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Por Guillermo Pulido Pulido

La perspectiva económica que encara España a causa de la crisis del coronavirus es francamente negativa, y no parece que el gobierno de España esté haciendo planes para esa clase de escenario, lo que podría tener un efecto depresor en la economía al aplicar políticas no adaptadas a la realidad económica.

Es cierto que hay muchas incertidumbres sobre el tipo de shock concreto (dependiendo de la duración del confinamiento) al que se enfrentará la economía española, como tampoco el impacto que tendrá en nuestros vecinos europeos, ni cómo afectará a la economía de EE.UU., o el grave efecto que tendrá en los países emergentes una eventual crisis financiera internacional.

Sin embargo, sí podemos deducir algunas cosas. El turismo representa aproximadamente el 13% del PIB español, y regiones como Canarias estiman que podría tener una caída del 70% en el conjunto del año y sin presuponer nuevos cierres y confinamientos en otoño o verano. Importantes centros turísticos de Asia, como Singapur o Hong Kong, ya habían sufrido una gran caída en turismo a pesar de tener controlado la propagación del coronavirus SARS-CoV-2, imponiendo restricciones a la llegada de turistas. Singapur estimaba una caída del 30% en el conjunto del año a comienzos de marzo.

Escenarios económicos de McKinsey para la crisis del coronavirus, en función del éxito o fracaso en la contención de la propagación de la enfermedad, y en sus efectos en la actividad económica.

Desde entonces, la propagación internacional del coronavirus ha empeorado mucho, comenzando en Asia en estos momentos una segunda oleada de contagios, por lo que han tenido que aplicar medidas muy estrictas y el turismo se ha cerrado, prohibiendo la llegada de extranjeros. En España la situación es probable que termine siendo similar una vez se logre aplanar la curva en esta primera oleada.

Los expertos dan por descontado que habrán rebrotes futuros, y hasta que no haya un tratamiento muy eficaz y vacuna, es lógico que se aplicaran medidas a la movilidad y de llegada de extranjeros a las que aplicaba Singapur en febrero. Ha de tenerse en cuenta que Singapur tiene un sistema nacional sobresaliente para el control de enfermedades, y sin embargo ya al comienzo de la crisis fue muy restrictiva a la llegada de turistas rechazando muchas llegadas.

En España no tenemos una capacidad de control similar, por lo que ya sea para que otros países se protejan de nosotros o nosotros evitar la llegada de contagiados, es razonable pensar que la afluencia de turistas extranjeros sea limitada. Para evitar que los contagiados de una región española vayan a otras regiones, sería razonable también establecer algún tipo de limitación a la movilidad.

Suponiendo una caída del 60% en el sector turístico (una cifra hipotética no determinista, pero plausible), eso ya implica una caída del PIB nacional del 7,8%. También debe tenerse en cuenta que cada día laborable se produce aproximadamente algo más del 0,3% del PIB. Cada mes (dividiendo entre 12 meses el 100% del PIB) se genera el 8,3%.

Por otra parte, aunque las medidas de confinamiento y estado de alarma no retraen la actividad económica a cero, es razonable estimar que retraen la actividad económica al 70% de media y durante dos meses, lo que resulta en una caída del PIB del 11,6%. Aunque en esa reducción del 11,6% estaría incluido el bajón turístico, es razonable añadir varios puntos porcentuales de PIB a ese 11,6% por la caída en turismo a lo largo del año (por no hablar de los efectos en la inversión, consumo, etc).

También hay que tener en consideración que aunque esta crisis solo acaba de empezar, ya han cerrado el 8% de las empresas, sumando 122.000 empresas cerradas. En la crisis de 2008 hasta 2012, se destruyeron 177.000. Y esto solo ha ocurrido en unas pocas semanas de marzo. Las cifras en abril en cuanto a la destrucción de empresas serán probablemente peores. Esto empeorará las perspectivas de una rápida recuperación.

El paro también está dando cifras muy alarmantes, lo que redundará en mucha menor renta disponible para el consumo, por no hablar de los dramas y miserias personales que todo ello implica, siendo una catástrofe vital para una gran cantidad de personas.

Diferentes escenarios de efecto en el PIB en caso de duración corta de la crisis del coronavirus y confinamiento, según BBVA Research: https://www.bbvaresearch.com/publicaciones/el-impacto-macroeconomico-del-coronavirus-y-de-las-politicas-de-estabilizacion-en-espana/

Respecto a la cuentas públicas y el déficit fiscal, si el PIB cae un 10% este año (es posible que más, no lo sabemos aún), la caída en la recaudación será mayor todavía a la de la crisis de 2008. En la crisis de 2008, la recaudación e ingresos públicos en España cayeron del 2007 al 2009 un 25%. Pero esta crisis va a ser mucho más aguda en términos de caída de PIB y actividad recaudatoria que la de 2008.

Dado que los ingresos públicos están en torno al 40% del PIB en España en este momento, suponiendo una caída del 25% en los ingresos públicos (que será mucho mayor) implica un 10% menos de PIB de recaudación e ingresos (que ya os digo que será más).

Para colmo, aumentarán (o debería) considerablemente los gastos: por desempleo, aumento el número de pensionistas, ayudas a empresas, transferencias directas a población en riesgo. Necesitándose varios punto de PIB extra en gasto.

Este punto de la política fiscal, es esencial para paliar los efectos contractivos y depresores del shock en la oferta y la demanda que representa la crisis del coronavirus. A los puntos porcentuales del PIB por menor actividad en el sector privado, debería haber un aumento del gasto público para compensar y estabilizar la economía.

Ha de tenerse en cuenta que los efectos de los multiplicadores en economías deprimidas, si van acompañados de una política monetaria laxa, son superiores a 1. Esto significa que por cada punto de porcentual de PIB de gasto público en una recesión severa el PIB podría aumentar en 1,2 (en Grecia y otros países fue superior, aunque varía de cada circunstancia concreta).

Llegados a este punto, es donde la ayuda europea vía MEDE, BCE, etc, así como las políticas económicas y fiscales que aplica el gobierno de España, tienen un papel fundamental para evitar que España entre en una depresión económica. Si España ya tenía un déficit público aproximadamente del 2,7% del PIB, si añadimos, por ejemplo, una disminución en los ingresos del 8% del PIB, ya estaríamos en el 10,7% del PIB de déficit público. Si no se aplican políticas fiscales de gasto estabilizadoras, en el caso que el PIB disminuyese un 10%, el ratio deuda pública/PIB se incrementaría un 11% adicional (21 puntos porcentuales más de deuda sobre el PIB).

Si la ayuda a la emisión de deuda pública no llega de forma masiva, el estado se quedaría sin tesorería y en medio de una fuerte contracción del PIB por la recesión en el sector privado, habría que añadir los puntos porcentuales de PIB de gasto público que n podrían gastarse, haciendo disminuir aún más el PIB español, empeorando su ratio deuda/PIB. Es decir, una depresión económica.

Para evitar caer en ese ciclo, habría que aumentar el gasto público como medida estabilizadora. Con un multiplicador del gasto público de 1,2 implica que si el gasto publico aumenta un 10% del PIB, el PIB aumentaría un 12%. Este gasto público, no tiene que ser obra pública, contratar empleados públicos, sino que sería principalmente transferencias directas a la población vía prestaciones por desempleo, ayudas vitales, reducción de impuestos y tasas, «cheques» a la población al estilo que se están implementando en EE.UU., etc.

No obstante, sin ayuda ni cobertura de las instituciones europeas, no podría incurrirse en tan elevados déficits públicos sin que ello disparara los tipos de interés y la prima de riesgo. Esa políticas fiscales de estabilización deben ir acompañadas de política monetaria muy laxa. De no suceder así, habrá un «efecto expulsión» del gasto público retrayendo inversión privada, provocando un «credit crunch», que ahogaría a empresas y particulares (contrayendo más el PIB).

Aquí es donde las perspectivas económicas del Gobierno de España pueden estar fallando y llevando al país ejecutar políticas económicas que ahondarán los efectos negativos de la crisis del coronavirus. Nadia Calviño dice que esperan una recuperación en V, y eso implica que en pocos cuatrimestres (unos 12 meses desde febrero de 2020) el PIB volvería a su punto de inicio antes de la crisis.

Como el gobierno estima que no habrá un bajón económico muy pronunciado, no hará las políticas fiscales laxas de rebajar impuestos y tasas a autónomos, empresas, retenciones del IRPF, etc. En lugar de hacer una política fiscal expansiva para estabilizar, hace una política fiscal procíclica creyendo que la actividad se retomará casi por sí sola tras uno o dos meses de confinamiento.

Pero tal recuperación en V, al menos para España y varios de sus sectores económicos más importantes, no parece ya el escenario probable (sin poder adivinar el futuro), sino que habría que descontar que la reducción en la actividad económica será más prolongada.

Para evitar que tal disminución en la actividad no implique una depresión económica, el gobierno debería haber aplicado ya desde el mes pasado políticas fiscales expansivas (suspender la cuota de autónomos, etc) y comenzar a buscar en las instituciones europeas el apoyo monetario y financiero para incurrir en los déficits fiscales que eviten tal depresión. Sin embargo, el apoyo que está llegando de la UE es muy exiguo: por ejemplo, el MEDE apenas aportaría un 2% del PIB en gasto público (28.000 millones).

Como hemos explicado, el multiplicador del gasto público en las fases recesivas tiene un efecto estabilizador y positivo en el PIB y en el ratio deuda/PIB. Las acciones del gobierno estas las semanas ya transcurridas, así como en las semanas y meses venideros, será fundamental a la espera que el sector privado de la economía vaya volviendo a cierta normalidad.

Conclusión

La perspectiva económica a día de hoy para España es francamente negativa. Aunque no puede estimarse a ciencia cierta la reducción de la actividad en sectores como el turismo, construcción, comercio, industria, etc, el panorama no es muy positivo. Si a ello sumamos que la política económica del gobierno parece diseñada para un escenario mucho más benigno del que en realidad estamos atravesando, el efecto contractivo de la crisis de la enfermedad del Covid-19 será aún superior.

Por otra parte, dado que el gobierno español y las instituciones europeas podrían paliar aún parte de esos efectos negativos y contractivos, como tampoco no podemos adivinar cuánto durarán las medidas de confinamiento, los efectos del distanciamiento social en la actividad económica de los próximos meses, así como la materializacion de una segunda oleada de propagación del coronavirus SARS-CoV-2, las cifras y números que se han expuesto no deben tomarse como una previsión sólida, sino como algo meramente orientativo.

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