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América Latina está dentro de un proceso de adquisición de relevancia geopolítica que recuerda a aquel de la Guerra Fría. La democracia latinoamericana, única en su especie, será campo de batalla fundamental para sostener el prestigio global de las democracias. Es imperativo que el tercer mundo, especialmente África, pueda ver las democracias latinas como un modelo atractivo de éxito opuesto al autoritarismo mercantilista que propone China.

A pesar de que las independencias latinoamericanas no se entienden sin las ideas revolucionarias del liberalismo europeo del siglo XIX, la región, como es natural debido a sus propias necesidades y dificultades, ha evolucionado hacia unos sistemas democráticos alejados en buena medida de los preceptos liberales. Esto se hace evidente con un rápido repaso al registro histórico del siglo XX latinoamericano; violaciones constantes de derechos humanos, golpes de Estado, guerrillas armadas como oposición política, asesinatos políticos o, directamente desplazamientos forzados de comunidades enteras, han sido la tónica general reinante.

Heredia (Costa Rica), 28 de enero de 2015. III Cumbre CELAC Costa Rica 2015. Autor: Luis Astudillo C. - Cancillería de Ecuador.

Sin embargo, América Latina ha resistido el envite y ha seguido apostando por ser una región de democracias. Con las excepciones de Cuba, Nicaragua y Venezuela (que además no presentan ningún incentivo como modelos a seguir) la población latinoamericana se ha mostrado heroicamente resiliente a caer fuera de la democracia. Es más, sus logros en las últimas décadas consolidan cómo la ciudadanía latinoamericana entiende la democracia como único juego de poder político legítimo y, a pesar de la creciente polarización política que sufre la región, el bando perdedor ha aceptado deportivamente su derrota por mucho alarmismo social que presentara el candidato ganador, como es el caso de López Obrador en 2018, Pedro Castillo en 2021 o las más recientes elecciones chilenas con la victoria de Gabriel Boric.

Colombia por su lado, puso punto final a su conflicto con las FARC en 2016 de forma exitosa bajo el mandato de Santos y, aunque hay disidentes del exgrupo guerrillero y otras organizaciones menores que siguen activas, estas carecen completamente de fuerza para desestabilizar el país. Historias de reconquista de la democracia tras periodos de dictadura son una constante de la región y muchos de estos países gozan actualmente del mayor periodo de democracia ininterrumpida: la democracia sin duda está ganado la batalla normativa.

Aun teniendo en cuenta lo anterior, la carencia estructural de valores liberales apunta ciertas debilidades que pueden desafiar de nuevo las democracias latinas en un contexto internacional crecientemente propicio a ello.

En primer lugar, la región tiene el cuestionable honor de ser la más desigual del mundo. Este y no otro (léase corrupción o narcotráfico) es en realidad el mayor problema de América Latina. La brutal desigualad económica es un desafío directo a la legitimidad democrática y un cañonazo definitivo a cualquier argumento liberal.

Pobreza en mexico por estado 2018. Autor: Tachibombo07

La población de Latinoamérica, en muchos casos en situación de pobreza extrema, ve que el gobierno de turno no mejora sus condiciones, no invierte en materias tan esenciales como infraestructura básica, educación o  salud, y percibe la democracia como poco más que una oligarquía donde las elites económicas y políticas son dos caras de la misma moneda: el 75% de los ciudadanos latinoamericanos cree que sus lideres solo gobiernan para una minoría privilegiada, este porcentaje aumenta a más del 80% en Colombia y Brasil, los países más poblados de Suramérica.

Vinculado a esta sensación de abandono por las instituciones, está el pobre control territorial que realizan los países, que abre espacios a un anarquismo hobbesiano donde la vida es desagradable, brutal y corta, donde el crimen organizado con mil nombres y causas distintas actúa de forma impune, y donde el Estado sufre también una importante pérdida en captación de impuestos que impiden una mayor redistribución de la riqueza.

Todo lo anterior amolda estas democracias en lo que algunos expertos han llamado “democracias derivativas”, es decir, democracias con sistemas presidencialistas donde se “derivan” grandes dosis de poder a lideres carismáticos que actúan muchas veces como el padre de la patria con vidas políticas relámpago: hoy son el salvador de la nación y mañana portadores de toda la responsabilidad del rumbo del país, son demonizados como ángeles caídos.

El populismo latinoamericano se nutre de un sistema institucional congelado (donde el legislativo es muy a menudo pisoteado por el ejecutivo) y con poca voluntad de reforma donde lideres outsiderscon discurso anti-establishment, tanto a la derecha como a la izquierda política, acostumbran a erigirse como salvadores de la patria y dar un giro en la política nacional.

Autor: Mikel Agirregabiria

Este populismo latinoamericano, sin embargo, acostumbra a usar una retórica, de nuevo, muy alejada del liberalismo y no se esconde de tildar a rivales políticos como enemigos o peligros existenciales para la nación, lo que constituye otra afrenta a la democracia misma y alimenta a una polarización rampante que bien puede desembocar en bandos enemigos. En este sentido se hace más comprensible la poca adhesión social a la democracia, traduciéndose en que un 50% de los chilenos y brasileños y un 40% de los mexicanos creen que un golpe de estado está justificado si hay “mucho crimen” o “mucha corrupción” en el país. Y solo un 58% de los cuidadnos latinoamericanos creen que la democracia es el mejor sistema existente (datos de 2017).

Desafíos ante el contexto internacional

La situación de la democracia latinoamericana aquí descrita, la hace vulnerable a agentes externos. No es algo nuevo, durante la Guerra Fría América Latina fue un escenario destacado en la batalla ideológica entre EEUU y la URSS, hasta el punto de que Washington en no pocas ocasiones priorizó regímenes autoritarios anticomunistas por encima de la democracia.

Las democracias liberales en Europa y Norte América están en franco declive. El sistema liberal se está quedando sin respuestas para el siglo XXI, lo que ha abierto las puertas a nuevos movimientos políticos iliberales y beligerantes, a los que en muchas ocasiones no les incomoda coquetear con regímenes autoritarios como China o Rusia.

Ante la falta de un discurso optimista liberal, China está lanzando un poderoso mensaje al mundo: el progreso económico no va ligado necesariamente a la democracia. En consecuencia, muchos países autoritarios están siendo seducidos por esta idea y es cuestión de tiempo que China aproveche la intrínseca debilidad de la democracia latinoamericana para llevar a la región una segunda batalla ideológica.

Washington debe reactivar más que nunca la doctrina Monroe, pero bajo nuevos términos. De hecho, la administración Biden ya ha puesto en marcha un plan de desarrollo masivo al más puro estilo Belt and Road Initative para evitar más coqueteos entre América Latina y China. Estados Unidos debe entender que esta vez no puede ganar promocionando regímenes autoritarios anticomunistas porque ese discurso es historia. Pekín se desenvuelve de forma más cómoda con cualquier tipo de régimen autoritario con su política “Don´t ask, don´t tell”.

Estados Unidos debe entender que esta segunda Guerra Fría en América Latina solo la puede ganar defendiendo y promocionando la democracia, sin importar el color que vista. Un plan para el desarrollo económico y la reducción de la desigualdad en la región es sin duda una decisión en la buena dirección. Sin embargo, no podemos omitir el elefante en la habitación: si USA y Europa Occidental, que son los mayores promotores y defensores normativos de la democracia terminan adoptando discursos iliberales que erosionan sus propios Estados, es de esperar que también lo haga entre sus seguidores latinoamericanos y con consecuencias más graves.

América Latina puede que esté compuesta por democracias con deficiencias liberales, pero sin lugar a dudas se refleja en el Occidente industrializado y, en tanto que eso, depende en gran parte de que las democracias liberales occidentales se mantengan fuertes y ejemplares. América Latina debe ser consciente de esta responsabilidad y actuar como un actor con agenda propia. La nueva Constitución de Chile, que entrará en vigor este mismo año, sería un ejemplo de esa inercia en pos de la democracia.

Manifestaciones en Chile solicitando una nueva constitución. Fuente: Mundo Sur

Bibliografía

ALONSO R. et al. (2015), Privilegios que niegan derechos. Desigualdad extrema y secuestro de la democracia en América Latina y el Caribe,  Iguales, Oxfam.

LEVITSKY, S. (2018), Journal of Democracy, Volume 29, Number 4, October, pp. 102-113.

O’DONNELL, G. (1993), “Delegative Democracy?”, World development, September, 192, pp 1- 17

ZAKARIA, F. (1997), “The Rise of Illiberal Democracy”, Foreign affairs, 76, pp  22-43

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