Medio de comunicación independiente

Por Iñaki Méndez

Durante los últimos 150 años los habitantes de los territorios del Califato Otomano y posteriormente de la Republica de Turquía han visto como sus mandatarios transitaban desde un inicial panislamismo, pasando por el nacionalismo turco para acabar adoptando el neo-otomanismo, pero siempre con la voluntad de ejercer su poder sobre otros pueblos.

Y es que en un intento por evitar la muerte de un imperio que empezaba a agonizar, Namik Kamil desarrolló una teoría política que justificaba la necesidad de conseguir la unidad y hermandad de los musulmanes de Oriente Medio, Norte de África, Asia Central y el Cáucaso en un único estado, vinculando en el panislamismo el concepto de Ummah con la supervivencia del Califato Otomano.

Una vez era evidente que el panislamismo no podía frenar la implosión del Califato, la intelectualidad de Estambul comenzó a teorizar sobre la necesidad de crear un estado unificado de pueblos turcos que se expandiese desde el Adriático hasta el Turquestán Oriental, pasando a ser esta la doctrina oficial de la recién creada Republica de Turquía.

Para crear un estado laico y moderno, Mustafá Kemal y sus sucesores tuvieron que instaurar un régimen de partido único con el fin de cerrar el paso a las fuerzas que pretendían reislamizar la sociedad, pero la presión interna y los requerimientos de democratización para ser aceptada en diversos organismos internacionales abrieron la puerta al islamismo.

Cuando Mustafa Kemal Atatürk era Mirliva (General de Brigada), noviembre de 1918.

Las siguientes seis décadas fueron un continuo tira y afloja entre los aparatos del estado garantes de su laicidad y unos políticos que a través de las vías democráticas pretendían eliminar la aconfesionalidad del estado, logrando los segundos su objetivo en 2002 cuando el Partido de Justicia y Desarrollo llegó al gobierno con una mayoría absoluta que prácticamente ha revalidado desde entonces.

Casi simultáneamente a la llegada de los islamistas al poder, Ahmet Davutoglu publicó un libro llamado "Profundidad estratégica" considerado como uno de los hitos fundacionales del neo-otomanismo en el que reclamaba para Turquía el papel de líder regional y global y el fin de la sumisión acrítica a las decisiones de Estados Unidos y la OTAN.

Esta ideología, en el campo político, está llamada a sustituir a un kemalismo con el que diverge en la influencia que ha de ejercer la religión en la sociedad y la política, aunque comparten los valores de patriotismo y lealtad al estado, por lo que la misma puede ser considerada una síntesis entre el islamismo y el nacionalismo turco.

Por lo que respecta al plano económico, el neo-otomanismo es una versión mejorada de la eterna ambición de la burguesía turca de expandir su influencia en otros países en busca de nuevos mercados donde colocar su producción, aunque esta vez sin tutelajes de países occidentales a los que se veía sometido durante el kemalismo.

Ahmet Davutoglu 

En el plano internacional, los planteamientos originales del neo-otomanismo pasan por una política de cero problemas con los países vecinos siendo para ello necesario mejorar las relaciones con dichos Estados con los que lleva años, cuanto no décadas, enfrentado.

Así, una vez alcanzado el prestigio internacional puede ejercer labores de mediación como las entabladas en repetidas ocasiones para rebajar tensiones entre Siria e Israel en fechas previas a la guerra civil que lleva azotando al país árabe desde hace prácticamente una década.

Sin embargo, el neo-otomanismo no es un concepto estático y bajo el mandato de Erdogan esta política ha ido evolucionando con el paso de los años de un apoyo a los ámbitos culturales de los diferentes países en los que se quería influir, a una intromisión en la política interna de los mismos.

Y es que con el transcurso del tiempo el planteamiento de integrar a los países de la región fue abandonado, virando a una política agresiva con la que se generó nuevos enemigos a la vez que volvió a enfrentarse con unas naciones vecinas que tornaron a ver a Turquía como una potencial amenaza.

Banderas de la Hermandad Musulmana en la Conferencia Económica de Oriente Medio, Bahréin, 2019.

Una fecha clave en este cambio de política es el año 2011, año en el que Turquía decidió instalar gobiernos afines en los territorios que previamente formaban parte del Imperio otomano y para ello y con el apoyo económico de Qatar instigó diversas Primaveras Árabes a fin de que las diferentes secciones de la Hermandad Musulmana alcanzasen el poder.

Pese a éxitos iniciales en países como Egipto, Libia o Túnez, el plan se ha demostrado como un auténtico fracaso en toda la región, llevando incluso a su aliada Qatar a un aislamiento político respecto del resto de países árabes y a un bloqueo por tierra, mar y aire que solo alivia a la vecina Irán.

Una vez los ideólogos del neo-otomanismo fueron conscientes de que Turquía no iba a lograr los objetivos fijados de poner gobiernos afines en diferentes países de Oriente Medio y Norte de África, reformularon su estrategia, entrando en la etapa a la que han llamado “Patria Azul”.

Una de las ideas básicas de este planteamiento es que el Mediterráneo Oriental es una especie de espacio vital turco y para lograr el control de este espacio geográfico no dudará manipular u obviar el derecho internacional o enviar tropas en apoyo de una de las partes en el conflicto libio si con eso se asegura el control del mar hasta las costas de Trípoli.

No obstante, la cada vez más autoritaria política interior y agresiva política exterior de Erdogan siguiendo los principios del neo-otomanismo, está teniendo un fuerte coste dentro de sus propias filas ya que varios de sus colaboradores iniciales, incluyendo el mismísimo Ahmet Davutoglu, le han abandonado.

El continuo reguero de escisiones que está sufriendo el Partido de la Justicia y el Desarrollo encabezados por personas que ayudaron a que el neo-otmanismo fuese política de estado, unido al fuerte coste humano y económico que están suponiendo las aventuras militares de Erdogan acabaran tarde o temprano por costarle las elecciones a este.

Una vez la derrota se consume, habrá que ver si es a manos de fuerzas kemalistas que restauren la laicidad del estado, si los vencedores son escisiones del AKP que opten por retornar a las fases iniciales del neo-otomanismo, o lo que es más probable, que Erdogan sea apartado del poder por una coalición de ambas fuerzas ya que ambas anhelan estar en sintonía con los intereses de los Estados Unidos en el Mediterráneo Oriental.

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