trifecta” (término político estadounidense que aplicado a nivel nacional se refiere a cuando un mismo partido controla la Presidencia y ambas cámaras del Congreso).
La Cámara de Representantes tiene un 99% de posibilidades de que siga siendo de mayoría demócrata de acuerdo con FiveThirtyEight y, el Senado, que en un principio no estaba en juego, tras los últimos acontecimientos puede correr riesgo. Ante esto, cada vez más senadores republicanos intentan evitar ser relacionados con Trump a petición del líder del Senado republicano John McConell, para intentar mantener el poder en la cámara que serviría como “último bastión de control” para las políticas demócratas en caso de que ganaran éstos la Presidencia. Por tanto, aunque los demócratas perdieran las elecciones, si lograsen el control en las cámaras legislativas, el partido Republicano tendría prácticamente imposible gobernar.
5) La combinación que puede llevar a los 270 comisarios a ambos partidos es mucho más amplia para los demócratas que para los Republicanos. Trump necesita ganar absolutamente los mismos Estados que ganó en 2016, o bien, hacer un intercambio (perder uno que ganó en 2016 por uno de mayor voto que se llevó Clinton). Desgraciadamente para Trump, de acuerdo con FiveThirtyEight, tiene menos de un 30% de posibilidades de que eso ocurra, igualmente, el porcentaje que le dan para conseguir el mismo mapa que en 2016 es de menos de un 1%.
Con todo ello, llama la atención que los Estados más competitivos no sean Michigan, Wisconsin y Pensilvania, sino Iowa (Rep +9.4% 2016 vs D + 1,1 % 2020 ), Texas (+9% vs R + 1,1% 2020), Ohio (+8,13% vs R +0,2% 2020 ), Georgia (+5,1% vs D + 0,8% 2020 ), Carolina del Norte ( +3,7% vs D + 3,1% 2020 ) y Arizona ( +3,5 vs D +3,6% 2020).

Por último, los datos del 2020 son el promedio de todas las encuestas y se encuentran dentro del margen de error, pero aun así esto ejemplifica como de debilitada se encuentra la posición de los Republicanos en estas elecciones. Por el lado Demócrata, con que Joe Biden gane los mismo Estados que Clinton y el “Rust Belt”, la victoria es segura e incluso no necesita el “Rust Belt” de forma íntegra, ya que actualmente lidera en la mayoría de “Swing States” y no se espera que ningún Estado que ganó Clinton en 2016 lo pierda. En conclusión, nos podemos hacer una idea de cómo de amplia tiene la combinación, pero siempre con cierta cautela.
En definitiva, son semanas de emoción y pasión. El recuento de votos no se hará definitivo hasta bien pasada la fecha de las elecciones, lo cual deja preguntas abiertas como si algún candidato declarará victoria antes de tiempo, si después de las elecciones se procederá a un recuento en los Tribunales que haga cambiar el resultado final, que hará Trump si pierde, si la sombra de fraude electoral seguirá presente independientemente de quien gane, la posible reacción de los estadounidenses ante inesperadas situaciones… Seguramente habrá alguna que otra sorpresa el 3 de Noviembre y, a posteriori, los nervios estarán a flor de piel. Asique lo único que queda decir es: