La caza furtiva en África y las redes internacionales de tráficos ilícitos
El herpetólogo y divulgador español Frank Cuesta lleva años luchando en Tailandia contra el tráfico de animales. En sus vídeos de Youtube muestra cómo la proliferación en Japón de cafés donde se exhiben animales exóticos junto con la avidez de coleccionistas de países occidentales genera los incentivos del tráfico de especies protegidas.
Un negocio que abarca desde jóvenes de áreas rurales de Tailandia introduciéndose en la selva para capturar animales a intermediarios y traficantes que trasladan las especies a su destino final. En este proceso, desde el origen al transporte, por cada animal que llega al "final del camino" mueren varios. La idea que repite Frank Cuesta es que “sin demanda no hay negocio”.
Para entender las razones últimas de la caza furtiva de especies protegidas en África, fenómeno del que hablamos en “Las guerras africanas contra la caza furtiva”, tenemos que entender el papel de las redes internacionales de tráfico de productos derivados de la caza, como son el marfil y el cuerno de rinoceronte.
La evolución del fenómeno
La caza abusiva de grandes mamíferos en África no es un fenómeno nuevo. En los años 80, los militares sudafricanos encargados de proporcionar apoyo a las fuerzas insurgentes de la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) contra el gobierno comunista de Luanda, crearon una red de tráfico de marfil. UNITA cazaba los animales en el sur de Angola y los militares sudafricanos se encargaban de su exportación (Vira & Ewing, 2014:8). La población de elefantes angoleños se vio severamente reducida, en parte también por la propia guerra.
Durante los años 90, la sucesión de colapsos de aparatos estatales y conflictos armados en África (Huband, 2004) crearon las condiciones para que ejércitos, funcionarios corruptos, guerrillas y señores de la guerra crearan redes de explotación de recursos naturales, incluyendo los animales. Muchos de aquellos conflictos afectaron a las poblaciones de grandes mamíferos, como elefantes, no sólo porque se cazaran expresamente para vender sus cuernos, sino porque eran una fuente de alimento para los grupos armados que vivían en la región.
Además de la caza de animales, las poblaciones de especies protegidas se ven afectadas por la destrucción de su hábitat. Por ejemplo, en el Parque Nacional de Virunga, en la República Democrática del Congo, grupos insurgentes elaboran carbón como fuente de ingresos, deforestando el hábitat de los gorilas de la montaña.
En el siglo XXI, según se han ido aplicando tratados internacionales para prohibir la venta de especies animales, como la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), la caza de grandes animales ha pasado de ser una actividad a la luz del día con la participación de autoridades y fuerzas militares o de seguridad, a una práctica clandestina en manos de redes criminales transnacionales. Esas redes aprovechan el creciente flujo comercial que parte de los puertos de Kenia y Tanzania hacia China, Vietnam y Tailandia (Vira, Ewing y Miller, 2014: 3).
Claves de la oferta y demanda
La medicina tradicional china atribuye toda clase de poderes curativos al polvo de cuerno de rinoceronte. En realidad, está compuesto por queratina, el mismo aminoácido que conforma pelo y uñas en los seres humanos. Su consumo, dado su elevado precio, se ha convertido en un símbolo de estatus. Regalar polvo de cuerno de rinoceronte se convierte en una forma de sellar acuerdos importantes, se entrega como soborno o para ganar favores.
El consumo de polvo de cuerno de rinoceronte se extiende también a Vietnam, país que sirve de nodo del tráfico en el sudeste asiático. Allí, por ejemplo, se practica el ofrecer el caro cuerno de rinoceronte a enfermos terminales simplemente como prueba de que los allegados están haciendo todo lo posible por ellos (Khan, 2019).
La demanda de los mercados asiáticos disparó la caza furtiva en África. Desde el año 2006 hasta 2015, la caza furtiva de rinoceronte aumentó año a año, llegándose a doblarse sólo entre 2009 y 2010 (Aucoin & Donnefeld, 2017).
Varun Vira y Thomas Ewing (2014:12) enumeran siete factores que han alimentado el fenómeno en África:
1) Estados frágiles y fallidos que dan lugar a espacios ingobernados, cuyos recursos son explotados por grupos armados.
2) El nexo conflicto armado-crimen, por el que grupos armados se dedican a actividades ilícitas para alimentar su maquinaria de guerra.
3) Actividades ilícitas como fuentes alternativas de ingresos que llevan a cabo gobiernos sometidos a embargos y sanciones internacionales.
4) Corrupción gubernamental que permite que se lleven a cabo actividades ilícitas.
5) La proximidad de comunidades empobrecidas a los recursos naturales.
6) La penetración de empresas asiáticas dedicadas a la extracción de recursos genera oportunidades para los tráficos ilícitos.
7) El incentivo económico que proporciona el alto precio de productos como el cuerno de rinoceronte.
La respuesta internacional
Como vimos en “Las guerras africanas contra la caza furtiva", el fenómeno de la caza furtiva ha recibido como respuesta por parte de Occidente un proceso de militarización de la protección de la fauna. Organizaciones no gubernamentales como Wildlife Angel y Chengeta Wildlife proporcionan formación militar a guardas forestales ("park rangers"). Una tarea que directamente fue asumida por el ejército británico en países como Gabón y Malawi, con el despliegue allí de pequeños contingentes militares.
Las causas profundas de la caza furtiva de grandes animales en África son diversas y luchar contra ellas implicaría una amplia serie de medidas, desde un cambio cultural en los países asiáticos, donde las creencias pseudocientíficas de la medicina tradicional generan demanda, a una mayor lucha contra la complicidad de políticos, funcionarios y agentes de la ley de los países africanos con las redes asiáticas de tráficos ilícitos.
Un caso notable donde se ha avanzado en esa línea es Tanzania, donde se tomaron medidas mucho más estrictas tras descubrir que en cinco años había disminuido la población de elefantes en un 60% (Gumba y Phiri, 2020). Todo ello sin olvidarse de proporcionar alternativas de vida a aquella comunidades con escasos recursos ubicadas cerca de reservas naturales donde el turismo y la caza controlada generan importantes ingresos. La pobreza apabullante en países como Namibia y Mozambique proporciona a las redes de tráfico ilícito abundantes candidatos a infiltrarse en las reservas naturales de Botsuana y Sudáfrica como cazadores furtivos. Sería una paradoja terrible que Occidente movilizara recursos para salvar a los animales de África y se olvidara de los africanos.
Sirva el presente artículo y el anterior sobre el mismo tema, “Las guerras africanas contra la caza furtiva”, como homenaje a David Beriain, Roberto Fraile y Rory Young, asesinados recientemente en Burkina Faso mientras elaboraban un reportaje sobre la caza furtiva.

REFERENCIAS
AUCOIN, Ciara y DONNENFELD, Zachary: Guns, poison and horns
Organised wildlife crime in Southern Africa. ENACT AFRICA. Research Paper Issue 01. Septiembre 2017.
GUMBA Deo y PHIRI, Edward: "Tanzania’s anti-poaching success offers valuable lessons for other African countries". ENACT AFRICA. 24 enero 2020.
HUBAND, Mark: África después de la Guerra Fría. La promesa rota de un continente. Editorial Paidós, Barcelona, 2004.
KHAN, Sieeka: “Vietnam Uses so Much Rhino horns, and here is why”. Science Times. 1 mayo 2019.
VIRA, Varun y EWING, Thomas: Ivory’s Curse. The Militarization & Professionalization of Poaching in Africa. C4ADS. Abril 2014.
VIRA, Varun, EWING, Thomas y MILLER, Jackson: Out of Africa. Mapping the Global Trade in Illicit Elephant Ivory. C4ADS. Agosto 2014.