¡La crisis entre Rusia y Bielorrusia!
Una creciente tensión entre Rusia y Bielorrusia se está palpando en las noticias. Rusia ha dejado de vender petróleo a Bielorrusia y le exige además una fuerte subida de precios. Como represalia, Bielorrusia comenzó a importar por primera vez petróleo noruego.
Se publican informes del enfrentamiento entre Putin y Lukashenko, surgiendo especulaciones de que se estaría gestando una grave crisis como la de Ucrania en 2014, que culminó con «hombrecillos verdes» y militares rusos ocupando partes de Bielorrusia.
No obstante, la situación real dista totalmente de ese cuadro que indica que se esté dando un conflicto muy explosivo que llevaría a una ruptura de la estrecha relación entre los dos países, que culminaría en una nueva guerra en Europa (tal y como fue el caso ucraniano).
En realidad Rusia y Bielorrusia no se están enfrentando sobre cuestiones que lleven a una ruptura, sino que discuten sobre el estatus de cuestiones puntuales (aunque trascendentes) de su muy íntima y estrecha relación. Es decir, debaten el grado de intimidad, no un divorcio (al menos por el momento).
El conflicto del petróleo
La subida del precio del petróleo que Rusia quiere aplicar a Bielorrusia no es un saqueo a la economía bielorrusa. Bielorrusia ha disfrutado durante décadas de precios muy inferiores a los del mercado internacional, como una subvención o dádiva del hermano mayor ruso.
Por ejemplo, los precios de mercado que pagaría Bielorrusia por el petróleo en caso de comprarlo a suministradores no rusos, incluyendo los costos de tránsito, alcanzan hasta 520 dólares por tonelada. Mientras que el petróleo ruso con descuento que llegaba a Bielorrusia, se compraba por solo 385 dólares la tonelada.
Rusia con esa subida del precio del petróleo pretende reequelibrar una relación económica que le es muy desfavorable, especialmente en un contexto de graves restricciones económicas y presupuestarias por lo bajos precios del petróleo y las sanciones occidentales.
El petróleo subvencionado ha sido un gran impulsor de la economía bielorrusa desde la disolución de la Unión Soviética. Además de implicar insumos más baratos para la economía del país, Bielorrusia refina mucho de ese petróleo muy barato y luego lo reexporta a precios de mercado, obteniendo importantes beneficios y divisas. Aproximadamente un cuarto de las exportaciones bielorrusas son reexportaciones de petróleo.


Hay que tener en cuenta, que mayoría del empleo y PIB bielorruso lo generan empresas públicas, formando un gran complejo de economía política que permite la estabilidad del régimen de Lukashenko (clientelismo). Por lo tanto, las divisas e ingresos fiscales de la reexportación de petróleo refinado, es una parte fundamental para la prosperidad bielorrusa y la estabilidad del régimen basado en ese complejo de empresas públicas.


El Tratado de la Unión como esfera de influencia
Por otra parte, los motivos por los que ahora Rusia decide subir los precios del petróleo no son meramente económicos, sino que está siendo un mecanismo de presión en el marco de negociaciones mucho más amplias entre los gobiernos de Putin y Lukashenko.
En los últimos años, Rusia está abogando por incrementar aún más el alto grado de integración ya existente entre ambos países, presionando a Bielorrusia para implementar de manera efectiva el Tratado de la Unión de 1999.
De aplicarse ese Tratado, implicaría que Rusia y Bielorrusia tendrían una moneda única, así como una política fiscal también unificada, teniéndose que armonizar el sistema impositivo y una gran cantidad de normativas, ciudadanía, etc.
El Tratado de la Unión implicaría volver a los tiempos de la Unión Soviética, en los que Rusia y Bielorrusia estarían bajo una autoridad común supranacional, con parlamento y ejecutivo propio, por lo que en la práctica dejarían de ser países independientes.
Recordemos que ya durante tiempos de la URSS, al ser supuestamente Bielorrusia una república independiente en una Unión de Repúblicas, en la ONU tenía un representante propio y figura como uno de los países fundadores de las Naciones Unidas, aunque en la práctica Rusia y Bielorrusia estaban sometidas por la autoridad central del Kremlin.
Dado que esto implicaba ceder buena parte de sus respectivas soberanías, ninguno de los dos países presionó realmente para aplicación del Tratado de la Unión de 1991.
Pero que el Tratado de la Unión de 1999 no pasara del papel no significó que las relaciones entre los dos países se distanciaran. En la actualidad, algo menos de la mitad de la exportaciones bielorrusas se dirigen a Rusia; a ello habría que añadir el monto de las reexportaciones de petróleo ruso, por lo que en realidad cerca de 70% de las exportaciones de Bielorrusia se deben a Rusia.

Además, culturalmente hay un gran sentimiento de vinculación de los bielorrusos con Rusia, que ven a su vecino como una suerte de hermano mayor. Por otra parte, la mayor parte de la televisión que ven los bielorrusos es rusa, y Lukashenko ha limitado el uso del bielorruso fomentado el uso del ruso. La Iglesia Ortodoxa también es un elemento aglutinador y de poder blando de Moscú.
Militarmente también hay relaciones muy estrechas entre las fuerzas armadas de los dos países. Bielorrusia forma parte de un sistema conjunto de defensa aérea entre varias repúblicas de la extinta URSS, y Rusia ejecuta maniobras militares a gran escala en Bielorrusia (como las Zapad en el año 2017). Además hay una estación de radar y otra de comunicaciones rusas en Bielorrusia.
Al contrario que Ucrania y otros países de la antigua Unión Soviética, Bielorrusia no trató de buscar lazos alternativos a Rusia en la OTAN y la Unión Europea, sino que de forma entusiasta se integró en la Unión Económica Euroasiática (EAEU) y la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC).
Temor de Rusia a perder Bielorrusia de su esfera de influencia
La razón por la que ahora Rusia presiona para implementar el Tratado de la Unión, es el temor ruso de que a largo plazo pudiera Bielorrusia escorar a Occidente. Desde los acontecimientos en Ucrania en 2014, hay en el Kremlin un alto grado de paranoia con que Occidente haga la guerra híbrida contra Rusia y sus países aliados, organizando «maidanes» que culminen en cambios de régimen.
Aunque Lukashenko no tiene intención de alinearse con Occidente, los rusos quieren garantías mejoradas y asegurarse el control para que Bielorrusia no abandone la esfera de influencia rusa.
El temor ruso se debe a que desde 2016, Bielorrusia está aumentando sus relaciones económicas con la UE, ya que Lukashenko necesita prosperidad económica para asegurar la estabilidad sociopolítica y socioeconómica de su régimen.
Hay sectores en el Kremlin que ven esos pasos hacia la UE como la antesala de un ulterior cambio de bando por parte de Bielorrusia. Por ese motivo, Rusia está tratando de revivir el Tratado de la Unión, para garantizar que Bielorrusia siga anclada a Rusia bajo el mecanismo de una nueva autoridad central supranacional que gobierne la Unión
Se especula que jefatura de la autoridad de esa Unión estaría ocupada por Putin, y sería además la fórmula escogida por el presidente ruso para seguir manteniendo los resortes del poder sin crear una crisis constitucional en Rusia, ya que quedaría como presidente de la nueva Unión (gobernando Rusia y Bielorrusia).
Naturalmente, a Lukashenko no le interesa que tal Unión siga adelante, por lo menos no en los términos de una integración total reviviendo los tiempos de la Unión Soviética, aunque sí podría interesarle una Unión en la que Bielorrusia y Rusia estuvieran en pie de igualdad y Lukashenko tuviera capacidad de veto.
El petróleo está siendo usado como una palanca en el contexto de esas negociaciones en curso. Si los bielorrusos quieren seguir gozando del enorme privilegio de los precios baratos del petróleo ruso, sería a cambio de una mayor integración y control de Moscú.
En caso que Bielorrusia no quiera avanzar en la Unión e integración, el precio del petróleo seguiría normalizándose, con la graves implicaciones económicas que ello tiene para Bielorrusia y la estabilidad política del régimen de Lukashenko.
Por su parte, Lukashenko no quiere en absoluto un divorcio de Rusia, sino que quiere seguir teniendo la muy estrecha relación con Rusia que le es tan beneficiosa, para seguir disfrutando de los precios bajos del petróleo y de la unión aduanera con Rusia (que representa una alta proporción de sus exportaciones). Pero Lukashenko tampoco quiere perder soberanía.
Es decir, las posiciones no son que Rusia quiera explotar económicamente a Bielorrusia, y que Lukashenko quiera huir de su relación con Rusia. Ese tipo de narrativa que algunos medios de comunicación y think tanks están dejando entrever es un reduccionismo exagerado. El conflicto está en Putin y Lukasheno debatiendo el grado de intimidad y relación estrecha.
El interés político-militar de Lukashenko de seguir junto a Moscú
El presidente bielorruso tiene el interés común con Putin en evitar un maidán en Bielorrusia, motivo por el que no tiene intención alguna de alinearse con la OTAN. Al contrario, las maniobras rusas Zapad 2017 precisamente se basaron en un escenario que significaba salvar a Lukashenko de un cambio de régimen.
Esas maniobras tenían por escenario que tras una crisis política interna, aparecerían grupos terroristas que combatirían al gobierno; tras la represión de esos terroristas (léase entre líneas «opositores políticos») habría una intervención armada extranjera (la OTAN ejecutando una operación «humanitaria»). En ese momento las fuerzas armadas rusas intervendrían a gran escala y habría una guerra convencional a plena escala para impedir ese cambio de régimen.
Este temor de Lukashenko a que un maidán interno acabe en una guerra e intervención extranjera directa de la OTAN es genuino, y es el motivo por el que critica abiertamente las intenciones de Polonia de que EE.UU. instale bases permanentes en su territorio con unidades acorazadas.

Hay que recordar que la OTAN no despliega grandes fuerzas de maniobra en el este de Europa, como medida preventiva para evitar una escalada de despliegues militares ofensivos entre la OTAN y Rusia. Obviamente, que no haya grandes fuerzas terrestres de la OTAN impide que pudieran organizarse operaciones ofensivas a gran escala contra Bielorrusia y Rusia.
En caso que la OTAN y EE.UU. hicieran tal despliegue, implicaría una amenaza militar potencial que sería respondida por Bielorrusia permitiendo que Rusia desplegara a su vez fuerzas terrestres de maniobra como fuerza disuasiva y de defensa.
El riesgo de una escalada de preparativos militares que podría desembocar en una crisis prebélica, es una de las razones que ha coartado que EE.UU. aceptara la propuesta polaca. Pero ante todo es un indicativo que Lukashenko necesita las fuerzas armadas rusas y unas estrechas relaciones con Rusia como un garante para su seguridad.
Recordemos que en 2010 Occidente impuso sanciones económicas a Bielorrusia por las fraudulentas elecciones de ese año y la subsiguiente dura represión contra los opositores.
La crisis económica de dichas sanciones pueden socavar la estabilidad interna del régimen de Lukashenko, y si hubieran contingentes militares norteamericanos en un país vecino (Polonia) podría suceder un escenario como el de Zapad 2017.
No obstante, desde 2016 Occidente ha ido reduciendo las sanciones, y Lukashenko ve en ello una oportunidad de mayores exportaciones y salir del estancamiento económico de los últimos años, para así incrementar la estabilidad económica y política de su régimen.

Los EE.UU. maniobran para intentar ampliar la brecha entre Minsk y Moscú
Esa mayor cercanía a Occidente por parte de Bielorrusia ha despertado ansiedad en sectores del Kremlin (no en todos), presionando para avanzar en la implementación del Tratado de la Unión.
Parte de la cúpula rusa contempla como una traición de Lukashenko el que, después de recibir tantos beneficios económicos de Rusia, ahora se abra a Occidente una vez las sanciones se han suavizado.
El que Lukashenko se haya reunido en 2019 Bolton y con Mike Pompeo hace unos días, no hace sino abundar en lo mismo, máxime cuando Pompeo le ofreció a Bielorrusia cubrir toda la demanda de petróleo (fundamental para las exportaciones bielorrusas).
Por el momento, estos devaneos de Lukashenko con EE.UU. no son sino palancas negociadoras, para presionar a Rusia en el pulso sobre el precio del petróleo y la mayor integración en la Unión. Lukashenko no deja de ser un dictador para el que su seguridad y la de su régimen no puede confiarse a la OTAN.
Además, el petróleo noruego y el norteamericano es mucho más caro que el que recibe de Rusia, por lo que la economía Bielorrusia no podría tener los márgenes de beneficio que tiene con el petróleo ruso. Para colmo, casi la mitad de las exportaciones directas se dirigen a Rusia, por lo que una crisis con ese país sería una catástrofe económica para Bielorrusia y para la estabilidad política del régimen.
Es decir, que por la cuenta que les trae, la actual crisis entre Bielorrusia y Rusia consiste es delimitar las nuevas fronteras de asociación entre los dos países y el precio económico de esa vinculación; no es hasta ahora una crisis de ruptura.
Pero aunque por ahora la actual crisis no sea un divorcio, en el caso que las facciones del Kremlin de línea dura contra Bielorrusia impongan su postura, exigiendo el Tratado de la Unión a toda costa, podría forzar a Lukashenko a buscar protección en Occidente.
Conclusión
La presente crisis debe interpretarse, por el momento, como un choque entre 1) las intenciones bielorrusas de seguir gozando de beneficios económicos de una relación estrecha con Rusia, pero sin integrarse con ella; con 2) los planes rusos de aumentar la integración como medida de asegurar su esfera de influencia, usando el precio del petróleo y otros métodos como simples instrumentos de presión y no con un saqueo económico.