La autovía marítima de la droga
El Estrecho de Gibraltar ha sido usado históricamente por diferentes imperios y culturas. Rutas comerciales transitadas por musulmanes, romanos, griegos, fenicios avalan la importancia del accidente geográfico. Actualmente, en lo referente al comercio, es una de las mayores rutas de transporte marítimo del planeta. El puerto de Algeciras, considerado de los mayores de Europa, movió el pasado año la friolera de más de 92 millones toneladas de mercancías y por las aguas del estrecho navegan anualmente aproximadamente 190.000 barcos. Pero no todo es legal en esta comarca. Otra de las rutas más famosas es la del hachís procedente de Marruecos, que lleva como destino todo el viejo continente. Las autoridades españolas y marroquíes luchan contra las mafias que hacen del Estrecho de Gibraltar su particular carretera.
La catapulta marroquí
La producción cultural y su seguida exportación, debido al acercamiento geográfico con Europa, es algo arraigado en la cultura magrebí.
El cultivo y consumo de cannabis tiene en Marruecos una tradición de varios siglos de antigüedad y es tras las conquistas árabes del norte de África, entre los siglos VII-XV, cuando se introduciría la planta en la región. Inicialmente le dieron usos terapéuticos, religiosos e incluso culinarios. En la actualidad, según el Informe Mundial sobre las Drogas de 2019, elaborado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, Marruecos y el Norte de África siguen liderando la elaboración y comercialización del cannabis.
Tras el paso de potencias coloniales, como Francia o España, las leyes del tráfico de cannabis han ido variando. Hoy en día, tras varios años de “lucha”, las autoridades marroquíes han tratado de evitar más plantaciones de las establecidas en las zonas con mayor arraigo cultural permitiendo así su cultivo. Se trata de dos focos principales establecidos en la zona de Alhucemas, donde España posee un peñón con operatividad militar, y la norteña región del Rif. Debido a la precariedad laboral de la zona, miles de familias ven como principal salida el cultivo de cannabis y la posterior producción de hachís. El tráfico ilícito de drogas obtuvo su mayor empujón en la década de los 60-70 con los movimientos contraculturales en Europa Occidental y en los años 80, tras los conflictos en Líbano y Afganistán, cuando Marruecos vio catapultada su producción situándose en el pódium como productor mundial. En 2017 la ONU estimaba en 47.500 las hectáreas cultivadas y 46.600 las cosechables.
Las autoridades policiales marroquíes luchan contra el tráfico de drogas de manera invisible ya que es una fuente directa de ingresos para el país y miles de familias. Pero Marruecos reacciona cuando esos ingresos salen del país en dirección a España para invertirse o emplearse en la financiación del tráfico de cocaína. Otro de los problemas que merma la lucha es la corrupción campante en los cuerpos de seguridad marroquíes que, tras sobornos provenientes de las mafias, hacen la vista gorda en las fronteras terrestres y marítimas.

Las polémicas “ayudas” del gobierno español para evitar la entrada ilegal de inmigrantes también tienen su espacio en el tráfico de drogas. Se trata de subvenciones para técnicas y formación del equipo marroquí, que finalmente actuará de la manera más fácil y rentable.
La destrucción de la industria del cannabis supondría un grave problema migratorio para Europa, ya que miles de familias verían mermados sus recursos económicos y serían empujados a embarcar con destino a territorio europeo.
Marruecos colabora con la ONU a través de la FAOpara orientar los cultivos de cannabis hacia la zanahoria y el tabaco, pero los esfuerzos no son fructíferos debido a la diferencia de ganancias. Otro país colaborador es Estados Unidos y sus esfuerzos siguiendo los pasos de cárteles latinoamericanos en Argelia y Marruecos. La Unión Europea, con España a la cabeza, aumentó su implicación antidroga en Marruecos a raíz de los atentados islamistas del 11-M en Madrid en los que participaron varios marroquíes, evitando así el aumento de la delincuencia en el vecino africano. Desde Bruselas también se incrementan los apoyos económicos, educativos e infraestructurales en la región.
Desde Algeciras a Moscú
El tráfico más común en el Estrecho de Gibraltar es el de resina de cannabis, hachís. Su destino final no reside en España ya que es distribuido, a través de grupos no residentes en la comarca, por más de 20 países del continente europeo. Cuanto más lejos llega más se revaloriza su precio en el mercado negro.
El Observatorio Europeo de las Drogas indica que España vuelve liderar la entrada de estupefacientes procedente de Marruecos. Las cifras hablan solas: más de 150 toneladas incautadas y 5.000 detenidos en el pasado año y medio.

Muchos narcóticos procedentes de Marruecos se derivan en verano hacia la Costa del Sol, debido a su masificación turísticas, para su distribución en periodo estival.
En Europa alrededor de 24 millones de personas consumen cannabis con un valor en el mercado en torno a los 10.000 millones de euros, siendo España y Holanda los máximos consumidores.
Cruzando el Estrecho
Desde los embarcaderos que usan las mafias a lo largo de la costa marroquí se divisan tierras españolas, siendo el Campo de Gibraltar su principal puerto de cara a Europa. En la zona de Algeciras y La Línea de la Concepción lideran el tráfico de estupefacientes el clan de ´Los Castaña´, compuesto por los hermanos Antonio y Francisco Tejón y el clan de Abdellah El Haj, alias ´Messi del hachís´, habiendo multitud de organizaciones menores que colaboran o compiten para hacerse con el control de una zona.
El método más común es la compra de esta droga a grupos criminales marroquíes y su transporte, cuando las condiciones meteorológicas lo permiten, en potentes lanchas semirrígidas denominadas “gomas”. Se tratan de unas embarcaciones fabricadas ilegalmente para el transporte de los fardos de hachís. Sus medidas llegan hasta los 30 metros de eslora. Para aumentar la velocidad incorporan más de tres motores fueraborda de 250 caballos que al ponerse en marcha superan los 150 km/h, una auténtica bala en pleno Mediterráneo.

Al llegar a la costa las lanchas se comunican con los vigías. Son personas que los grupos colocan en puntos estratégicos para dar paso cual semáforo a las embarcaciones en el momento idóneo y así evitar a las autoridades y la correspondiente persecución. Si son descubiertos pueden tirar la mercancía por la borda para posteriormente ser recogida por barcos de menor tamaño. En el caso de no haber problema continúan su travesía hasta la orilla donde le esperan los puntos (jóvenes comunicados para advertir de la presencia policial) y los cargadores, que introducen la droga en potentes todoterrenos, normalmente robados, para su posterior viaje a almacenes custodiados denominados guarderías. Allí venden y distribuyen la droga a otras organizaciones como la mafia italiana.
En caso de ser detectados en tierra abandonan la droga en la playa, la esconden en alrededores donde los “bosquimanos” posteriormente la recogen a cambio de una propina, o inician la acción de embestida contra vehículos.
Fuentes policiales consultadas advierten de un aumento de violencia entre bandas rivales y los denominados vuelcos. El método consiste en contratar a sicarios “paleros”, disfrazarlos de policías o guardias civiles y sustraer la droga a otros grupos. Estas acciones han alentado la violencia contra las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

Existen otros métodos para introducir la droga en la península. Coches trucados desembarcando de los ferrys provenientes de Ceuta o Tánger con cientos de kilos de hachís es algo común en los controles policiales. El ingerir o pegar “bellotas” al cuerpo de los “muleros” es también algo habitual en las terminales portuarias. Al igual sorprende la corrupción de policías o guardias civiles de cualquier esfera para ayudar a pasar grandes alijos de drogas. El pasado julio destacó la detención por Asuntos Internos del Instituto Armado de Joaquín Franco, capitán de la Guardia Civil, por presuntos lazos con el narcotráfico comarcal. Actualmente se encuentra en libertad tras pagar una fianza de 30.000€
Para la realización de estas actividades hay un entramado bastante grueso compuesto por células ejecutoras, financieras, logísticas, negociación e infiltración que ayudan a mantener las organizaciones. En el ámbito económico un informe del Instituto Español de Estudios Estratégicos destaca la explicación de Europol: “los grupos criminales organizados operan en una economía criminal regida por las leyes de la oferta y la demanda, que se ve favorecida por la tolerancia social hacia cierto tipo de delitos”.

Es tal el número de operaciones delictivas y policiales que el campo de actuación sobrepasa la comarca del Campo de Gibraltar y llega al río Guadalquivir o localidades de la costa gaditana como Barbate.
Estos grupos criminales ven trastocadas sus actividades económicas y organización estructural por la incansable lucha policial que, desde el año 2017, se ha ido incrementando y dando sus frutos.

Con estas intervenciones al descabezar grupos o detener a cabecillas se puede dar el efecto “termómetro de mercurio”. Al romperse el grupo se descompone en mini organizaciones que se vuelven escurridizas, pero con sus capacidades mermadas.
Impacto social
Debido a la separación marítima de 14 kilómetros entre España y Marruecos, el Estrecho de Gibraltar sirve como trampolín para las actividades delictivas organizadas por las decenas de mafias que actúan en una y otra orilla, siendo costumbre en la comarca las actividades ilícitas desde el S XIX cuando se traficaba con café, azúcar y tabaco a través de la frontera gibraltareña en La Línea de la Concepción, municipio junto con Algeciras con mayor movimiento delictivo.
Pese a la gran ubicación natural y geográfica, siendo su parque natural marítimo-terrestre del Estrecho uno de los más importantes del país, las actividades agropecuarias o turísticas del Campo de Gibraltar se dejaron de lado en los años 50, tras el cambio de rumbo pactado en la dictadura de Franco para fortalecer la imagen de España frente a Reino Unido y su poder en Gibraltar. Tras dicho movimiento su mercado laboral se ha basado en actividades industriales y su relación con Gibraltar, donde sus ostentosos sueldos absorben según la Cámara de Comercio, el 25% del PIB comarcal. Las ofertas laborales son mínimas debido a la gran población (ocho municipios que albergan más de 250.000 personas) y eso hace que grupos de jóvenes se dediquen a actividades delictivas creciendo en la delincuencia.
Para desactivar el reclutamiento por parte de las mafias del narcotráfico, diversas organizaciones contra la droga subrayan que es necesario incorporar medidas que se escapan del ámbito policial y entran en el educacional. La falta de salidas motiva a las llamadas “generaciones perdidas” a iniciarse en el mundo del narcotráfico. Los colectivos reclaman acabar con el prestigio social hacia los narcos, implementar el sistema educativo, laboral, cultural en la comarca y promover campañas de concienciación sobre el problema del consumo y el tráfico de drogas. Recuerdan que los más jóvenes son el sector más vulnerable y que ven en el lado criminal una salida fácil para ganar dinero rápido.
Actualmente el narcotráfico ha inspirado novelas basadas en hechos reales como “Moroloco”, de Luis Esteban, películas como “El Niño” y no cesa ni con el coronavirus y su estado de alarma. Situación que muestra la gravedad del narcotráfico en el Campo de Gibraltar, una comarca que como bien dicta el gobierno de los Estados Unidos tiene una importancia geoestratégica de carácter mundial. Cotidianidad que se hace habitual para los campogibraltareños que ven en el crimen organizado un actor habitual en sus vidas, en sus conversaciones e incluso en sus relaciones laborales.