Kais Saied, un nuevo al-Sisi para Occidente
La prolongación del estado de excepción impuesto por Kais Saied en Túnez tiene, como es lógico, una implicación geopolítica. Si finalmente el movimiento del presidente se consolida y se asienta como un líder autoritario, y todo apunta a ello, las consecuencias geopolíticas se estabilizarán.
Comencemos por lo más obvio, desde dentro hacia afuera. La maniobra de Kais Saied juega en perjuicio de los partidos políticos en Túnez, lo cual, evidentemente, afecta a Ennahda, que es la organización política con más fuerza en el país norteafricano (aunque ha ido perdiendo fuelle) y está vinculada con los Hermanos Musulmanes. Sólo con este hecho, tenemos una catarata de apoyos y detractores.

Al jugar contra los intereses de los Hermanos Musulmanes, aliados de la Turquía de Erdogán, obtenemos como opositor político al país otomano, motivo por el cual miembros de su gobierno han mostrado seria preocupación por lo acontecido en Túnez, reclamando la anulación de las recientes medidas impuestas por Saied[1].
No andaban desencaminados, pues su alta influencia en el país norteafricano parece que va a decrecer, como muestra la petición tunecina de la revisión del acuerdo comercial que tienen ambos países, con la amenaza, además, de cancelación del mismo si no se llegara a un acuerdo satisfactorio para Túnez, quien sale perdiendo en la balanza comercial mutua[2]. Algo similar sucede con Qatar, el otro gran aliado de los Hermanos Musulmanes, aunque en este caso el gobierno del Golfo ha mostrado una actitud más prudente, llamando a todas las partes al diálogo[3].
Por otra parte contamos con el Egipto de al-Sisi, enemigo destacado de la hermandad musulmana, por lo que no ha dudado en mostrar su apoyo al Kais Saied[4], y lo mismo ha sucedido con Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, que tienen una tensa rivalidad con esa organización religiosa, así como con sus apoyos, Turquía y Qatar[5]. Las posiciones de Libia y Argelia, países fronterizos, no están claras todavía. En el caso del primero, es de suponer que la facción de Trípoli, cercana a Turquía, vería con malos ojos las recientes acciones de Saied, mientras que la de Tobruk, apoyada por Egipto y enemistada con los otomanos, las apoyaría, como de hecho, ya ha sucedido públicamente[6].
Turkish President Recep Tayyip Erdoğan meets recently elected Tunisian President Kais Saied on a day day visit to Tunisian capital Tunis. #Libya #Turkey #Tunisia pic.twitter.com/TtsX526ZOn
— Libya Review (@LibyaReview) December 25, 2019
De todas formas, ambas facciones se encuentran reunidas en un gobierno de concentración que trata, teóricamente, de sacar pacíficamente al país de un conflicto civil que dura ya demasiados años, por lo que sería extraño ver posiciones firmes de uno u otro lado, más allá de algunas declaraciones puntuales, hasta pasadas las elecciones del próximo 24 de diciembre. Argelia, de momento, se muestra prudente. Lo mismo puede decirse de Rusia.
Pero ¿qué sucede con la Unión Europea? Aunque realmente esta organización no tiene una postura común exterior, ya que existen intereses nacionales al margen de los comunitarios, en este caso convergen. Sin embargo, los intereses políticos reales chocan con el discurso predominante y acorde con la hegemonía cultural que existe en la Unión. Dicho discurso, ya lo sabemos, aboga por la implantación y perpetuación de lo que se entiende por sistemas democráticos, por ello y, en consecuencia, han pedido el restablecimiento de la normalidad institucional en Túnez[7].
No obstante, no debe tratarse como una declaración con efectos drásticos reales e incluso cabe dudar de que existan siquiera movimientos cosméticos. Y es que a los países de la Unión les interesa que triunfe la jugada de Kais Saied por los siguientes motivos:
1- No se sienten cómodos con la integración o influencia directa de los Hermanos Musulmanes o partidos afines a los mismos en gobiernos tan cerca de sus fronteras. Por esta misma causa se aceptó de tan buena gana el golpe militar de Abdelfataj al-Sisi en Egipto, quien no estuvo nunca fuera del orden internacional.
2- La ampliación de poder del presidente tunecino puede ser vista como un remedio eficaz que desatasque la confrontación que existía entre el parlamento tunecino y la presidencia, llevando a veces al bloqueo (unido a la existencia de una asamblea fragmentada) en tiempos de crisis económica, sanitaria e institucional. La delicada situación de Túnez en todos estos aspectos podría provocar una nueva ola migratoria hacia Europa, cosa que ninguna fuerza europea desea.
Nunca lo es, debido al drama humano y a la complicada solución que deben afrontar los diferentes gobiernos, pero en la actualidad esta posibilidad es menos deseable que nunca debido el ascenso, en los últimos años, de partidos anti-inmigración (Frente Nacional en Francia, Vox en España, Alternativa por Alemania o la Liga en Italia). Esto provoca que el resto de las fuerzas no quieran apuntalar una de las principales banderas discursivas de estas formaciones.
🚨 VOX rechaza la inmigración ilegal y descontrolada.
— VOX 🇪🇸 (@vox_es) August 29, 2019
🤔 Lo que hemos sufrido este verano no es sólo inmigración, es una invasión planificada por las oligarquías.
⬇ HILO QUE EXPLICA QUÉ ES EL #OpenMafia ⬇ pic.twitter.com/xvHYKWbbnw
Por otro lado, estos partidos, como es natural, tampoco desearían una posible ola migratoria. Viendo el notable avance en la vacunación que se ha producido en Túnez durante el último mes, es razonable pensar que bajo la batuta de Kais Saied las cosas podrían mejorar en Túnez, un presidente que, además, ya ha mostrado en el pasado reciente la carta de frenar la inmigración irregular[8]. Por ello, sería extraño ver a miembros de la UE oponiéndose frontalmente a las medidas del presidente norteafricano.
3- Por último, y esto es algo que sólo afecta a algunos países de la Unión, el evidente enfriamiento de las relaciones entre Túnez y Turquía con este dignatario debe provocar por asociación directa el apoyo de Grecia, Chipre y Francia, que tienen roces (por diferentes razones) con los otomanos. Todo ello sin olvidar la influencia del país galo en su antigua colonia, que puede verse incrementada y, en cualquier caso, aunque eso no fuera así, vería a uno de sus máximos rivales en el juego de influencias en Túnez fuera de juego, por lo que su presencia aumentará, sí no de forma absoluta (está por ver), sí de forma relativa.
Por ello, y salvando las distancias, Kais Saied viene a realizar, aunque sea de forma involuntaria un papel similar en Túnez al que ejerce al-Sisi en Egipto, al menos, ante los ojos de los gobiernos europeos. Por su parte, no parece que Estados Unidos tenga motivos aparentes para oponerse al golpe perpetrado por el presidente tunecino, así que lo normal es que deje hacer más allá de algunas declaraciones en pos de la concordia y la libertad que irían en la línea de las realizadas por la Unión Europea.
[1]SEVENCAN, Seda, “Turquía condena el 'golpe de estado' en Túnez”, AA, 26 de julio de 2021.
[2]“Golpe tunecino a las ambiciones de Erdogán”, al-Manar, 23 de agosto de 2021.
[3]“Qatar emir appeals to all parties in Tunisia political crisis to pursue dialogue”, Reuters, 28 de julio de 2021.
[4]“Egipto traslada su apoyo al presidente de Túnez y alaba su 'sabiduría y habilidad' para salir de la crisis”, europapress, 1 de agosto de 2021.
[5]“Tunisia coup: UAE supports President Saied's 'positive agenda,' says official”, Middle East Eye, 7 de agosto de 2021.
[6]“Libya affirms support to Tunisian president amid political crisis”, Xinhuanet, 30 de julio de 2021.
[7]“La UE pide restablecer las instituciones y el Parlamento en Túnez tras asumir todos los poderes el presidente”, europapress, 27 de julio de 2021.
[8]BOUKANOUN, Aissa, “El presidente Kaïs Saïed presenta a Túnez como un aliado de la UE contra la migración irregular”, euronews, 5 de junio de 2021.