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Se trata de dos momentos en el que el sistema internacional está dirigido por una potencia hegemónica sin ningún poder capaz de desafiar su autoridad. En ambos casos, como se verá, la transición es muy parecida: En primer lugar, el hegemón que ha construido un sistema internacional para perpetuar el status quo, ve su poder relativo menguado, esto se manifiesta en la esfera económica, seguidamente y en consecuencia, la red de normas y regímenes internacionales que el hegemón había desplegado de forma incuestionada, empieza a ser desafiada: nuevas normas y regímenes surgen como alternativas a la impuesta.

Por último, se escenifica una carrera armamentística que conduce a los estados revisionistas a campañas bélicas de mayor o menor intensidad. La guerra entre el antiguo hegemón y los revisionistas se vuelve cada vez más probable.

Esta representación de 1898 del Gran Acercamiento, término histórico que se refiere a la convergencia de los objetivos diplomáticos, políticos, militares y económicos de los Estados Unidos y el Imperio Británico desde 1895 hasta 1915, dos décadas antes de la entrada estadounidense en la Primera Guerra Mundial, muestra al Tío Sam abrazando a John Bull, mientras Columbia y Britannia se sientan juntos y se toman de la mano.

Fase 0: status quo

La Pax Britannica (1857-1871) consolidada y ejemplificada con la Guerra de Crimea dejó a la Gran Bretaña como potencia hegemónica global. A modo de contextualizar ligeramente la abismal diferencia en poder relativo con otras potencias bastarán algunos datos: En 1860, Gran Bretaña representaba el 53.2% de la producción mundial de manufacturas, asimismo su flota era mayor que las cuatro siguientes juntas. En medio de la Guerra de Crimea, mientras Francia y Rusia gastaban 30.3 y 31.3 millones de libras respectivamente en gasto militar, Londres se permitía invertir 76.3 millones en esfuerzo bélico.

Tanto es así, que la intervención en Crimea fue una decisión unilateral contra la que indudablemente constituía la segunda potencia militar del mundo, Rusia. Y no solo eso, sus capacidades permitían a Gran Bretaña desplegar tropas en Crimea más rápidamente y mejor equipadas desde Londres que Rusia desde Moscú.

De alguna forma, la Guerra de Crimea de 1853 se asemeja mucho a la primera guerra del Golfo en 1991 dando a su vez la salida a la Pax Americana (1991-2001), donde Estados Unidos hizo un despliegue militar completamente arrollador en escala y sin parangón en su logística que lanzaba un mensaje claro y contundente: Washington puede desplegar medio millón de soldados en cualquier lugar del mundo en cuestión de semanas.

La caballería británica cargando contra las fuerzas rusas en Balaclava durante la Guerra de Crimea de 1857.

Ambos países aprovecharon su momento no solo para expandir y asegurar unas capacidades militares sin igual, sino también para desarrollar regímenes internacionales que favorecieran sus intereses y prolongaran, mientras fuera posible, un sistema unipolar. Estos regímenes internacionales fueron aceptados por el resto de los estados del sistema sin oposición. Hablamos de sistemas financieros favorables al hegemón, expansión de valores liberales  como libre comercio bajo organizaciones internacionales creadas Ad hoc para beneficio de su industria más competitiva y, en el caso de EEUU, también la exportación de democracias liberales.

Primera Fase: Crisis económica y normativa

Cuando el sistema se desgasta, en ambos casos se observa en primer lugar una recesión económica: los hegemones pierden ventaja comparativa respecto a sus rivales: para 1913  Gran Bretaña, que se mantenía como primera potencia militar del mundo y único director de éste, era únicamente la tercera potencia económica con un 13.6% de la producción mundial de manufacturas, mientras que Alemania ocupaba el 14.9% y EEUU el 32%. El caso es menos extremo para los EEUU del siglo XX, pero sin duda sigue la misma tendencia, en 1960 los EEUU representaba el 40% del PIB mundial y China el 4%. En 2019 el 24 % y 16% respectivamente.

De nuevo, en ambos casos, a la caída relativa en preponderancia económica le siguió un desafío discursivo: las normas hegemónicas se ponen en jaque. El sistema de libre comercio impuesto por Londres salta por los aires hacia 1890, de hecho, incluso Gran Bretaña se ve obligada a adoptar medidas proteccionistas para aquellas fechas: ya no podía confiar en su superior competitividad. Sus normas liberales globales son desafiadas de frente. Muchas de estas normas e instituciones son percibidas como “caducadas” y, a veces, simplemente insoportables.

En 1895 estalló una crisis en América del Sur, una disputa fronteriza entre la Guayana Británica y Venezuela provocó una crisis cuando Washington se pronunció para ponerse del lado de Venezuela. En la caricatura se ve al presidente Cleveland torciendo la cola del León Británico con respecto a Venezuela, una política aclamada por los católicos irlandeses en los Estados Unidos, caricatura en Puck por JS Pughe.

Lo mismo ocurre con el orden liberal norteamericano: cada vez más potencias se sienten incómodas con el orden impuesto en 1945. La creación del G20 responde a la necesidad de hacer un sistema más plural. No solo el sistema mismo se ha alejado de la doctrina de libre comercio, EEUU inclusive, sino que se rechaza de plano aceptar la democracia liberal como única forma legítima de gobierno. Se levantan democracias iliberales como alternativas desprendidas de ataduras ideológicas: Rusia asegura que su democracia es tan buena como cualquier otra, simplemente rechaza el estilo liberal.

De hecho, la campaña de fakenews y la famosa injerencia rusa en las elecciones norteamericanas de 2016, no son otra cosa que narrativas alternativas a la hegemónica, infiltrándose en el núcleo duro de Occidente por primera vez desde la caída del muro de Berlín.

Segunda Fase: carrera armamentística y revisionismo

La segunda fase hacia la multipolaridad es la apertura de los revisionismos. Ante la caída económica y normativa de los hegomones, las potencias revisionistas se ven en posición de reclamar un cambio de orden: esferas de influencia acordes con el nuevo reparto de poder, reconocimiento como potencias de primer orden iguales al hegemón, o desafíos completos al sistema impuesto. En este contexto la carrera armamentista es casi inevitable y se observa en ambos ejemplos:

Tercera Fase: Multipolaridad inestable consolidada

Por último, a medida que se consolida el sistema multipolar, se despiertan los estados revisionistas, que alcanzan rango de potencias de primera categoría y no estarán dispuestas a someterse ante lo que ahora es una potencia equiparable. Es el caso de la Alemania de 1890 o la China de 2008. Estas nuevas potencias ya no se perciben como inferiores a los antiguos hegemones así que el status quo se vuelve cada vez más insoportable. Alemania desarrolló una doctrina estratégica global acorde a su nuevo estatus: China desarrolla un sistema financiero global al margen del impuesto en Bretton Woods y se presenta al mundo como el mejor sistema político para el desarrollo capitalista.

Del mismo modo, la Rusia zarista, tras la humillante derrota de 1856, vuelve a la ofensiva en los Balcanes en 1878 y 1885 a sabiendas de que Gran Bretaña ya no puede lanzar una acción unilateral como antaño. En la misma línea, La Federación Rusa lanzó acciones revisionistas en Georgia 2008 y Ucrania 2014 y como estas últimas semanas estamos presenciando, la agenda revisionista de Rusia es larga y hostil. China, por su lado, cada vez encontrará más humillante e inasumible un Taiwán armado y respaldado por un hegemón que ya no lo es.

Resta esperar que las semejanzas entre ambas transiciones terminen aquí.

Bibliografía

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